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domingo, 13 de marzo de 2011

LA NOTA DE HOY





Encuentro en las Malvinas
Los puentes del idioma galés



Por Fernando Coronato





Estando en las Islas Malvinas a principios de diciembre de 2008, un día que terminé temprano con las obligaciones académicas que me habían llevado allá, pude darme el gusto de ir al museo de Puerto Stanley. No es un museo de arte, ni de historia, ni de ciencias naturales, sino simplemente “el museo”, de lo que venga, lo que en un pueblo tan pequeño –menos de 3000 habitantes- no es de extrañar.

Lo concreto es que el museo tiene de todo un poco, mucho de navegación, mucho de aves, bastante de vida cotidiana y bastante de historia -una versión muy tuerta de la misma por cierto. En el interior del edificio uno se entera de que originalmente fue construido para albergar a las oficinas de LADE (Líneas Aéreas del Estado) a principios de la década de 1970, cuando había vuelos de esa empresa argentina entre Comodoro y Stanley. En esa época en que -como me diría al día siguiente un señor mayor- “todo era dulce y rosa”.
Después de la guerra de 1982, el edificio fue rebautizado como “Britannia House” y entonces se empezó a montar en él el museo, juntando objetos, recuerdos e información de todo tipo.

El museo también tiene una salita destinada exclusivamente a la guerra de 1982, esa experiencia tan traumática en las islas como en el sur del continente.

Tragando saliva y proponiéndome no emocionarme, entré. Estaba todo muy apretado, mucha cosa en poco espacio, mucho dolor concentrado en objetos de todo calibre. La reconstrucción de un “pozo de zorro” argentino, con latas de conserva argentinas y paquetes de yerba (además de los enseres bélicos), me metió de lleno en casa…y en las condiciones miserables de los soldaditos de aquella época. A propósito, las esquelas escritas a mano y en inglés por algunos soldados que pedían comida a los kelpers, me llenaron de pena, y las tapas de la revista Gente, gritando “Vamos ganando”, me llenaron de bronca.

Así que no estaba de humor cuando me topé con tres ingleses que visiblemente eran excombatientes porque tenían la edad (cuarenta largos o cincuenta) y sobre todo porque había uno que llevaba puesto el uniforme de combate, de tan consustanciado que estaba con su propia historia y su papel. Se los veía muy entusiasmados mirando las fotos y los mapas y las armas. Se ubicaban en los papeles y recordaban, “¡acá estaba yo!”, “desde aquí nos tiraban”, “nos replegamos para acá…”, señalando en el mapa.

Me dio rabia pensar que su victoria era nuestra derrota, que su alegría era nuestro llanto y que los logros que festejaban y comentaban eran a costillas nuestras. Preferí irme de la sala y seguir mirando los pajaritos embalsamados…

Al rato los tipos también salen y cuando firman el libro de visitas, leo de reojo que uno escribe en galés “…diolch yn fawr” . Renglón seguido firmo yo y anoto “diolch yn fawr hefyd”, y entonces los abordo hablándoles en galés.

Así se rompió el hielo.


Los tres hombres se sorprendieron mucho pero sólo dos de ellos hablaban en galés. Acto seguido me preguntaron de dónde era y cuando se enteraron que era de Chubut, uno me dijo que en 1982 se había cruzado con dos o tres “de los tuyos” (o sea argentinos que hablaban en galés). Me dijeron de dónde eran, uno del sur –que estudiaba galés- y otro del norte, de galés como lengua nativa. Era de Porthmadoc, y cuando le conté que había estado allí y que en Tremadoc, ahí cerquita, había visitado la casa natal de Lawrence de Arabia, me explicó bien donde vivía y cómo se llamaba: David Jones, y me estrechó la mano.

Entonces seguimos hablando un rato de las cosas que nos unían y no de las que nos separaban. Comentamos algo del libro “Ein rhyfel ni” que venía muy al caso, recordamos la historia de Milton Rhys en la catedral, les conté que había estado allí el domingo, que yo no había peleado en la guerra, que la Patagonia es muy parecida a las islas, que …

Habríamos seguido charlando -estoy seguro- si el compañero de ellos, que no hablaba galés, no hubiera empezado a resoplar de aburrido. Así que la cortamos, nos despedimos con un abrazo y por fin entendí que la guerra la hacen los estados y no las personas.

