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martes, 10 de abril de 2012

EL REPORTAJE DE HOY






EL CÍRCULO DE ESCRITORES DEL COMAHUE







Publicamos hoy el reportaje virtual al que gentilmente respondió Héctor Delmas, integrante del Círculo de Escritores del Comahue (CEC). El ingeniero Delmas reside en el Alto Valle del Río Negro desde hace treinta años. Comenzó a escribir en el año 2006, dedicándose inicialmente a la Narrativa Histórica Argentina. Publicó “La Historia que me parió”, libro presentado en la Feria Internacional del Libro de la Ciudad de Buenos Aires en el año 2008, “Sobre héroes y rufianes” y “Los años perros”. Además participó en antologías y escribió en revistas especializadas. Es presidente del Círculo de Escritores del Comahue, desde su fundación en 2008. 



¿Qué es el “Círculo de Escritores del Comahue” y como se inició? 



El círculo de escritores del Comahue, se fundó a partir de la unión de Literatos independientes en la feria del libro de la ciudad de Cipolletti del año 2008. El objetivo de este círculo es unir fuerzas en todo el Alto Valle. Somos una agrupación de literatos, poetas, ensayistas, cuentistas y afines tiene como fin propiciar un punto de reunión para amantes de la escritura dispersos en las ciudades valletanas. Como objetivos, el C.E.C. se propone fomentar la producción literaria local, unir fuerzas entre los escritores zonales, celebrar eventos literarios propios y adherir a las manifestaciones culturales que se desarrollen en la zona. Tenemos como premisas básicas: “el respeto por la individualidad de sus miembros, la tolerancia, el funcionamiento horizontal y democrático, el carácter apolítico y la apertura hacia la comunidad”. 



¿Quiénes lo integran? 



El grupo está formado por amantes de la escritura y la lectura, sin importar si han editado trabajos, o cuáles son sus antecedentes al respecto, El conjunto se integra con un espectro que va desde autores reconocidos hasta niños de 10 años interesados en la temática, cuenta con unos setenta asociados y más de doscientos concurrentes a los distintos talleres. Están radicados en distintas ciudades de la zona conocida como Comahue, con importantes grupos de participantes en ciudades como Cipolletti, Plottier, Neuquén, Cinco Saltos, etc. 



¿Cuál es su visión de la Literatura Patagónica? En particular, ¿cómo ve la problemática de la edición de obras por parte de los escritores regionales? 



La gran problemática del Escritor Rionegrino son las distancias, eso hace que en general sea un autodidacta, por la falta de contacto con otros pares, y provoca que esté limitado en su evolución. Esto lo tratamos de mejorar a través de la tecnología, y el uso de Internet, para facilitar las comunicaciones, con una red que incluye a los interesados en el tema. 

Es un error pensar que la edición de obras es la mayor problemática, y olvidarnos de la distribución, que es la forma de llegar al lector, de nada sirve editar, si luego los ejemplares no llegaran al público. Esta problemática, la de edición, la solucionamos en algunos casos buscando precios en distintas imprentas como grupo, lo que facilita mejorar los costos, y conseguir financiación y calidad, por otra parte, es de mi conocimiento, que próximamente el FER implementará un plan de préstamos para editar. 

En lo que hace a la distribución, es imposible competir con los circuitos comerciales, que además desalientan a los escritores noveles, para esto hemos formado una distribuidora en donde colocamos libros en lugares no habituales, como terminales de micros, aeropuertos, lugares de ventas de diarios, etc., y en este momento estamos arrancando con un sistema de venta por catalogo, casa por casa, con la posibilidad de alquilar los libros por un período de tiempo, y a un costo proporcional. 



¿Qué actividades tiene previstas a futuro? 



Nuestra mayor actividad son los talleres, todos gratuitos, dando los sábados de escritura, para aquellos que comienzan a trabajar en ello, durante los días de semana talleres especializados cortos (dos meses), cuya temática y profesores van cambiando, vamos a los jardines de infantes de zonas carenciadas, y los días sábados en tres colegios secundarios donde concurren alumnos y padres. Una vez que finaliza el año, editamos una antología con los mejores trabajos que salen de estas actividades, se edita sin ningún costo para el escritor, y se presenta en la Feria Internacional del Libro de la Ciudad de Buenos Aires, con la concurrencia de los participantes, también sin costos de viáticos o estadía. 

