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lunes, 18 de noviembre de 2013

EL CUENTO DE HOY





LA FRANCISCA

Por Edmundo Daniel Jios (*)



A la final la castigué al pedo noma a la pobre Francisca me parece carajo. Y bueno, que joder, la culpa también la tiene ella, porque no porque el chico tuesa un poco en la noche no me va a tener veinte o castorce dia aguantando sin dejarse quichutiar. Si no pa que soy su concubino, ¿ah?
Pero igual no se merecía semejante garrotiada la pobre paisana. Conmigo jue siempre cariñosa. Cuando se componga le via a hacer un regalo, el perjume que vide en el boliche del Turco Elias le via comprar, y si me alcanza la plata lo zoquete colorao que le gustan tanto también.
Pueda ser que no le haiga quebrao el brazo carajo, se me jue la mano con el rebenque, y no se si no le rompí una costiya también. Puta que indio bruto me pongo cuando ando alzao ¡pior que perro rabioso me pongo! Que lo parió… ¡Seguro salí al agüelo Secundino, viejo bruto que degoyó al padre porque le pegó un chirlo cuando tenía 16 año. Y cuando ya tenia treinta y pico yegó en pedo a las casas, se acordó y ahí noma lo paso pal cuadro e las mochas. Por eso salí asi seguro.
Que lo parió carajo, ta haciendo frio y ya empezó a nevar juerte, y yo que le prometí al Primitivo que le iba a campiar su tordillo pa que lo muente cuando se componga de la tos, si no es tos con bulsa lo que le dentro, como dijo la curandera, aunque esa vieja no sabe nada, lo único que hace es sacarle plata o vicios a la pobre gente inorante. A mi me va a sacar un cordero si lo cura al chico, pero no me importa mucho, total le carneo uno a lo Beneton mañana y listo, pa eso son rico esos turco de mierda que joder.
Pa la pucha que se largó fiera la nevada, ya no lo via poder seguir campiando al tordiyo, mejor pego la guelta, ya anduve como tre legua fácil. Valgale que alce el poncho Castilla. Y meno mal que junte bastante leña en las casas y que el viejo Cheuqueta me pasó esa chivada a media. Ya con eso y algún tejido que haga la Francisca, si se le compone el brazo, podemo aguantar bien el invierno, y más si nos dan los vicios que nos prometió el Intendente de Maitén cuando le echamo el voto, aunque saben ser bastante fayuto esos políticos dicen.
Que viento frío se largó ¡y de yapa me está dentrando a doler el triperio!, debe ser la grasa del peludo sancochao que comí fiambre añoche, si ya esta mañana tenia retorcijone fiero. Y la pobre Francisca todavía despue de la garrotiada me preparo un te de ñancolaguen pa que me conponga. No si es buena la pobre paisana.
Me via tener que bajar un rato, me toy calambrando la panza y tengo gana de gomitar.
Que lo parió, nunca tuve tan jodido, no se si no via clavar la guampa noma. Mejor desensillo y me hecho un rato en el recao.

Cuando el hijo del vecino Calfiqueo apareció al galope y con cara de asustao, la Francisca lo miró por la ventanita del rancho y se sonrió, después fue a la pieza, le dio un beso en la frente a su hijito que ya no tenía fiebre ni tos y le abrió la puerta al Secundino con cara de susto ella también, pero no se le movió un pelo cuando el chico le contó que lo habían encontrado al Paulino “tirao entre los moyes”, y que se ve que sufrió mucho decían los que lo encontraron, porque se había revolcado bastante entre la nieve. Ni una palabra, ni una lágrima soltó la Francisca, le sirvió una taza de mate cocido al chico y mientras él lo tomaba, ella se fue hasta el escusado, detrás de la casa, tiró el frasco de veneno para las ratas vacío y riéndose lo revolvió con un palo.
Después sí, cuando el Abelardo Calfunao llegó con el cuerpo del Paulino enhorquetado en su caballo, y le dijeron los vecinos que lo acompañaban que estaba muerto, entonces sí soltó un llanto desgarrador y cayó en los brazos de las vecinas que iban llegando. No era tan dura la Francisca después de todo.




