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sábado, 10 de mayo de 2008

LA NOTA DE HOY


Visita a la 34ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires



Ya en Plaza Italia una comienza a conmocionarse. Entonces faltarán escasos minutos para traspasar la gran puerta de acceso al mágico mundo del libro. Cruzo presurosa la Avenida Santa Fe y dirijo mis pasos al predio de La Rural; la 34.ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires está allí, más cautivante que nunca, más espléndida. ¡Más arrogante! Así la veo y así la siento cuando comienzo a recorrer sus espacios. Creo haber elegido bien la hora y el día: son las tres de la tarde del miércoles 30 y quizás por primera vez desde que acudo a la cita con esta gran pasión, puedo andar a libre albedrío por los pasillos de los distintos pabellones, detenerme en cuanto stand acapara mi atención, disfrutar del abanico de colores que la enmarca, respirar hondo y llenar mis pulmones de ese aire con sabor a fiesta.
Transito ahora por un largo túnel de conexión con las distintas áreas y me siento artífice y protagonista de la Feria; por el solo hecho de compartir con tantos mi vocación de lectora. Allí, entre cientos y cientos de estantes y anaqueles, descubro una vez más a los autores que me subyugan, a aquellos que me provocan curiosidad, a los que admiro profundamente... A los de mi tierra, a los latinoamericanos, a los europeos y a los del mundo entero. Me encuentro con los títulos que leí, con los que deseo leer, con los que reconozco ariscos a mi gusto. Y siento goce... pero también mucha impotencia, la frustración de saber que necesitaría de quién sabe cuántas vidas para conocer y leer todo lo que me gustaría. Este pensamiento solo dura unos instantes... Es mucho más poderoso el orgullo de saber que bibliotecas y editoriales de renombre internacional, distribuidoras y librerías, pequeños y grandes emprendimientos, organismos y comunidades representadas por sus folclores, medios de comunicación... todos se encuentran aquí aunados en un mismo esfuerzo: hacer de la lectura un hábito, del libro una necesidad, de la educación una prioridad, y de la cultura un sentimiento.
Quiero reconocer a mi país y a mi gente. Busco el stand de mi provincia y no lo encuentro. Busco a autores de la Patagonia y observo a algunos entre los ejemplares de una editorial que reconozco y aunque lleve nuestro nombre no es de este sur patagónico. No la juzgo, en todo caso le agradezco...
Vivo la feria como ese espacio íntimo del lector que, celosamente, desea albergar para sí, cada una de las vivencias que son posibles ser experimentadas solo allí. Desde las más diferentes y cada vez más novedosas prácticas lectoras, los festejos permanentes, el Festival de la Poesía, el Maratón de la Lectura, las mesas redondas, las conferencias... hasta los más variados cursos y talleres. Todos y cada uno se convierten en un desafío. Y el tiempo apremia. Son los momentos en que deseo vivir más cerca de la Capital Federal.
He caminado horas; el cansancio es superado por la alegría.
Abandono con paso lento el excitante espacio de la palabra escrita.
El predio ferial va quedando detrás... pero aún se agolpan en mis retinas esas imágenes tan reconfortantes.

Olga Starzak

martes, 6 de mayo de 2008

EL CUENTO DE HOY

JAVEA Y PLAYA UNIÓN

Por Juan Vallés*

Un hombre parado en Javea frente al mar, otro parado frente al mar en Playa Unión.

Hoy uno siente el frío con la misma intensidad que el otro padece el calor.

¿Es el mismo hombre?

¿No será uno la versión adolescente del otro?

Si así fuese, éste sería la versión adulta del primero.

Pareciera que es la brisa marina quien confunde el pasado con el presente.

El mayor ve el sol naciente con nostalgia por tiempos y tierras lejanos. Quizás ha estado allí con su cuerpo o sólo con su mente. Tal vez conoce el Cabo San Antonio, la Iglesia de la Nao, el Montgó.

El más joven ve el sol naciente con expectativas de ser feliz en otra parte. Quizá nunca ha estado en esos mares del sur pero ha oído de costas largas y de acantilados firmes como soldados atemporales.

De cara al mar uno tiene en sus espaldas el desierto provocador y la morada de los vientos gigantescos.