Luego los volví a cruzar por la calle (lo que no es nada difícil en semejante pañuelo) y nos volvimos a saludar y a charlar del tiempo, y tywydd, según las normas de cortesía…

Entonces recordé que el Plaid Cymru, el Partido Nacionalista Galés, fue el único partido británico que en 1982 se opuso a la guerra de entrada, y entendí que la llamada “comunidad galesa del Chubut” tiene un papel muy importante en la construcción de la paz, y que no podemos delegarlo.







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jueves, 10 de marzo de 2011

EL POEMA DE HOY


ESTIRPE



Por Alicia Cabral Colman




Mujer, tu andar ondulante

pincela el aire

y tiene el toque mágico

de los arpegios en las

auroras.

Vas entre trigales de seducción

envolviendo ríos exuberantes,

y reverberan en tu cuello de palmera

las diademas del amor.

Tu estirpe india te enciende la piel

y florece en abierto cauce

el planeta azul.

En generoso desvelo

con tu esencia perceptible a señales,

designios

acaricias la verde fronda de América Latina

y celebras con prestancia de mujer,

madre

la vibración luminosa de sus riberas, del fuego

que trasciende las fronteras y se desliza

por el reino de los sueños.

Más allá de pasiones, cantares y nidos,

desde los relieves del viento y por la Gracia

de amamantar

con tu instinto fragante

y meditativo,

traspasas las catedrales de la noche oscura,

de los secretos que respiran en la proximidad

de las sombras

para enfrentar embates imprevisibles.

Entonces…la osadía de mis latidos

se hace cómplice a los madrigales

del alma,

¡y te comparo!

con una Diosa en tiempo de gestación,

un concierto de violines

o como el misterio del alumbramiento

en el vagido de la vida…

Esos acordes te comprometen

nueva mujer del siglo XXI

a mantener el corazón palpitante,

la mirada diáfana

semejante a los manantiales

que manan con reflejos

de luna

sobre el radiante iris

rosa-celeste de tu Ser

un privilegio.




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martes, 8 de marzo de 2011

EL POEMA DE HOY


EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER




TEN PIEDAD DE MÍ





de Jorge E. Baudés



Por haber gozado en tu vientre mientras vos penabas mi crecimiento

por haber ultrajado tu sagrado recinto en mi camino a la vida

por haber desvelado tus noches con mi llanto inconsolable

por haber perturbado tu corazón con mis primeros juegos

por haber tenido que crecer nuevamente para acompañar mi crecimiento

por haber sufrido mis desdichas de primeros frustrados amoríos

por haber sentido mi partida cuando se bifurcaron nuestros destinos

por haber soñado vos mis sueños y yo aún, no habértelos cumplido

por ser siempre Mujer, niña, madre, compañera, amiga

por tus silencios sabios ante mis palabras necias

por tus caricias suaves ante mis torpes movimientos

por tu eterna espera, por tu pura esencia.

por no haberte comprendido cuando debí hacerlo

por no sentir tu presencia en mi arrogante caminar

por no reconocer tu apoyo, sostén de infortunios

por no merecer tu perdón, ante las veces que te he ofendido.

Por todo ello, y si aun puedes mirarme a los ojos

Mujer, en tu día, y en todos tus demás días

¡Ten piedad de mí…!





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domingo, 6 de marzo de 2011

PRESENTACIÓN DE UNA NUEVA OBRA POÉTICA





"COMO LAS MUTISIAS"



