“ORACIONES DEL MINOTAURO – TEXTOS RESCATADOS", de ERNESTO JULIÁN ÁLVAREZ (*)
RETORNO
No soy ese hombre,
ese cuerpo que transcurre
portando la esencial
cobardía de la bestia,
ese olvido encapsulado
en el vano esfuerzo por
vivir.
A veces me asomo a contemplar
el rostro oculto de los
árboles,
la luz sobre las hojas,
su ancestral presencia.
Indago en los signos que
abandonó la historia
en los campos sagrados de
la muerte,
del dolor sin nombre.
Busco con renovada
esperanza
la piedra que empuñó la
mano primigenia,
tiemblo ante la idea de
eternidad
y me refugio a llorar
al borde de la dicha
en la cóncava, tibia
guarida de la pena.
Y vuelvo
a no ser ese hombre.
¿Qué decir de una obra
que inaugura el fuego lírico con un poema de esta talla? Así nos deslumbra desde
el vamos la consistencia literaria de Ernesto Julián Alvarez. Una pluma que se
deja inspirar por los más sutiles tonos de la sensibilidad espiritual, por esas
resonancias de nuestro entorno cotidiano quizá inadvertidas para una gran
mayoría aturdida por el bullicio, aunque siempre perceptibles para las almas
vigiles.
Y es que los sentidos del
autor no dejan de estar atentos. Así lo refleja con sinceridad confesional en
otro de sus poemas, “Deudor”:
Al ojo debo
lo que la luz reclama
del fruto que madura
en la mañana.
Debo al oído
música y silencio,
y desde el cielo
el rumor del agua.
Tengo deudas
con la memoria y la
esperanza
y con este sueño de ser
hombre
con todo el rigor de la
palabra.
Bien lo sabemos: si
algo caracteriza a la poesía es su asombroso poder de síntesis, el milagro de
condensar lo esencial en muy pocas palabras; las justas y apropiadas. Ernesto
tiene plena conciencia de esa peculiaridad y la ejercita con toda maestría; por
ejemplo, al enunciar el goce de los cuatro elementos fundamentales de la
filosofía griega —Aire, Tierra, Agua y Fuego— en un micropoema titulado
“Paisaje” que no tiene desperdicio:
La tierra guarda el
tesoro,
la luz del fuego,
el agua en la grieta del
oro.
Sobre la superficie,
escenarios al viento,
formas que se encienden
y se apagan.
Las demás composiciones
nunca abandonan la brevedad ni ahorran esa notable contundencia inicial. Nos
tienta la idea de transcribir otro poema titulado “Para todos”, pero no sería
oportuno: merece ser disfrutado en el marco de una motivadora lectura contextual.
Es una joya más, brillante e imperdible (página 36).
Por otra parte, es
preciso aclarar que los poemas no agotan el contenido del volumen, sino que lo
inauguran. Como surge del subtítulo, Álvarez también ha querido integrar esta
primera edición con varios textos escritos en diversas etapas de su vida. De allí
que el libro contenga, además, un repertorio de oraciones, pensamientos y
relatos. Frases luminosas, como esta:
Bienaventurado quien
descubre / que el tiempo se teje y se desteje en las palabras.
O esta otra:
El Creador /no puede
evitar detenerse a mirar con esperanza lo creado; / allí nace el tiempo.
La tercera sección,
nominada “Camino de la piedra” contiene cinco narraciones: “La ciudad de los
puentes”, “Ellos conocen el camino”, “La
venda sobre los ojos”, “Un gran tacho de
basura” y “El canto de los pájaros invisibles”. Relatos ambientados en
escenarios diversos: entre una y otra orilla del Sena, en planicies y serranías
remotas o en las costas regionales. Historias que transitan por el dolor de la
tortura y el encierro, que expresan la injusticia, la incertidumbre, el miedo,
el oprobio, pero que también dan espacio a la revelación, a la fe y al anhelo esperanzado
en la posibilidad de una instancia redentora.
Habría mucho más para
decir. Sin embargo, los libros no se escriben para que alguien los relate; existen para ser
disfrutados en persona por sus legítimos destinatarios. Nada reemplaza el acto
íntimo e intransferible de la lectura. En esa comprensión, cerraremos esta
reseña tomando a préstamo un párrafo alusivo de gran elocuencia. Pertenece al
texto de contratapa, bajo el título “Milagro emocional”, donde nuestro querido
poeta camaronense Gerardo Robert sintetizó el impacto conmovedor que despierta
la lectura de la obra con esta aguda frase:
“Podríamos preguntarle
al autor: ¿Por qué tardaste tanto en mostrarnos esto? Pero leyéndolo, tal vez
en su poesía, nos estará respondiendo”.
Nada más exacto. Está en
ustedes comprobarlo.
C.D.F.
(*) Ernesto Julián
Álvarez es trelewense. Se graduó en la
Universidad Nacional de La Plata y en la Universidad de Mar del Plata como
Procurador y Terapista Ocupacional, respectivamente. Ha ejercido la docencia en
contextos de encierro en instituciones de México y Argentina. “Oraciones del
Minotauro – Textos rescatados” (Ed. Remitente Patagonia, Trelew – ISBN
978-987-3918-84-1) es su primera obra publicada. La ilustración de tapa pertenece al
distinguido artista plástico Eduardo Martín.