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viernes, 20 de abril de 2018

LA NOTA DE HOY





DE ESPECIAS VIVIRÁ EL HOMBRE


Por Jorge Castañeda (*)






Desde los tiempos más remotos el hombre supo meter mano a las especias de todo tipo, color, olor y sabor. Junto al oro y las joyas: regalo de reyes. Moneda para el pago de rescates han significado poder y riquezas para quienes han controlado su tráfico y comercio. Dieron esplendor a los pueblos que las supieron monopolizar y supo nacer de ellas el arte de condimentar.

A mí me gusta contemplar los especieros ordenados en las alacenas y el gusto de destaparlos y olerlos es incomparable. Su aroma me perfuma el alma. Me trae recuerdos de mi madre y de su cocina sabrosa y sencilla.

Escribiendo esta crónica me siento un Marco Polo, un Colón, un Vasco de Gama y como dice la Biblia “acerco los tamos a mi nariz”.

Tengo en mis manos polvo de achiote, que sirve como colorante de quesos, helados, salchichas y cremas. Y para la carne y los embutidos quiero una pizca de las delicadas hojas de ajedrea, condimento picante para rebozar pescados.

La albahaca para la salsa pesto donde es reina y señora desvela las delicias de cualquier mesa que se precie, o un pellizco para la base de las pizzas. De albahaca son mis recuerdos y de albahaca los olores de la cocina mediterránea.

Para los guisados yo quiero utilizar alcaravea con sus tallos, sus semillas y las raíces primarias. Y quiero que con el extracto de sus semillas que me preparen Kümmel, licor de los dioses.

Me veo saborizando los panes con las semillas de amapola y también los dulces y los pasteles. ¡¡Un manjar!!

Dadme anís para las tartas y los licores y el cielo derribado del anís estrellado para condimento de las carnes y con su aceite hacer pastis. ¡Salud!

Al apio lo quiero mucho, ya sea en ensaladas o aromando la sopa y el puchero, ¡qué rico!

Me pongo exquisito y manirroto. A las estigmas del azafrán las apetezco ya en hebras o en polvo. En vasijas pequeñas es un diminuto tesoro de color y de sabor. Me pongo exigente y sólo quiero comprar el procedente de “cierta región de La Mancha” porque no solamente de quijotes vive el hombre.

Ante la canela me saco el sombrero. Para el café una delicia, para maridar con los postres, para el ponche y los pasteles. En rama o en polvo nunca ausente. Corteza derribada, fragante y fina.

Compro cardamomo si me encuentro holgado de dinerillos para los panes y los curries. Si es el de Ceilán soy Gardel.

Del cebollino solo expreso que sus hojas son ricas en la ensalada y para aromatizar los quesos. Todo un arte.

El cilantro se ha impuesto a trompicones en la alta cocina de todo el mundo; señor en la sopa y para sazonar potajes y platos con carne y pescados. Me gusta pero sin abundar.

El clavo tiene historia y prosapia. Son los capullos secos de la flor del clavero: para marinar las carnes: clavo, clavo y clavo.

Yo ante el comino pongo la capa: para las empanadas, infaltable en el cuscús, está como un señor en mi especiero.

Del curry poco hablo porque suele mezclar entre 16 y 20 especias distintas. En la india es el rey y en Madrás se hace fuerte y picante.

Para los exquisitos la cúrcuma. El daikón con su forma de rábano para ensaladas o como guarnición. La endrina con cuyas bayas se preparan mermeladas y jaleas. El epazote, pariente del cilantro, para guisados y platos con alubias.

Señores estoy nombrando al estragón y me pongo de pie. Su sabor es único y característico, ingrediente esencial de las hierbas más finas.

De la galanga utilizo las raíces para los embutidos. La hierbabuena es una gran señora de los platos: por mi ascendencia árabe la tengo entre mis preferidas y la cultivo en mi jardín. Su aroma me llena el corazón de recuerdos.

El hinojo con sabor de anís, ya crudo o cocinado. El hisopo para los platos con frutas.

El jengibre está en un pedestal. Su raíz es un condimento esencial para muchos platos. Para la salsa bechamel el macis. La mejorana ni hablar con las verduras y los huevos: relaciones de buena vecindad.

El laurel merece toda una crónica por sí solo. Tiene antigüedad, linaje, nobleza, honor, gloria, arquitectura y literatura. Sus hojitas sahúman como un incienso pagano y gastronómico. Salud hojas de acanto.