de Lidia E. Romero





La Subsecretaría de Cultura del Municipio de Madryn hizo entrega de la obra "Como las mutisias", el poemario más reciente de la caracterizada escritora Lidia Romero, con ilustraciones de Germán E. Rojas y diseño gráfico de Sara Roccato, prologado por Nelcis Jones y Fernando Coronato.
Además de su larga trayectoria docente, la autora ha sido ganadora de las Coronas de Plata -máximo galardón para poetas en lengua española en los Eisteddfod del Chubut- en los años 1969, 1973, 1986, 1994 y también de la Medalla de Plata -premio instituido por la Asociación San David para el certamen de poesía tradicional- en el Eisteddfod de 1994. También obtuvo la Corona del Poeta en la primera edición del Eisteddfod "Mimosa" en Puerto Madryn, en el año 2004, con el poema "Sólo así". Considerada como una de las representantes más exquisitas de la poesía chubutense, Lidia Romero ha escrito además varios cuentos y ensayos, así como el libro de poemas titulado "Chubutenses" para alumnado primario y secundario, publicado en origen por Servicoop de Puerto Madryn y luego reeditado por la Dirección de Cultura Municipal.
En la emotiva ceremonia de entrega, realizada en la sede del Museo del Desembarco de Puerto Madryn, hicieron uso de la palabra Nelcis Jones y el Subsecretario de Cultura Diego Lacunza, quienes destacaron la fecunda labor cultural y literaria llevada a cabo por la autora.
El libro contiene más de setenta poemas dedicados a variadas temáticas, aunque todas ellas hermanadas por el hilo conductor de un sello personalísimo, que revela la profunda sensibilidad de una mirada siempre atenta a las manifestaciones líricas que emanan aun de los aconteceres más simples y cotidianos: un anochecer, la copa de un sauce cobijando un patio, los paisajes marinos, un nacimiento, un momento de amistad al calor de una taza de té; testimonios de su constante estado de gracia poética.

Nos dicen en el prólogo Nelcis Jones y Fernando Coronato:

"Cuando en 1965, tras década y media de letargo, el Eisteddfod del Chubut despertó con el centenario de la colonia galesa, un poema de Lidia Romero ganó el mayor premio a la poesía en idioma castellano que existía en ese momento. No era todavia la “Corona de plata” que ganaría luego en cuatro oportunidades, pero el poema premiado en 1965 se llamaba “Centuria” y narraba, precisamente, la centuria transcurrida desde la llegada del Mimosa.

Su don se fortalece del reconocimiento que esa alegoría de 1965 le valió -por tema y oportunidad- entre la comunidad galesa del Chubut, a la que descubrió y aprendió a querer cuando se instaló en Rawson. Como patagónica, Lidia sintió admiración por los primeros colonos de la Patagonia y cosechó entre sus descendientes el mismo sentimiento.

Patagónica, amiga de los galeses, empero Lidia se sentía orgullosamente argentina gracias a las mudanzas a las que, durante su infancia y adolescencia, la condujeron los traslados de su padre ferroviario por diversas provincias.

Nada de nación ni de patria hay en las poesías de este libro (esos sentimientos que sin embargo supo enseñar tan bien como docente); en cambio nos la muestran con una sensibilidad exquisita, cantando a su valle adoptivo, respirando el mar inmenso, cobijando a sus nietos, añorando al amor que pasó de largo, filosofando ante la existencia...

Es para nosotros un privilegio conocer a Lidia desde que tuvo su casita blanca frente al mar, en Puerto Madryn, y haber trabajado con ella en los inicios de la asociación galesa de esa ciudad. Es una gran suerte poder prologar esta obra; casi toda fruto de aquella época fértil; sin duda de otra época. Ya no se escribe poesía como ésta, por eso es bueno atesorarla quizá en un libro, y guardar a ése libro -y a esta autora-, en nuestros corazones."

Saludamos con alegría la llegada de esta nueva obra, que confirma a Lidia Romero como una de las máximas expresiones de la lírica chubutense.

C.D.F.




