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domingo, 8 de noviembre de 2015

EL POEMA DE HOY

POEMA GANADOR DE LA CORONA DE PLATA-EISTEDDFOD 2015



Esencias de daffodils
“I wandered, lonely as a cloud / that floats on high o´er vales and hills
And all at once I saw a crowd / a host of golden daffodils…”
William Wordsworth


                                                            I

Desde los muelles urbanos no se vislumbran los valles
aunque estiren la mirada hasta agrietar las pupilas.
                                       Se ha agrisado el horizonte
                               y la aurora huele a sal.
Por debajo de sus pasos crujen quejosas las tablas
que han trajinado mercantes obstinados en partir
de este a oeste, vida en hebras, aromando el equipaje.
La voz del agua, por fin, se eleva en un eco antiguo,
con su canto cristalino de sirena los envuelve,
los pesca en su red de ensueño.
Rubio encanto, daffodils

Allende el mar… la semilla
Allende Dios… la ilusión

Catherine arropa niños.
                                                                                          David traza un overol.


                                             II

Desde la proa doliente, esculpida de odiseas
se apiñan las esperanzas deseosas por encallar.
Del confín llegan dorados espejismos de otro cielo
y un aire de hielo eterno, filoso, roza la piel.
Las manos de Catherine danzan tocando la espuma.
Se le hace como de seda, mantilla para acunar.
                                       David trepa loma arriba como quien toma un castillo
                                       y las matas se sacuden arrebatadas de viento…
                                       A él se le hace ver galeras saludando su llegar.
En cuna hecha de naufragios dormirá la madrecita
                                       y en laberinto de arena jugará su suerte el sastre. 

                   Bajo los suelos de invierno, cual soles aún no encendidos,
                                           sus sueños sin germinar (destino de daffodils).


                                                     III

          Desandarán, un día, la brecha hacia la vida
Será tras la ventana un ronroneo constante
de tu palo de amasar…
levarás con cada hogaza, Catherine, sueños de hogar.
                                    Y sumarás al susurro sibilante de los álamos
                                    el siseante discurrir de tus tijeras, David;
                                    cosiendo con cada traje, postales del porvenir.
                                    (El río te andará buscando, de tumbo en tumbo, 
                                                                                                                           perdido…)

                                        Y verán por fin el valle, de espigas reverdecido.
                                        ¡Iluminados jardines, vestidos de daffodils!



                                  SEUDÓNIMO: NARCISO

                                  AUTORA: VILMA NANCI JONES

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viernes, 6 de noviembre de 2015

EL POEMA DE HOY

POEMA GANADOR DE LA MEDALLA DE PLATA "ASOCIACIÓN SAN DAVID"
-EISTEDDFOD DEL CHUBUT 2015-



Ceremonia de entrega de la Medalla - Eisteddfod 2015




ANTIGUA CAPILLA RURAL


He llegado hasta tus atrios
antigua capilla rural
y se apretuja el corazón
al recordar ante tu umbral
ecos de aquella devoción
que se elevaba al cielo austral.

Muda testigo de un ayer,
el de tus días de esplendor,
cuando loas y alabanzas
se elevaban al Señor
y Su vida y enseñanzas
en ti inculcaban con fervor.

En silencio y solitaria
¿marginada del Camino?
hoy tu puerta está trabada
cual si fuera tu destino
cuidar la Biblia cerrada
y el cáliz vacuo de vino.



SEUDÓNIMO: "UNO QUE VOLVIÓ"
AUTOR: NANTLAIS EVANS

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miércoles, 4 de noviembre de 2015

EL POEMA DE HOY

"Frontispicio para Europa" - (1794) William Blake


TERGEMINA OVA
(Los tres huevos)

Por Angelina Covalschi (*)


Huevo sol

En un principio fue el sol.
Semilla sin nombre
mordió la piedra
fértil
de lluvia y cataclismo
Ardió la luz
Levitó
Yema unívoca
blanca amarilla hueso.
Untó de líquenes la cueva
Entretejió ramas al aire
Pensó en dioses
Conjuró lenguas razas matices
desacuerdos.
Inauguró
la oración de la tarde.
Huevo sol
pereza albedrío orden
anarquía
de los abismos.
Nace la primera noche.
Ambiguo centro
donde el ser no tiene historia.
Aún
somos vasallos de la nada,
omnipotentes teóricos
del origen,
adoradores de misterios.
Huevo sol
Pater noster qui est in caelis...


Huevo celta

Barco de aguas chicas,
blando, laborioso.
La quilla mueve el universo.
Tibio, agazapado,
funde la memoria de la vida,
Yema del círculo inacabado.
se hunde
en madriguera de sol y de caireles.

