EL NAVEGANTE DEL RIO DE LOS SAUCES
Por Jorge Eduardo Lenard Vives Hay actores de la historia patagónica que sirven de pábulo a la creación literaria. Son, como se dice habitualmente, “personajes de novela”. Edmundo Elsegood, a quien dediqué una página de este blog hace ya un tiempo, es uno de ellos. Y Nicolás Descalzi, otro. Ambos están unidos por una especial relación, porque Descalzi se introduce en la tradición regional guiado, en el sentido preciso del término, por Elsegood; su piloto durante la navegación del río Negro.
Pero de Elsegood ya he hablado. Hablemos ahora de Nicolás Descalzi. Nacido en Chiavari, Italia, el 19 de febrero de 1801; llegó al país en 1821 junto con sus hermanos Cayetano, uno de los principales pintores nacionales, autor del más conocido de los retratos de Rosas; y Pedro, farmacéutico de Buenos Aires hasta que se incorpora al Batallón “Amigos del Orden”. El protagonista de esta nota traía conocimientos náuticos; por lo que apenas arribó a la Argentina se inició en las prácticas marineras. Integró la dotación de la goleta “Dolores”, que hacía el cabotaje entre Buenos Aires, Montevideo y Patagones; su primer contacto con las tierras australes.
Sus dotes despertaron el interés del presidente Rivadavia. Se lo nombró director de la “Sociedad de Navegación”, creada para promover el comercio con Bolivia a través de los ríos del norte. En 1825 marchó a Salta; allí construyó una embarcación para surcar el Bermejo hasta el Paraguay. En agosto de 1826 desembarca por error en territorio paraguayo y es apresado por tropas del presidente Francia. Recupera su libertad recién en 1831, junto con el “Diario” que escribió reseñando el reconocimiento. Ya había ejercitado sus dotes de escritor con esa crónica; afición que repetiría más tarde al recorrer el río “de los sauces”.
Pasan un par de años. En 1833, Don Juan Manuel de Rosas inicia su expedición al desierto. Conocedor de la presencia de los grandes ríos sureños, designa a Raúl Bathurst para explorar el Colorado, en tanto encarga a Descalzi recorrer el Negro. El flamante comandante se reúne con su piloto, Elsegood, en el campamento del Restaurador cerca del actual Fortín Mercedes; y desde allí marcha hasta Carmen de Patagones, donde organiza una flotilla compuesta por la goleta “Encarnación”, la ballenera “Manuelita” y dos canoas. El 10 de agosto, con una tripulación de veinte hombres y dos mujeres, comienza la travesía. Por falta de vientos favorables avanza gran parte a la sirga y aún más a la espía. Dos meses después, el 27 de octubre, fondea frente al campamento del Ejército en la isla de Choele Choel; esa misma tarde llega al lugar la columna del General Ángel Pacheco, luego de su campaña a la cordillera.
El viaje, que ocupa apenas un párrafo en este breve artículo, estuvo plagado de vicisitudes: problemas de disciplina con la tripulación, encuentros con las tropas terrestres y hasta un naufragio que puso en riesgo la vida del navegante. Cuando Descalzi volvía en una canoa de explorar la costa, la goleta pegó con la proa en el frágil bote y lo volcó; debió ser rescatado de las aguas luego de varios minutos de forzada natación. Durante el periplo efectuó estudios de ciencias naturales, levantó datos geográficos y los fijó en sus mapas mediante la observación astronómica.
Estando en Choele Choel, presenta a Pacheco un proyecto para continuar con su flota hasta la confluencia de los ríos Neuquén y Limay; donde se separarían: Elsegood remontaría el Neuquén, en tanto él recorrería el Limay. Pacheco aprueba la idea; pero el Brigadier General da orden contraria; atinada decisión por cuanto, al replegarse las tropas, los buques quedaban sin apoyo. Retorna así corriente abajo el día 13 de noviembre; el 21 de ese mes echa ancla frente a Carmen de Patagones. Hizo en nueve días lo que en sentido contrario le llevó sesenta. Al finalizar Descalzi su Diario, agrega un elogioso comentario para su subordinado: “El piloto Edmundo Elsegood, se comportó muy bien y me ayudó mucho en mis trabajos, y merece mucho aprecio porque es un joven de bien”.
¿Qué fue de su vida luego de la incursión al sur? Al volver a Buenos Aires recibe el grado de Mayor de Caballería y revalida su título de agrimensor. En tal papel recorre localidades y traza planos. Durante una excursión por el río Matanzas muestra su vena de paleontólogo, al recuperar los restos de un megaterio y de un gliptodonte. Presenta una faz filantrópica: es socio fundador del Hospital Italiano, al que dona el 10 % de sus ingresos. Se casó con Estanislada Elordi Maza; tuvo una hija, su yerno fue Miguel Barabino. A su muerte, el 14 de mayo de 1857, es enterrado con honores en la Recoleta.
Las letras podrían recrear muchas escenas de la vida de nuestro héroe. Hay una, en particular, que invita a la reflexión. Imaginemos al italiano Descalzi y al inglés Elsegood parados en la proa de la “Encarnación”; contemplando como el Currú Leuvú se pierde en la lejanía detrás de un meandro, rumbo a esa cordillera de la que les hablaron. Planean entusiasmados su expedición a las nacientes. Saben que ponen en riesgo la vida, pero saben también que el esfuerzo se justifica porque están construyendo el futuro de la tierra que los cobijó. Y, seguramente, tienen la esperanza de que un día sea un país pujante; con la fuerza poderosa de ese río que los mece, mientras cruza la Patagonia para unirse con el mar.