(*) Escritor de El Maitén, nacido en 1938 en Río Chico (Río Negro). Descendiente de griegos y autodidacta; es autor del libro “El Baúl de los Recuerdos”, un emotivo volumen que reúne sus recuerdos familiares y desarrolla en forma amena y detallada la historia de El Maitén.
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jueves, 14 de noviembre de 2013

EL POEMA DE HOY



Con sueños de poeta

Por Ester Faride Matar




Cansada de buscar soluciones generales
me adormecí en el profundo escenario de los hechos.
                     Sin escrúpulos 
                          Sin miedos.
Por simple curiosidad o confusión me vestí de peregrina
desatando nudos en las gotas ambiciosas de la lluvia.
                      Promoviendo pareceres.
                           Sentires...
Esta vez, le gané silencios a la noche, 
me sentí dueña del pergamino de la vida.
                      Me decreté diva.
                            Me decreté reina.
Con aire de poeta llegué justo a tiempo con presencia
de un encuentro inesperado.
                       Dejó de sufrir la última hija en blanco.
                             Escribí la historia pendiente del ayer.
Caminé.
Después de tanto tiempo comprendí que las palabras
se fraguaron con los besos,
                             sobre el polvo gris de mis zapatos. 




(*) Del volumen “Aquel horizonte... Aquí... “ - Ester Faride Matar - Cen Ediciones - Centro escritoras/es nacionales - Córdoba - Segunda edición, 2009



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lunes, 11 de noviembre de 2013

LA NOTA DE HOY




La ortografía, un dilema en la educación lingüística

Por Olga Starzak



Soy testigo, con cierta impotencia, del suicidio de la lengua escrita. Los jóvenes de hoy, por muchas y complejas causas, no pueden escribir textos conforme a la estructura gramatical ni sintáctica;  y con frecuencia me pregunto a quién responsabilizar, dónde se produjo el quiebre o qué sucedió en estos últimos veinte años para que nuestros jóvenes no sólo observen con indiferencia el valor de las formas de la escritura sino que desvaloricen su incidencia, tanto en el ámbito de lo meramente comunicativo como de los aspectos de crecimiento personal y social.
Me voy a referir en particular a la ortografía. La ortografía es hoy, y mis años ejerciendo la docencia me permiten afirmarlo, el problema más grave por los que atraviesan los jóvenes a la hora de expresarse a través de la palabra escrita. Situación que atenta contra la comprensión de sus textos cuando suman  fallas caligráficas, la omisión de  los signos de puntuación y la falta de  acentuación.
Me detengo a hacer algo de historia. Las ciencias nos enseñaron que los niños no son sujetos pasivos de su aprendizaje y así pasamos de aquel método tradicional, conductista por excelencia,  a pensar en un sujeto que no debe responder con una respuesta a un estímulo, ni adquirir conocimientos lineales, ni sucesivos, impuestos por otros y casi siempre alejados de sus intereses. En las últimas décadas comenzamos a entender al sujeto como portador de posibilidades que le permiten ser partícipe de su propio aprendizaje. Las propuestas de grandes pedagogos señalan claramente todos los aspectos intervinientes a la hora de construir nuevos conocimientos. Ningún formador es ajeno, o debería serlo, a que la construcción del lenguaje escrito responde a la capacidad de construir y deconstruir,  y especialmente a qué lugar ocupe en su vida la incorporación de esos saberes.
Lo cierto es que son bajísimos los niveles ortográficos de los jóvenes de nuestra sociedad, inclusive los  post universitarios. Sus sistemas ortográficos nos llevan, invariablemente,  a reflexionar sobre las actitudes y destrezas de los egresados de los distintos niveles de educación, las prácticas de enseñanzas vigentes y  la  calidad del aprendizaje formal.   
Si bien no hay demasiados datos que indiquen cómo se procesan las convenciones ortográficas de la escritura, nadie pondría en duda que se inicia con la construcción del sistema alfabético. Y que cobran fuerza o se debilitan con el uso de las normas y la ejercitación.
A partir del advenimiento de la psicogénesis de la lengua oral y escrita, Emilia Ferreira nos permitió,  sin duda,  romper con esquemas inadecuados que condicionaban al sujeto cómo objeto de aprendizaje y nos ubicó, en nuestro rol de docentes -respondiendo a la teoría de Bruner- como "andamios que posibilitamos el aprendizaje". Es oportuno preguntarse, entonces, cuáles son las características del proceso de enseñanza aprendizaje generados hoy en las aulas y por qué nuestros jóvenes carecen de los elementos mínimos que le permitan escribir correctamente.
La figura del docente cobra aquí especial significado. Se reconoce como facilitador de experiencias pero… ¿qué pasa con él y con sus recursos a la hora de analizar los escritos de sus alumnos? No es justo tampoco identificar en ellos todo el problema. Es necesario ir más allá, remitirnos a su propia formación, a los planes de estudio y las respectivas estrategias metodológicas; en todo caso al sistema educativo.
La construcción de la ortografía requiere procedimientos didácticos y también prácticas evaluadoras.  Pareciera que cada vez con menos frecuencia se ofrece en las escuelas actividades en donde se deba escribir y poner en acción, una y otra vez, los mecanismos que conllevan a una correcta escritura. Inclusive en diversos estados de los Estados Unidos ya no se incluye la enseñanza de la letra cursiva en sus programas de estudio, considerando que la digitalización, producto de los recursos tecnológicos, darían fin a la palabra manuscrita. Esta decisión se basa  en la teoría de que no vale la pena someter a los niños  a la ardua tarea de pasar del aprendizaje de las letras en imprenta a la cursiva, si esta no va a ser usada en ninguno de los ámbitos de la vida social y de comunicación.
Mi pregunta como docente, pero también como escritora es: si los jóvenes cada vez escriben menos, con más fallas ortográficas (inclusive con temor o vergüenza a equivocarse), desmotivados  y valorizando muy poco la riquísima lengua que les ha sido heredada, ¿cuánto más lejos están de formarse como lectores? ¿Estaremos acaso propiciando el divorcio con la lectura,  herramienta y recurso indispensable para acceder al mundo de los hombres, a la cultura de sus pueblos, al conocimiento y la sabiduría?
No he obtenido una respuesta que me satisfaga.





