google5b980c9aeebc919d.html

domingo, 8 de abril de 2018

LA NOTA DE HOY





FERIAS DEL LIBRO EN LA PATAGONIA


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




¿Qué es una Feria del Libro? Según la Real Academia Española, se trata de una instalación donde se exponen los productos de un solo ramo industrial o comercial, en este caso libros, para su promoción y venta. Si bien esta muestra en su origen fue sólo un mercado de textos, con el tiempo se volvió un espacio cultural, que al intercambio de bienes agregó la difusión de las letras entre un público variado y numeroso. Pero para hacer honor a su nombre, el protagonista de la feria debe ser el libro. Y junto con el libro, la Literatura. Y el escritor. Y las editoriales, las librerías, las bibliotecas. Y los lectores.

¿Qué actividades se espera que ocurran en tal sitio? Exposición de ejemplares, presentación de obras nuevas, conferencias individuales o grupales sobre temas afines. A lo mejor puede albergar otras manifestaciones artísticas, relacionadas en forma íntima con la escritura. Pero, sobre todo, tiene que haber libros. Y Literatura.

Los eventos en cuestión son valiosas oportunidades para mostrar la creación artística de un determinado grupo humano. La opción más corriente es la exhibir las obras agrupadas según el lugar geográfico donde se generaron. En una feria internacional, los expositores serán los diferentes países, en una feria nacional, las provincias, en una provincial, las localidades, en una local, los cultores de la pluma del lugar. Por supuesto, las ferias tienen una doble faz, pues enseñan lo vernáculo a lo universal y viceversa; aunque al mencionar esto hay que recordar que la prioridad la da el hecho de ser una oportunidad –a veces única– que tiene el interior para difundir a sus escritores y su acervo literario.

Estas actividades reúnen al libro con el lector. En ocasiones, también acercan escritor y lector; pero tal posibilidad se acota a la luz de la cantidad de autores que van a poder ser conocidos en forma personal por el público. Son festividades anuales que honran al libro y a la Literatura. Con la formalidad de un rito, el aficionado se prepara para disfrutar de esos días de contacto con un universo de textos; algunos de los cuales – seleccionados - luego van a llenar de placer sus horas de descanso.

Desde hace varios años se celebran en la Patagonia. La más antigua de la zona parece ser la Feria Provincial del Libro del Chubut, que se realiza en Gaiman desde 1985; y cuya organización corre por cuenta de la Biblioteca Popular "Ricardo J. Berwyn". En el año 2005 se incorporó el desarrollo conjunto de la Feria Patagónica del Libro. La provincia del Chubut tiene varias muestras más, como la Feria del Libro y la Cultura, que se lleva a cabo en Sarmiento desde 2001, y las Ferias del Libro de Trelew, de Puerto Madryn, con carácter de Internacional, de Río Mayo, de Rada Tilly y de Alto Río Senguerr. Unas líneas aparte merece la Feria de la Ciudad del Libro que en el 2014 volvió a realizarse en Comodoro Rivadavia, luego de un impasse de varios años; ya que antes existía una Feria del Libro local iniciada en 1996 y suspendida por un tiempo.

Otras de las ferias pioneras de la región son la Feria del Libro de Caleta Olivia, desde 1990; y la Feria Provincial del Libro, que se hace en Río Gallegos desde 1995. Esta última, organizada por la Biblioteca "Juan Hilarión Lenzi", presenta la característica de dedicar un día especial para cada localidad santacruceña; oportunidad en la cual pueden exponer su creación literaria. Pero además de esta participación, otras poblaciones de la provincia tienen sus propias Ferias; como Pico Truncado, Las Heras, Puerto Deseado, Puerto Santa Cruz, Puerto San Julián, Perito Moreno, Los Antiguos y Gobernador Gregores. 

En Neuquén, las primeras fueron la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Villa La Angostura, del 2004; y la Feria Regional del Libro, en San Martín de los Andes, que comenzó en 2006. La Feria Internacional del Libro de la ciudad capital es más reciente, de 2013. También Zapala tiene su Feria.

La Feria Municipal del Libro, de Viedma, se inició en 2010; en tanto la Feria Patagónica del Libro de General Roca, es de 2012. Otra ferias rionegrinas son las de Chimpay y Cipolletti.

