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sábado, 13 de noviembre de 2010

LA NOTA DE HOY





LA VOZ




Por Jorge Eduardo Lenard Vives




Las carreteras patagónicas – algunas vez objeto de las páginas de este blog – conforman un extensa red vial recorrida, a diario, por vehículos a bordo de los cuales se desplazan bulliciosos grupos familiares, delegaciones de todo tipo, pasajeros circunstancialmente unidos por un destino común, transeúntes solitarios, camioneros, viajantes de comercio, individuos en busca de su destino. Pero, ya sea en conjunto o en forma aislada, estos viajeros están permanentemente acompañados por una voz a la vera de la ruta: la radio.
Que no es sólo una voz en el camino. Es, también, una voz en la inmensidad patagónica para el puestero que, en la meseta, enciende su receptor a fin de escuchar los proverbiales “Mensajes al poblador rural”; o simplemente, buscando disipar la melancolía de una tarde de domingo con la audición de un lejano partido de fútbol. Y es la voz que, sobre las olas, lleva una canción o una noticia a los pescadores a bordo de las lanchas de la flota amarilla. Y es, también, la voz que acompaña en las largas noches del invierno austral a las guardias de hospitales y cuarteles; o a los noctámbulos desvelados en espera del sueño o del amanecer, lo que venga primero.
Una presencia tan importante debería reflejarse en las letras patagónicas. Y en parte es así. En un cuento mencionado ya varias veces en este blog – porque su calidad artística lo amerita –, el protagonista, un viajante de comercio, es acompañado a lo largo de su fantástico periplo por las emisoras de los lugares que va recorriendo. Se trata de “Gondwana”, de Jorge Honik. El tono con que se describe la presencia de la radio, un elemento básico para el desarrollo de la trama, está perfectamente logrado: la desaparición paulatina de la emisión radial en medio de interferencias y frituras, la súbita aparición de una nueva onda con un mensaje inesperado, la transmisión de una carrera de “turismo carretera” al viejo estilo... Incluso irrumpe en la señal radiofónica Bebedel, saurio gigante del cretácico, para narrar su historia a Abel Proteus, bípedo, humano, actor principal del relato.
En otros cuentos patagónicos también se menciona la presencia de la radiodifusión en las regiones sureñas. “Un testamento”, de Elías Chucair, de su volumen “Cuentos y relatos”, se inicia con un mensaje del servicio radial de comunicados para el poblador rural; aunque, a diferencia de la canción de Hugo Giménez Agüero, “No me abandones ahora”, el mensaje no es auspicioso sino luctuoso. En “Relinchos”, de “Pequeñas historias del frío”, un personaje de Hugo Covaro arriba a un puesto fronterizo cuando los gendarmes están escuchando, por radio, una pelea en el Luna Park, en la lejana ciudad de Buenos Aires; que los acerca a la también distante región mesopotámica, de donde son, aparentemente, originarios. Uno de los “17 simples cuentos” de Nadine Aleman, “Rogelio y las piedras”, muestra como, a través de la radio, los aislados pobladores de una casa en la cordillera se mantienen al tanto de las novedades de la ciudad; noticias que, en este caso, los afectan más de lo que imaginan.
A veces, la Literatura homenajea a la radio, como en el caso de la poesía que el escritor comodorense Alfredo Lama dedicó al desaparecido locutor y folklorista Aníbal Forcada:

Transformada en líricas vocales desde un surco sideral se desprendía, labrador de la noche patagónica, tu semblanza de esta tierra dolorida.

¿Cuál es el motivo para que la radiodifusión y la Literatura conjuguen tan bien? Tal vez sea porque la radio muestra una similitud básica con el libro, que los hermana en la magia: dejan al oyente y al lector la posibilidad de usar la imaginación para representarse mentalmente lo que les llega por su intermedio. Por eso, pese a convivir en un ambiente atiborrado de imágenes, tanto la radio como el libro tienen un brillante porvenir.