La mostaza tiene la humildad que le dejó el evangelio. Pequeña pero fuerte. Vale oro. La nuez moscada me trae recuerdos de mi infancia con su exótico y pequeño rallador.

Si del orégano hablamos lo remito al lector al poema de las Odas Elementales donde Pablo Neruda supo glosar sus maravillas.

De perejil somos. Nos emperejilamos por cualquier cosa. Siempre está a mano. Verde y salvador. Quiero plantas tan grandes como para dormir la siesta bajo su sombra.

El pimentón nunca falta: esta siempre preparado para aderezar los pulpos y los platos típicos de la cocina española.

Por las pimientas muchos dieron sus propias vidas. Están siempre presentes. Son imprescindibles. En todas sus variedades. Merecen un poema, una crónica y mucho más.

Y de la sal, de donde viene la palabra salario, se puede escribir muchos libros, hacer una Biblia con su historia que es en definitiva la historia del hombre.

Para el asado de cordero dadme romero. Para condimentar aves viva la salvia. La pasta gruesa de tahini la tengo en frascos que atesoro para condimentar los garbanzos y toda la cocina del Oriente Medio.

Cuando salgo a caminar por la estepa patagónica vengo con manojos de tomillo silvestre entre mis brazos. ¡Que aroma para aderezar las salsas!

La vainilla tiene una larga tradición repostera. Se extrae por la fermentación de la vaina de una orquídea trepadora. Y así ha sabido trepar a las cremas, los helados, los pasteles y cuantas otras delicias.

El último párrafo es para el wasabi que merece un ditirambo. Rábano picante japonés para condimentar el sushi y el sashimi, pequeños bocadillos de sabor tan atractivos como para pintar una naturaleza muerta. 

Sé de mis limitaciones. Pido perdón. Seguro que hay omisiones vergonzosas. Especias de todo el mundo, perdonadme si faltan algunas: ¡Qué tengáis larga vida!







(*) Escritor de Valcheta. Crónica tomada de su libro “Crónicas & crónicas” (Edición de la Imprenta de la Legislatura de Río Negro, Viedma, 2015).



domingo, 8 de abril de 2018

LA NOTA DE HOY





FERIAS DEL LIBRO EN LA PATAGONIA


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




¿Qué es una Feria del Libro? Según la Real Academia Española, se trata de una instalación donde se exponen los productos de un solo ramo industrial o comercial, en este caso libros, para su promoción y venta. Si bien esta muestra en su origen fue sólo un mercado de textos, con el tiempo se volvió un espacio cultural, que al intercambio de bienes agregó la difusión de las letras entre un público variado y numeroso. Pero para hacer honor a su nombre, el protagonista de la feria debe ser el libro. Y junto con el libro, la Literatura. Y el escritor. Y las editoriales, las librerías, las bibliotecas. Y los lectores.

¿Qué actividades se espera que ocurran en tal sitio? Exposición de ejemplares, presentación de obras nuevas, conferencias individuales o grupales sobre temas afines. A lo mejor puede albergar otras manifestaciones artísticas, relacionadas en forma íntima con la escritura. Pero, sobre todo, tiene que haber libros. Y Literatura.

Los eventos en cuestión son valiosas oportunidades para mostrar la creación artística de un determinado grupo humano. La opción más corriente es la exhibir las obras agrupadas según el lugar geográfico donde se generaron. En una feria internacional, los expositores serán los diferentes países, en una feria nacional, las provincias, en una provincial, las localidades, en una local, los cultores de la pluma del lugar. Por supuesto, las ferias tienen una doble faz, pues enseñan lo vernáculo a lo universal y viceversa; aunque al mencionar esto hay que recordar que la prioridad la da el hecho de ser una oportunidad –a veces única– que tiene el interior para difundir a sus escritores y su acervo literario.

Estas actividades reúnen al libro con el lector. En ocasiones, también acercan escritor y lector; pero tal posibilidad se acota a la luz de la cantidad de autores que van a poder ser conocidos en forma personal por el público. Son festividades anuales que honran al libro y a la Literatura. Con la formalidad de un rito, el aficionado se prepara para disfrutar de esos días de contacto con un universo de textos; algunos de los cuales – seleccionados - luego van a llenar de placer sus horas de descanso.

