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jueves, 5 de mayo de 2011

LA NOTA DE HOY





LA NOVELA DE AVENTURAS EN LA LITERATURA PATAGONICA



Por Jorge Eduardo Lenard Vives




La novela de aventuras se entronca con las principales creaciones literarias de la humanidad. Porque, ¿qué son, sino, la Odisea o el Quijote? Cierto es que los límites del género son imprecisos; es difícil fijar moldes que permitan determinar cuáles obras lo conforman. Pero tampoco el análisis literario debe ser tan rígido; el concepto de “género” es sólo una abstracción para ordenar el material de estudio. De cualquier manera, el calibre que mide si se está o no ante la literatura de aventuras, es, sin dudas, la presencia de la acción a lo largo de la trama; imperando sobre personajes y escenarios. Y, como elementos secundarios, el misterio, el riesgo, los viajes a lugares exóticos, la incertidumbre, la existencia de un protagonista con rasgos de héroe, sujeto a venturas y desventuras. Es decir, a aventuras.
¿Cuáles son los primeros títulos del género en la Literatura Patagónica? Recurriendo al concepto ampliado de esta vertiente literaria, el de incluir en ella todos los libros que tratan sobre la región cualquiera sea el origen de su autor, podemos citar dos novelas de Julio Verne: “El faro del fin del mundo”, ambientada en la Isla de los Estados, y “Los náufragos del Jonathan”, que tiene por escenario el islote Hoste. Hacia esa misma época, Emilio Salgari también encontró en la América Austral una región exótica, apta para sus fantasías; y escribió “La estrella de la Araucanía”, obra que transcurre entre los mares fueguinos y el sur de Chile.
Cuando los escritores nacionales empiezan a interesarse por la Patagonia, a mediados del siglo XX, surgen valiosas creaciones. Muchas de ellas tienen componentes de la novela de acción; por ejemplo, muestran un personaje principal sometido a diversas vicisitudes. Tal es el caso del Martín Arteche de Juan Goyanarte o del Gaucho Sepúlveda, de Gregorio Mediavilla. Sin embargo, producto de un ambiente literario que hacía especial hincapié en las cuestiones psicológicas y sociológicas, esas creaciones poseen un tono intimista o social, que les otorga una dimensión distinta.
Es recién a fines del siglo XX y principios del XXI cuando se encuentran ejemplos de textos ambientados en la región que retoman el espíritu de la aventura. Entre ellos pueden considerarse a “Misterio en la Bahía Paraíso” de Rodolfo Peña, “Entre nubes, Patagonia y viento” de Marcelo Augusto Conte y “El misterio de la diosa madre” de Geraint Edmunds. A diferencia de las obras de Verne y Salgari, éstas fueron escritas por autores de la zona, o que vivieron en ella durante un tiempo, lo que les permite hablar con propiedad del tema.
En “Misterio en la Bahía Paraíso”, la acción transcurre mayormente sobre un barco que navega hacia la Antártida llevando un grupo de turistas e investigadores; entre los que viajan pasajeros que tienen otro objetivo. En el universo cerrado del buque se tejen las oscuras redes de una conspiración política internacional, que el protagonista deberá conjurar. La novela de Conte, también trata de un universo cerrado, el de la tripulación del avión de una aerolínea comercial que realiza un riesgoso vuelo de ida y vuelta entre Comodoro Rivadavia y Bariloche. El comandante de la aeronave, Martín, se verá sometido a todas las incidencias que los pilotos que vuelan en el área conocen; y deberá sortearlas para arribar a su destino. Al igual que en la novela de Peña, se mezcla en la trama una intriga internacional. La obra de Geraint Edmunds, en tanto, tiene un argumento muy atractivo, narrado en forma sumamente amena, que reúne elementos de las distintas etapas de la historia chubutense: la presencia española, la colonización galesa, los pueblos nativos. Los sucesos se prolongan en forma impensada en el presente, previo paso por algunos importantes momentos de la historia europea de inicios del siglo XX.
Existen varias novelas basadas en la colonización galesa, como “Almas desnudas”, de Susana Biset, que tienen rasgos del género de aventuras. Pero, en general, estas obras hacen más hincapié en la reconstrucción del ambiente histórico; lo que las incluye en ese género. Por su parte, “La octava plaga” de Julia Chaktoura, posee los condimentos de una narración de acción. Sin embargo, se desarrolla en una situación que la aproxima al género de anticipación; en tanto su problemática moral invita a la reflexión. Las observaciones de este párrafo permiten señalar una característica básica del género de aventuras: el de ser un “género madre”; ya que dio lugar a un sinnúmero de géneros derivados (que incluyen el histórico y la ciencia ficción).
Sin dudas, esa es una de las funciones que las obras de acción han cumplido. Pero también tienen otra tarea, tal vez la principal: ser la puerta empleada a lo largo del tiempo, por muchísimas personas, para ingresar al apasionante mundo de la Literatura.