Concurrimos a las distintas ferias del libro, y somos organizadores y actores importantes, de la que se desarrolla en la Ciudad de Cipolletti. Editamos la revista cultural Alter Ego, que se distribuye en los puestos de venta de revistas de las Provincias de Rio Negro y Neuquén, y actualmente estamos trabajando para sacarla en forma digital. Somos activos participantes de las reuniones que realizan los escritores de la Provincia de Rio Negro Tenemos nuestra página web www.escritoresdelcomahue.tk donde informamos de las distintas actividades. 



J.E.L.V.
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domingo, 8 de abril de 2012

EL CUENTO DE HOY




El silencio de Clara

                           Por Olga Starzak


Hacía sólo unos pocos minutos que había llegado a la ciudad. Bajó los ojos y permaneció así por mucho tiempo. Si alguien observaba a esa mujer podría decir que sólo el cuerpo permanecía en esa silla del café, que sus pensamientos se habían desatado de los límites impuestos por la naturaleza y se elevaban a un plano donde nadie pudiera juzgarla.
Donde ella no pudiera juzgar el silencio que había decidido asumir.

Había viajado a aquel lugar despojado de rastros humanos con el  propósito de cumplir con una misión laboral. Su profesión de topógrafa y la investigación en curso la habían comprometido a resolver personalmente un tema limítrofe; un asunto que trazaría en los mapas las fronteras entre dos parajes, en este sur argentino habitado por algunos animales y muy pocos hombres y mujeres de campo. Hombres y mujeres  que allí habían nacido y –vaya a saber por qué razones- morirían en las mismas moradas. Se aferraban a ellas aunque permanecieran atravesadas por del duro frío del invierno,  o les fuera imprescindible tenderse en sus lechos para reservar las energías que el cuerpo gastaba en las míseras siestas de calor y tierra seca.
Estaba acostumbrada a la aridez de aquellos rostros, al lenguaje sin palabras; al caldo sin verduras o al tazón de leche aguada,  ofrendas con las que los habitantes de Gastre homenajeaban a sus visitantes. Más de una vez había dormido en sus camas, entre sábanas con olor a humo y una lámpara que  le daba la luz necesaria para anotar datos, dibujar esbozos o apuntar el producto de sus mediciones.

Esta vez Clara se alojó en la casa de Martina, la maestra. Llegó en su  vehículo después de atravesar el pedregoso sendero que la adentraba a lo más íntimo de la provincia.
Se ubicó con sus pertenencias en una de las aulas. Debido al invierno eran tiempos de poco alumnado. Había estado allí otras veces; la maestra conversaba muy poco. En esta oportunidad parecía que sus silencios eran aún más prolongados.
Ante su curiosidad por saber si le gustaba su trabajo y por qué había elegido aquel lugar para ejercer, la mujer se había mostrado un tanto esquiva. No lo elegí yo, lo eligió la necesidad, le había dicho; y puso fin a la charla.
Es sabido que el ahorro de palabras caracteriza a la mayoría de los habitantes de las zonas rurales; Martina parecía haberse mimetizado con las costumbres de esa comarca.  Las presencias urbanas estaban lejos de alegrarla. Quizá sintiera invadido ese espacio tan suyo, donde las únicas compañías tenían entre siete y catorce años. Y ahora, para sorpresa de Clara, la de un hijo; el hijo que evidentemente criaba sola. Quizás producto de un amor frustrado, quizás de una noche de intensa soledad. Quizás.

Le intrigaba la actitud de la maestra. Sus ojos evitaban la mirada del interlocutor, al menos que este fuera un niño; la rigidez de su entrecejo y  la mueca de sus labios  la hacían aparentar más edad de la que tenía.
De lo que nadie podía dudar era del amor que Martina sentía hacia los chicos.

Se acostó vestida. El viento azotaba con impertinencia y los signos en el cielo anticipaban la continuidad de la tormenta; pensó que tampoco al día siguiente podría seguir con las actividades que se había visto obligada a interrumpir.
A la medianoche un hilo de agua comenzó a filtrarse por el techo. Dio  vueltas en la cama hasta que decidió levantarse; buscó en la oscuridad una vela y la encendió, colocó el balde que esa misma tarde había dejado sobre un pupitre, debajo de la grieta,  y  se acurrucó entre las sábanas todavía calientes. Muy poco después, cuando el repiquetear del goteo se hizo insoportable tiró un trapo adentro del recipiente,  pero todo fue inútil, la había ganado el insomnio. Entonces prendió la lámpara de noche y optó por la lectura. Pronto se desconcentró: la opacidad de la luz le anticipó que el combustible estaba a punto de consumirse. Sin fijarse en la página que acaba de leer, cerró con ímpetu el libro que sostenía y se levantó con el propósito de buscar kerosén. Pisó sobre el agua;  se mojaron sus medias. Maldijo en silencio y en ese momento escuchó una voz proveniente de la sala contigua. Era la de Martina que, imperativa, le pedía silencio a alguien.

