TIR
PENTRE
Por
Jorge
Eduardo Lenard Vives
Súbitos oasis de inesperado verdor
tajeando la meseta, los valles de los ríos Negro y Chubut sorprenden al viajero
que ve interrumpirse la monocroma llanura con un fulgor de edén. Cuentan que
tiempo atrás adornaban las riberas algunas delgadas líneas de sauces criollos;
pero en su mayor parte, los grandes cursos fluviales sureños discurrían entre
sus incólumes márgenes atravesando estepas y baldíos. Todo era esperanza de
futuro vergel. Eran promesas la tierra apta para la agricultura y el agua
cercana; pero el augurio no se hizo realidad hasta que la inteligencia y la
mano del ser humano desbrozaron la grava y trazaron los canales y las zanjas,
que llevaron la savia vital a su fértil comunión con los eriales que la rodeaban.
Uno de esos promisorios lugares era la
zona del Valle Medio del Río Negro, que había comenzado a ser poblada por
criollos e inmigrantes hacia fines del siglo XIX. Se intentaba el cultivo de
secano, sin obtenerse los beneficios esperados. Fue así que en 1902 el
gobernador del territorio rionegrino, Eugenio Tello, promovió la instalación en
la Isla Grande de Choele Choel de un contingente de galeses provenientes del
Chubut; mediante una donación de tierras. Además contrató a Edward Owen "Maes Llaned", oriundo de Drofa Dulog,
para que repitiese allí el milagro logrado años atrás por Raquel y Aaron
Jenkins.
En septiembre de 1902
llegaron a la zona cerca de setenta colonos chubutenses, algunos con sus
familias. Al año siguiente,
Owen comenzó las obras de riego; que incluían una boca toma, los canales y otras
construcciones anexas. Como resultado de las
tareas, el 24 de setiembre de 1903 se inauguró el “Canal de los Galeses”; fecha
recordada anualmente en la comarca con la Fiesta Provincial de los Canales de
Riego. Con el tiempo se realizaron nuevos trabajos para complementar los
iniciales. Pero esa es otra historia; pues esta nota ahora se interna en
la crónica del cuarto asentamiento creado por la Colonia Galesa de la
Patagonia, la localidad hoy conocida como Luis Beltrán.
Al establecer la colonia rionegrina
se destinaron cien hectáreas para el núcleo urbano. Las eligió Mauricio Hughes, quien seleccionó la
chacra 22 de la sección II. Al parecer lo hizo por su altura, que la protegía
de las habituales crecientes. El espacio pasó a
conocerse como “Chacra de la Reserva”; y el pueblo fue llamado “Tir
Pentre”, “Villa Galense” e incluso, sólo “Galense”. El término galés “Pentre”,
literalmente “cabeza de pueblo”, se usa de manera habitual para designar un
caserío. Fue empleado también en los inicios de Gaiman, con el agregado del
vocablo “sydyn” (“Pentre Sydyn”); lo que le da el significado de “aldea
repentina”.
Hacia 1910 en el sitio había algunas edificaciones
menores y un “salón con techo de chapas de zinc”; que, como no podía ser de
otra manera en un poblado fundado por los hijos de Gales, era una capilla - aunque
también servía para usos múltiples. El 30 de noviembre de 1911, por un decreto del presidente Roque Sáenz Peña, se
designa un agrimensor para proceder “al trazado de las manzanas y subdivisión
en solares, del lote 22, sección II de la Colonia Choele Choel… que se
denominara ‘Luis Beltrán’”. Esa fecha se toma como la fecha de fundación. De a poco el villorrio se transformó en
la ciudad que es hoy; tan distinta a lo que fueron sus humildes inicios. Pero los
beltranenses, orgullosos de su tradición, no olvidan sus raíces; y plasmaron ese
legado en el escudo municipal, donde figura, dominante en el abismo, el rojo
dragón rampante.
Hasta ahí el relato sobre otra de esas
combinaciones de colonos galeses, tierras de cultivo y sistemas de regadío, que
llevó el progreso a varios sitios de una región en ese momento agreste. Pero
como este blog se dedica a la Literatura, no puede dejar de mencionarse el
reflejo en las letras de esta nueva gesta colonizadora. Entre otras obras que
tocaron el tema, deben citarse “Los galeses
en el Río Negro”, de Emma Nozzi y
Silvia Edelstein de Itzkow; y “De Villa
Galense a Luis Beltrán: la incorporación de un pueblo al Estado Nacional”,
de Mónica Silva.
Por su parte, Dora Noemí Martínez de Gorla escribió
dos libros sobre el tema: “El inicio de una nueva etapa en la colonización del
riego: Choele Choel, Conesa, Frías y valle inferior del río Negro: 1947-1955”;
y “La
colonización del riego en las zonas tributarias de los ríos Negro, Neuquén,
Limay y Colorado”. En este último trabajo, figura un párrafo que recuerda que
“… junto a la acción del gobierno estaba la pujanza del trabajo pionero,
encarnado en esta oportunidad por el ingeniero Owen y sus galeses, quienes se
perpetuarían en la historia de la Isla Grande de Choele Choel, como los grandes
constructores de canales, cuyas obras fueron las únicas, que por muchos años
sirvieron a la irrigación de las parcelas agrícolas…
De la misma forma en que el chacarero
desparrama la semilla sobre los surcos, desde la Colonia Galesa del Valle del
Chubut se arrojó la simiente que permitió que germinasen nuevos establecimientos
en diversos lugares del país. El agua fue sin dudas uno de los factores clave.
Donde no había, la llevaron a fuerza de pala y pico. Por eso se puede decir que
otras de las causas que permitieron florecer a estos enclaves, fueron el esfuerzo, la laboriosidad,
el sacrificio, la voluntad… Es decir, todas aquellas actitudes que llevan a la
humanidad, por un lento y dificultoso camino, hacia un futuro mejor.
Nota:
el autor quiere agradecer a Verónica Halliday de Ferrari sus aportes sobre la
bibliografía para el artículo. También a Fabio González, por su precisa
información sobre los inicios de Gaiman y los conceptos sobre el idioma galés.