Nota del autor: este artículo está dedicado a Silvia Panomarenko, Adriana Ortigoza, Roberto Suárez, Fernando Asciutto, Mario Irazú y Felipe Alarcón, mis amigos de la radio. Y al amigo y tocayo Jorge Robert, quien con su permanente evocación del papel de la radiodifusión patagónica, también inspiró esta nota.



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LA NOTA DE HOY





LA VOZ




Por Jorge Eduardo Lenard Vives




Las carreteras patagónicas – algunas vez objeto de las páginas de este blog – conforman un extensa red vial recorrida, a diario, por vehículos a bordo de los cuales se desplazan bulliciosos grupos familiares, delegaciones de todo tipo, pasajeros circunstancialmente unidos por un destino común, transeúntes solitarios, camioneros, viajantes de comercio, individuos en busca de su destino. Pero, ya sea en conjunto o en forma aislada, estos viajeros están permanentemente acompañados por una voz a la vera de la ruta: la radio.
Que no es sólo una voz en el camino. Es, también, una voz en la inmensidad patagónica para el puestero que, en la meseta, enciende su receptor a fin de escuchar los proverbiales “Mensajes al poblador rural”; o simplemente, buscando disipar la melancolía de una tarde de domingo con la audición de un lejano partido de fútbol. Y es la voz que, sobre las olas, lleva una canción o una noticia a los pescadores a bordo de las lanchas de la flota amarilla. Y es, también, la voz que acompaña en las largas noches del invierno austral a las guardias de hospitales y cuarteles; o a los noctámbulos desvelados en espera del sueño o del amanecer, lo que venga primero.
Una presencia tan importante debería reflejarse en las letras patagónicas. Y en parte es así. En un cuento mencionado ya varias veces en este blog – porque su calidad artística lo amerita –, el protagonista, un viajante de comercio, es acompañado a lo largo de su fantástico periplo por las emisoras de los lugares que va recorriendo. Se trata de “Gondwana”, de Jorge Honik. El tono con que se describe la presencia de la radio, un elemento básico para el desarrollo de la trama, está perfectamente logrado: la desaparición paulatina de la emisión radial en medio de interferencias y frituras, la súbita aparición de una nueva onda con un mensaje inesperado, la transmisión de una carrera de “turismo carretera” al viejo estilo... Incluso irrumpe en la señal radiofónica Bebedel, saurio gigante del cretácico, para narrar su historia a Abel Proteus, bípedo, humano, actor principal del relato.
En otros cuentos patagónicos también se menciona la presencia de la radiodifusión en las regiones sureñas. “Un testamento”, de Elías Chucair, de su volumen “Cuentos y relatos”, se inicia con un mensaje del servicio radial de comunicados para el poblador rural; aunque, a diferencia de la canción de Hugo Giménez Agüero, “No me abandones ahora”, el mensaje no es auspicioso sino luctuoso. En “Relinchos”, de “Pequeñas historias del frío”, un personaje de Hugo Covaro arriba a un puesto fronterizo cuando los gendarmes están escuchando, por radio, una pelea en el Luna Park, en la lejana ciudad de Buenos Aires; que los acerca a la también distante región mesopotámica, de donde son, aparentemente, originarios. Uno de los “17 simples cuentos” de Nadine Aleman, “Rogelio y las piedras”, muestra como, a través de la radio, los aislados pobladores de una casa en la cordillera se mantienen al tanto de las novedades de la ciudad; noticias que, en este caso, los afectan más de lo que imaginan.
A veces, la Literatura homenajea a la radio, como en el caso de la poesía que el escritor comodorense Alfredo Lama dedicó al desaparecido locutor y folklorista Aníbal Forcada:

Transformada en líricas vocales desde un surco sideral se desprendía, labrador de la noche patagónica, tu semblanza de esta tierra dolorida.

¿Cuál es el motivo para que la radiodifusión y la Literatura conjuguen tan bien? Tal vez sea porque la radio muestra una similitud básica con el libro, que los hermana en la magia: dejan al oyente y al lector la posibilidad de usar la imaginación para representarse mentalmente lo que les llega por su intermedio. Por eso, pese a convivir en un ambiente atiborrado de imágenes, tanto la radio como el libro tienen un brillante porvenir.