Nota: Dedico esta nota al Dr José Pablo Descalzi, colega en la Literatura; quien, investigando sus raíces, me interesó en este personaje patagónico. Su valiosa información me permitió conocer a un verdadero protagonista de nuestra historia, por lo que le quedo sinceramente agradecido.
Pero de Elsegood ya he hablado. Hablemos ahora de Nicolás Descalzi. Nacido en Chiavari, Italia, el 19 de febrero de 1801; llegó al país en 1821 junto con sus hermanos Cayetano, uno de los principales pintores nacionales, autor del más conocido de los retratos de Rosas; y Pedro, farmacéutico de Buenos Aires hasta que se incorpora al Batallón “Amigos del Orden”. El protagonista de esta nota traía conocimientos náuticos; por lo que apenas arribó a la Argentina se inició en las prácticas marineras. Integró la dotación de la goleta “Dolores”, que hacía el cabotaje entre Buenos Aires, Montevideo y Patagones; su primer contacto con las tierras australes.
Sus dotes despertaron el interés del presidente Rivadavia. Se lo nombró director de la “Sociedad de Navegación”, creada para promover el comercio con Bolivia a través de los ríos del norte. En 1825 marchó a Salta; allí construyó una embarcación para surcar el Bermejo hasta el Paraguay. En agosto de 1826 desembarca por error en territorio paraguayo y es apresado por tropas del presidente Francia. Recupera su libertad recién en 1831, junto con el “Diario” que escribió reseñando el reconocimiento. Ya había ejercitado sus dotes de escritor con esa crónica; afición que repetiría más tarde al recorrer el río “de los sauces”.
Pasan un par de años. En 1833, Don Juan Manuel de Rosas inicia su expedición al desierto. Conocedor de la presencia de los grandes ríos sureños, designa a Raúl Bathurst para explorar el Colorado, en tanto encarga a Descalzi recorrer el Negro. El flamante comandante se reúne con su piloto, Elsegood, en el campamento del Restaurador cerca del actual Fortín Mercedes; y desde allí marcha hasta Carmen de Patagones, donde organiza una flotilla compuesta por la goleta “Encarnación”, la ballenera “Manuelita” y dos canoas. El 10 de agosto, con una tripulación de veinte hombres y dos mujeres, comienza la travesía. Por falta de vientos favorables avanza gran parte a la sirga y aún más a la espía. Dos meses después, el 27 de octubre, fondea frente al campamento del Ejército en la isla de Choele Choel; esa misma tarde llega al lugar la columna del General Ángel Pacheco, luego de su campaña a la cordillera.
El viaje, que ocupa apenas un párrafo en este breve artículo, estuvo plagado de vicisitudes: problemas de disciplina con la tripulación, encuentros con las tropas terrestres y hasta un naufragio que puso en riesgo la vida del navegante. Cuando Descalzi volvía en una canoa de explorar la costa, la goleta pegó con la proa en el frágil bote y lo volcó; debió ser rescatado de las aguas luego de varios minutos de forzada natación. Durante el periplo efectuó estudios de ciencias naturales, levantó datos geográficos y los fijó en sus mapas mediante la observación astronómica.
Estando en Choele Choel, presenta a Pacheco un proyecto para continuar con su flota hasta la confluencia de los ríos Neuquén y Limay; donde se separarían: Elsegood remontaría el Neuquén, en tanto él recorrería el Limay. Pacheco aprueba la idea; pero el Brigadier General da orden contraria; atinada decisión por cuanto, al replegarse las tropas, los buques quedaban sin apoyo. Retorna así corriente abajo el día 13 de noviembre; el 21 de ese mes echa ancla frente a Carmen de Patagones. Hizo en nueve días lo que en sentido contrario le llevó sesenta. Al finalizar Descalzi su Diario, agrega un elogioso comentario para su subordinado: “El piloto Edmundo Elsegood, se comportó muy bien y me ayudó mucho en mis trabajos, y merece mucho aprecio porque es un joven de bien”.
¿Qué fue de su vida luego de la incursión al sur? Al volver a Buenos Aires recibe el grado de Mayor de Caballería y revalida su título de agrimensor. En tal papel recorre localidades y traza planos. Durante una excursión por el río Matanzas muestra su vena de paleontólogo, al recuperar los restos de un megaterio y de un gliptodonte. Presenta una faz filantrópica: es socio fundador del Hospital Italiano, al que dona el 10 % de sus ingresos. Se casó con Estanislada Elordi Maza; tuvo una hija, su yerno fue Miguel Barabino. A su muerte, el 14 de mayo de 1857, es enterrado con honores en la Recoleta.
Las letras podrían recrear muchas escenas de la vida de nuestro héroe. Hay una, en particular, que invita a la reflexión. Imaginemos al italiano Descalzi y al inglés Elsegood parados en la proa de la “Encarnación”; contemplando como el Currú Leuvú se pierde en la lejanía detrás de un meandro, rumbo a esa cordillera de la que les hablaron. Planean entusiasmados su expedición a las nacientes. Saben que ponen en riesgo la vida, pero saben también que el esfuerzo se justifica porque están construyendo el futuro de la tierra que los cobijó. Y, seguramente, tienen la esperanza de que un día sea un país pujante; con la fuerza poderosa de ese río que los mece, mientras cruza la Patagonia para unirse con el mar.
Nota: Dedico esta nota al Dr José Pablo Descalzi, colega en la Literatura; quien, investigando sus raíces, me interesó en este personaje patagónico. Su valiosa información me permitió conocer a un verdadero protagonista de nuestra historia, por lo que le quedo sinceramente agradecido.
Nicolás Descalzi
Patagones
Rivadavia
Rosas
Elsegood
Neuquén
Limay
Río Negro