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viernes, 24 de septiembre de 2010

EL POEMA DE HOY





ANÍBAL FORCADA

Por Alfredo Ismael Lama (*)



Alguien supo en las noches misteriosas
cabalgar este viento desbocado,
recorrer el chenque milenario,
recordando al Tehuelche antepasado.

Como arcilla y mar que junta cielo,
o petróleo y gas que no es venteado.
En el vientre temeroso de esta hembra
tu poesía trasnochada se ha grabado.

Comodoro fluía por tus venas,
como sangre vital, lo derramabas
y en la honda república de trépanos,
tu folklore noctámbulo cantabas.

Transformada en líricas vocales
desde un surco sideral se desprendía,
labrador de la noche patagónica,
tu semblanza de esta tierra dolorida.

Y ya ves... Yo me vuelvo a mi canto solitario,
no pretendo ni reunirme ni olvidarte,
no se unen quienes son la misma cosa,
ni se olvidan los que siempre fueron parte.






(*) Poeta comodorense. El autor dedicó este poema al conocido escritor y locutor Aníbal Forcada. El homenajeado, ya fallecido, fue autor, entre otras obras, de la letra de la canción “Más allá del Colorado”. También fue impulsor del Festival Austral del Folklore.



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miércoles, 22 de septiembre de 2010

EL CUENTO DE HOY








AMANDA QUERIDA



Por Luis Alberto Jones (*)




Paco en sus doce años de matrimonio suponía haber consolidado una familia junto a Teresa y su hija Amanda.
Pero poco a poco, como esos gajos de plantas que uno coloca en una maceta dejando en manos de la naturaleza su vida, sin aportar nada, y pasado un tiempo descubre que prospera francamente, tuvo una sensación análoga con la marcha de su pareja.
Su intuición, rasgo atribuido casi exclusivamente a la mujer, lo llevó ante el enfriamiento del trato de su esposa, a indagar en cada situación o persona las razones de la inesperada actitud.
Exacerbada la búsqueda por el tiempo percibió como la más sospechosa, la postura sutil y persistente de su pareja para con Mariano casado con Anita, la menor de sus cuñadas.
Una distracción consoladora dentro de estos pensamientos nefastos, era el entendimiento profundo con su hija. El recíproco cariño había tejido la relación y fortalecido los roles en una etapa especial en la vida de Amanda. Físicamente se parecía a su madre. Desde su complexión delgada hasta el tono y corte de pelo. Se diferenciaba no obstante, en sus intereses y metas. Ninguna era mejor que otra en tal sentido, simplemente distintas, como otras personas en edades, historias, anhelos.
Pero en la mente de Paco iba creciendo la certeza de la infidelidad, que como un tumor en su tamaño demandaba acortar tiempos antes que el daño arrasara todo. Ese todo único y rescatable para él era su hija.
La manera de resolverlo, lo sumía en una envolvente sensación rayana en lo intolerable. Ya no le importaba cómo ni las consecuencias. La vida de su esposa; inmolarse él inclusive. Todo sería válido para salvar a Amanda del conocimiento de tan oprobiosa situación.
Fue un viernes al regresar del trabajo. Al entrar a la casa, en el escritorio, sobre un lateral de la biblioteca, su cuñado observaba a su mujer trabajar en la computadora, con sus hombros encorvados sobre la máquina y la hermosa cabellera derramada sobre la espalda.
Como ajeno a él sintió que le brotaba un instinto carnicero impulsándolo con fiereza. Introdujo la mano derecha en el bolsillo externo del saco y pulsando la navaja la palpó desplegada. Caminó cuatro pasos y sacándola la clavó dos veces a la altura del pulmón derecho de la mujer.
La inesperada acción fue como si un rayo hubiese iluminado a los tres protagonistas creando un clima de fugaz asombro y opresión.
Luego lentamente cada uno fue cambiando su postura. El cuñado se enderezó mirando incierto a los otros. Paco retrocedió dejando caer el brazo al lado del cuerpo sin soltar el arma.
El abrumador silencio del lugar se rompió con el chillido de la silla que ocupaba la mujer girando hasta enfrentarlo. Respirando con agitación sus ojos permanecían abiertos en demasía, buscando afanosamente en esa última porción de vida, la explicación que el victimario aún no lograba metabolizar. Sólo alcanzó a percibir en forma brumosa la expresión de un hombre desbastado. La cabeza de la mujer se plegó lentamente hasta tocar con el mentón su pecho. En su estertor Amanda hizo girar su silla hacia uno y otro lado muy brevemente. Ese movimiento pendular se transformó en un imaginario “¡No!”.... Infinito y profundo, asociando a los hombres al sentir, en este simbolismo, que la navaja había acabado con los tres.


