google5b980c9aeebc919d.html

lunes, 5 de noviembre de 2012

LA NOTA DE HOY




¡ORO!


Por Jorge Eduardo Lenard Vives



   “¡Oro! ¡Oro!” Según nos cuenta Roberto Hosne en su libro “Patagonia. Leyenda y realidad”, tales fueron los gritos de los socorristas que, en 1885, buscando un pecio en las costas próximas a Cabo Vírgenes, hallaron pepitas del preciado metal entre la arena de la playa. Sus exclamaciones atrajeron desde la lejana Rumania a Julio Popper, un personaje de la historia patagónica que concitó la atención de la Literatura. Prueba de ello son libros como “Julio Popper: Quijote del oro fueguino” de Arnoldo Canclini, “Quién fue el conquistador patagónico Julio Popper” de Boleslao Lewin y “¡Oro en Tierra del Fuego!” de Carlos Vairo y Francis Gatti.

   El mismo minero brindó a las letras algunos escritos, aunque técnicos: “Atlanta. Proyecto para la fundación de un pueblo marítimo en Tierra del Fuego”, “Exploración de Tierra del Fuego” y otros. Pero, si bien el más conocido, Popper no fue el único buscador de oro en la región. Tanto en el litoral marítimo como en la cordillera, muchos persiguieron la quimera del brillante elemento. Quedan, entre otros testimonios, las bateas de madera que aún se ven en algunos arroyos cercanos a las nacientes del río Chubut, en el cordón Serrucho. También Carlos Ferrari, en su novela épica “El riflero de Ffos Halen”, lo recuerda a través del frasco de laminillas áureas que Randall reunió “por el simple afán de arrancarle a esta tierra algo más que sufrimientos y dolores”; y cuyo misterioso destino final sus lectores conocen.

   Antes del descubrimiento del petróleo y cuando recién comenzaba la ganadería ovina a presentarse como un recurso para la zona, el oro fue uno de los principales atractivos de la Patagonia. El mito nació en los días de la colonización española, con la leyenda de la Ciudad de los Césares y sus mentas de riquezas de todo tipo; historia que describe Ernesto Morales en “La ciudad encantada de la Patagonia”. Con el tiempo se transformó en un tesoro tangible, pero no menos fabuloso. Al llegar a Buenos Aires el cacique Patoruzú, en las primeras tiras de la historieta, trae en su baúl pepitas de oro halladas en “el Chubú”.

   La existencia de oro en el sur llevó a Roberto Arlt a incluirlo en su novela “Los siete locos”, como una de las fuentes de financiamiento de la secta secreta cuya creación propugnaba el Alquimista: “En la montaña... será en el Campo Chileno... colocaremos lavaderos de oro, la extracción de metales se efectuará con electricidad”. Luego, el Buscador de Oro ubica el Campo Chileno: “Primero estuve en Esquel... están las máquinas tiradas de una explotación que fracasó, después anduve en Arroyo Pescado... caminé... allá, no sé si ustedes lo sabrán, los días no se cuentan y entré al Campo Chileno.” El autor de las crónicas de su viaje a la región, reunidas bajo el título de “En la tierra del viento”; vuelve a mencionar la Patagonia en el diálogo final de “El juguete rabioso”, entablado entre Arsenio Vitri y el protagonista:

“–Vea, yo quisiera irme al Sur... al Neuquén... allá donde hay cielos y  nubes... y grandes montañas... quisiera ver la montaña.
 –Perfectamente: yo le ayudaré y le conseguiré un puesto en Comodoro, pero ahora váyase porque tengo que trabajar. Le escribiré pronto... ¡Ah!, y no pierda su alegría, su alegría es muy linda.
   Y su mano estrechó fuertemente la mía. Tropecé con una silla... y salí.”

   El episodio anticipa otra “huída al sur”; la de Martín, protagonista de “Sobre héroes y tumbas”. Ernesto Sábato culmina su novela con la frase que el camionero Bucich dirige a Martín: “Bueno, a dormir, pibe. A las cinco le metemos. Mañana atravesaremos el Colorado”. Bucich era de “Lago Viedma, cerca del Fisroy”; donde su padre había llegado... buscando oro: Mi viejo era marinero y en el barco alguien le habló del sur, de las minas de oro. Y ahí nomás el viejo se embarcó en Buenos Aires en un carguero que iba a Puerto Madryn. Allá conoció a un inglés Esteve, que también andaba queriendo encontrar oro. Así que siguieron viaje pal sur."

