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martes, 13 de octubre de 2015

LA NOTA DE HOY




ACERCA DE LAS LECTURAS DE POESÍA


Por Elpidio Isla (*)





    Muchas veces nos preguntamos por qué la poesía no tiene, como en otros países del mundo, el prestigio social o la inserción popular de Chile o Perú por ejemplo. Podríamos hablar de cuestiones políticas o sociales o meramente poéticas. Pero me voy a tomar la libertad de creer que parte de la responsabilidad la tienen las “lecturas de poesía” en bares o lugares ad hoc. Esta costumbre viejísima, anacrónica, decadente, insoportable a esta altura de la historia, deberá ser erradicada en beneficio de la poesía misma. Quisiera que los poetas y los músicos trabajaran juntos, pero no para ponerle música a poemas escritos hace años.  Trabajar juntos (de acuerdo a mi criterio) es crear en conjunto poesía y música, como si fuera un género nuevo. Esto crearía ámbitos nuevos de trabajo y tal vez se podría recuperar ese ámbito de transmisión de la poesía que languidece entre el tedio y la pobreza imaginativa.

    Bruno se hace algunas preguntas para las que los poetas no tienen respuesta, lo que no está mal, partiendo de que ningún poeta tiene respuestas para nada, sólo preguntas. No se lee poesía, es cierto pero Bruno se queda algo corto: en nuestro país NUNCA SE LEYÓ POESIA al menos con la intensidad de otros lugares donde la poesía Y LOS POETAS gozan de un gran prestigio social. Por estas tierras argentinas hay lugares donde los poetas gozan de “algún prestigio” me refiero al NOA y esto debido a que por aquellos lados los poetas se han juntado a los músicos logrando una asociación más o menos ilícita que les permite compartir peñas, fogones y festivales. Esto no ocurre en Patagonia por ejemplo y voy a cometer una infidencia que no es tal pues se trató de un hecho público; en el último Encuentro de escritores patagónicos de Pto. Madryn en algún momento hubo un chisporroteo pues los músicos se quejaron de que una vez que los poetas agarraban el micrófono preferían morir electrocutados antes que largarlo. 

    Los poetas (duchos en estas lides) respondieron con rapidez en los mismos términos, afirmando que los músicos se atornillaban a las sillas y los poetas terminaban la noche al borde del colapso atragantados con sus poemas y el vino NO APTO para seres humanos normales. La cosa, por supuesto, no pasó a la categoría de conflicto armado pero marca una cuestión como para tener en cuenta: a los poetas les seduce la idea de leer sus poemas, no importa donde, ni cuantos lo están escuchando, si están en medio del desierto, o pataleando en la boca de cocodrilo del Nilo y sólo hay una ambición mayor: mueren por leer sus poemas A OTROS POETAS los que normalmente no los escuchan, pues están palpitando el momento en sean ellos los que ocupen el sitial del lector. Me atrevo a decir que no hay un poeta EN EL MUNDO que SOPORTE a otro poeta leyendo sin que:

1) Comente lo mal que lee el otro.
2) Manifieste que: “este cuando empieza a leer no termina más”
3) Diga al de al lado: “Esto de las lectura de poemas ya no va más, es un anacronismo”
4) “Debe haber unas treinta personas”
5) Yo vine porque es mi amigo pero yo dejé de ir a lecturas hace bastante tiempo.
6) Siempre vienen los mismos
7) Debieran fijar no más de 10 minutos por poeta. Yo estuve en una lectura en México o  Uruguay o Colombia o Katmandú (nadie podrá probar nunca la veracidad de la  afirmación) donde había un coordinador y te cortaban el micrófono si te pasabas los diez minutos que te habían asignado.
8) Son diez para leer. Este ya lleva 25 minutos y no afloja.
9) 25 minutos por diez son más de cuatro horas, así no se puede
10) Esto va  a terminar a las cuatro de la mañana
11) Neruda leía para el carajo.

