google5b980c9aeebc919d.html

martes, 30 de agosto de 2011

EL POEMA DE HOY









El Roble





Por Mónica Jones












Elevada en su copa



es un abanico de pájaros



la tarde replegando sus trinos.



Por sus raíces trasplantadas



ascienden historias



de princesas desterradas



y dragones de otras tierras.



Amalgama el viento



melodías de arpa,



invocando al espíritu



del druida



que vaga entre sus hojas.



Y cuando llama el angelus



a su alquimia de duendes,



es la fortaleza de su tronco



el papiro donde las épicas



historias de los celtas



desmayan su cansancio



de la morada lejana



aquí, distante de su nativa tierra.



El seguirá multiplicando historias



de mi linaje en flor,



cuando mi cuerpo



se fusione con mi sombra.



Bookmark and Share




























EL POEMA DE HOY





El Roble


Por Mónica Jones






Elevada en su copa

es un abanico de pájaros

la tarde replegando sus trinos.

Por sus raíces trasplantadas

ascienden historias

de princesas desterradas

y dragones de otras tierras.

Amalgama el viento

melodías de arpa,

invocando al espíritu

del druida

que vaga entre sus hojas.

Y cuando llama el angelus

a su alquimia de duendes,

es la fortaleza de su tronco

el papiro donde las épicas

historias de los celtas

desmayan su cansancio

de la morada lejana

aquí, distante de su nativa tierra.

El seguirá multiplicando historias

de mi linaje en flor,

cuando mi cuerpo

se fusione con mi sombra.

Bookmark and Share














jueves, 25 de agosto de 2011

EL CUENTO DE HOY







Cuento breve de temática patagónica (*)






Por Iris Lloyd de Spannaus





- ¿Me das mi panuelo?

- Se dice pañuelo.

- No, mi mamá dice panuelo, así que, se dice panuelo.

- Es que tu mamá es una gringa y no sabe hablar castellano. Y vos tampoco sabés castellano ¡GRINGA!

El insulto sonó como latigazo y algo se rompió en su corazoncito, algo fuerte, fuerte que subió a sus ojos y se deshizo en lágrimas.

- ¡Gringa, gringa, galensa pan y manteca!

Los gritos cada vez más fuertes se sucedían como letras de un estribillo, y más y más chicos se
sumaban a los insultantes:

- ¡Galensa, galensa... !

Ceinwen agarró sus libros y corrió y corrió llorando a más y mejor hasta que se perdió la voz de los que le gritaban. Su tierna cabecita no podía entender lo que acababa de suceder.

Es todo tan rápido y cruel, ¿por qué se enojaron con ella?, ¿qué había hecho?

Todo había empezado porque Nelly no le quería devolver su 'panuelo' ¿o era pañuelo? Al llegar a casa preguntaría a su mamá.

El camino hasta la chacra era largo, así que tuvo tiempo de limpiar sus lágrimas y casi de olvidarlo antes de llegar.

El hogar le dio la bienvenida con sus olores tan conocidos. Olor a pan, a jabón, a limpieza, olor a mamá. ¡Qué bien se estaba aquí realmente! Guardó su guardapolvo y cartera, fue a tomar el té a la cocina y pensó en preguntar un montón de cosas a mamá, pero parecía que ella no estaba de humor para muchas preguntas.

- Mam.

-¿Hum?

- ¿Yo soy gringa?

- Well, sí, me imagino que sos algo gringa.

- Pero ¿qué significa ser gringa, mam?

- Oh, bueno, tomá el té ahora y dejate de preguntar pavadas que tengo mucho que hacer.

Viendo que evidentemente no era el momento de hacer preguntas, Ceiwen terminó su té, lavó su taza, guardó las cosas y salió un rato al patio a jugar; vio a Lewis pateando una pelota y pensó que su hermano podría explicarle lo de hoy.

- Lewis -llamó- ¿nosotros somos gringos?

- ¡No hinches querés! ¿No ves que estoy ocupado?

En realidad éste no era su día de suerte. Parecía que todo el mundo estaba de mal humor o apurado; tendría que guardar sus preguntas para mejor momento.