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viernes, 8 de noviembre de 2013

EL POEMA DE HOY

CORONA DEL EISTEDDFOD DEL CHUBUT 2013






GORSEDD

Por Julia Chaktoura




Como bandada de pájaros azules
la caravana aletea ponchos
en la mañana celta. 
Desfilan los bardos
hasta el Maen Llog
que aguarda su breve-eterno
momento.
Tajea el aire la palabra
¡Eddug! 
y la espada
se abriga en soledad.
Del vestry de la capilla vieja
llegan sonidos de caldero
y tazas amigas.
Los pasos van y vienen
huellas sobre huellas sobre huellas
originarias y colonas
y las de hoy 
en esta mañana de bardos
que celebran
el honor
de estar sentados.
Los pájaros azules vuelven a sus nidos
pero regresarán 
puntualmente
cuando la piedra cante.

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martes, 5 de noviembre de 2013

LA NOTA DE HOY



KOSLOWSKY

Por Jorge Eduardo Lenard Vives





     En su nota “La Patagonia Polaca”, publicada en este blog tiempo atrás, Kayra Wicz recordó la figura del explorador y colonizador patagónico Julio Germán Koslowsky. Proveniente de la Europa Báltica, Koslowsky llegó muy joven a la Argentina. Debido a su aptitud para las ciencias naturales pronto se une al Museo de la Plata, que dirigía el Perito Moreno. En 1895 participa de una expedición a la Patagonia, durante la cual exploró la zona de Río Senguerr y alcanzó el extremo oeste del lago La Plata. Ya no podría apartarse de esos parajes.

     Tiempo después intenta ocupar con inmigrantes europeos el Valle Huemules. Fracasó: al cabo de dos años sólo habitan el lugar él y su familia. Se aboca a sus investigaciones. Luego de recibir en 1902 la visita de la Comisión de Límites, vuelve a la Capital. El primer centenario de la Patria lo encuentra de nuevo en el sur. El gobierno nacional le concede un extenso campo en la zona. Con el dinero de su venta compra la estancia “Monte Solo”, cerca de Lago Blanco; y se muda a Buenos Aires, donde prosigue su labor científica. Pero las desventuras económicas lo regresan a la Patagonia. Se instala en “Monte Solo”; paraje en el que muere en 1923.