    Pero en el momento en que le toca leer a él, se abalanza sobre el micrófono y lee de corrido, tartamudea y se ahoga durante 50 minutos (son las tres y media de la mañana) pela un manojo de hojas A4 que siempre se calcula en más de 25 páginas y deletrea hasta que los mozos le sacan la silla porque se quedó solo y necesitan barrer. Después de que le cortaron el micrófono lee otros veinte minutos sin advertirlo y cuando no tiene espacio para un sólo segundo más, pide que le dejen leer el último poema, pero la intuición poética no le falla esta vez, como ha quedado solo, descubre que los mozos pueden asesinarlo y tirarlo en un zanjón sin que nadie se interese por él. Recién entonces se va dejando claro que por ese lugar no vuelve ni loco.

    Un capítulo aparte merecen “los poetas que se escabullen cuando ya han leído”. Si uno es observador los ve cuando comienzan a analizar el campo por cual planean huir: hacen un mapa del salón, ubican las mesas y las sillas y trazan un mapa mental de la situación y se agazapan esperando el momento en que el otro: respire, de vuelta una página, tome agua (o lo que tenga) o muestre alguna vacilación que les permita arrancar sin mirar al de la mesa de lectura y pasar raudamente hacia la puerta de salida. Establecen las coordenadas y desaparecen. Si son sorprendidos en mitad del camino dirán:

a) Salgo a fumar un pucho
b) Es que el calor aquí te mata
c) Estoy muerta de frío
d) Es que mañana tengo un día…
e) AQUÍ PUEDEN AGREGAR OTRAS EXCUSAS PARA ESCAPAR DE UNA LECTURA DE POEMAS CUANDO HEMOS LEÍDO NOSOTROS.

    Después de una hora cualquiera puede encontrarlos cenando a una o dos calles del lugar de los acontecimientos o dándose en un bar hasta quedar saludablemente borrachos esperando la próxima lectura. Juro que una vez vi a un poeta que se había escapado con dos compinches, leyéndoles poesía a otros resignados parroquianos en un bar a tres cuadras de donde ellos (los prófugos) no habían soportado la lectura de sus colegas.

    Una última reflexión, yo creo que a las lecturas de poemas asisten: poetas, poetas en formación, poetas en deformación permanente, niñas poetas en la edad justa en que sus calidades poéticas no suelen ser lo más importante, siguen las poetas no tan niñas, a las que ya se empieza a juzgar sus valores literarios y poetas a las que se juzga únicamente por sus valores literarios y sólo se las acepta si son grandes poetas. En este último caso, si no son poetas geniales, no existe la piedad para ellas; serán apartadas hacia los rincones más alejados y abandonadas a su suerte. Como si fueran ancianos esquimales de “El País de las sombras largas” de Hans Ruesch, serán olvidados en el desierto ártico porque sus dientes ya no sirven para sobar el cuero que abrigará a la familia en el invierno. Esta es sólo una parte del duro mundo poético en el que sobreviven sólo las especies más adaptadas a la dura lucha. Hay una cadena alimenticia en la cima se encuentran los grandes popes a los que nadie intentaría comerse, de allí hacia abajo todos sirven de alimento al inmediatamente superior. Esta norma se repite invariable a lo largo del mundo poético.

     En sus praderas veremos a suaves y poéticas gacelas huir de los leones devoradores de frescas carnes trémulas. Las grandes manadas poéticas, hoy en extinción, pastan inocentes, de su destino de viejos poetas solos y arruinados, lejos del reconocimiento que llegará a unos pocos, no siempre con méritos para ocupar ese lugar. En los peores charcos rezuman algunos cocodrilos, ellos parecen editores siempre al acecho de algún distraído, es que la poesía no se vende nada les dirán y se los devorarán implacables y certeros. Las jirafas con sus largos cuellos poéticos miran el mundo desde muy alto y todo parece serles ajeno, aseguran que su poesía hermética no es para cualquiera y tal vez tengan razón, pero no olvidemos: existen víboras poéticas, roedores de la poesía ajena y también hienas y otros carroñeros que viven de los cadáveres insepultos que la poesía suele arrojar a un lado del camino.