   La explotación aurífera no se produjo sólo en la Patagonia, sino en la región chilena de Magallanes; donde dio lugar a obras literarias, como la novela “Oro maldito” de Lucas Bonacic Doric. Julio Verne, en “Los náufragos del Jonathan”, incluye el hallazgo de exuberantes placeres (y los subsiguientes problemas) en la isla Hoste. Algunos escritores trasandinos se interesaron por la figura de Popper. Tal el caso de Armando Braun Menéndez, quien vivió muchos años en la Argentina, con “Julio Popper, el dictador fueguino”, Francisco Coloane y su cuento “Tierra del Fuego”; y Patricio Manns, en la novela “El corazón a contraluz”.

   Una “fiebre del oro” parecida desarrolló el oeste de Estados Unidos: se fundaron ciudades y pueblos, creció la población en cientos de miles de personas, se construyeron escuelas y caminos, se mejoraron las comunicaciones y el transporte. En la Patagonia el fenómeno no siguió el mismo camino; otros recursos desplazaron del centro de la actividad económica a la extracción del metal. Que sin embargo existía. Y en gran cantidad. Basta mirar la actual industria minera en la región, para percatarse de que había permanecido oculto hasta ahora.







Bookmark and Share

jueves, 1 de noviembre de 2012

EL CUENTO DE HOY





UNA LÁPIDA PARA AARON LOEWENTHAL

Por Fernando NELSON




SR JORGE LUIS BORGES
De mi consideración:

He titubeado, para qué negar, antes de poner en sus manos esta carta, pero ya que se ha tomado el trabajo de narrar un hecho importante de mi vida, quisiera que al menos conozca toda la verdad sobre el mismo.

Me estoy refiriendo a su relato que ha titulado "Emma Zunz”, que tanto ha dado que hablar, y que -según entiendo- hasta ha sido motivo de una película, si bien meramente nacional.

Me consta que usted, como es su costumbre, ha recopilado todos los datos posibles para escribir el sucedido, aunque tales datos, por una cuestión obvia, se limitaron en este caso a las actuaciones sumariales, y a algún comentario de Elsa Urstein y Perla Kronfuss, amigas de Emma, amigas que, desde luego, ignoraban los pormenores de lo acontecido. El hecho en sí, el hecho que terminó motivándolo a redactar el texto, no ha sido conocido en su totalidad ni siquiera por la propia señorita Zunz. Sólo una persona lo sabe todo, y esa persona no puede ser otra que Aarón Loewenthal, a quien todos creen muerto, claro, y es quien le escribe.

Yo no podía ignorar, habiendo tratado a Emma, que ella tomaría venganza por incriminar a su padre en un robo que no cometió. Sobre todo porque él, para eludir el oprobio, emigró a Brasil. Yo suponía que, con el tiempo, Zunz volvería a1 país, y en ese caso, había decidido entregarle una fuerte suma de dinero para que no molestara. Todo cambió cuando recibí la carta donde se hablaba de la muerte de Maier -que no era otro que el ya mentado Emanuel Zunz-. Supuse que Emma había recibido también esa noticia, porque su padre tendría al menos esas dos importantes direcciones -la suya y la mía- en su agenda personal. Ella todavía trabajaba en mi fábrica, y entonces para mí era más fácil hacerla seguir. Conocía - estaba seguro- que, dado su temperamento, tomaría algún tipo de represalia -lo he dicho ya- contra mi persona. Mientras ella elaboraba su plan, yo puse en funcionamiento el mío. Decidí buscar al enfermero del hospital de Adrogué, al que conocí de casualidad, y con quien teníamos un parecido físico extraordinario. Obtuve su dirección y pude ubicarlo en su casita de los suburbios. Hasta el propio dueño de casa, al abrirme, se sorprendió de nuestros parecidos, y se acordó de mí. Entre mate y mate le referí esta historia: le expliqué que habíamos acordado separarnos con mi amante; yo le daría a esta mujer una importante cantidad de dinero para reparar el daño que le ocasionaba, y no volveríamos a vernos. El problema -añadí- era el temor a quebrarme, y decirle en el último minuto que la amaba. El otro, mi sosías, escuchó con atención. Le propuse que él tomara mi lugar, ya que la mujer recibiría el cambio, pues todo demoraría un par de minutos, lo suficiente para entregarle un sobre con los valores acordados. El otro, cuyo nombre verdadero era Emiliano Fuentes, indicó que eso era lo de menos; igual quiso saber cuanto le tocaría a él. Le puse un abultado fajo de dólares sobre la mesa, y le prometí la otra mitad para después de resuelto el problema. El hombre guardó con prontitud el dinero, y afirmó que él era la persona adecuada para el trabajo, cosa que, por supuesto, yo sabía con antelación.