Tierra del Fuego tiene dos salones tradicionales: la Feria Provincial del Libro, de Río Grande; y la Feria del Libro de la Escuela 13, que organiza ese establecimiento educativo de Ushuaia.

Sin duda, algunas Ferias patagónicas escaparán a este recuento; por lo que se pide anticipadas disculpas. Cuando se conozcan se agregarán al listado. También cabe mencionar que existe otro formato de estas fiestas culturales: el Encuentro de Escritores; como los que se celebran en Esquel, Ingeniero Jacobacci -organizado por el Centro de Escritores "La Línea de los Sueños"-, General Conesa -que organiza el Club de Escritores “Tinta Libre”-; y Villalonga, en el muy patagónico partido de Patagones de la Provincia de Buenos Aires, a cargo de la Biblioteca “Presbítero Entraigas” y del taller literario “Cómplice de Sueños”. En Bariloche se realiza desde el año 2013 la “Fiesta de la Palabra”, con un formato similar al de las Ferias; al igual que la “Feria Artes y Letras del VIRCH” en Dolavon, cuya primera edición se hizo en 2018.

De esta manera, la Patagonia ofrece una sucesión de ferias que se inicia en el nivel local, pasa por el provincial y finaliza en el regional; un acertado intento de difundir la Literatura de la zona en su ámbito natural. Pero para completar el circuito, las letras del sur deben alcanzar los estamentos nacional e internacional. Ambas categorías está presentes en uno de los salones más famosos del calendario mundial, la Feria Internacional de Libro de Buenos Aires. Pese a su nombre no es sólo universal, pues también ofrece su entorno a las provincias; una buena chance para la Literatura del interior de darse a conocer al país y también al concierto de los estados participantes.

De todas maneras, sea cual sea el ámbito espacial donde se desarrollen, no cabe duda que las Ferias del Libro son, junto con las Bibliotecas y las Librerías, las principales instituciones que actúan de catalizador para provocar la interacción creativa entre lector, libro y escritor; finalidad última de ese fascinante Arte que es la Literatura.






Nota: el autor pide disculpas por la involuntaria omisión de alguna Feria regional; como así también por errores en el año de inicio de la actividad. Agregados y correcciones serán bien recibidas.

miércoles, 4 de abril de 2018

EL POEMA DE HOY




LUNAS DEL SENTIDOR

Por Aníbal Albornoz Ávila (*)



Abro a la eternidad
un almuerzo con panes,
metáfora del sueño
amparos de mi sangre.

No sé si despertar
con la luna en los ojos,
o dormir sin los sueños
como un agua en reposo.

Abro soñado en luz
una casa con tardes,
nostalgiado de sombras
en un farol que arde.

Ese vino de ayer,
melodía de aroma,
es la huella de un verso
por el cielo que asoma.

Cielo en la inmensidad,
sentidor de los versos,
deudo de los arpegios
que niega el universo.

En mis sienes el sol
ya apagó sus ocasos,
aceites de esos fuegos,
en la luz del descanso.

Duermo a la oscuridad
en vislumbres de estrellas,
agua sepia en la noche
y el madrigal que espera.

Lunas del sentidor
que madeja los vientos,
el que en odres de sueños
guarda un verso imperfecto.



(*) Poeta santacruceño. Este poema fue publicado en la página web “Crónica Literaria” el 10 de octubre de 2017.


miércoles, 21 de marzo de 2018

EL POEMA DE HOY




SONETO 7

Por Antonio Vicente Ugo (*)




El viento que sacude la jarilla,
un tibio sol tendido por la arena,
un lento caminar de ánima en pena
y contemplar el mar desde la orilla.

Repetido sentir de cosa ajena,
entusiasmo hacedor de maravilla.
Comprender que la vida es tan sencilla
que ni el amor alcanza a ser condena.

Luego vendrá el dolor, si es que aparece, 
para cubrir el cielo por entero,
que el llanto a la lluvia se parece.

Yo que nunca lloré, me asombraría
si una tarde te grito que te quiero:
la verdad, no sé qué pasaría.






(*) Poeta chubutense. El poema “7” pertenece a su obra “La tierra que me diste” (Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 1994)


miércoles, 14 de marzo de 2018

LA NOTA DE HOY



OTRA DE PIRATAS


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




Con diez cañones por banda, / viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela / un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman, /por su bravura, el Temido”,
en todo mar conocido / del uno al otro confín.