Barco de aguas chicas
paladea genes
más allá del océano
y la tormenta.
Busca
el múltiplo del cromosoma,
la declinación del griego,
el celta gutural,
su fiebre y osadía.

Curiosa gelatina se inventa
se copia,
apoya su cáscara
en los dedos de la muerte .
La baldosa del damero es enigma
y providencia.
Vence la finita tarde.
Regresa al torbellino,
cigoto, raíz, eternidad,
quimera, conjetura.
                      

Huevo nido

Otro es el huevo
del nido y de los pastos.
Mácula, cáscara
desventrada;
torpe recuerdo
de planeta en ciernes.
Brote
que se quiebra en alguna parte.
La voz rompe su lienzo
y abre el grito de las crías.
Frágiles patas, dedos,
escriben obituarios
en pedacitos de pared inútil:
cóncava matriz
humus
calcio
besará la tierra
se disolverá
apretado en las matas.
Mientras tanto,
noche a noche se tejía
la gasa del saco vitelino,
la lluvia picoteaba afuera;
el remanso de la leche
apuraba las vueltas de la luna.
¿Cómo supo el nido del huevo
que vendría?





(*) Escritora chubutense. Este poema ganó la Corona de Plata en el  Eisteddfod del Chubut - año 2005.
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sábado, 31 de octubre de 2015

LA NOTA DE HOY

Zona de Colonia Alejandra - Santa Fe



GALENCIA

Por Jorge Eduardo Lenard Vives



     Durante mi niñez, varias veces escuché mencionar en la casa de mis abuelos maternos en Gaiman, los nombres de dos lugares que mi imaginación infantil, limitada entonces por el paralelo 42, tornaba comarcas exóticas y lejanas: Sauce Corto y Pájaro Blanco. Eran los sitios del norte del país donde habían marchado sendos grupos de colonos galeses del Valle del Chubut, en pos de su prosperidad. El recuerdo estaba aún presente entre aquellos que mantenían la tradición oral, escuchada por boca de quienes habían vivido los hechos o de sus descendientes.

     Con el correr del tiempo conocí ambos parajes. Primero fue Sauce Corto. Supe así que el punto donde había arribado hacia 1881 el conjunto de inmigrantes procedente de Camwy, estaba en la provincia de Buenos Aires; al pie de la sierra de Cura Malal. Resultado de la visita fue una nota publicada por Literasur en 2008, “Intermezzo Bonaerense”. El tour, además, me permitió conocer a Héctor Dos Santos; un historiador preciso y detallista, que había investigado las peripecias de esos pobladores y las había volcado en su libro “120 años en la historia de Coronel Suárez”. En ese texto hallé también la solución a un problema que había enfrentado durante mi búsqueda iniciada en el pueblo de Sauce Corto, partido de Coronel Suárez. No había hallado allí ningún apellido galés. Todos los lugareños me indicaban que debía inquirir en la cabecera del municipio. En el libro de Dos Santos encontré la explicación: el Sauce Corto de los chubutenses había mutado su nombre por el de Coronel Suárez a principios de siglo XX.

     Encontré esta misma dificultad de “geo-referenciación” al tratar de localizar la otra colonia, la de Pájaro Blanco. La sabía ubicada en Santa Fe. Un rastreo más minucioso me llevó a un paraje que lleva ese nombre, varios kilómetros al sur de la ciudad de Reconquista. A poco de arribado al territorio e iniciadas las primeras averiguaciones, supe que no era ese el rincón exacto del asiento de los galeses exiliados. En realidad, se conocía como Pájaro Blanco a una amplia zona en la cual se había establecido primero la Colonia California, poblada por norteamericanos, en 1866; y luego la Colonia Galesa, “Galense” o “Galencia”, hacia 1868. También supe que el comentario que alguna vez había oído, que los colonos del Valle habían venido para ubicarse en un preexistente emplazamiento inglés, no era cierto. En realidad, ellos fundaron su propio establecimiento luego de que los estadounidenses erigiesen el suyo. A ese asentamiento galés se lo nombraba como “Colonia Inglesa”; pero recién años más tarde, en 1870, se radicó allí una verdadera colonia con inmigrantes provenientes de la remota Albión, la Alexandra Colony.