(*) Escritor que vivió durante muchos años en Caleta Olivia. Ejerció el periodismo y dirigió las revistas literarias “La Loca Poesía” y “Recienvenido”. Publicó las novelas “Mogambo”, “La Ciudad de los Sueños Tristes” y el volumen de cuentos “Las Lluvias Cortas”. Textos suyos se encuentran en las antologías “Sur del Mundo. Narradores de la Patagonia”, “De Julio Verne a Osvaldo Bayer: los Mejores Relatos Patagónicos”, “Relatos Patagónicos” y “Relatos de Patagonia”. Entre otras de sus obras figuran las novelas “La mano del final”, “Y no es que un hombre no esté triste”, “Viaje conjetural de Simón de Alcazaba a la Tierra Leve”, “El bar de las putas pobres” y “Reciclados”; y el volumen de cuentos “Un mar de penas”. Nacido en 1948, murió el 27 de agosto del presente año, en la CABA. 
Tomado de http://alpialdelapalabra.blogspot.com.ar/. Agradecemos a Esteban Moore su autorización para reproducirlo.


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sábado, 10 de octubre de 2015

EL POEMA DE HOY



Sobre su bastón blanco


Por Carlos Ruiz



Lo vi en aquella  esquina sobre su bastón blanco
Y recordé su drama cuando el amor perdido
Le disparó en la sien y le robó la luz
Intentando el olvido.

Se internó en otro mundo
Para encontrar la estrella
Que trazara el camino
Por las oscuras huellas.

El túnel de la vida
De gris melancolía
Transita recordando
La voz de la paloma
Volando al ser esquiva

Los ojos se han cerrado
Pero en su alma brillan
Aquellos dos luceros
Que huyeron de su noche
Y lo dejaron solo
Con una arma maldita.

Lo vi en aquella esquina
Y le ofrecí mi mano para cruzar la calle
Pero quedó esperando

Quién sabe si algún día
Oiría aquella voz
Diciendo que volvía.


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domingo, 4 de octubre de 2015

EL POEMA DE HOY




CUCHARA DE MADERA

Por Julio Leite (*)




Desde tu origen vienes
preocupando al caldero
de la madre tierra.
Fue a tu encuentro
un artesano blando
y con gubias de pájaros y sueños
ahuecó tu vientre / lengua,
tu caricia por siempre,
y te reencontró
con tu fino cuello,
-cuchara de madera.

Eres vara mágica
de brillantes cenicientas,
garrote eres
contra el hambre y el frío,
en sota o rey de bastos
se convierte la madre
que te empuña
para magias de guisos,
y el campesino solo
que agarrota sus manos revolviendo ese caldo
para matar olvidos,
hace de ti una rama
que espanta por ratitos
todos los martirios,
todas las injusticias,
hechizos que tú sola,
-cuchara de madera
sabes por tu savia,
hechizos que seguro
te los enseñó la tierra.

Luego, cuando bailes
con fideos y aromas
esa zamba cilantro
en el fondo de una olla,
permíteme ser tu pañuelo
y al palmoteo
de pancitas llenas
bailemos los justos
todos juntos,
-cuchara de madera.



(*) Poeta fueguino. Tomado de su obra “Piedrapalabra” (El ReyTuerto, Buenos Aires, 2003).


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miércoles, 30 de septiembre de 2015

LA NOTA DE HOY






PATRIAS CHICAS


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




     Entre otras dicotomías propias del ser humano, coexisten en su espíritu dos tendencias: el arraigo al terruño y el ansia por conocer nuevos paisajes. Producto de una combinación precisa de carácter y temperamento, cada individuo se inclina por alguna de estas opciones; y muchas veces la hace su forma de vida. Y también su manera de expresarse, porque sobre tales extremos se encabalgan sendas manifestaciones literarias: aquella que canta al solar donde se nació o se vive, alabanza de la aldea, y la otra que se transmuta en los libros de viaje; elogio sobre el placer de descubrir lo variado. De estos últimos ya se habló en estas páginas; cabe ahora estudiar los textos que exaltan el redescubrir de lo cotidiano, del sitio próximo que es dibujo fractal del mundo ancho y ajeno de Ciro Alegría, cuya revelación requiere la capacidad del filósofo de asombrarse ante lo obvio y no ante lo extraordinario.