(José de Espronceda, “La canción del pirata”)





Esta es otra nota de piratas. Y de bucaneros y filibusteros. Y de corsarios, que no es lo mismo; como ya se verá. Según es habitual en el blog, el artículo no trata sobre cualquier pirata; sino de aquellos que merodearon los mares de la Patagonia. Que los hubo, de verdad y de ficción.

¿Cómo diferenciar un corsario de un pirata? Ambos asaltaban naves mercantes y atacaban pueblos costeros. Sin embargo, el corso se hacía en el marco de una guerra entre naciones; con permiso de una de ellas, sólo sobre objetivos de la otra y respetando las normas de un incipiente “derecho de la guerra”. Los primeros corsarios que rondaron estas costas fueron los súbditos ingleses, en ese momento en conflicto con España, que contaban con patentes emitidas por sus soberanos. Los principales fueron Francis Drake, Thomas Cavendish y Richard Hawkins; quienes entre 1578 y 1594 transitaron frente a la Patagonia para cruzar al Pacífico y asolar las posesiones españolas en esa zona. De su paso por el lugar quedan unos topónimos, la huella de un ajusticiamiento y el rescate del poblador español de Puerto Hambre.

Años más tarde, desde 1600 a 1614, siguieron el rumbo varios corsarios holandeses, cuya nación se encontraba en armas contra la Corona hispana. Fueron esos navegantes Simón Cordes, Dirk Gerris Pomp, Oliver Van Noort y Joris Van Spielbergen. Pero luego, de 1667 a 1694, vinieron verdaderos filibusteros: los franceses Jean Baptiste de la Feuillade, Ravenau de Lussan, Massertie de la Marre y Jouhan de la Guilbaudière; y los ingleses Bartolomé Sharp, John Strong, John Eaton y Basil Ringrose. Eran piratas del Caribe que huían de la cruzada en su contra realizada por las autoridades de Jamaica; y buscaban seguir sus correrías en el Pacífico rodeando la América del Sur.

Las peripecias de esos navegantes se incorporaron a la Literatura en obras como “Exploradores y piratas en la América del Sur: historia de la aventura” de Ernesto Morales; prolífico escritor argentino conocido en estas páginas por su obra “La ciudad encantada de la Patagonia”. También escribió una biografía de Pedro Sarmiento de Gamboa, a quien en 1584 se encomendó construir dos fuertes, uno a cada lado del Estrecho de Magallanes, para detener a estos bandidos. Otra obra al respecto es “Bucaneros en el estrecho de Magallanes durante la segunda mitad del siglo XVII”, de Mateo Martinic Beros.

Para la Guerra de la Independencia Argentina, el gobierno patrio libró numerosas patentes de corso. Algunos de estos nautas incursionaron en los mares australes. Por ejemplo, en 1815 una flota al mando del almirante Guillermo Brown, formada por la fragata “Hércules”, el bergantín “Santísima Trinidad”, la corbeta “Halcón” –al mando de Hipólito Bouchard- y la goleta “Constitución”, atravesaron el paso de Drake en campaña corsaria, e hicieron una parada en el estrecho de Magallanes para reparar las averías sufridas por los navíos antes de seguir su expedición. Años más tarde Bouchard, en otra acción de corso, hizo flamear la bandera nacional en la ciudad de Monterrey, California, actual territorio de Estados Unidos; en ese momento parte del imperio español. Pero en ese viaje circunnavegó el globo hacia el Oriente, evitando el mar austral.

Con motivo de la Guerra contra el Imperio del Brasil, el gobierno de las Provincias Unidas dio nuevas patentes de corso. La presión enemiga sobre el Río de la Plata hizo que los corsarios se refugiaran en el puerto de Carmen de Patagones. Entre ellos se puede mencionar a los franceses Francisco Fourmantin y Pedro Dautant, los ingleses James Harris, John Thomas y Edmund Elsegood; y el galés James George Bynnon (que era corsario y no pirata, como un par de siglos antes habían sido sus compatriotas Henry “El Pirata” Morgan y Bartholomew Roberts). Los corsarios de Patagones fueron parte de la defensa de la plaza ante el ataque brasileño del 7 de marzo de 1827; que los tenía como objetivo.