Ese mismo día nos reunimos en el living de la casa (situada en los altos de la fábrica) donde le di las instrucciones, y concreté los cambios imprescindibles sobre la humanidad de Fuentes: el corte de pelo rapado -casi calvo- que era mi corte de pelo, la tintura en su barba, la insistencia para que impostara la voz, la atenuación de sus gestos un poco bruscos, el tiempo que debía tomarse antes de contestar, y sobre todo - en esto debí insistir- el consejo de hablar lo menos posible. Con mi ropa encima y los relucientes quevedos, nadie hubiera notado que Emiliano Fuentes y Aarón Loewenthal eran dos personas distintas. Ni siquiera Emma Zunz. Cuando ella llamó por teléfono para pedirme una cita a solas, el plan quedó cerrado.

No hace falta, Borges, que deba detenerme en lo que pasó después. Al pobre hombre esta chica lo acribilló a balazos pensando que era yo, y la policía, tal como usted lo da a entender en su testimonio, no tenía motivos para dudar de ella, así que la dejaron libre. En cuanto al cadáver, nadie lo buscó ni lo reclamó debido a que hacía varios años que Fuentes vivía solo.

Yo he debido emigrar a un país donde estoy tranquilo (y a salvo de la Justicia, en caso de que intente delatarme) y le hago llegar esta carta a través de un amigo que la va a despachar desde cualquier buzón de Buenos Aires. El nombre del remitente -ahora lo sabe- es meramente formal. Lo saludo con el mayor respeto. 
                                                         Emiliano Fuentes.

Bookmark and Share

lunes, 29 de octubre de 2012

LOS POEMAS GANADORES DEL EISTEDDFOD 2012


COMPETENCIA PRINCIPAL - CORONA DE PLATA

 Ganadora: Griselda Jones de Redondo





Los ángeles del canto
                                                                             (a mis nietos)



En la luz de la risa de mis nietos
encontré las rayuelas de mi infancia.
Y estallaron los tiempos en fragancias
despertando los cielos que muy quietos

navegaban por los ríos de mi alma.
Fue un instante de paz, de magia y juego,
de caricias azules... Pero luego
se alejaron las voces y la calma

me cubrió nuevamente de orfandades.
Fue un instante de lunas sin edades
que trajeron mis huellas florecidas.

¿Serán ellos los ángeles del canto?
Hay aroma a jazmines en mi llanto
¡y una alondra en mis manos encendidas!

                                                Selegna






MEDALLA DE PLATA

Ganadora: Arié Lloyd de Lewis





el indio

                      ...oteando la bahía desde un 28 de julio...



evocando la escena te ha moldeado
                       el artista en un risco de Las Cuevas
donde el golfo devuelve algún retazo
de ese julio llegado en la goleta

                       como eco tehuelche en el espacio
                       como sol vertical sobre la piedra
                       como puma en alerta allí acampado...
tu figura de indio centinela
                       es Chagayo, Catriel o Chiquichano
                      ¡correríasalviento lanza y flecha!

es la historia del sur originario
                      cuando el eco y el sol sobre Las Cuevas
                      te prestaban su párpado entrenado
                                             para otear la distancia en bahianueva
                      bajo el toldo cobrizo de tu mano

                     ¡Indio,savia del sur! raíz y tierra.