(*) De “In-formales” – Volumen de cuentos de su autoría.






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lunes, 20 de septiembre de 2010

REFLEXIONES SOBRE OTRO ENCUENTRO ANUAL EN SARMIENTO




XI FERIA DEL LIBRO Y LA CULTURA DE SARMIENTO



Por Julia Rita Chaktoura



Once años no transcurren sin dejar una impronta trascendente, cuando hay de por medio un acontecimiento cultural como es una feria del libro, lugar en el que –más allá del hecho estrictamente comercial– se producen encuentros, intercambios, novedades, descubrimientos...

Cuando un evento de esta naturaleza se produce en un pueblo del interior de una provincia patagónica, como es el Chubut, y además su realización se ve coronada con un éxito contundente, el acontecimiento se transforma en una fiesta de la cultura.

La XI Feria del Libro de Sarmiento, que se realizó entre el 10 y el 12 de setiembre, continúa gracias a un acto admirable de resistencia por parte de los organizadores y demuestra que en esa ciudad tienen un pacto intensamente afectivo con la lectura, con la educación y con las expresiones artísticas. Y eso habla muy bien de la gestión municipal que la sostiene y de quienes cada año, ponen todo su entusiasmo para realizarla.

Debo decir que me apenó la ausencia de las autoridades provinciales, particularmente de la Secretaría de Cultura, porque hubiera sido muy gratificante recibir un fuerte apoyo, en consideración al esfuerzo que requiere este tipo de eventos.

Como hacedora cultural, lucho, desde hace muchos años, por incorporar en los funcionarios públicos la percepción de que todo el dinero destinado a acciones de esta naturaleza no debe verse como un gasto, sino como una inversión puesta al servicio de la comunidad, una siembra que madura y se proyecta en logros estéticos que permiten desarrollar y acrecentar el perfil intelectual del pueblo. Lamentablemente, debo admitir que —en ese sentido— cuento en mi haber con más fracasos que éxitos.

Felizmente, la concurrencia masiva del público sarmientino, opacó otras ausencias y olvidos e hizo fortalecer la voluntad de quienes cada año vuelven a poner todo su esfuerzo en sostener las actividades culturales para el disfrute de la gente.


Los escritores regionales estamos infinitamente agradecidos cuando nos invitan a estas muestras literarias, que nos permiten mostrar nuestras obras, compartir con el público, debatir, dar conferencias, escuchar propuestas, tomar contacto con los chicos y los jóvenes, responder sus preguntas... porque ese es el motor que pone en marcha nuestra creatividad. Sin los lectores, nuestros textos quedarían guardados en un cajón del escritorio.

Todas las expresiones del arte estuvieron representadas en esos tres días festivos: literatura, teatro, plástica, canto, danza, música, humor gráfico, animé, títeres, artesanías... mediante artistas llegados de diversos puntos de la provincia y desde más lejos también, los que aportaron su creatividad para iluminar este encuentro vital entre los hacedores culturales y el público.

Un público abierto y participativo que, gracias a su concurrencia, esta Feria vuelve a reeditarse cada año y seguramente continuaremos disfrutando de ella, mucho tiempo más.



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sábado, 18 de septiembre de 2010

EL POEMA DE HOY




IDENTIDAD




Por Ada Ortiz Ochoa (*)

A quien quiera saberlo, se lo cuento,
soy la tierra, el silencio, la impotencia,
el suelo agreste habitado por valientes,
por el viento, la escarcha y las nevadas.
¡Soy la vida!
Latiendo la negra hondura de mis noches,
las perlas gélidas de mis mañanas,
gritando las palabras silenciosa,
vagando la mirada en las mesadas.
Soy la tierra horadada por mineros,
brindando mis entrañas generosa,
también soy parte de mi patria,
tan rica, tan grande y soberana.
Soy las costas de playas solitarias,
soy mallines, salitrales y pinares,
el ñandú, los guanacos y pilquines.
Soy la “gente”
estirpe arisca que mantiene,
tenaz lucha a la par del inmigrante.
Soy leyenda, soy misterio y lejanía,
hembra esquiva, latente y codiciada,
especulación comercial de algunos necios,
tema infaltable y necesario
en mentirosas campañas partidarias.
Soy tierra tan lejana y de trasmano,
que no llegan beneficios, privilegios, ni justicia.
Soy la herencia y la memoria,
de hombres, mujeres y sus hijos,
que en el fuego de la lucha se han templado
y hoy se abrazan en arraigo patagónico.
Ya lo sabes,
soy la tierra de mapuche y tehuelches,
soy la mapu del sur del continente,
más al sur del olvido de los torpes,
más al sur del lugar de decisiones…
Hoy mis hijos me dicen Patagonia
y me nace…
un nudo de emoción en la garganta
……………….
a quien quiera saberlo, se lo cuento…
………………