El otro da la espalda a una tierra fértil y a unos faldeos que alguien sembrara, de casas de descanso, piletas de natación simulando el mar, palabras en idiomas extraños.

Ambos saben de soles fuertes y lunas románticas. De frentes largas y canas en los cabellos, de arrugas en las manos y son dueños de silencios prolongados.

¿Puede una sola vida cobijar dos salidas de sol o se requieren para ellos dos existencias?

¿Puede ser tan cruel el espacio que separa estos dos puntos que, aunque lejanos son, en varios sentidos, del mismo universo?

¿Cómo se conectan Javea y Playa Unión?

¿Qué o quién unifica el Mediterráneo y el Atlántico Sur?

¿Ambos hombres ven salir el sol a la misma hora?

Es el mismo acto pero no lo parece.

La rutina de enviar rayos anticipados para iluminar el derrotero que seguirá la esfera de fuego, es la misma.

La aparición de colores morados, bermellones, violáceos, rojos intensos, es tan auténtica en cada caso como los ruidos de las olas. Los quejidos de las piedras rodando por la fuerza de las mareas y emitiendo sonidos
graves y duros, es muy parecido sino igual.

Uno tiene dentro de sus pensamientos herencias moras y celtíberas. Hay una alhambra, un aljibe y una guitarra en los fondos de la memoria. También un cáliz y las cadenas del puerto de Marsella.

Al otro le anteceden tehuelches mansos y galeses laboriosos. Tiene un trigal tiñendo de amarillo el paisaje, una noria, un sillón bárdico. Un niño y un pan creando paz.

A los dos lo cruzó un ruido de espadas y el silencio de una cruz y aprendieron a orar.

¿Será el mismo sol?

De los hombres podemos decir que uno ha cruzado el océano, el otro parece que lo cruzará.

Uno sabe del otro. Éste sabe de aquél.

Quizás son el mismo.

Se mezclan las esperanzas y los recuerdos. Los deseos y las realidades. Los llamados y las respuestas. El ayer y el hoy. El hoy y el mañana.

Hace cuatro horas que el sol habita el cielo azul de Playa Unión. Entonces uno de ellos pensó que dentro de cuatro horas el sol pondrá igual nota luminosa en el cielo azul de Xabea.

Uno sueña con lugares y personas que cree haber conocido en Javea, si es que ha estado por allí alguna vez.

El otro sueña con lugares y personas que cree no haber conocido nunca, pero que le son familiares.

El sol parece indiferente a ambos.

*Juan Bautista Vallés nació en Capital Federal el 24 de mayo de 1939. Desde 1974 vive en Patagonia. Es sociólogo. Editó los libros de cuentos “Del largo camino de la memoria” y “Desde el Sur esquina Viento”.Entre sus novelas, aún inéditas, se nombran: Baúles de ilusión, Viaje a la vastedad, Papeles del Gobernador Fontana, Reencuentro a la hora del crepúsculo y Rifleros, una epopeya chubutense.

sábado, 3 de mayo de 2008

EL POEMA DE HOY



UN POEMA INÉDITO DE DONALD BORSELLA*

EXISTENCIA

Te presiento en las nubes otoñales

y en los álamos tristes y amarillos;

te presiento en las brisas de la tarde;

te presiento en mí mismo.

Tu presencia es otoño; como el viento

que muere al suspirar; agua de río;

nieve blanda que el sol va derritiendo...

Tu presencia es vacío.

Tu presencia es ausencia. Es una breve

imitación genial del mundo mío.

...............................................................

Eres al mismo tiempo vida y muerte;

¡Pienso en ti y siento frío!


Donald Borsella

1951

*(Gentileza de Marisa Inés Mancinelli)



lunes, 28 de abril de 2008

LA NOTA DE HOY

LA LITERATURA PATAGONICA TAMBIEN EXISTE


Por Jorge E. Vives*

La literatura patagónica vive un buen momento. La gran cantidad autores sureños presentes en las librerías locales revela una bullente actividad; se diría que la creación literaria regional está alcanzando la mayoría de edad. Pero esta producción no tiene eco en el ámbito cultural del país. Sus títulos no se ven en las librerías de Buenos Aires o de otras ciudades del norte; los medios de comunicación de alcance nacional no reflejan habitualmente en sus suplementos literarios los logros de los escritores patagónicos. Pareciera no existir alguien que divulgue una realidad literaria tan digna de elogio. Sin embargo, por fortuna, hay quienes lo hacen.