     Pude obtener toda esa información, y mucha más, gracias a que también aquí un estudioso se había dedicado a dilucidar, con verdadera pasión, la historia local. Guido Abel Tourn Pavillion es un erudito de Alejandra, cuya investigación, amalgamada con su amor por la Literatura, dio lugar a una gran cantidad de textos como “Colonia Alejandra”, “Historia de la Comuna de Alejandra”, “Pioneros en la “Alexandra Colony”, “El Clan Morgan”, “Colonia Alexandra. Un lugar del Pájaro Blanco”, “Galeses de la Patagonia en el Pájaro Blanco”, “Alejandra. Historia Político Institucional”, “Los Galeses de Santa Fe”, “De Rorá al Río de la Plata. Saga de la Familia Tourn”, “Encuentro del Aborigen y el Inmigrante en el Pájaro Blanco”, “Las Iglesias Evangélicas en la Alexandra”, “Las Colonias del Pájaro Blanco”, “Los Galeses en el Pájaro Blanco y su dispersión al norte santafesino”, “Interpretación y análisis de las cartas de David y Richard Morgan”, “Interpretación y análisis de las cartas del Rev. Frederich H. Snow Pendleton a Jean Pierre Baridón”, “Interpretación y análisis de las cartas coleccionadas por Percy Heurtley”, “Pionero del Pájaro Blanco en el norte santafesino”, “Correspondencia y Documentos de la Colonia Alexandra”, “Genealogía de cien familias colonizadoras y pobladoras de Alejandra” e “Historia de una fotografía”. Tal bibliografía revela a las claras el interés del escritor por difundir el acervo local; tributo emotivo a sus ancestros que permite conocer mejor una parte de la epopeya patagónica continuada en el norte del país.

     Otro autor regional, Edgardo Ronald Minninti Morgan, incursionó en la solera regional con su monografía “Colonia California y Galencia en el Pájaro Blanco”. Como es también literato de ficción (con narraciones largas como “Dicen que fue el último”, “Los Solitarios” y “El Flaco”; y volúmenes de cuentos cortos como “Para Leer en el Tren Bala”, “Para Leer en la Cola del Banco” y “Para Leer Dos Veces”) y de poesía (“Mandato Cumplido”, “Madrugales”, “Una Rosa Roja” “Palabras para Pintar” , “Óleos para Leer” y “Con Acento”); creó una novela ambientada en la zona, “Salvajes Palmeras del Pájaro Blanco”, donde se menciona la presencia galesa.

     Este rescate de las “colonias perdidas” me permitió, entre otros aspectos, comprobar una vez más con qué rapidez el polvo del tiempo cubre el pasado y dificulta su conocimiento. Los hechos quedan sepultados; surgen en su lugar mitos y leyendas y, si nadie se ocupa por buscar la verdad, tiende a mezclarse ficción y realidad. Y, además, pude advertir de nuevo ese oculto entramado que relaciona personas disímiles y lugares distantes, en forma inopinada y sorpresiva, al influjo de los pespuntes azarosos de la musa Clío; que llevan, en esta ocasión, a unir las orillas del manso y sinuoso río Chubut con las riberas feraces del majestuoso Paraná.




Nota: el autor agradece la valiosa colaboración de la señora Mariana Noemí Lovatto, de Colonia Alejandra; sin la cual no hubiera sido posible la redacción de esta nota.
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martes, 27 de octubre de 2015

LA NOTA DE HOY




Cómo obtuvo su sobrenombre “Butch” Cassidy (*)

Por Daniel Buck y Anne Meadows



     ¿"Butch"? La explicación más común es que Cassidy, cuyo verdadero nombre era Robert LeRoy Parker, en una época fue carnicero. En “La historia romántica y notoria del Parque de Brown” (1988), Diana Allen Kouris refiere que Cassidy era proveedor de carne vacuna para los vaqueros durante los rodeos de otoño.

     Lula Parker Betenson, en “Butch Cassidy, Mi Hermano” (1975), y Bill Betenson, en “Butch Cassidy, Mi Tío” (2014), sugirieron que Cassidy había trabajado como carnicero en Rock Springs para W.H. Gottsche, Otto Schnauber o John Maulson, entre otros, quienes comerciaban carne de reses robadas, dándole una nueva connotación a la expresión "productos de origen local."

     En “El último de los Bandidos Montados” (1940), Matt Warner brindaba una explicación completamente diferente: el nombre provendría de un rifle de retroceso muy poderoso conocido como "Butch", con el que un compañero le gastó una broma. Al disparar el arma Cassidy habría caído de espaldas al suelo, lo que le daría su apodo y a Warner el derecho a jactarse de esta absurda versión.