Estas vicisitudes están narradas en libros al estilo de “En la estela del Corsario Elsegood” de Luciano Becerra; “El corso rioplatense” de Pablo Arguindeguy y Horacio Rodríguez; o el artículo “Guerra de corso contra Brasil” de Laurio Destefani. Es de particular interés la novela “Bouchard, el corsario”, del escritor Eros Nicola Siri, publicada en la recordada colección para jóvenes “Robin Hood”.

Hacia 1830, el jefe español en Chiloé, Antonio de Quintanilla, otorgó varias patentes de corso para atacar los buques chilenos en la región. Después desaparecen los corsarios y piratas, con o sin permiso oficial, de los mares sureños; hasta que en 1851 se produce el violento motín de Punta Arenas. Su cabecilla, Miguel José Cambiazo, subleva la plaza, fusila al gobernador y a otros pobladores; y captura dos buques en el puerto. Aduciendo apoyar un levantamiento político en Chile, se lanza a una navegación pirata que culmina frente al río Gallegos, donde su propia tripulación se insubordina, lo apresa y regresa para entregarlo a las autoridades chilenas. En su nave capitana, la Florida, enarbolaba una insignia color rojo con una calavera y dos tibias cruzadas y la leyenda (sic) “Conmigo no hai cuartel”. Armando Braun Menéndez narra este episodio en su obra "Cambiazo, el último pirata del Estrecho".

Pero no es el postrer bucanero de la región. Quizás influido por esta historia, en su novela "El faro del fin del mundo", ambientada en 1859, Julio Verne presenta al villano Kongre. Este antiguo filibustero devenido en “naufragador”, huido por sus fechorías de Punta Arenas, busca apoderarse de un buque para escapar de la isla de los Estados donde quedó confinado con su pandilla. Su intención es navegar el Pacífico y continuar sus correrías, secundado por el cruel Carcante. En la novela, Kongre comete mil felonías; pero se muestra mucho más cruel Yul Brynner cuando cubre su papel en la película de 1971 dirigida por Kevin Billington.

Y esa visión de crueldad y sevicia es más compatible con la verdad histórica. Lejos de ser los románticos caballeros del mar que pintan algunas ficciones, cuando actuaban como cuentapropistas –al contrario de lo que sucedía con los corsarios- los piratas eran verdaderos maleantes que aprovechaban la soledad de alta mar para atacar buques indefensos o el aislamiento de las poblaciones para asolarlas; actuando con brutalidad y sin miramientos con sus prisioneros. Sólo la distancia en el tiempo y las licencias poéticas permiten traer a esta época la figura de un bucanero heroico o pintoresco; como el que inmortalizó José de Espronceda a principios del siglo XIX. Por ejemplo, el que menciona Joan Manuel Serrat en "Una de piratas": 

Todos los piratas tienen / un temible bergantín,
con diez cañones por banda / y medio plano de un botín,
que enterraron a la orilla / de una playa en las Antillas.

O el de Joaquín Sabina, en "La del pirata cojo"; con cuya estrofa se termina esta filibustera evocación:

Pero si me dan a elegir / entre todas las vidas yo escojo / la del pirata cojo
con pata de palo, / con parche en el ojo, / con cara de malo,
el viejo truhán, capitán / de un barco que tuviera por bandera 
un par de tibias y una calavera.


jueves, 8 de marzo de 2018

EL POEMA DE HOY



Nostalgias



Por Olga Starzak




Anida en mis entrañas
el recuerdo.
Un te amo se funde en el eco
del recejo de este lago.
El veril atrapa las palabras
 y ansío que la profundidad las sepulte.

Son las mismas aguas donde intenté
desplegar el vuelo de mis sentimientos.

Las percibo tan frías que estremecen.
El peligro eriza.
Me subyuga su libertad.
Las siento tan mías como es mío
el secreto que les entrego.
Ya no puedo bucear en sus silencios.

     Un chucao se acerca a mis pies...
le ofrezco las migajas de mi cuerpo.
Retrocede y vuelve...
Vuelve y retrocede.
Sé que  lo he perdido  para siempre.
No volverá a  encontrarme
aunque lo intente.

Ahora es una orilla apacible, transparente.
Aquel veril ha quedado muy lejos.
Siento una mano tibia que me acaricia.
Su sonrisa perfecta me ilumina.
Y entonces comprendo, con nostalgia,
que es ahí tan próxima,
donde está toda mi vida.