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lunes, 2 de mayo de 2011

EL CUENTO DE HOY




MUJER
(*)



de Juan Bautista Vallés

Homenaje al pintor Sívori, por el “Despertar de la criada”





Toda ella transpiraba sensualidad.
Era una sensación atropellada, que te llevaba por delante. De la que no podías huir. Tenía la fuerza de la juventud y la virtud recién perdida.
No había algo especial que te llamara la atención, era todo a la vez. Su olor a piel suave, sus ojos que llamaban y tocaban con un poder enérgico, su boca de risas fáciles y de escasas palabras.
Estaba por pedirle que me dejara entrar en sus sueños, pero comprendí que debía penetrarlos. Eran sueños de joven, poco contaminados por las debilidades humanas. Pero lleno de pasiones que, como en un inmenso mar, lo habitaban deseos. Confusos, urgentes, deseosos.

Las sábanas exudan olor a amor; mezcla de semen y flujos uterinos.
La mujer exhibe naturalmente el cuerpo incitante.
El amante no está, ¿se habrá ido?
¿O es el pintor, que retrata esa femenina figura?
¿Cuál es real? ¿El cuadro al óleo, o la cama y el cuarto del que toma su inspiración el pintor?
La mujer no parece cansada, la vida que la agobia se ha calmado por espasmos coronados en un suspiro final.
La mujer está por comenzar a cambiarse, o mejor a vestirse. Sepultará el ropaje del amor, que está hecho de piel suave y caliente, bajo las telas blancas y negras del vivir en sociedad. Una cofia, una blusa, una pollera, la harán parecer una mujer más.
Sus pies desnudos, algo más largo que los comunes, calzarán en unos zapatos ajustados, como un símbolo de la opresión social.
La mujer no tiene nombre. ¿O tiene tantos?
No habla, solo muestra su cuerpo en clave de ofrecerlo por amor.
Sus senos generosos sentirán la succión desesperada de un niño oculto en un adulto excitado. Sus pezones rojinegro han estado firmes pero ahora descansan.
Las piernas, firmes y fuertes, guardan la postura de estar separadas y oferentes.
Una vela junto al jergón repartirá, repartió, luces y sombras difuminadas por las vacías paredes, por el piso de cemento alisado, por un techo renegrido por el humo de pabilos incendiados.
Su rostro de mentón fino muestra decisión. Sus cabellos negros están revueltos por las caricias del amor. Y son un marco apropiado a esa cara que exhibe una sonrisa de satisfacción.
En la habitación hay un silencio total, roto a veces por los ruidos del elástico de la cama que, como una barca, flota al compás de los movimientos del cuerpo.




(*) De “El tercer libro”, Biblioteca Popular Agustín Álvarez, Trelew (Chubut) - 2008






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viernes, 29 de abril de 2011

EL POEMA DE HOY




INSOMNIO OTOÑAL
(*)




por Griselda Jones de Redondo




Nuevamente es otoño y atardece mi alma.