     Más lejos en el tiempo, un  artículo de un periódico de Salt Lake City en 1896 señalaba que Cassidy "es comúnmente conocido entre sus compañeros como "Butch", un título acordado, según se dice, a causa de su instintos asesinos." Muchas cosas se han dicho de Cassidy, pero “instintos asesinos” está muy abajo en la lista.

     Cualquiera que haya sido el origen de su mote, en 1894, cuando fue a prisión en Wyoming por robo de caballos, ya era conocido como Butch Cassidy. Su ficha policial registra su nombre como "G. Cassidy" (George Cassidy era el nombre que él estaba usando en ese entonces), y su alias como "B. Cassidy". Un segundo registro penal, que apareció en “Incidentes en Owl Creek” de Mike Bell (2012), tiene la palabra "Butch" garabateada sobre el nombre "George Cassidy", aunque no está claro cuándo fue escrita.



Fichas policiales de Parker en Wyoming (1894),
indicando que ya por entonces su alias era
"B. Cassidy." (Archivos del Estado de Wyoming)

     Existe un acuerdo general de que Parker tomó prestado el apellido Cassidy de Mike Cassidy, un vaquero más viejo que había sido su mentor en el mundo del delito.

     La primera mención periodística acerca del nombre "Butch Cassidy" que han hallado los investigadores estaba publicada en el Vernal Express, el 27 de agosto de 1896, no mucho después de que  Parker fuera liberado de la prisión, donde se informaba que un sheriff local estaba tras la pista de "'Butch' Cassiday (sic)... que se supone que es uno de los múltiples ladrones de ganado buscados en Wyoming".


Traducción: Carlos Dante Ferrari


(*) Fragmento de “Wild West Miscellanea”, por Daniel Buck y Anne Meadows – publicado en Wild West History Association On-Line Journal (Agosto 2015)
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sábado, 24 de octubre de 2015

EL CUENTO DE HOY




La Granja (*)