     El pionero había quedado un tanto relegado en la historia patagónica. Fue el escritor, historiador e “historietista” Alejandro Aguado, quien lo rescata del olvido; en particular en dos de sus libros: “La colonización del oeste de la Patagonia central” y “El Viejo Oeste de la Patagonia”. Pero el autor de "Aventuras sobre rieles Patagónicos" y "Cañadón Lagarto”, no sólo recuperó en el papel al viejo poblador. Rastreó sus huellas en las inmediaciones de Lago Blanco,  halló el lugar donde había sido enterrado; y luego interesó a un grupo de científicos del Museo de La Plata para viajar a la región y colocar una placa recordatoria en su sepulcro.

     El comodorense también le dedica un artículo, escrito junto a Jorge Williams y publicado en la serie “Documentos Históricos” del Museo de La Plata. En ese texto se informa que el coautor escribió una breve biografía de Koslowsky hacia 1983 y que la Sociedad Herpetológica Argentina destinó un boletín a su memoria. Y se señala que el propio Koslowsky había escrito un libro en el que recordaba sus aventuras en la Patagonia; texto recobrado en la década del 40 por Federico Escalada, quien lo tiene en cuenta para su enjundioso estudio “El complejo Tehuelche”. Lamentablemente, la creación de Koslowsky se pierde en una mudanza.

     Así como Aguado le da una dimensión histórica, esta sencilla nota busca mostrar su presencia en la Literatura regional. Además de las obras ya mencionadas, su figura legendaria inspiró a Mónica Soave unas páginas de su libro “Rumbo 180”. En tono intimista, Mónica habla de la niñez de Koslowsky, sus primeras andanzas en el país; y, sobre todo, la epopeya que llevó adelante en la Patagonia, acompañado de su familia. Por ejemplo, con estas palabras:

     “Julio jamás recuerda al río Jura de su infancia porque tiene que juntar leña y cazar para comer, porque debe armar la carpa todas las noches, porque tiene que cuidar a sus pequeños hijos... No quiere que tengan hambre, ni sed, ni necesidades, ni recuerdos. Sólo tienen que mirar para adelante, como él, como siempre lo ha hecho y les ha enseñado, para adelante”.

     Otro escritor de ficción lo tomó como personaje. Se trata de Luis Gasulla, autor de dos novelas ambientada en la Patagonia: “Conquista salvaje” y “Culminación de Montoya”; esta última obra galardonada con el Premio Nadal en 1974. Pero aquí mencionaremos otro libro suyo, “Los frutos agrios”; un volumen de relatos de 1976 que incluye el cuento “Valle Huemules”. En él su protagonista, acompañado del guía Slápelizs, sigue los rastros de “Von K...”; un nombre que disimula al personaje mentado en esta nota. Sin embargo, Gasulla aclara muy bien a quien se refiere, ya que le dedica su narración. Al finalizar, lo recuerda así:

     “Hasta aquí sospecho que he venido pisando las invisibles huellas dejadas por un visionario enamorado de la naturaleza y que me rechazaría indignado porque, de alguna manera, no sólo aventaré el recuerdo de sus andanzas, sino también la espléndida majestad del paisaje que él amara tanto”.

     En la tumba de Valle Huemules, entre su hijo, amante suicida, y un peón asesinado en alguna tragedia sureña, descansa Koslowsky; un típico ejemplo del inmigrante que venía de esa Europa antigua de mudables fronteras. Había nacido en 1866 en Steinholm; localidad también llamada Akmensale, cercana a Riga. Era polaco; descendía de los que habían poblado la zona del Báltico entre los siglos XVI y XVIII, cuando pertenecía a la Mancomunidad Lituano-Polaca. Sin embargo, entró a la Argentina como ciudadano ruso; porque desde 1795, su lugar de nacimiento había pasado a formar parte del Imperio de los Zares. Es más tarde, luego de la primera Guerra Mundial, cuando ese territorio se transforma en un nuevo estado independiente: Letonia.

     Su lar natal, su alfa, es una tierra de bosques siempre verdes, de lagos y ríos; y montañas que se hunden en el mar. Su omega es una tierra brava, impetuosa, donde el viento sopla y doblega los coirones que al ondular platean el suelo; ese mismo viento que habrá soplado cuando el valiente colono pisó por primera vez el valle que en algún momento llevó su nombre.

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