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miércoles, 3 de octubre de 2018

EL CUENTO DE HOY



UN SUSTO A MEDIANOCHE

Por Ernesto Aníbal Portilla



Era verano, nuestro campamento estaba cerca del Lago Cardiel, provincia de Santa Cruz, había muchas caras nuevas porque hacía poco tiempo que nos habíamos instalado en esa zona y por lo general completaban los faltantes de personal con gente del lugar.

Había ingresado gente de Piedrabuena, San Julián y G. Gregores que generalmente ocupaban puestos de peones o choferes pero al jefe se le había ocurrido en esta ocasión tomar un ayudante administrativo para controlar los papeles del depósito. Otra cosa que no era habitual, era tomar personal que no fuera joven, pero para este tipo de tareas no era un requisito muy significativo.

Ingresó un hombre de unos 45 años, que procedía de Piedrabuena, casi no teníamos contacto con él porque estaba siempre encerrado en el depósito o en su habitación y tampoco compartía con nosotros los picaditos que se armaban antes de la cena, en las tardes largas del verano en la canchita del campamento, y además fue uno de los últimos en incorporarse.

Nuestro jefe como suele ser frecuente con los jefes, no era  de nuestro agrado, era un ingeniero recién recibido pero contrariando todas las suposiciones, tenía ya 50 años y se caracterizaba por no tener nunca una iniciativa ni solución para ningún problema imprevisto, falto de criterio a veces ingenuo, como si se guiara por una lista de soluciones, y no podía apartarse ni abordar algún tema que no estuviera escrito allí.

Un día al poco tiempo de prestar servicio, el nuevo empleado no se presentó a cumplir con sus tareas y el depósito permanecía cerrado, ya eran casi las once de la mañana y el hombre no aparecía, en esto el jefe toma conocimiento de la situación y sale a buscarlo hasta su habitación, golpea la puerta pero nadie contesta, insiste diciendo: Sr. Leich, ¡mire que le pongo falta sin aviso! y nada, entonces se atreve a abrir la puerta y para su sorpresa se encuentra con que el hombre estaba muerto en su cama.

Circuló la versión durante mucho tiempo que cuando vio el cadáver y como se trataba de algo totalmente imprevisto, lo increpó diciéndole: ¡menos mal que está muerto porque si no le ponía falta sin aviso! Anécdotas de esta naturaleza eran una cosa común en este hombre que a veces nos resultaba incomprensible. Durante algunos días nadie se atrevía a entrar en esa casilla, pero en todo grupo humano siempre hay algún desorejado, impertinente o irrespetuoso, como se lo quiera llamar, así era nuestro compañero Juanito Flores.

Un día se le ocurre desagraviar o desembrujar la casilla de Leich, pero debía ser de noche. Organizó una partida de truco a la que cada uno concurrió acompañado de una botellita de vino para darse valor, al rato la algarabía era total, truco, vino y risas, pero entre tanto jolgorio nadie había advertido que se acercaban las doce de la noche, la hora de las brujas como dicen algunos. Repentinamente se apagó 1a luz, algunos dejaron caer sus vasos mientras se le erizaban los pelos, se hizo un breve silencio y se escuchó un grito estremecedor que a todos tomó desprevenidos, salieron precipitadamente de la casilla llenos de espanto, a la mayoría se le pasó la borrachera de inmediato y desaparecieron en la penumbra de la noche, cada uno a su cama, tapaditos hasta las orejas.

Al día siguiente, pese a que todos sabían que la luz se había cortado porque a esa hora apagaban el grupo electrógeno y el grito lo había dado el mismísimo Juanito Flores, nadie más se metió en esa casilla que quedó deshabitada hasta que fue desarmada para trasladarla a otro campamento donde se mezclaron los paneles diluyéndose el embrujo.