Desde hace varios años se celebran en la Patagonia. La más antigua de la zona parece ser la Feria Provincial del Libro del Chubut, que se realiza en Gaiman desde 1985; y cuya organización corre por cuenta de la Biblioteca Popular "Ricardo J. Berwyn". En el año 2005 se incorporó el desarrollo conjunto de la Feria Patagónica del Libro. La provincia del Chubut tiene varias muestras más, como la Feria del Libro y la Cultura, que se lleva a cabo en Sarmiento desde 2001, y las Ferias del Libro de Trelew, de Puerto Madryn, con carácter de Internacional, de Río Mayo, de Rada Tilly y de Alto Río Senguerr. Unas líneas aparte merece la Feria de la Ciudad del Libro que en el 2014 volvió a realizarse en Comodoro Rivadavia, luego de un impasse de varios años; ya que antes existía una Feria del Libro local iniciada en 1996 y suspendida por un tiempo.

Otras de las ferias pioneras de la región son la Feria del Libro de Caleta Olivia, desde 1990; y la Feria Provincial del Libro, que se hace en Río Gallegos desde 1995. Esta última, organizada por la Biblioteca "Juan Hilarión Lenzi", presenta la característica de dedicar un día especial para cada localidad santacruceña; oportunidad en la cual pueden exponer su creación literaria. Pero además de esta participación, otras poblaciones de la provincia tienen sus propias Ferias; como Pico Truncado, Las Heras, Puerto Deseado, Puerto Santa Cruz, Puerto San Julián, Perito Moreno, Los Antiguos y Gobernador Gregores. 

En Neuquén, las primeras fueron la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Villa La Angostura, del 2004; y la Feria Regional del Libro, en San Martín de los Andes, que comenzó en 2006. La Feria Internacional del Libro de la ciudad capital es más reciente, de 2013. También Zapala tiene su Feria.

La Feria Municipal del Libro, de Viedma, se inició en 2010; en tanto la Feria Patagónica del Libro de General Roca, es de 2012. Otra ferias rionegrinas son las de Chimpay y Cipolletti.

Tierra del Fuego tiene dos salones tradicionales: la Feria Provincial del Libro, de Río Grande; y la Feria del Libro de la Escuela 13, que organiza ese establecimiento educativo de Ushuaia.

Sin duda, algunas Ferias patagónicas escaparán a este recuento; por lo que se pide anticipadas disculpas. Cuando se conozcan se agregarán al listado. También cabe mencionar que existe otro formato de estas fiestas culturales: el Encuentro de Escritores; como los que se celebran en Esquel, Ingeniero Jacobacci -organizado por el Centro de Escritores "La Línea de los Sueños"-, General Conesa -que organiza el Club de Escritores “Tinta Libre”-; y Villalonga, en el muy patagónico partido de Patagones de la Provincia de Buenos Aires, a cargo de la Biblioteca “Presbítero Entraigas” y del taller literario “Cómplice de Sueños”. En Bariloche se realiza desde el año 2013 la “Fiesta de la Palabra”, con un formato similar al de las Ferias; al igual que la “Feria Artes y Letras del VIRCH” en Dolavon, cuya primera edición se hizo en 2018.

De esta manera, la Patagonia ofrece una sucesión de ferias que se inicia en el nivel local, pasa por el provincial y finaliza en el regional; un acertado intento de difundir la Literatura de la zona en su ámbito natural. Pero para completar el circuito, las letras del sur deben alcanzar los estamentos nacional e internacional. Ambas categorías está presentes en uno de los salones más famosos del calendario mundial, la Feria Internacional de Libro de Buenos Aires. Pese a su nombre no es sólo universal, pues también ofrece su entorno a las provincias; una buena chance para la Literatura del interior de darse a conocer al país y también al concierto de los estados participantes.

De todas maneras, sea cual sea el ámbito espacial donde se desarrollen, no cabe duda que las Ferias del Libro son, junto con las Bibliotecas y las Librerías, las principales instituciones que actúan de catalizador para provocar la interacción creativa entre lector, libro y escritor; finalidad última de ese fascinante Arte que es la Literatura.






Nota: el autor pide disculpas por la involuntaria omisión de alguna Feria regional; como así también por errores en el año de inicio de la actividad. Agregados y correcciones serán bien recibidas.

miércoles, 4 de abril de 2018

EL POEMA DE HOY




LUNAS DEL SENTIDOR

Por Aníbal Albornoz Ávila (*)



Abro a la eternidad
un almuerzo con panes,
metáfora del sueño
amparos de mi sangre.

No sé si despertar
con la luna en los ojos,
o dormir sin los sueños
como un agua en reposo.

Abro soñado en luz
una casa con tardes,
nostalgiado de sombras
en un farol que arde.

Ese vino de ayer,
melodía de aroma,
es la huella de un verso
por el cielo que asoma.

Cielo en la inmensidad,
sentidor de los versos,
deudo de los arpegios
que niega el universo.