Siguió caminando y se sentó a orillas de la zanja, a tirar piedritas al agua. Sabía que si su madre la veía recibiría un buen reto, porque siempre vivía atemorizada ante la idea de que uno de sus niños se ahogara. Habían ocurrido ya tantos casos así, que se había constituido en obsesión.

El ruidito del agua corriendo y el zumbido de las abejas le daba a ese rinconcito un especial encanto. Ceiwen sabía que podía estar tranquila allí por un rato.

Entonces se dedicó a meditar acerca de lo ocurrido esa tarde. Ser "gringa" debe ser algo muy feo, por lo menos los chicos gritaban como si lo fuese. Sin embargo su madre la acababa de decir que ella lo era, y no le había dado ninguna importancia aI asunto, así que muy, muy feo no podía ser, sino su madre no lo hubiera aceptado tan tranquila. Entonces, Si no era tan malo, exactamente, ¿qué querría decir "gringa"? Realmente necesitaba una contestación ahora. Se levantó con la rapidez característica de los niños y volvió a atacar a su hermano que seguía pateando la pelota contra la pared del galpón. Ceiwen inició el diálogo:

- Hoy en la escuela me dijeron gringa pan y manteca.

Su hermano siguió pateando, pero contestó:

- ¿Y vos les contestaste, "gallegos pata sucia"?

- No, ¿por qué había de hacerlo?

- ¡Qué sé yo, pavota! pero siempre que a alguno de los nuestros le dicen galenso pan y manteca, contestá enseguida gallego pata sucia y ahí nomás se agarran a las piñas.

- ¡Pero yo no puedo dar piñas!

-Ufa! ¡Entonces dejáte de embromar y andate a jugar con tus muñecas!

Era inútil. Este hermano era realmente intratable. Nunca conseguía estar con él más de un ratito sin pelear. Tendría que esperar que Dada y Edgar volvieran a la casa. No quedaba más remedio.

Estuvo mirando por todos lados lo que se hacía rodos los días, tratando de que el tiempo pasara.

- Howen, ¿cerraste los terneros? vamos, hay que entrar la leña antes de que se haga la noche. La voz de la madre impartía las órdenes y Ceinwen la veía andar de un lado al otro, ocupada y ceñuda.

"Claro” –pensó– “hoy es lunes y hay más trabajo que cualquier día de la semana". Mam había rdeñado y hecho pan además de la tarea diaria de limpiar la casa y cocinar. ¿Todo ese trabajo sería la causa de que mam fuese "gringa"? Oh, bueno, mejor esperar a que Edgar llegara a la casa.

¡Al fin sintió las ruedas del carro que se acercaba al galpón y ahí estaban su padre y su hermano mayor. Una sensación tibia, confortante le llenó el pecho cuando Dada la alzó y tiró alto, alto, mientras la llamaba con esos nombres dulces y tontos que tenía para su niña: “Petch fach”, “Dwdlah”, “Hogan fach yr dada”. Palabras galesas que eran para Ceinwen como el pan de mam o la cama limpia con olor a lavanda.

- Vamos a la casa, así me lavo y tomamos unos mates antes de Ia cena. Mejor dejá el caballo en el corral atrás del galpón, Edgar, porque mañana tenemos que seguir acarreando pasto.

- Edgar, ¿sabés lo qué me dijeron en la escuela?

La niña soltó la pregunta mientras el padre cebaba mate y la madre preparaba la cena.

- Y… te dijeron, tal vez, que eras muy inteligente.

- No, me gritaron gringa y me dijeron que yo era una galensa pan y manteca.

Edgard quedó serio un ratito y después dijo:

- Y bueno. Vos sabés que Ios latinos siempre nos llaman así.

- Pero, ¿por qué? ¿Es muy feo ser una gringa?

- No, ¡qué va a ser feo! Lo que pasa es que nos ven distintos y a la gente no le gusta ver gente distinta. Cuando eso ocurre siempre los atacan.

- Pero, ¿por qué?

- No sé por qué; pero es así.

- Y ¿qué es ser gringo?

- Un extranjero.

- Pero yo soy argentina.

- Pero hablás galés. Y Mam y Dada son galeses.

- ¿Y eso nos hace distintos de los demás?

- Claro.

- Entonces es mejor ser hija de gallegos.
- ¡Ja Ja! Y, ¿por qué?