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lunes, 28 de febrero de 2011

LA NOTA DE HOY




TERROR BLANCO



Por Jorge Eduardo Lenard Vives




A través de la Península Antártica, la Patagonia se prolonga en el Continente Blanco. Por ello, en las discusiones referidas al alcance de la Literatura Patagónica, también se consideran, a veces, las obras que versan sobre las regiones colindantes al Polo Sur. Pero la bibliografía de esa zona es enorme. Su tratamiento abarcaría muchas páginas de “Literasur”; empresa difícil teniendo en cuenta que el estudio de las letras del sector continental, de por sí, toma su tiempo.
Sin embargo, hay un género que es interesante analizar en relación a esos vastos territorios congelados: el de terror; que encuentra en aquel lugar espacio propicio para sus fantasías. Existen dos novelas básicas al respecto; “Las aventuras de Arthur Gordon Pym”, de Edgard Allan Poe, y “En las montañas de la locura”, de Howard Phillips Lovecraft.
El viaje del que participa el marino Pym, ingresa a la Antártida en las vecindades de la Península; donde vive aventuras que lo van aproximando al punto más austral del globo y, en sus cercanías, a un desenlace inquietante: “Unas aves gigantescas de color blanco muy pálido vuelan incesantemente, saliendo de detrás de aquel velo, y su grito es el eterno ¡Tekeli – li! ¡Tekeli – li! al huir de nosotros... Entonces nos precipitamos hacia la catarata, donde se abre un abismo para recibirnos. Pero de pronto se alza ante nosotros, envuelta en un blanco sudario, una figura humana, mucho mayor de proporciones que ningún ser terrenal. Y el matiz de la piel de la figura es de la perfecta blancura de la nieve...”
Retomando esa temática, Lovecraft describe la expedición antártica del profesor Frank Pabodie, realizada también en tierras contiguas a la Península: “Planeábamos cubrir una zona tan extensa como lo permitiera una estación antártica, operando principalmente en la cadena de montañas y en las llanuras situadas al sur de Ross Sea, regiones exploradas más o menos por Shackleton, Amundsen, Scott y Byrd”. En su final, se liga con los horrores que narra Poe: “Oímos de nuevo el grito burlón... ¡Tekeli – li! ¡Tekeli – li!, y finalmente recordamos que los demoníacos Shoggoths, careciendo de lenguaje propio, se habían visto obligados a imitar la voz de sus amos”.
Otro cuento ambientado en la Antártida y relacionado con el ciclo de los “mitos de Cthulhu”, es “En la tienda de Amundsen”, de John Martín Leahy; con epicentro en la carpa dejada como testimonio por el explorador noruego Roald Amundsen al alcanzar el extremo más meridional del mundo y encontrada luego por Robert Scott y sus desdichados compañeros de expedición. Se publicó por primera vez en la revista “Weird Tales”, en 1928. Por su lado, John W. Campbell fantasea sobre una nave extraterrestre, con su extraño y aterrador tripulante, extraída del hielo en un sitio aledaño a los 90 grados de latitud sur. El cuento, “Visitante del espacio”, fue escrito en 1948; y se llevó al cine con el nombre de “The thing from outer space” (en la Argentina: “El enigma de otro mundo”). En 1968, René Barjavel escribió “La noche de los tiempos”, novela que trata de una civilización desaparecida eones atrás y sumergida en los hielos australes. La obra no tiene un tono ominoso, sino el conocido estilo casi filosófico del autor.
“Las brumas del Terror” es un relato de Liborio Justo, del volumen “La tierra maldita”, que transcurre en la Antártida. Pese a su prometedor título, no pertenece al género. Su argumento es “de aventuras”; el “Terror” se refiere al monte cuyo nombre fue impuesto por la expedición de James Ross, en honor a uno de sus buques. En realidad, es un volcán; y en la narración su actividad genera nieblas... y una grata sorpresa para el protagonista. Tampoco es del género, pese a su título, el film “Terror en la Antártida”, de Dominic Sena, estrenado hace un tiempo. Se trata de un mero policial de acción.
Es cierto que, en la actualidad, ese continente “al sur de todo” dejó de ser lo que era. Poblado por bases de numerosos países, recorrido por satélites que fotografían detalladamente su superficie, visitado por el turismo, ha perdido gran parte de su misterioso encanto. Empero, en las largas noches del invierno antártico, cuando el viento blanco impide a los seres humanos asomarse a la intemperie, nadie sabe qué seres innominados, con formas ajenas a este universo, podrían caminar por las estepas nevadas; persiguiendo propósitos ocultos y, quizás, profiriendo cada tanto los sonidos que les enseñaron sus espantosos amos: “¡Tekeli – li! ¡Tekeli – li!”








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