(*) Escritor comodorense, nacido en Carlos Tejedor, Buenos Aires en 1937; y radicado en la Patagonia desde 1958. En 1992 se integró al “Fogón de Escritores”; momento en el que comienza su producción literaria en los géneros cuento y poesía; obteniendo con este último un premio en el Concurso del 95 Aniversario de la Ciudad de Comodoro Rivadavia. Este cuento se tomó de su volumen “Era verano” (Edición del autor, sin fecha ni lugar de edición); que reúne narraciones cortas publicadas en los diarios El Chubut, Crónica y El Patagónico. Tiene publicado cuatro volúmenes de cuentos y poesías más; entre ellos “Fruslerías” (cuentos, 2015).



miércoles, 26 de septiembre de 2018

EL RELATO DE HOY




EL SUCESO INDETENIBLE


Por Sergio Pellizza (*)




Ramón yacía en su cama aquella mañana de octubre, ensimismado en sus innumerables pensamientos. Sin embargo nunca consideró la posibilidad que aquel día iba a cambiar de manera tan profunda su existencia. Consideraba que había llegado a un punto en su vida que ese tipo de día había quedado atrás y, también una parte de sus pensamientos se centraba en el reconocimiento de que comenzar un nuevo día de esta manera, no sabía cómo hacerlo, y sí, le parecía atractivo no levantarse. ¿Levantarse para intentar impedirlo o, solo dejar que simplemente ocurriera? Esa pregunta recién asomada a su mente le dio un leve toque a su voluntad; pero no alcanzaba. Necesitaba mucho más energía para romper tanta inercia y pasar de este cómodo estado de reposo al de movimiento.

De pronto todo se aclaró. No estaba en la cama, tampoco era octubre, era el 28 de noviembre de 1897. En el paraje de Miraflores, Provincia de Salta. El suceso indetenible era su propia muerte. Ya se había producido. Su espíritu no se había alejado aún y se veía desde una perspectiva extraña tirado sobre un suelo húmedo y fofo con un tiro en la cabeza a merced de cuervos y caranchos que ya estaban merodeando.

Los datos que llegaron en un principio hablaban de suicidio. Más tarde una expedición rescató el cuerpo y lo trasladó a Buenos Aires, estudios posteriores dejaron en claro que el explorador había sido asesinado presumiblemente por un par de baqueanos que lo acompañaban. Estaba en preparación sus intenciones de navegar todo el curso del río Pilcomayo. Se propuso navegar ese río y develar su secreto, como era su costumbre. Comenzó desde la naciente, cerca de Bolivia con la idea de llegar hasta su desembocadura en el río Paraguay. La muerte lo sorprende en este intento a los 41 años, cerca de sus nacientes casi en el límite con Bolivia. Sus restos recibieron cristiana sepultura el 24 de febrero de 1898 dentro del Cementerio de la Recoleta en la bóveda de la familia Andrade.

Sobre su tumba alguien escribió: Aquí yace Ramón Lista. El explorador sin límites. Fue el primer explorador criollo en Tierra del Fuego. Navegó por primera vez con una lancha a vapor el río Santa Cruz. Recorrió las nacientes del río Chico y en 1884 realizó un viaje a caballo de 3500 kilómetros que le permitió relevar las principales vías hidrográficas patagónicas que desembocaban en el Océano Atlántico. Fue el segundo gobernador de Santa Cruz, nombrado en 1887. Don Ramón Lista decide trasladar la capital del territorio, que funcionaba en Puerto Santa Cruz, a Río gallegos en 1888 con el objeto de vigilar mejor las riquezas auríferas de Cabo Vírgenes. El traslado jurídico de la capital sólo se realizó por ley del año 1898 y es ratificado el 19 de mayo de 1904 cuando el Poder Ejecutivo Nacional promulgó el decreto respectivo. Semillas de argentinidad sembradas particularmente en esta bendita Patagonia austral.

Semillas sembradas con la entereza de su espíritu que al fin partió en paz porque le había dado a la planta nacional, el agua para que se produzca el milagro del incipiente florecer argentino en los confines del sur de la patria. 