- Porque así hablás bien el castellano y nadie se ríe de uno.

El padre tomaba mate y no tomaba parte en la conversación, pero escuchaba todo el diálogo y se dio cuenta del pequeño drama que estaba viviendo su hija.

- Ceinwen -llamó.

- Sí, Dada.

- Vení, sentate aquí, así charlamos un ratito.

Así diciendo señaló una silla cerca de la mesa sobre la que depositó un libro grande.

- ¿Te acordás de Taid?

- Un poco. Me acuerdo que tenía barba y pelo blanco y que a veces me traía caramelos.

- Bueno, él era galés. Nació en Llanuwchlyn. Él y Nain vinieron en un barco que se llamaba “Mimosa"; yo era entonces, un bebé de sólo diez meses de edad...

Y así mientras el padre con voz grave le contaba a Ceinwen la casi increíble historia, en la mente de la niña se iban desarrollando uno a uno los hechos que aunados darían como resultado una Colonia floreciente.

- ¿Y Nain vio a los indios?

Asombro y delicia. Temor y también una casi reverencia. La tristeza de saber que el río se había llevado todo cinco veces para que fuese vuelto a construir. ¡Tozudos los galeses! De vez en cuando el padre detenía el relato para mostrar alguna foto y así podía la niña, ponerle rostro al héroe del momento.

Para la hora de la cena, Ceinwen tenía todo bien clarito en su cabeza. Ella no era gringa pero no le importaba que la tomaran por una. Sus abuelos habían sido gringos, y también lo eran sus padres. Ser argentina era hermoso porque significaba que uno podía vivir en un país libre donde el gobierno era elegido por uno. No había reyes aquí; ni reinas, pero ser descendiente de galeses era saber que sus padres y abuelos habían ganado para la Argentina un pedazo de tierra que hasta entonces nadie había querido. Significaba que los indios no habían sido perseguidos ni muertos, sino que había sido conquistada su amistad con amor y buenos tratos. Quería decir que uno sabía cantar, que ir a la capilla era hermoso y que llamarse Ceinwen en lugar de Irene o María era lindo.

Suspiró satisfecha. Si mañana alguien en la escuela la llamaba gringa o galesa, que lo hicieran nomás. Total ella ya sabía quién era y de dónde venía.







* Primer premio. Eisteddfod del Chubut - Competencia: Cuento breve de temática patagónica. Año 1975.



Bookmark and Share












domingo, 21 de agosto de 2011

EL POEMA DE HOY




LA SIESTA (*)



Por Nadine Aleman





Te modelo la piel.



Tus gemidos burlan la tarde

que convida solo silencio.



Me sumerjo solemne

en la revelación

de tenerte.



Comprendo a Dios

en la sensualidad.



Te empujo al delirio.

Te avivo.



Comparten nuestro misterio

la mirada de las esculturas.




(*) De la obra titulada "Letal intensidad".



Bookmark and Share












jueves, 18 de agosto de 2011

LA NOTA DE HOY




LA CULTURA Y LA CRISIS DE LA MITAD DE LA VIDA




Por Julia R. Chaktoura






La trayectoria vocacional/profesional/ocupacional de una persona da como resultado un desenvolvimiento productivo, medido en logros individuales, que otorgan plenitud, satisfacción personal y sirven para lanzarse constantemente hacia adelante con nuevos y más intensos planes. Así se trazan los proyectos de vida que nos movilizan hasta el último de nuestros días. Esos proyectos son los que mantienen viva la llama de la ilusión y nos hace permanecer jóvenes de espíritu y creativos, sin importar la edad cronológica que tengamos.

Cierta crisis de la mitad de la vida suele aparecer entre los 40 y los 50 años. Tiene una duración promedio de 5 años desde que se instala hasta que se resuelve; y es necesario ser poseedor de un equilibrio dinámico capaz de adaptarse a los cambios exigidos por el vivir, para poder transitar ese período que demanda energías suplementarias no sólo físicas, sino (y especialmente) psicológicas.

Las personas están sometidas constantemente a empujes desequilibrantes, pero por lo general cuentan con recursos para solventar estas vicisitudes. Si los estímulos son desbordantes o las partes comprometidas son significativas, hablamos de crisis.