     La Literatura Patagónica cobija diversos panegíricos a la ciudad, al pueblo, al caserío, en el cual se mora. La gama de publicaciones, que abarca desde la enjundiosa obra con una gran recopilación de información documental, hasta el relato de estilo coloquial donde perviven muchas veces las historias transmitidas en forma verbal y los datos que rondan la leyenda, conforma un cuerpo literario cuya sumatoria sinérgica constituye la historia de la Patagonia y pinta su variada idiosincrasia.

     Dado que de un tema geográfico se trata, parecería adecuado analizarlo siguiendo la división política de la región. Neuquén ofrece múltiples ejemplos de esta rama de la escritura; como la “Historia de Rincón de los Sauces”, de Salvador Palomo; “Ciudad en Patagonia (Zapala 1978)”, de Davis Spitalnik; o “El Cartero. Memorias de un auténtico neuquino”, de Julio Nordenstrom, que habla de la capital de la provincia. Sobre ella se explaya además uno de sus principales cronistas, Juan Mario Raone, en “Ciudad de Neuquén. 92 Aniversario (1904-1996), entre otras obras.

    Continuando el periplo, son varios los escritores que en Río Negro honraron a sus pueblos; como Pablo Fermín Oreja con la obra, “El Desierto Vencido”, dedicada a General Roca; Oscar Elvira con “Las huellas de la memoria. Ingeniero Huergo y su centenario”; Teodoro Quisle y “Recuerdos de un Mallinense”, sobre el paraje Mallín Ahogado; “Las Grutas. Amanecer entre mil recuerdos” de Irma Verbeke, Flavio Aníbal Amarillo y Eduardo Alberto Delfino; o “Viedma. Entre 1920 y 1930 en la memoria de don Cándido Campano” de Nancy Pague. Carlos Espinoza, en “Perfiles y Postales”, habla sobre Viedma; y agrega datos de la patagónica y bonaerense Carmen de Patagones. Otro libro que toca un poblado con esas dos características es “Stroeder. 100 años” de María Elisa Iannelli e Inés Luna.

     Pero esta última autora, como buena conesina, se dedicó a rescatar la historia de General Conesa en los volúmenes “Vivencias de mi gente” I y II. En la segunda parte, Luna recuerda el poco conocido episodio de ingenio azucarero de remolacha “San Lorenzo”. El mismo rescate de la tradición local, aunque en la cordillera, hizo Juan Matamala. Fruto de su labor publicó “El Bolsón, Historias y Topónimos”, "El Bolsón como yo lo conocí", "El Bolsón, como lo conocieron", "Historia del Periodismo en El Bolsón", "Historia del Lúpulo en El Bolsón", "Los Hippies en El Bolsón"; "Mitos y Leyendas de El Bolsón" y “La República de El Bolsón”. Como no podía ser menos, el maestro Elías Chucair evocó su hogar con “Nuahuel Niyeo - Ingeniero Jacobacci. Historiando a mi pueblo”.

     Pasando el paralelo 42, rumbo sur, podemos encontrar en Chubut diversas muestras de tal vertiente de las letras; como “Tir Halen” de Betty y Rhys Roberts, recuerdo del lugar de residencia del imaginario riflero Randall de Carlos Ferrari; “Dolavon” de Jorge Barzini; “Puerto Madryn. 1940 y tantos…” de Pancho Sanabria; “Mi Viejo Pueblo. Todo Rawson con viejas costumbres y extraños personajes” de Luis Angel Terraza; “El nombre de mi pueblo”, es decir, Gaiman, de Donald Thomas; “El baúl de los recuerdos”, de Edmundo Jíos, sobre El Maitén; y “Trelew. Un Desafío Patagonico”, de Matthew Henry Jones, compendio en 5 tomos de la historia el “Pueblo De Luis” entre 1886 y 1943.