En mis sienes el sol
ya apagó sus ocasos,
aceites de esos fuegos,
en la luz del descanso.

Duermo a la oscuridad
en vislumbres de estrellas,
agua sepia en la noche
y el madrigal que espera.

Lunas del sentidor
que madeja los vientos,
el que en odres de sueños
guarda un verso imperfecto.



(*) Poeta santacruceño. Este poema fue publicado en la página web “Crónica Literaria” el 10 de octubre de 2017.


miércoles, 21 de marzo de 2018

EL POEMA DE HOY




SONETO 7

Por Antonio Vicente Ugo (*)




El viento que sacude la jarilla,
un tibio sol tendido por la arena,
un lento caminar de ánima en pena
y contemplar el mar desde la orilla.

Repetido sentir de cosa ajena,
entusiasmo hacedor de maravilla.
Comprender que la vida es tan sencilla
que ni el amor alcanza a ser condena.

Luego vendrá el dolor, si es que aparece, 
para cubrir el cielo por entero,
que el llanto a la lluvia se parece.

Yo que nunca lloré, me asombraría
si una tarde te grito que te quiero:
la verdad, no sé qué pasaría.






(*) Poeta chubutense. El poema “7” pertenece a su obra “La tierra que me diste” (Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 1994)


miércoles, 14 de marzo de 2018

LA NOTA DE HOY



OTRA DE PIRATAS


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




Con diez cañones por banda, / viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela / un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman, /por su bravura, el Temido”,
en todo mar conocido / del uno al otro confín.

(José de Espronceda, “La canción del pirata”)





Esta es otra nota de piratas. Y de bucaneros y filibusteros. Y de corsarios, que no es lo mismo; como ya se verá. Según es habitual en el blog, el artículo no trata sobre cualquier pirata; sino de aquellos que merodearon los mares de la Patagonia. Que los hubo, de verdad y de ficción.

¿Cómo diferenciar un corsario de un pirata? Ambos asaltaban naves mercantes y atacaban pueblos costeros. Sin embargo, el corso se hacía en el marco de una guerra entre naciones; con permiso de una de ellas, sólo sobre objetivos de la otra y respetando las normas de un incipiente “derecho de la guerra”. Los primeros corsarios que rondaron estas costas fueron los súbditos ingleses, en ese momento en conflicto con España, que contaban con patentes emitidas por sus soberanos. Los principales fueron Francis Drake, Thomas Cavendish y Richard Hawkins; quienes entre 1578 y 1594 transitaron frente a la Patagonia para cruzar al Pacífico y asolar las posesiones españolas en esa zona. De su paso por el lugar quedan unos topónimos, la huella de un ajusticiamiento y el rescate del poblador español de Puerto Hambre.

Años más tarde, desde 1600 a 1614, siguieron el rumbo varios corsarios holandeses, cuya nación se encontraba en armas contra la Corona hispana. Fueron esos navegantes Simón Cordes, Dirk Gerris Pomp, Oliver Van Noort y Joris Van Spielbergen. Pero luego, de 1667 a 1694, vinieron verdaderos filibusteros: los franceses Jean Baptiste de la Feuillade, Ravenau de Lussan, Massertie de la Marre y Jouhan de la Guilbaudière; y los ingleses Bartolomé Sharp, John Strong, John Eaton y Basil Ringrose. Eran piratas del Caribe que huían de la cruzada en su contra realizada por las autoridades de Jamaica; y buscaban seguir sus correrías en el Pacífico rodeando la América del Sur.

Las peripecias de esos navegantes se incorporaron a la Literatura en obras como “Exploradores y piratas en la América del Sur: historia de la aventura” de Ernesto Morales; prolífico escritor argentino conocido en estas páginas por su obra “La ciudad encantada de la Patagonia”. También escribió una biografía de Pedro Sarmiento de Gamboa, a quien en 1584 se encomendó construir dos fuertes, uno a cada lado del Estrecho de Magallanes, para detener a estos bandidos. Otra obra al respecto es “Bucaneros en el estrecho de Magallanes durante la segunda mitad del siglo XVII”, de Mateo Martinic Beros.