Por Olga Starzak



   Sabía que el lugar no le gustaría. La decisión le pareció poco acertada, pero no había oportunidad para negarse. Mucho menos para opinar. Su actitud lo había llevado a que los abogados que lo defendían tomaran precauciones, lo cuidaran, defendieran sus derechos. Y precisamente aquel lugar había sido creado para eso.
   Mientras recorría el camino de la Seccional hasta la chacra donde quedaría alojado, pensaba en sus amigos. Ellos lo habían incitado a delinquir y, por supuesto, ahora estaban libres. Eran más grandes y con experiencia. Se habían preocupado para que todas las pruebas confirmaran su culpabilidad. Si bien no hizo otra cosa que seguir paso a pasos sus instrucciones, algo quedó librado al azar y fue a él a quien esos “malditos policías” encontraron –tal como ellos decían- con las manos en la masa.
   Muchas veces había escuchado hablar de La Granja, y aunque los medios se empecinaban en describirla como “adecuada para contribuir a recuperar a jóvenes de profana conducta”, siempre dudó de la veracidad de esos datos.
   Pronto pudo corroborarlo. Cuando lo bajaron del patrullero que lo trasladaba tuvo enfrente al edificio que, desde ese momento, sería su hogar. Observó las altas paredes despintadas; le llamó la atención la estrechez de la puerta de ingreso y las dos ventanas de diminutas dimensiones. Advirtió que los dos policías de civil que lo acompañaban lo dejaron caminar libremente, insinuando la dirección que lo llevaría a esa puerta. Allí lo estaban esperando. Entregó su documento, mostró el contenido de su bolso casi vacío y, en forma despectiva, fue “invitado” a pasar. Lo hizo con resignación. Comenzó a caminar por el angosto y largo pasillo que lo conduciría a un salón, que enseguida imaginó común a todos los internos.
   Allí se respiraba un aire mohoso. Todo en el ambiente era deprimente. Rostros sombríos observaban su presencia e intuyó que eran los guardias del albergue. Nadir hablaba y aunque estaba acostumbrado a los silencios, estos le molestaban. Sentía mucha bronca. Apretó fuerte sus dientes e hizo grandes esfuerzos para no demostrar el más leve signo de debilidad.
   Esperó encontrarse con otros chicos pero esa tarde le mostraron las instalaciones y lo encerraron solo en un cuarto tan lúgubre como desaseado, cuyo único mobiliario consistía en una cama de mantas gastadas y un cajón que cumplía la función de mesa de luz. Dejó su bolso en esa mesa y se tiró sobre la cama. Se durmió rápido. No lo hacía desde varios días.
   A la mañana siguiente, muy temprano, un hombre ingresó impetuosamente al cuarto comunicándole que era la hora del desayuno, y lo acompañó hasta el comedor que ya el día anterior había conocido. Allí había unos treinta jóvenes. Algunos devoraban el pan casero y el café con leche, otros ni siquiera atinaban a alimentarse. La mayoría lo hacía con normalidad, sin apuro.
Era común a todos, una actitud hostil en el trato; algunos demasiado tristes. Otros más bien melancólicos. Un grupito pequeño se divertía sin reparos: estaban festejando su último día en el lugar.
   Para su sorpresa nadie reparaba en él. Esta situación lo tranquilizó. Se sentó en la única silla vacía que encontró y apenas olió el café se dispuso a disfrutarlo. No lo había terminado cuando la misma persona que lo despertó le anunció el fin del desayuno y el inicio de las actividades del día: debían limpiar el lugar; algunos el interior, otros el patio. Se integró al primer grupo y recién ahí comenzó a conversar con algunos de los pibes.
­   ‑¿Hace cuánto que estás acá? –le preguntó a un muchachito pelirrojo que parecía ser el líder.
   -No tengo idea… Es mejor que te acostumbres. Al menos comés todos los días.
   La respuesta no lo tranquilizó, sin embargo no quiso seguir indagando.
   Todo cuanto lo rodeaba era tétrico y le costaba aceptarlo. En las puertas de los baños había un sinnúmero de mensajes de un contenido tan agresivo como amenazante. Pensó que estaba más seguro en la calle.
   Pasaron los meses. Solo lo visitaban una asistente social, el abogado que le presentaron en el Juzgado y su secretario.
   Cada día estaba más triste. En el albergue tenía pocas amistades; chicos en condiciones similares a la suya y con el mismo objetivo: recobrar la libertad.
   El celador de su pabellón, un hombre al que llamaban “El Tigre”, asumía una actitud deliberadamente odiosa con todos los internos, sin embargo había comenzado a demostrar cierta consideración al dirigirse a él. En ocasiones le dejaba cigarrillos, chocolates y a veces algunas revistas de pornografía.
   Era muy difícil vivir en aquel ambiente. La hipocresía de los adultos le molestaba y sus compañeros no le interesaban.
   Con frecuencia pensaba en modificar su conducta cuando le permitieran salir, y sabía que para eso debía conseguir un trabajo que le posibilitara comprar un pasaje para alejarse de la zona.
   Como todo era tan desagradable a su alrededor, aceptaba –despreocupado- las deferencias del celador. Este le había prometido mediar ante unos amigos para que pudiera concretar sus aspiraciones.
   -Me gustaría terminar con la primaria. ¿Creés que eso puede ser posible?-le peguntó a El Tigre en una ocasión.
   -Por supuesto, sólo tenés que tener un poco de paciencia y confiar en mí.
   Así se sucedían los días y crecían sus esperanzas. Imaginaba el momento de su partida y proyectaba su vida lejos del hampa. Ahora más que nunca al descubrir que podía vivir sin “el paco”.
Pensaba que tal vez fuera momento para visitar a su madre y conocer a sus hermanos más pequeños. Si conseguía trabajo… ¡hasta podía ayudarla!
   Recordó épocas en las que vivía con su familia, los maltratos físicos, la decisión de irse de su casa sin saber adónde. Se culpaba, aún, por la alegría que había sentido cuando –acusado como partícipe necesario de un crimen que conmovió a todo su pueblo, su padre  había sido condenado a siete años de prisión. Pasados unos años su madre formó pareja con un amigo de aquél y no pudo perdonarla. Ese motivo lo alejó para siempre de su casa y lo llevó a frecuentar grupos delictivos.
   Creía que ya había crecido lo suficiente como para darle a su vida un nuevo rumbo. Quería intentarlo.

   Era una noche de las más frías cuando, quien hasta entonces había sido su protector, ingresó a su cuarto y poniendo llave en la puerta le hizo conocer que era hora de comenzar a pagar sus favores.
   Y lo sometió así a sus más crueles debilidades.
   Luchó con fuerza pero pronto comprobó que eran vanos sus intentos.

   Desde aquel día esperó con mayor ansiedad la visita del abogado de la defensoría de menores que prometía liberarlo de ese encierro; y ahora del anexado tormento que se veía obligado a mantener en secreto.
   En los últimos tiempos no pensaba en otra cosa que en reencontrarse con sus amigos, los mismos que le habían enseñado a manipular el arma con la que lo encontraron los “milicos”.  De esa manera soportaba al celador.
   Esperaba. Y en esa espera se complacía.
   Esperaba…


De “En el umbral de los Encuentros” – Ediciones del Cedro – Gaiman (Chubut) - 2002
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