(*) Escritor de Río Gallegos. Este relato pertenece a su libro “Destellos Patagónicos” (Editorial Dunken, Buenos Aires, 2017)


miércoles, 19 de septiembre de 2018

EL MICRORRELATO DE HOY




RELACIÓN INCONDICIONAL

Por Luis Alberto Jones


Ahí estaban, sentados en un escalón de la vidriera. Parecían ajenos a lo que transcurría alrededor. Gente que corría en un día de lluvia. Autos y colectivos luchando por llegar a su destino, todos librando su batalla diaria en la guerra de la vida. El perro estaba calmo, quizás esperando que el dueño decidiera seguir, y su porte era de orgullo por su único capital: la correa verde, como lo era la bolsa para el deambulante. Todo lo que tenían cada uno, lo único. Pero por sobretodo creo que se sentía orgulloso porque tenía un compañero de vida. Nunca, seguramente, había sabido si comer todos los días era natural, como tampoco el pasar frío por las noches, pero esto último no le importaba tanto porque cada uno era frazada del otro. Su impronta era expectante. Había agradecimiento por ese nuevo día juntos, también mucha atención hacia quiénes los rodeaban, porque para eso también estaba, siempre listo para defender a su amo de todo y de todos. La gente circulaba apresurada por el mal tiempo indiferente al dúo. Quizás muchos anhelaban tener alguien en sus vidas que los amara por ellos mismos y no por lo que tenían. Pero claro, vivían su mundo, ajenos, totalmente ajenos al hombre y al perro. Ellos, en tanto, se aceptaban con lo poco que tenían cada uno, disfrutando de lo más valioso con que contaban en su otro mundo: la amistad.

jueves, 13 de septiembre de 2018

LA NOTA DE HOY




LOS PUENTES DE LA PATAGONIA


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




En “Un puente sobre el Drina”, Ivo Andric recrea la historia de la región de Bosnia-Herzegovina; ese antiguo límite entre Occidente y Oriente que formó parte del Imperio Romano, fue más tarde conquistado por los otomanos, pasó luego al dominio Austro-Húngaro y en la actualidad, después de haber integrado la República Yugoslava, es una nación independiente. El centro del relato es la obra de arte que titula la novela; símbolo del vínculo entre las dos culturas separadas por las márgenes del río, que forjaron el pasado del lugar.

Es que los puentes son proverbial metáfora de unión material y espiritual. En la Patagonia, tierra de grandes ríos, los puentes enlazaron el territorio con el resto del país; facilitando el pasaje de los cursos de agua que en tiempos pretéritos se vadeaban a fuerza de valor y músculo. Si se viaja por la Ruta 3 de norte a sur, el primer puente en aparecer es el “Ceferino Namucurá”, en Pedro Luro; que franquea el Río Colorado, límite de la Patagonia. Más adelante, el Río Negro se cruza en la tierra de las ciudades gemelas, Carmen de Patagones y Viedma, por el viejo puente Ferrocarretero y por el puente vial “Basilio Villarino”.

Siguiendo hacia el sur, la ruta pasa el Río Chubut por el "Puente nuevo" de Trelew. Pero en el Valle Inferior, el Camwy puede atravesarse por varios puentes: 28 de Julio, "Tom Bach", Maesteg, Gaiman, "Hendre", "San Cristóbal", "Stefyn James", "Ingeniero Ricardo Mafia", nuevo de Rawson y El Elsa. Y también por uno de los más conocidos: el Puente del Poeta, situado próximo al emplazamiento de su antecesor de madera fabricado por Griffith Griffiths; en cuyo honor se lo bautizó. "Carpintero de puentes y palabras", reza la placa que recuerda a Griffiths. Y es así, porque además de construir el primer puente de Rawson y el Hendre, fue un poeta que con el nombre bárdico de Gutyn Ebrill intervino en los Eisteddfod del Valle, fundó el Gorsedd regional y fungió de primer archidruida.