-¡Shhhh! Hable despacio, por favor, no estoy sola y usted lo sabe.
-Entonces señora, hágamela corta, ¿quiere?
-Don Gervasio, ya le expliqué...
-No es lo pactado señora. Necesito el dinero; de no ser así nunca hubiera cometido yo semejante imprudencia. Usted no sabe lo que son las tripas retorciéndose de vacías, no sabe lo que son las noches sin dormir con la garganta pidiendo por un tazón de  leche.
-Yo no los obligué a nada; usted hizo el ofrecimiento...
-Usted accedió; es también culpable.
-¡Cállese! Ya no hay nada más de qué hablar. Con el aguinaldo le completaré el pago de la última cuota. Y después no quiero verlo nunca más por aquí. También eso acordamos, ¿lo recuerda? A fin de año, apenas me vaya de Gastre, para ustedes,  Gervasio,  habré muerto. ¿Comprende?
-...
-Le pregunté si comprende.
-Sí, señora. ¿Cuándo va a devolvernos el anillo con la virgen?, es un recuerdo de familia.
-Tiene razón, lo olvidé. El próximo mes; ahora ¡váyase!
-Me estoy yendo, señora.

Las palabras del hombre parecían arrastrarse como orugas bajo el sol.

Ya conocía a Gervasio, ese paisano de gesto educado y andar cansino por las tranqueras atando alambres, arreando las pocas ovejas que la nieve dejaba ver, acarreando las muertas. También conocía  a Gertudris y su prole de niñitos de todas las edades brincando por los alrededores de la choza que habitaban, en lo más bajo de la meseta. Sabía de la estrechez económica que obligaba a esa mujer a lavar y planchar la ropa de los estancieros de la zona. Había visto el hambre habitando en los rostros de sus hijos, los mocos siempre cayendo como velas y sus mejillas dañadas por el frío, enrojecidas hasta sangrar. Era imposible, con sus precarios e infrecuentes trabajos,  alimentar tantas bocas, a las que cada año se sumaba una más. No comprendían la necesidad de no traer más hijos al mundo, o quizás no tuviesen dinero siquiera para las más elementales prevenciones. En sus impulsos de hombre no cabía la posibilidad de abstenerse y Gertudris no era mujer de oponerse a los requerimientos de su esposo.

-¿Me pareció o estuvo anoche Don Gervasio?


        -Sí, siempre recurre a la escuela cuando se queda sin leña. Faltarán aquí muchas cosas pero nunca falta calor. Voy a limpiar las aulas, disculpe. En casi todas entró agua anoche. 

       Martina habló sin mirarla. Pudo notar cómo temblaban sus manos cuando tomó el palo del secador de piso; cómo su mentón latía arrítmicamente. Nunca había visto esa palidez en su rostro.

Aquel día, el primero después del receso escolar de invierno, llegaron sólo cinco o seis alumnos, no obstante escuchó con qué fervor  daba sus clases, con qué silencio era escuchada, con qué respeto era interrumpida.
Siempre la rodeaba el hijo, colgado de su falda, haciendo trazos en la pizarra o jugando sobre las rodillas de alguno de los chicos.

-¿Cómo se llama?
-Julián.
        
Es un pequeño de cachetes regordetes y ojos muy negros. Una mata de cabello cubre su cabeza, las orejas, la frente. En uno de sus deditos luce un anillo de oro, con la imagen de una virgen.

Clara prendió un cigarrillo que no fumó. El filtro emanaba un olor que ella parecía no sentir. Sus manos seguían apoyadas sobre un cuaderno, el mismo que durante los días anteriores le había servido para hacer anotaciones referentes al trabajo. Sobre la mesa del café descansaban también sus anteojos, y un lápiz de punta desprolija.
Pasaría mucho tiempo hasta que la abandonara el rostro de Julián. Un rostro de rasgos conocidos en Gastre.