Para la Guerra de la Independencia Argentina, el gobierno patrio libró numerosas patentes de corso. Algunos de estos nautas incursionaron en los mares australes. Por ejemplo, en 1815 una flota al mando del almirante Guillermo Brown, formada por la fragata “Hércules”, el bergantín “Santísima Trinidad”, la corbeta “Halcón” –al mando de Hipólito Bouchard- y la goleta “Constitución”, atravesaron el paso de Drake en campaña corsaria, e hicieron una parada en el estrecho de Magallanes para reparar las averías sufridas por los navíos antes de seguir su expedición. Años más tarde Bouchard, en otra acción de corso, hizo flamear la bandera nacional en la ciudad de Monterrey, California, actual territorio de Estados Unidos; en ese momento parte del imperio español. Pero en ese viaje circunnavegó el globo hacia el Oriente, evitando el mar austral.

Con motivo de la Guerra contra el Imperio del Brasil, el gobierno de las Provincias Unidas dio nuevas patentes de corso. La presión enemiga sobre el Río de la Plata hizo que los corsarios se refugiaran en el puerto de Carmen de Patagones. Entre ellos se puede mencionar a los franceses Francisco Fourmantin y Pedro Dautant, los ingleses James Harris, John Thomas y Edmund Elsegood; y el galés James George Bynnon (que era corsario y no pirata, como un par de siglos antes habían sido sus compatriotas Henry “El Pirata” Morgan y Bartholomew Roberts). Los corsarios de Patagones fueron parte de la defensa de la plaza ante el ataque brasileño del 7 de marzo de 1827; que los tenía como objetivo.

Estas vicisitudes están narradas en libros al estilo de “En la estela del Corsario Elsegood” de Luciano Becerra; “El corso rioplatense” de Pablo Arguindeguy y Horacio Rodríguez; o el artículo “Guerra de corso contra Brasil” de Laurio Destefani. Es de particular interés la novela “Bouchard, el corsario”, del escritor Eros Nicola Siri, publicada en la recordada colección para jóvenes “Robin Hood”.

Hacia 1830, el jefe español en Chiloé, Antonio de Quintanilla, otorgó varias patentes de corso para atacar los buques chilenos en la región. Después desaparecen los corsarios y piratas, con o sin permiso oficial, de los mares sureños; hasta que en 1851 se produce el violento motín de Punta Arenas. Su cabecilla, Miguel José Cambiazo, subleva la plaza, fusila al gobernador y a otros pobladores; y captura dos buques en el puerto. Aduciendo apoyar un levantamiento político en Chile, se lanza a una navegación pirata que culmina frente al río Gallegos, donde su propia tripulación se insubordina, lo apresa y regresa para entregarlo a las autoridades chilenas. En su nave capitana, la Florida, enarbolaba una insignia color rojo con una calavera y dos tibias cruzadas y la leyenda (sic) “Conmigo no hai cuartel”. Armando Braun Menéndez narra este episodio en su obra "Cambiazo, el último pirata del Estrecho".

Pero no es el postrer bucanero de la región. Quizás influido por esta historia, en su novela "El faro del fin del mundo", ambientada en 1859, Julio Verne presenta al villano Kongre. Este antiguo filibustero devenido en “naufragador”, huido por sus fechorías de Punta Arenas, busca apoderarse de un buque para escapar de la isla de los Estados donde quedó confinado con su pandilla. Su intención es navegar el Pacífico y continuar sus correrías, secundado por el cruel Carcante. En la novela, Kongre comete mil felonías; pero se muestra mucho más cruel Yul Brynner cuando cubre su papel en la película de 1971 dirigida por Kevin Billington.

Y esa visión de crueldad y sevicia es más compatible con la verdad histórica. Lejos de ser los románticos caballeros del mar que pintan algunas ficciones, cuando actuaban como cuentapropistas –al contrario de lo que sucedía con los corsarios- los piratas eran verdaderos maleantes que aprovechaban la soledad de alta mar para atacar buques indefensos o el aislamiento de las poblaciones para asolarlas; actuando con brutalidad y sin miramientos con sus prisioneros. Sólo la distancia en el tiempo y las licencias poéticas permiten traer a esta época la figura de un bucanero heroico o pintoresco; como el que inmortalizó José de Espronceda a principios del siglo XIX. Por ejemplo, el que menciona Joan Manuel Serrat en "Una de piratas": 

Todos los piratas tienen / un temible bergantín,
con diez cañones por banda / y medio plano de un botín,
que enterraron a la orilla / de una playa en las Antillas.

O el de Joaquín Sabina, en "La del pirata cojo"; con cuya estrofa se termina esta filibustera evocación:

Pero si me dan a elegir / entre todas las vidas yo escojo / la del pirata cojo
con pata de palo, / con parche en el ojo, / con cara de malo,
el viejo truhán, capitán / de un barco que tuviera por bandera 
un par de tibias y una calavera.