¡Cómo acallar este loco borboteo de cigarras

que se ha instalado en la repisa azul de los recuerdos!


Quisiera fundirme en la llovizna que besa los cristales,

resbalar por las sábanas del tiempo, detenerme

una y otra vez... ¡Sí! Detenerme en el silencio y

ahogarme en su tibio murmullo de jazmines.


Es otoño y atardece mi alma y se deshojan las horas

sobre la piel anochecida. Nada es igual.

Es inútil dibujar el canto de los grillos cuando

las rayuelas han perdido sus contornos... o atrapar

con la mirada
las voces que se fueron más allá del horizonte.


¡Cómo acallar ese loco borboteo de palabras

que se anuda al fuego de este río interior que me

abreva y me profana!


Los espejos del insomnio multiplican las imágenes.

Las paredes huyen despavoridas por el hueco de la noche.

La llovizna se detiene en la curva de mi voz.

Bebo otro sorbo de soledad

y me consumo y me río y me desintegro en un redondel

de cigarras y jazmines.

Nuevamente es otoño y amanece mi alma.




(*) Este poema obtuvo mención especial en el Eisteddfod del Chubut - año 1998.


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martes, 26 de abril de 2011

EL POEMA DE HOY





HERMANO ÁLAMO



de Gonzalo Delfino (*)



Mi corazón ya no alienta otro gozo:
ser como este álamo, osado arquero,
que en la oscura gleba sus raíces hunde
y en su savia dardea celeste fuego!

Ser del inasible azul fiel mensajero;
sentirse hermano de un mismo sueño:
¡brote dichoso del seno de la tierra
que nutre callada vocación de cielo!

Reverdecida llama, vertical anhelo;
árbol encendido en empinado vuelo,
de alado corazón alborozado
y sonoro follaje suelto al viento!

Mi corazón ya no alienta otro gozo:
ser como este álamo, tirso quimérico,
mansión del canto, atalaya de auroras;
¡trémulo salmo camino del cielo!




(*) Del volumen "Voces de la Tierra" - 2da. edición - abril de 1980 - Editorial El Regional - Gaiman (Chubut).



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lunes, 25 de abril de 2011

LA MARCA DE HOY




CIEN MIL VISITAS



Hay cifras que impresionan con solo pronunciarlas.

Las que aluden a un centenar, por ejemplo, suelen ser emblemáticas, porque parece connotar un "todo", la idea de abarcar una unidad completa.


Eso sucede cuando decimos "el cien por ciento" o cuando se acuñan frases procurando un sentido de integralidad, como las "cien cualidades" de Moliere o los "cien años de soledad" de García Márquez.

Y en el afán de enfatizar, a veces al ciento se le añade el millar, como aquella frase de amor tan citada: "Podré escribir cien mil estrofas, podré rimar millones de versos, podré partirme el alma en ese intento, y jamás podré expresar todo lo que te quiero."


Literasur acaba de superar las 100.000 visitas.


Para nosotros significa haber atravesado una barrera importante, porque es representativa de la permanencia, de la continuidad, de un propósito firme, sostenido a lo largo de tres años y tres meses de presencia en la red.


El objetivo ha sido y es simple, modesto y bien conocido por todos los amigos lectores: difundir las letras y la cultura regional patagónica.

Cien mil visitas son significativas, además, porque nuestro conteo nos muestra que la cifra se compone de lectores de 25 países, de los cuales el 57,4% corresponden a Argentina, 35,6% a países latinoamericanos, 4,8% a España y el resto a países a los que nunca imaginamos que podríamos llegar, como EE.UU., Rusia, Israel, China o Rumania.


Estas lecturas superan en promedio -otra vez el número talismán- las cien visitas diarias. Para Literasur es un número auspicioso, una señal altamente alentadora.

Y queríamos celebrarlo hoy con todos ustedes, queridos lectores frecuentes, por ser quienes le dan contenido real y palpable a nuestra razón de ser.

Muchas gracias por vuestra constante presencia.


EL EQUIPO DE LITERASUR