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jueves, 5 de abril de 2012

EL POEMA DE HOY





CANTO I


Por Sandra Pien (*)





Yo te convoco poeta
dijo Borges
al eterno retorno
urdimbre remota.
En una cama de hospital
Borges delira.
Ocurrió un accidente tonto
ascendentes escaleras temporales
ocultaron una ventana cruel
torrente cauce
rojo profundo
sangre en el calendario indiscreto
gotea 1938
es fin de diciembre.
Imágenes en filigrana
paradoja en sus tinieblas febriles
él sabe
no es el río de Heráclito
deambula dejando reposar
su cuerpo inmóvil
bastón en mano
tanteando perpetuamente el muro eterno.
Enjambre de actividad en su espíritu
electrones girando en los núcleos
billones de veces por segundo.
Borges delira
sueña el designio
de un solo poema intemporal.
Balbucea
no recibimos los hechos
sólo su reflejo en una conciencia
y la pasión
con los datos sensibles.
Invoca a Shelley
to illumine our tempestuous day
insiste en duplicarse
no sólo los sentidos
son testigos falsos
la imaginación
no alcanza a imaginar
la verdadera forma de la naturaleza.
Septicemia dicen los doctos
hipertermia y destemplanza
el tiempo es una ilusión
se declara un conflicto.
Soy un perdido espejo de mi padre
conocedor del poder del canto
dimensión existencial básica.
Borges revive en mi mente
el jardín de utopía.
El olor de los eucaliptos
en la memoria
lo transporta en mí
hacia Adrogué
simetría idónea del ocio de las tardes.
Soy peregrino repite
voz y destino de mortal.




(*) Poeta de la ciudad de Buenos Aires. Su relación emotiva con la Patagonia la llevó a dedicarle su poemario “Patagonia rumbo sur”; y a difundir, en su rol de periodista, la Literatura sureña en el ámbito nacional. Este poema pertenece a su libro “miBorges.com”, Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 1999.




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viernes, 30 de marzo de 2012

EL POEMA DE HOY





MUJER


Por Ada Ortiz Ochoa (*)



Aquí estoy,
apacible y claro amanecer, así de simple,
los días arrancando una a una
las indefensas hojas del calendario de mi vida.

Soy así
atolondrado impulso, alarido pensante,
desgajando fantasías en jornadas grises, latidos
del alma acariciando siluetas que ya no existen.

Y estoy
aguantando temporales de adentro...,
y de los otros,
desgarrada la corteza, desbordando savia,
las raíces arañando nutrientes de la tierra seca.

Y sigo así
Desechando renuncias, reverdeciendo siempre,
porque siendo débil construyo fortaleza,
pero no me entrego, soy ave,
que renueva su plumaje en pleno vuelo.

Soy,
quien al amor descubre y lo alimenta,
lo cubre y acaricia con suavidad de placenta,
y resurge la esperanza
entre sonrisas y lágrimas después del miedo.

Así,
porque soy indefensa, valerosa, indecisa,
a veces negativa y muchas otras positiva.
Soy el dilema y el misterio..., pero también
la transparencia.

Aquí
Siempre presente en la lucha y en la entrega,
¿dije transparente?... y también, inescrutable.
No intentes comprenderme,
tal vez no lo logres y el esfuerzo te deprima,
porque soy aquí, como soy,
no preguntes, sólo ámame sin entender.
Es todo lo que necesito para ser muchas
Y sólo una. Nada más que
Por ser una mujer.



(*) Escritora de Sierra Grande. De su libro “Espera que te cuento II” (Edición del autor, Sierra Grande, 2006)


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domingo, 25 de marzo de 2012

EL POEMA DE HOY





LOLOG CABELLERA DE OBSIDIANA


Por Magdalena Pizzio (*)




Aguas de plata y sueños
espejo de mis montañas
pisadas de duendes silenciosos
huellas brillantes
en cada piedra estampas.
Azul profundo quizás verde
verde plata
la calma amanece
en tus transparentes gotas
encerrada
y se transforma en oleaje
de ese viento
tras las cumbres
que en la orilla
estalla.
Te miro muy pequeña
y me llamas
en tu larga cabellera
de obsidiana.




(*) Poeta neuquina. De su libro “Laberinto. Entre la muerte y la vida” (Imprenta La Piedad, Bahía Blanca, 2009)
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