El escritor Sergio Pravaz, quién además habla del tema en su nota “Puentes” (*), dedicó a la obra el poema "Cantata de los dos puentes":

“A estos parajes viniste esquivando el expediente
y el largo masticar del polvo en el camino.
---
Como en aquel año que llegaste para suplantar a tu padre
cuyo dominio fue esa noble madera elegida por Griffiths el poeta…”

Julia Chaktoura, en su trabajo “Gaiman. Conversaciones en el Valle”, evoca el puente de esa localidad en una de sus “Misceláneas” titulada “Los puentes”. En el texto, la autora dilucida el motivo de la abundancia de puentes en la zona:

“Ese río, extenso y remolineante, fue motivo de preocupación por sus intempestivos desbordes. Y también fuente inacabable de vida. Y en ese destino de unir y separar a los habitantes de ambas márgenes, dio vuelos al ingenio humano para inventarle caminos al agua. Los puentes sobre el río Chubut fueron una constante necesidad de la Colonia.”

A su vez, Fernando Nelson usa una de estas construcciones, una pasarela en las chacras, como escenario de su cuento “Anochecer en el puente viejo”. En su trama el amor se hace obsesión y lleva a idear un asesinato. Así describe el lugar: “Cuando avistamos el puente, en efecto se veía poco. El angosto pasadizo se balanceaba sobre un río que en aquellos inviernos traía grandes trozos de hielo a la deriva”.

Volviendo al recorrido de la Ruta 3, unos cuantos kilómetros más adelante su traza transpone el Río Santa Cruz por una monumental obra apoyada en la isla Pavón; hogar del Comandante Luis Piedra Buena. Siempre con rumbo 180 grados, la carretera pasa luego sobre el Río Gallegos; en el paraje cercano a la capital santacruceña nombrado por Hugo Giménez Agüero en su “Malambo Blanco”:

“Brilla la luna radiante en el cielo infinito / mientras crece la noche en su inmensidad.
Me voy para Güer Ayke cantando bajito / y mi canto se escucha en la soledad.”

Finalmente, en Tierra del Fuego, la ruta traspasa por el puente “General Mosconi” al último de los grandes cursos de agua australes, el Río Grande.

Muchos puentes más hay en la región, tanto en la meseta como en la cordillera. En esta última comarca, tierra de rica hidrografía agua, son diversas las estructuras que permiten franquear los chorrillos, arroyos y ríos. Hay también distintos tipos de puente. Los hay de hormigón, de metal, de madera. Y además están los puentes colgantes. Esa grácil variedad se observa, por ejemplo, en la pasarela sobre el Río Grande instalada por José Menéndez a principios del siglo XX y hoy monumento histórico. No puede dejar de recordarse a los antecesores de muchos de estos artificios: las balsas, usadas para superar las corrientes al mando de su patrón. Así describe la maniobra Oscar Camilo Vives, en su relato “La Balsa”: 

“El balsero parado junto a la compuerta observa avanzar el vehículo que ahora desciende melindrosamente la planchada de tablas y luego con resolución sube a la planchada… finalmente… se dirige al otro extremo de la balsa para asegurar la tensión del cable de amarre y la almadía se pone en marcha”.

Más allá de formar parte habitual del paisaje cotidiano, el puente en sí mismo tiene algo de portentoso. Este ingenio arquitectónico, al principio muy simple, fue perfeccionado de tal manera que permitió superar obstáculos imbatibles para la contextura humana. Por eso su invención no sólo parece una maravilla, sino también un milagro. Suponer tal prodigio quizás dio pie a esa leyenda de la tradición árabe citada por Andric en su libro, que dice que Dios había creado al mundo como una esfera perfecta. Pero cuando estaba aún fresca, por envidia, el diablo la estrujó y sus uñas marcaron la superficie dejando profundos surcos. Al ver esto, Dios mandó a sus ángeles a solucionar la cuestión; porque las hendiduras hechas por el diablo dividían el orbe e impedían que las criaturas se moviesen a sus anchas. Ellos entonces tendieron sus alas y, enlazando los bordes de las grietas, formaron calzadas por donde se podían salvar los torrentes y las simas.

Y así aprendieron los mortales a construir puentes.