     La vocación de gran urbe de Comodoro Rivadavia, convierte a sus barrios en verdaderos “pagos chicos”; y surgen textos como “Astra 100 Años”, editada por la biblioteca vecinal; o “Km 5 Barrios Patagónicos con memoria petrolera y ferroviaria”, compilado por Graciela Ciselli y Adrián E. Duplatt.

     Ya en Santa Cruz, pueden mencionarse “Por amor a mi tierra”, de Mini Mood Thomas de Ramos, remembranza de Perito Moreno; y “Yo te bautizo Puerto Deseado. 420 años de historia” de Carlos Ferrari. Mario Echeverría Baleta también incursionó en el pasado de El Calafate, en la primera parte de su “El Calafate. Humor chacarero”.

     Por fin en Tierra del Fuego, es factible nombrar “Así nació Ushuaia”, de Arnoldo Canclini; y el trabajo “Ushuaia 1884-1984”, o “Libro del Centenario”, dirigido por el mismo investigador.

     A esta altura de la nota, que sólo sirve de incompleto listado ya que muchas obras han quedado sin ser mencionadas, parecería ser obligado citar la manida frase de Tolstoi, “pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Asimismo, vienen a la memoria las analogías entre Saint Mary Mead y el resto del cosmos que Miss Jane Marple trae a colación en sus aventuras detectivescas. Pese a las habituales críticas, describir la Patria Chica, lejos de ser un mero ejercicio de matizar la escritura de “color local” o de enarbolar un vilipendiado “pintoresquismo”, implica reconocer que lo multicultural sólo es cuestión de matices; y que la humanidad es igual en cualquier lugar del mundo y responde siempre a inclinaciones básicas y circunstancias que se repiten, con distinta escala pero igual esencia; como el amor y el odio, la vida y la muerte, o la tensión entre la naturaleza y la gloria.







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sábado, 26 de septiembre de 2015

EL POEMA DE HOY




OBJETIVIDAD EN LA SOLEDAD


Por Anita Aracena (*)




Era un día con la soledad caminándome la garganta
tú te fuiste mar arriba por el lomo del domingo
con un minutero latiendo en la ternura.
Antes, hablábamos de las paredes traspasadas
por alambres de tiempo y reloj
de la lámpara que cortaba la mesa y las sillas
y nos preguntábamos cómo era domingo de calle abierta
porque nosotros callábamos en nuestra calle
de crear y soplar burbujas de palabras.

Tú, me encontrabas pequeña y calada de valles,
yo, te sabía escuchar por tu voz
las vocales de la belleza
que giraba preguntas de un autor
que andaría su signo de estrellas.


Si un barco nos rompía el horizonte
 nos tomábamos de la mano 
y nuestras voces se hacían astillas
 de mareas y caracoles nuevos.

Si otra voz sin nuestra contraseña
 de sueños y ciervos
nos cortaba en dos la tarde
 nos volvíamos hoscos y soñolientos
 desencajados y tristes, buscábamos
 nuestro juego: calandria, mañana roja destapada
 por la primavera; mar: un cielo desgarbado de luz;
así jugando le ganábamos tiempo al ladrón, 
de nuestra calle y abecedario.

Y el domingo se nos escapaba
con gestos guardados
de alcancías y llaves marineras
nos envolvíamos en la manta del lunes
mientras pipa, libros y caja de música
segaban cuentos para el silencio.

Ahora los domingos me quedo
con mi aire de muchacho
mirador de puertos
tocando las paredes
los libros que ya no lees
mientras que mi pena va hilando horas
a mis manos que te van conociendo
en un grito abierto para el recuerdo.

Era un día con la soledad caminándome en la garganta
 tú te fuiste mar arriba por el lomo del domingo
 con un minutero latiendo en la ternura.



 (*) Escritora de Comodoro Rivadavia “Cómo son de azules las palabras”, G Pro Cultura, Comodoro Rivadavia, 1986

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