Tal es el caso de la licenciada en letras, escritora (su género preferido es la poesía) y periodista especializada periodismo cultural Sandra Pien. Radicada en la ciudad de Buenos Aires, donde desarrolla su actividad profesional, ejerce además como profesora de literatura y es correctora de una conocida editorial. En el artículo mensual que redacta para un medio de difusión nacional comenta libros de reciente edición y reportea a sus autores. A veces son nombres famosos de las letras argentinas; pero también presenta escritores noveles u otros que, tal vez ya dueños de una importante obra, no pudieron acceder a los medios de comunicación masivos para darla a conocer. Y sus dos últimos artículos están dedicados a sendas autoras patagónicas.

La primer nota está referida a Nancy Humphreys, autora de “Calon Lan”, relato basado en la vida de uno de los primeros pobladores de Esquel, el comisario Eduardo Humpherys. Un suelto anexo informa a los lectores sobre las correrías de Butch Cassidy y su banda en la Patagonia. El segundo artículo se refiere a la poetisa Cecilia Glanzmann y su última obra, “Los juglares del silencio”. En un recuadro que acompaña el artículo se explica el significado del Eisteddfod.

Sin duda cabe un reconocimiento a quienes, de esta manera, contribuyen a difundir las obras de los escritores del sur. La literatura patagónica también existe y es bueno que se la haga conocer.

*Escritor chubutense.

martes, 22 de abril de 2008

PRESENTACIÓN DE UN NUEVO LIBRO

"1908-2008 - Centenario Capilla Bethlehem"
Por Mario Jones


El jueves 17 de abril de 2008, en el auditorio del Museo "Egidio Feruglio" - Trelew (Chubut) se presentó este libro que contiene datos históricos sobre la Capilla Bethlehem y la comunidad de Treorky, del Valle Inferior del Río Chubut. A continuación las palabras pronunciadas en la ocasión por el presentador, Carlos Dante Ferrari.


