El fútbol como objeto de creación literaria
Durante mucho tiempo defendí, con convicción, el valor de las actividades intelectuales por sobre las deportivas. Tal vez por mi inclinación a las primeras y mi poca destreza, desde temprana edad, para las últimas. Pero la madurez conlleva a una reconsideración de criterios y así descubrí que deseaba comprender (al menos por curiosidad o por no quedar afuera de un sentimiento intensamente compartido por tantos) qué circunstancias tan fuertes hacen que una práctica como el fútbol concentre la atención de masas; o lo que es mucho más sorprendente: que un Mundial polarice no solo a quienes con solemne fidelidad disfrutan de ese juego domingo a domingo, sino a muchísimos otros millones que se suman a la fiesta de este deporte, cada cuatro años.
Y sin, pensarlo, me dejé absorber.
Creo que la respuesta llegó fácilmente como se les ofrecería a cualquiera que tuviera esa inquietud: los seres humanos tenemos una intrínseca necesidad de unión y sentido de pertenencia, y en el fútbol se hace presente, sin más, a través de los colores del símbolo patrio que nos representan en la faz de la Tierra.
Sin embargo no es a lo que quiero referirme en esta reflexión. Como mujer que dedica gran parte de sus días a producir textos literarios me conmueve comprobar cuántos escritores, críticos, cronistas e inclusive ensayistas se han empecinado, a través de los tiempos, en encontrar una relación o similitudes entre el fútbol y la literatura; en lograr que actividades tan disímiles encuentren puntos de contacto.
Es innegable que ambos tópicos se constituyen en pasiones para muchos; de otra manera no hubiesen invertido sus tiempos en el tema, escritores de la talla de Roberto Arlt, Pablo Neruda, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Osvaldo Soriano, Roberto Fontanarrosa, Javier Marias, Héctor Gagliardi, entre otros.
Por otra parte, con literatos y además amantes fervorosos del fútbol como Albert Camus, Ezequiel Martínez Estrada, Juan Villoro, Mempo Giardinelli, Juan Sasturain, Eduardo Sacheri… queda inválida aquella postura sostenida por algunos intelectuales, al interpretar que manifestaciones culturales con las particularidades de este ejercicio armonizaban, por su carácter popular y masivo, con determinados estratos sociales. O al afirmar que quienes sucumben frente a un partido, eluden los libros; o por el contrario, que los apasionados a estos subestiman al deporte del balón.
No creo que sea el de la pelota y el libro un amor que pugne por ser aceptado; sí sostengo que los escritores encuentran, en esta competencia, material insoslayable para el relato literario. No más saber de los innumerables poemas, cuentos, crónicas, ensayos, biografías y hasta diccionarios que existen sobre el tema.
También es interesante observar cómo, consecuencia de los hechos del Mundial, más precisamente el que este año tiene lugar en la lejana Sudáfrica, los creadores, diseñadores o hacedores de propagandas, medios gráficos, radiales y televisivos han potenciado su imaginación incluyendo -de manera sorprendente, fantástica y estética- productos (sean comerciales, de salud, sociales o ambientales) enarbolados por la pelota de fútbol, sus jugadores, técnicos, árbitros o hinchas. O cómo la emoción y la pasión, la alegría y la frustración, el dolor o el mismo gol, exacerba la sensibilidad de locutores, periodistas, críticos y deportistas que -sin la técnica, destreza o talento del escritor- por pura pasión, han pronunciado los relatos futbolísticos más líricos, las frases literarias más bellas, las descripciones más amorosas y los sentimientos más profundos.
La pasión enardece, exalta… a veces parece sofocarse pero solo para volver a tomar bríos, y elevar el impulso al más alto grado del éxtasis. Eso produce una obra literaria en el lector. Y también, convengamos, el fútbol en sus hinchas.
¿Será por eso que con tanto ímpetu se trata de relacionarlo con la literatura?
En todo caso el punto de unión es indiscutible: la literatura abarca todos y cada uno de los temas de la vida; y el fútbol forma parte de ellos.
Y sin, pensarlo, me dejé absorber.
Creo que la respuesta llegó fácilmente como se les ofrecería a cualquiera que tuviera esa inquietud: los seres humanos tenemos una intrínseca necesidad de unión y sentido de pertenencia, y en el fútbol se hace presente, sin más, a través de los colores del símbolo patrio que nos representan en la faz de la Tierra.
Sin embargo no es a lo que quiero referirme en esta reflexión. Como mujer que dedica gran parte de sus días a producir textos literarios me conmueve comprobar cuántos escritores, críticos, cronistas e inclusive ensayistas se han empecinado, a través de los tiempos, en encontrar una relación o similitudes entre el fútbol y la literatura; en lograr que actividades tan disímiles encuentren puntos de contacto.
Es innegable que ambos tópicos se constituyen en pasiones para muchos; de otra manera no hubiesen invertido sus tiempos en el tema, escritores de la talla de Roberto Arlt, Pablo Neruda, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Osvaldo Soriano, Roberto Fontanarrosa, Javier Marias, Héctor Gagliardi, entre otros.
Por otra parte, con literatos y además amantes fervorosos del fútbol como Albert Camus, Ezequiel Martínez Estrada, Juan Villoro, Mempo Giardinelli, Juan Sasturain, Eduardo Sacheri… queda inválida aquella postura sostenida por algunos intelectuales, al interpretar que manifestaciones culturales con las particularidades de este ejercicio armonizaban, por su carácter popular y masivo, con determinados estratos sociales. O al afirmar que quienes sucumben frente a un partido, eluden los libros; o por el contrario, que los apasionados a estos subestiman al deporte del balón.
No creo que sea el de la pelota y el libro un amor que pugne por ser aceptado; sí sostengo que los escritores encuentran, en esta competencia, material insoslayable para el relato literario. No más saber de los innumerables poemas, cuentos, crónicas, ensayos, biografías y hasta diccionarios que existen sobre el tema.
También es interesante observar cómo, consecuencia de los hechos del Mundial, más precisamente el que este año tiene lugar en la lejana Sudáfrica, los creadores, diseñadores o hacedores de propagandas, medios gráficos, radiales y televisivos han potenciado su imaginación incluyendo -de manera sorprendente, fantástica y estética- productos (sean comerciales, de salud, sociales o ambientales) enarbolados por la pelota de fútbol, sus jugadores, técnicos, árbitros o hinchas. O cómo la emoción y la pasión, la alegría y la frustración, el dolor o el mismo gol, exacerba la sensibilidad de locutores, periodistas, críticos y deportistas que -sin la técnica, destreza o talento del escritor- por pura pasión, han pronunciado los relatos futbolísticos más líricos, las frases literarias más bellas, las descripciones más amorosas y los sentimientos más profundos.
La pasión enardece, exalta… a veces parece sofocarse pero solo para volver a tomar bríos, y elevar el impulso al más alto grado del éxtasis. Eso produce una obra literaria en el lector. Y también, convengamos, el fútbol en sus hinchas.
¿Será por eso que con tanto ímpetu se trata de relacionarlo con la literatura?
En todo caso el punto de unión es indiscutible: la literatura abarca todos y cada uno de los temas de la vida; y el fútbol forma parte de ellos.
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