Nota del autor: este artículo está dedicado a Silvia Panomarenko, Adriana Ortigoza, Roberto Suárez, Fernando Asciutto, Mario Irazú y Felipe Alarcón, mis amigos de la radio. Y al amigo y tocayo Jorge Robert, quien con su permanente evocación del papel de la radiodifusión patagónica, también inspiró esta nota.



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martes, 9 de noviembre de 2010

EL MICRORRELATO DE HOY


AMOR


Por Enrique Martínez Llenas



Fue conminado a explicarse.

Y entonces, el hombre habló:

La respetaba, por haberse hecho valer como mujer, por no haber tolerado ni una sola vez el abuso sobre su persona.

La consideraba como su igual, por su inteligencia y su equilibrio.

La cuidaba como algo valioso, irremplazable; atendía a sus necesidades, preparaba sus comidas con deleite; trataba de satisfacer, sin que se lo pidiera expresamente, sus pequeños caprichos.

La reñía, casi siempre jocosamente, por sus olvidos y despistes.

La disfrutaba, jugando y divirtiéndose con su cuerpo sin recibir nunca un rechazo indiferente, sino el recíproco gozo.

La mimaba, como si se tratase de un tímido cachorrito desvalido.

La envidiaba por su serenidad, de la que él mismo carecía; pero esa era una envidia que lo movía a intentar ser mejor.

La amaba…

Por todo eso y mucho, mucho más, cuando el daño en su cerebro y mente fue tan arrollador que dejó de ser ella misma, y en virtud de un viejo pacto tiempo atrás formulado, entre ellos libremente consentido, y que nunca más requirió ser actualizado, la mató.


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EL MICRORRELATO DE HOY


AMOR


Por Enrique Martínez Llenas



Fue conminado a explicarse.

Y entonces, el hombre habló:

La respetaba, por haberse hecho valer como mujer, por no haber tolerado ni una sola vez el abuso sobre su persona.

La consideraba como su igual, por su inteligencia y su equilibrio.

La cuidaba como algo valioso, irremplazable; atendía a sus necesidades, preparaba sus comidas con deleite; trataba de satisfacer, sin que se lo pidiera expresamente, sus pequeños caprichos.

La reñía, casi siempre jocosamente, por sus olvidos y despistes.

La disfrutaba, jugando y divirtiéndose con su cuerpo sin recibir nunca un rechazo indiferente, sino el recíproco gozo.

La mimaba, como si se tratase de un tímido cachorrito desvalido.

La envidiaba por su serenidad, de la que él mismo carecía; pero esa era una envidia que lo movía a intentar ser mejor.

La amaba…

Por todo eso y mucho, mucho más, cuando el daño en su cerebro y mente fue tan arrollador que dejó de ser ella misma, y en virtud de un viejo pacto tiempo atrás formulado, entre ellos libremente consentido, y que nunca más requirió ser actualizado, la mató.


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martes, 2 de noviembre de 2010

EL POEMA DE HOY


El último Pulpero


por Gerardo Robert


Dedicado a la memoria de Cacho Di Catarina, de la Pulpería de Mercedes.






Se fue…medio de golpe.
Tal vez habrá querido no andar perdiendo el tiempo
en esas tonterías de envejecer de a poco.
Total, ya había cumplido el rol maravilloso
que le confió el destino…o que él buscó de adrede,
para dejar su estampa cabal, de gaucho entero,
tan solo distraída en aquellas picardías
de gambetear la 5 con alma de potrero...
Por ay andará el Cacho, como él lo había soñado,
sobre un criollo azulejo de tuse bien prolijo,
emprendado de estrellas y escarceando impaciente,
hasta encontrar de nuevo
el palenque amigable de alguna pulpería .

Ya gastada la noche en la tertulia amena y la caña bermeja,
repuntará sus sueños hacia otras madrugadas tarareando una huella;
Y en un galopo corto, abrazará un lucero igual al de Mercedes
por ese cielo pampa que abrió la gauchería.



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