Si nos representáramos a la memoria como un pequeño edificio, uno de los recintos más nobles y acogedores debería ser, sin duda, el de la gratitud. En ese espacio es donde guardamos nuestros mejores tesoros.
Porque la memoria agradecida es la que nos relaciona con hechos vinculados a lo esencial de nuestra existencia: la familia, el entorno donde nacimos y nos criamos, los afectos; todo lo que nos conecta con nuestra identidad, con el sentido de pertenencia.
La ciencia histórica también se ha tenido que nutrir muchas veces de la memoria de testigos y protagonistas para completar sus anales. Pero la historia que nos enseñan en los colegios está diseñada a trazos gruesos, con los hechos más trascendentes para la vida de una provincia o un país, descriptos en grandes pinceladas.
Hay en cambio capítulos de la historia de una comunidad que no suelen ser rescatados en los textos de enseñanza. Son las crónicas de la vida cotidiana, ese devenir de los días que discurren en la vida real de las personas sencillas, de un pueblo que a veces –para los registros oficiales– suele quedar en el anonimato, porque sus episodios acaso no consistan en hechos notables e inmediatos, como las proezas científicas o las hazañas bélicas, sino en el trabajo y el sacrificio constantes, en la perseverancia, en la lenta y progresiva realización de un proyecto comunitario de muy largo plazo.
No es común que se rescaten en forma documentada esos acontecimientos de la vida social, tan emparentados con nuestra identidad; tan dignos de ser conservados en el recinto de la gratitud de la memoria.
En lo personal, muchas veces, pensando en tantos hechos y anécdotas del valle que seguramente se han ido perdiendo a través de los años, me he reprochado por qué muchos de nosotros no supimos comprender a tiempo la importancia acudir a esa fuente valiosísima, a ese banco de datos viviente que son nuestros mayores, siempre tan memoriosos. Ellos han sido testigos de muchos sucesos que, como dije, la “historia oficial” nunca llegó a registrar.
Nuestro querido amigo Mario Jones tuvo en cambio la lucidez, la feliz idea de afrontar ese desafío. Y también tuvo la iniciativa de plasmarlo en una obra bilingüe, para que sus páginas pudieran ser recorridas en galés o en castellano, a opción del lector. Quizás fue por un llamado íntimo de su “hiraeth”, de esa dulce nostalgia que nos induce a rememorar las cosas queridas. No olvidemos que Mario fue criado en un hogar donde se hablaban ambos idiomas con toda naturalidad y fluidez.
Lo cierto es que un buen día nuestro amigo se puso manos a la obra y comenzó a recolectar documentos del pasado de esa bella zona rural que conocemos como Treorky. Y como no podía ser de otra manera, el núcleo de la vida social de esa comunidad era su capilla. “Bethlehem”.
Sabemos que para los descendientes de los colonos galeses la capilla no sólo era el punto de reunión para el culto religioso dominical. También constituía un centro de reunión social, y en ocasiones se convertía en un foro de debate ideal para intercambiar ideas y opiniones acerca de otras cuestiones de interés común para los vecinos de la zona. Con frecuencia, como lo narra Irma Hughes de Jones en su relato de la niñez titulado “Ir a la capilla”, antes del servicio religioso, los hombres solían congregarse a un costado de la capilla para conversar y resolver diversos temas, aprovechando el momento de reunión colectiva.
Y como bien lo ha señalado Claudia Ansaldo en el prólogo, la vieja capilla, como institución (tanto la actual, de 1908, como sus enclaves precedentes, arrastrados por las inundaciones) fue nucleando a los vecinos de Treorky a través de las generaciones, con gran fuerza protagónica en sus vidas. Por eso puede decirse que la capilla Bethlehem, desde 1908 hasta la actualidad, en que se cumple un siglo de su edificación, es un testimonio de la fe inclaudicable de su grey.
La obra que hoy nos brinda Mario, además de contener un material muy valioso, también posee un gran valor testimonial. Precisamente porque reproduce fragmentos y escritos de antiguos vecinos de Treorky que nos relatan sus vivencias, retazos de vida de la época en que la capilla formaba parte inseparable de la vida familiar.
Hay en estas páginas relatos dulces y conmovedores, recuerdos narrados por nuestra queridísima Irma Hughes de Jones, por Alwyna Thomas, por Elva Humphreys de Perrozzi y por el propio Mario.
Por otra parte, encontraremos en el libro la reproducción de recortes periodísticos de distintas épocas que registran acontecimientos celebrados en la capilla: cultos recordatorios, casamientos, navidades, los Gwyl y Glaniad, los “Sosials”.
Se incluyen asimismo poemas de Arel Hughes, de Irma Hughes, y una larga lista de genealogías familiares de Treorky.
Figuran además los listados de los pastores y diáconos, de los organistas y directores de canto que desfilaron por “Bethlehem” a lo largo de estos cien años.
Por si todo esto fuera poco, el libro nos muestra una hermosa y variada colección de fotografías de todas las épocas.
Y esas fotos antiguas le dan al libro un toque muy especial. Recorrer sus páginas y observar las imágenes, muchas de ellas con rostros bien conocidos, y en otros casos, rostros de personas que ya no están entre nosotros, nos provoca una inevitable emoción.
Allí están, familias enteras, grupos de vecinos, niños del ayer –hoy adultos– sorprendidos por la cámara en diversos momentos importantes de sus vidas. Verlos es una forma de compartir esas antiguas escenas, en su gran mayoría, vividas en familia y al amparo de la vieja capilla Bethlehem.
Otro buceador del pasado a quien debemos una invalorable labor de rescate –me refiero al querido Edi Dorian Jones, que en estos días está atravesando momentos difíciles y a quien desde aquí le envío un abrazo enorme y un deseo de pronta recuperación– me dijo, hace un par de meses atrás una frase que hasta hoy sigue resonando en mis oídos: “así como nosotros miramos los rostros en las fotografías, ellos también nos miran a nosotros.”
Creo que, aunque sea en sentido poético, es muy lindo tenerlo por cierto. Y en ese caso, si aceptamos la metáfora, me atrevería a decir que esos rostros perpetuados en las placas que nos muestra el libro de Mario, también nos están mirando desde la misma dimensión a la que aludía al comienzo de estas palabras.
Nos miran desde la gratitud, por tener memoria, por recordarlos, por rescatarlos de las páginas dulces del pasado.
Por todo esto, Mario, felicitaciones y muchísimas gracias.