(*) Diario “Jornada” de Trelew del 8 de julio de 2012.

sábado, 8 de septiembre de 2018

LOS RELATOS DE HOY





FRAGMENTOS DEL LIBRO “RECUERDOS DEL PRESENTE”

Por Mario dos Santos Lopes (*)





ASESORES AD HONOREM

La escena es de pueblo. Divertida, tierna y recordable. Uno pregunta cómo se pueden cocinar los espárragos que vio en la góndola. Y ahí nomás se arma un bello debate donde la señora presenta una receta tradicional y otro cliente que anda cerca propone aceite y vinagre, tipo ensalada. Uno anhela, entonces, que nunca se pierda esta esencia de pueblo, donde todavía hay tiempo para asesorar ad-honorem, al que anda desorientado en pequeños o grandes temas de la vida, al que anda arrastrando una pena y necesita un cafecito o una "vuelta del perro" en el auto del amigo que lo vuelve a reconciliar con su esperanza.


EN ESTO TENEMOS QUE SER MUY SINCEROS

Somos dueños de las palabras que callamos, es cierto. Escucho a una mujer de la política - como a tantos hombres - que "en este tema tenemos que ser muy sinceros". Esto es bueno, dice el optimista que me habita. El pesimista que también convive dentro de mi mente no cree en la sinceridad. Y el otro, el realista, el que tiene los pies sobre la tierra, se pregunta si "en este tema" pretenden ser sinceros, tal vez en los otros no. ¿Porqué en este tema, específicamente? ¿No será otra frase hecha?
¿No será como el que nos da "su palabra de honor" con respecto a algo? ¿O existe, para la gente decente, otra palabra que no sea la de honor?
Qué sé yo.


CUANDO SALIMOS

Decir que Deseado es un paraíso resulta una exageración y una mentira, ya que tal cosa no existe en la tierra, salvo por contados segundos parecidos a la felicidad. Sin embargo, cuando la vida nos lleva a tener que hacer trámites y gestiones en otras ciudades, valoramos cosas que estando aquí no nos parecen importantes.
En las grandes ciudades, especialmente en Buenos Aires, me recuerdan a cada rato que somos un número, que esperar un turno en una oficina pública puede implicar desde varias horas a "vuelva la semana que viene", que cuando un expediente se pierde no hay a quien responsabilizar, que comprar medicamentos a través de una reja es algo habitual, que nadie tiene tiempo para nada y al mismo tiempo, todo parece al alcance de todos, aunque la mayoría no pueda comprarlo ni disfrutarlo. Y entonces, uno disfruta doblemente la vuelta a casa, y por unos días, evita criticar las cosas y los servicios que le faltan todavía a Deseado.


FECHAS DE VENCIMIENTO

Los que tienen más de treinta o cuarenta años deben recordar aquellas galletitas con paquetes desteñidos por el sol que comprábamos en los viejos kioscos de Puerto Deseado. Tenían fecha de elaboración de uno o dos años atrás, y sabían riquísimas. Tal vez estaban un poco más duras que en sus momentos de gloria, pero las comíamos y no me hacían mal. Lo mismo ocurría con alfajores, mermeladas, mayonesas. y tantos otros artículos.
Hoy encontramos un producto que "vence mañana" y tememos que caigan sobre nosotros todos los males del planeta. Es más: hasta la lavandina y el shampoo traen fechas de vencimiento. ¿Se nos caería el cabello si lo usamos al día siguiente?
Es cierto que son necesarios controles, y que en esto vamos avanzando, se supone. Pero nos queda la duda sobre nuestra vida anterior, menos complicada y, tal vez, quizá, probablemente, más sana.






(*) Mario dos Santos López, el reconocido escritor de Puerto Deseado que colaboró con Literasur en varias oportunidades, falleció en la ciudad donde vivía el 30 de abril del 2017. Sirvan estos fragmentos de una de sus últimas obras para recordar su figura, a más de un año de su fallecimiento; como un sencillo homenaje por parte de nuestro blog.