(*) “Negrita”. Escritora de Sierra Grande, Río Negro.


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miércoles, 15 de septiembre de 2010

LA NOTA DE HOY



“Los galgos, los galgos” de Sara Gallardo


Por Olga Starzak




Alguien, alguna vez, me regaló un ejemplar de “Los galgos, los galgos”, la obra más lograda de la escritora argentina Sara Gallardo. Una novela que encierra en sí misma pura poesía, humor, pasión, ternura, ansias de poder y unas cuantas emociones más que, aunque parezcan no corresponderse en su esencia, son parte de la vida, y consagran a la autora revelando su intenso talento y su madurez literaria. No había leído nada de ella, hasta entonces, y sentí la necesidad -antes de emprender la lectura del libro en cuestión- de conocer algo acerca de sus orígenes, motivaciones, producciones, de su vida toda.
Así supe que, signada por una descendencia que la ubicaba en una clase social privilegiada (su tatarabuelo fue el general Mitre y su abuelo, el naturalista Ángel Gallardo), Sara había accedido a la lectura desde muy pequeña. Su narrativa, atravesada por sus propias experiencias de vida, sólo fue reconocida por la crítica literaria en los últimos tiempos; entendí que su condición de mujer había tenido mucho que ver con esto último. Me admiró comprobar que -desafiando esa condición- trabajó como columnista para revistas de renombre. Su voluntad de traspasar los límites impuestos por la sociedad de los años cincuenta y apostar a una escritura que para la época era sorprendente y deliberada, la ubicó en un sitio “respetable”. Escribir más allá que para un público lector femenino, adoptar en sus novelas la voz del narrador masculino, superar las temáticas que convocaban a la mujer… fueron las razones que la diferenciaron.
Con el tesón de las pocas mujeres que entonces han podido transgredir las normas impuestas por una sociedad injustamente machista, Sara Gallardo supo de divorcios y tuvo la necesidad de trabajar para atender la responsabilidad de ser madre de tres hijos.
Obnubilada por la vida que le había sido permitido gozar gracias a un padre dispuesto y transgresor, internalizó e hizo del campo de su familia su confín más amado, donde pudo identificarse con su propia historia de ascendientes gloriosos, dispuestos a no dejar flanquear sus fuerzas en pos de los ideales construidos.
Así, con estos pocos pero significativos conocimientos, emprendí la lectura de “Los galgos…”. Pero recién entonces comprendí cuánto su autora sabía de campos y bañados, de la tierra fértil y la belleza del cielo en los espacios campestres, de peones y largos caminos, y especialmente de la compañía y lealtad de los perros. De la presencia de los galgos en una tierra de pocos hombres y muchas necesidades. Y así, ambientada en el campo, con un lenguaje criollo, entre la tierra y el cielo, la autora crea a Julián, su narrador; un muchacho que hereda un campo y, a partir de allí, se producen un sinfín de desventuras. Lo primero que aparece es la decisión de ese hombre de mudarse al sitio legado como una forma de desafiarse en la vida, pero también en el amor. Un amor del que huirá como huye –después- del campo, cuando las circunstancias lo enfrentan a la realidad, y Julián debe decidir entre el trabajo como productor o la comodidad, entre el amor prohibido o la responsabilidad de una pareja.
Irrumpe en París, vive una vida que lo marea y a la vez le produce el vacío de los afectos, de la tierra suya, de los galgos amados: compañeros inseparables, sensibles, inteligentes y leales… mucho más allá de las actitudes de su amo.
Más tarde, el regreso. Julián y su frustrada vocación de ser poseedor de un establecimiento rural; Julián y el recuerdo de Lisa, la amante que trató de comprenderlo… Y los galgos, siempre los galgos, protagonistas inestimables de esta historia de desventuras y pasiones.
Los invito a que la lean, si desean disfrutar de muy buena literatura.



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