Bookmark and Share

miércoles, 24 de octubre de 2012

LOS MICRORRELATOS DE HOY



RELATOS BREVES


Por Luisa Luzietti de Paolini (*)





Veo que todo tiene un orden

Lo comparto plenamente, alrededor mío lo veo muchas veces. Podría hablar del orden del universo pero no conozco el tema, y me perdería en una nebulosa oscura. Mejor vuelvo a la tierra, y podría comentar el orden de algunas cosas que conozco bien. Por ejemplo, en estos días de primavera observo el orden preciso de las plantas después del invierno. Ellas saben que con la luna nueva de setiembre tienen que mostrar sus nuevos brotes y, aunque a veces el día es más negro que la noche, ellas avanzan. Yo, con mi imaginación, vuelvo a mi infancia y me encuentro a perseguir un pequeño insecto o lombriz para ver qué camino recorre, para llegar a esconderse detrás de una yema o una pequeña hoja que se convertirá en su casa provisoria.
No hace falta decir que hoy abandoné todo eso.








Viento

Cuando el viento es constante y el cielo es muy azul, en la Patagonia sur, el alma joven lo desafía. Él es constante y el alma es joven. ¿Quién ganará la apuesta? Deja hablar al viento... Si escuchas bien hasta puedes sentir una melodía. Si miras alrededor, verás que las plantas y las flores adquieren forma diversa y fantástica, algunas hasta parecen que lloran, cuando el viento es demasiado fuerte e insistente. Si miras al cielo verás un espectáculo de nubes cambiantes que ni el coreógrafo más experimentado podría lograr en tan pocos segundos. Cuando el viento se convierte en fresca brisa, en los calurosos días de verano, es como si te sintieras en el paraíso.
Deja hablar al viento...
Después de una tormenta de viento, al atardecer llega la calma, todo parece tranquilizarse. El cielo se acerca al crepúsculo y se pinta de muchas tonalidades. Hace pensar en una vida llena de juventud y coraje  y va hacia el tramonto.





Granada


Miré el reloj: siete y quince de la tarde, ir y venir de la cocina, ganas de comer una fruta, tarde larga de invierno, temprano para cenar. Mis ojos se posaron sobre algo redondo de color indefinido entre rojo, amarillo y granate, corteza dura, y donde a la hora de polinizar había una hermosa flor, quedó una corona como pretendiendo ser la reina de las frutas. En mi lejana infancia recorriendo la chacra en los cálidos días de primavera, me detenía bajo un árbol de forma casi perfecta, a admirar sus flores de colores muy vivaces que parecen pequeños floreros. Recordando las lecciones de catequismo imaginaba que fuera así el árbol de las tentaciones de Eva. Ahora saboreando una fruta tan particular aparece su nombre y mi nostalgia, Granada, tierra soñada por mí.




(*) Antigua y conocida vecina de Trelew, que comenzó a incursionar en las letras con relatos breves, como los que aquí publicamos.

Bookmark and Share

sábado, 20 de octubre de 2012

EL POEMA DE HOY





ACUARELA ANDINA


Por Aurelio Salesky Ulibarri (*)





Pequeñez de un lago, reflexión de cumbres,
reductos del agua.
En ellas se miran las piedras que lucen
sus penachos blancos.

Prismas en la cuenca, 
se agranda el coihue, se ciñe a la vera,
sus copas anhelan llegar a las cumbres.

Flotan las chalanas, eterniza el aura,
se espuma la orilla.
¡Frescos salpicones que alcanzan mis manos
como una caricia!

Ecos fugitivos, voces que se pierden...
En las guardas pétreas, escabrosas,
frígidas,
ruedan las vertientes...
Premios a la vida
entresueños tibios en la flor silvestre.




(*) Escritor chubutense, nacido en cercanías de Dolavon. A los diecisiete años fue a trabajar a Comodoro Rivadavia, donde se despertó su vocación literaria. Comenzó redactando artículos para revistas y periódicos locales. En 1958 se publica su primer libro, “Prisionero”; que contenía ochenta y cuatro poemas. Su segundo libro, un ensayo titulado “Trasuntos de la Vida”, es editado en 1960. En 1963 publicó su novela “Rincones de odio”; y dos años más tarde su poemario “Patagonia Poética” (Editorial Áncora, Buenos Aires, 1965), del cual se tomó la presente obra. Habiendo completado su educación primaria estando ya en Comodoro; siguió los estudios secundarios, y luego universitarios, siendo adulto. Infatigable lector, sus lecturas incluían obras literarias y filosóficas. Fue colaborador de la revista “Argentina Austral”. A lo largo de su vida recibió numerosos premios y distinciones por sus obras y su actividad cultural.



Bookmark and Share