La personalidad que se va formando a lo largo de la historia de un individuo se resuelve mediante un equilibrio que se da naturalmente; la producción y la creatividad son una manera de expresarse vitalmente en el mundo, y por lo tanto, también expresan esa historia.

Entre los 20 y los 25 años, se crece, se define la vocación y se realizan los aprendizajes sociales. Antes de llegar a la mitad de la vida se funda una familia, se afirman los aspectos vocacionales y las profesiones se han integrado a una ocupación.

En el momento en que el equilibrio dinámico se supone asentado por completo, aparece la crisis de la mitad de la vida.

Es cuando se registran algunos cambios corporales y descubrimos inquietudes sobre el aspecto personal: algunas pequeñas disfunciones físicas, alguna curiosidad sobre técnicas estéticas cuando nos miramos en el espejo...

En cuanto al mundo de los afectos, la muerte de los padres ya es una realidad o una amenaza razonable. Amigos de antiguo se pierden. Los hijos han tomado las riendas de sus propias vidas o están por hacerlo en breve plazo.

Lentamente van apareciendo en la conciencia ciertos temores que nos resultan novedosos por lo cual engendran angustia.

¿Qué está ocurriendo? El sistema endocrino y las presiones sociales empujan al adulto a pensar en los años transcurridos, en el tiempo perdido que ya es irrepetible, en todo lo que fuimos dejando para mañana y que ese mañana puede no llegar nunca, en las vocaciones postergadas, en las asignaturas pendientes. Es cuando se toma conciencia de la propia muerte.

Habitualmente se atribuye la muerte a un asunto del azar. Suele ser algo que le ocurre a otros. Darse cuenta de lo inexorable es una vivencia dolorosa que se tiende a sofocar.

A partir de los cuarenta años es cuando uno debe aprender a separarse de la vida. Es cuando se afina la puntería y las personas se vuelven más selectivas, eligen “las mejores manzanas” (como diría Alberto Cortés), le restan importancia a muchas cosas que antes les demandaban horas de análisis, reducen su círculo de amistades a los más íntimos y elaboran su balance personal. Es el momento de reconocerse como sujeto histórico: se es la resultante de lo hecho; no hay responsables por las elecciones propias, se han perdido oportunidades irrecuperables y hay proyectos a los que hay que renunciar porque ya no son viables.

Es el tiempo de pensar en las renuncias.

Aún hay capital psíquico suficiente como para hacer este trabajo que afecta la capacidad creativa y productiva de una persona.

Crear requiere la posibilidad de establecer conexiones entre partes o aspectos que antes nunca habían interactuado, es contar con la libertad de pensar y hacer.
Las renuncias que impone la realidad ponen a prueba a la persona en un todo.

Toda pérdida demanda un período de duelo, proceso psíquico de reacomodamiento ante las carencias que se avecinan. Este trabajo íntimo, que se realiza en absoluta soledad, requiere capacidad y espacio afectivo para poder pensarse a sí mismo como sujeto finito, capaz de separarse y despedirse de muchas cosas de la vida, ya vividas y de las no vividas.

De acuerdo a cómo se transite este período, el resto de la madurez podrá ser una época creativa y vital.

Es el tiempo de pensar en uno mismo. De desempolvar vocaciones. De atreverse.

Estudiar, escribir, pintar, esculpir, componer música, aprender artesanías, atreverse a participar de un taller de teatro, acercarse a la cultura en cualquiera de sus expresiones. Vivir para crear belleza.

Eso es lo que da sensación de permanencia, porque la belleza es eterna. Y la creatividad nos acerca a ella, nos permite mirarla aunque sea de soslayo, nos impulsa a perseguirla aunque no la alcancemos nunca y nos deja la sensación de que valió la pena, de que el segundo tiempo recién comienza y estamos dispuestos a sacarle el máximo provecho.

La vida es una tramposa, “promete más de lo que da”, decía Ortega y Gasset. A menos que lo sepamos con anticipación y le arrebatemos a tiempo los frutos maduros que guarda para los elegidos. Aquéllos que hicieron de sus vidas un asunto hermosamente productivo y dejaron su impronta en este mundo por medio de la creatividad, el talento y el deseo magnífico de trascender la muerte con la propia obra.








Bookmark and Share