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lunes, 5 de enero de 2009

LA NOTA DE HOY


"Joven mujer leyendo un libro en la playa" - P. Picasso




Las vacaciones estivales: un buen momento para la lectura

Por Olga Starzak

El verano conlleva, para muchos, la posibilidad de un buen descanso. Sabido es que en los primeros días de vacaciones las personas con fuertes hábitos laborales sufren un proceso de adaptación a la nueva rutina, que a veces puede generar hasta alguna emoción adversa. Es imprescindible estar preparado para esa tregua que se impone tan necesaria, tan deseada, y que sin embargo parece querer jugarnos una mala pasada al enfrentarnos con el tiempo libre.
Sabemos cuántas son las actividades que nos esperan para ser disfrutadas y entre ellas, claro está, se nos ofrece la lectura. Pero ¿qué leer...? es una pregunta que se formulan casi todos. Aquellos que ya poseen el hábito no quieren desaprovechar ni un solo día de ese período anual para encarar la lectura de alguna obra que, por extensa, no pudo ser abordada antes, o que por su temática necesita tiempos de reflexión. Quienes esperan las vacaciones para leer al fin un buen libro, quieren leer “el mejor”; los que han decidido que este año es oportuno para comenzar a transitar el sendero de la literatura, no saben por dónde empezar.

La pregunta que a menudo me hacen, especialmente como docente, es cómo saber si un texto tiene calidad literaria. La respuesta, soy consciente, podría confundir si consideráramos clasificaciones o géneros, y es por eso que prefiero contestar que la obra debe responder a esta pregunta por sí misma, al mostrarles que en su contenido es más significativa la forma que el fondo; porque la literatura se vale de un lenguaje que cuida las estructuras, atiende la estética, no se distrae frente a posibles vicios sintácticos, presume de “coqueta”. Y es entonces cuando aparece el interrogante acerca de si un best seller es o no literatura. Vuelvo a responderles lo mismo: basta con que reúna esas características… Acaso todo lo que se precia de ser literatura, ¿lo es?
Pero lo que intento aquí es contribuir (si acaso pudiera) en esa tarea de encontrar el libro que acompañará las horas ociosas. ¿Por qué esta osadía de mi parte? Quizás porque tuve el privilegio de tener un maestro que me guiara en este proceso, que me recomendara qué o a quién leer, cuándo, en qué momento de mi vida y mis intereses… Que me sugiriera, a partir de su experiencia como versado lector, nuevas obras literarias. Es aquí donde librerías y medios de comunicación -sean diarios, revistas, suplementos culturales o la misma Internet- debieran adquirir un rol preponderante. A menudo es tanta la oferta, tan variada y disímil, que se hace difícil optar. Los best sellers aparecen ante los ojos del lector porque el mundo editorial se encarga de que así sea. Aparecen en las tapas de las revistas, en las vidrieras de las librerías, en las propagandas radiales y televisivas. Pero no son la única opción, ¡no lo son!
Quizás sean estas vacaciones el momento oportuno para leer un clásico de la literatura, para conocer una obra de las consideradas universales, para optar por un autor contemporáneo, o aún así preferir un libro escrito en nuestra lengua y no uno traducido.
¿Cuentos o novelas? ¿Poesía o relatos? ¿Algún ensayo o la historia de un determinado país, una época o un movimiento pictórico? Lo que primero de todo esto les venga a la mente, porque sólo eso determinaría una elección.
Desde mi experiencia me atrevo a sugerirles títulos de los que, aventuro decir, no se arrepentirán de haber escogido: si es el deseo incursionar en los más vendidos, pueden elegir aquellos que, comenzando como tales, terminaron en clásicos irresistibles como "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez, "La muerte en Venecia" de Thomas Mann, "Madame Bovary" de Gustave Flaubert, "Rosaura a las diez" de Marco Denevi, "A sangre fría" de Truman Capote, "El llano en llamas" de Juan Rulfo. Si se deciden por historias tan largas como exquisitas pueden optar por "El guardián entre el centeno" de Jerome David Salinger, "Rojo y Negro" de Stendhal, "Las uvas de la ira" de John Steinbeck o "La Montaña Mágica" de Thomas Mann.
No dejen de considerar entre las novelas a "El aliento del cielo"de Carson McCullers, "Oscuramente fuerte es la vida" de Antonio Dal Masetto, "La Octava Maravilla" de Vlady Kociancich o "Canta la hierba" de Doris Lessing.
Y los cuentos -todos- de nuestros narradores Héctor Tizón o Juan José Saer.
¡Que disfruten la lectura! ¡Y muy felices vacaciones!
Con afecto

Olga Starzak - Diciembre de 2008


1 comentario:

Jorge Vives dijo...

Es muy interesante y sumamente oportuno el artículo de Olga. Para los lectores consecuentes, el verano es una época ideal durante la cual se puede disfrutar de la literatura, con cierta holgura y libre de apremios laborales. La selección que estos lectores hacen durante los meses previos de los libros con los que esperan deleitarse en el verano, suele tomar visos de ceremonia.

Las obras que se presentan como “los libros del verano” parecerían ser evitables. Muchas veces los “libros del verano” duran sólo eso... un verano. Y el tiempo de vacaciones es demasiado valioso para desaprovecharlo en lecturas que no dejen poso. Es preferible tal vez optar por aquellos autores clásicos y nuevos que llamaron nuestra atención por alguna causa especial: la lectura de una crítica, el conocimiento de otras obras del escritor, un tema en particular. Es el momento justo para la obra que siempre se quiso leer y nunca se tuvo tiempo. También parece oportuno tener en cuenta, por curiosidad intelectual, algo del último Premio Nobel de turno; por ejemplo este año a J.M.G. Le Clézio; autor entre otros títulos, de “El diluvio”. Y no es mala idea considerar alguna buena novela policial o de ciencia ficción.

Siempre es tentador para un lector proponer lecturas a sus pares. Por eso, además de compartir la selección de Olga, agregaría algunos títulos. En novela, si no las hubiese leído antes, optaría por “El péndulo de Foucalt”, de Humberto Eco; “La insoportable levedad del ser” de Milán Kundera, “Las partículas elementales” de Henry Houellebecq; o “La buena terrorista”, de la premio Nobel Doris Lessing. Con respecto a cuentos, elegiría alguna selección de autores de narraciones concisas y diáfanas, con la diafanidad de un día de verano, como Joseph Conrad, o Rudyard Kipling – últimamente se están consiguiendo buenas reediciones de muchos de estos escritores clásicos-; o algún libro de Borges; por ejemplo, “Los Conjurados.

Pero, cualquiera que sean los escritores y los temas elegidos, siempre podemos dejar un lugarcito para leer algo de nuestros autores patagónicos. Una o dos obras patagónicas deberían formar parte de la selecta biblioteca estival. Por ejemplo, en novela, “La leyenda de la diosa madre”, de Geraint Edmunds o “El riflero de Ffos Halen” de Carlos Ferrari. Y en cuento se podría elegir entre “Cuento informales”, de Luis Jones, “Pequeñas historias marineras” de Hugo Covaro o “El lenguaje del silencio”, el último libro de la misma Olga. Por supuesto, en las librerías vamos a encontrar muchos otros autores y títulos representativos de la región entre los cuales optar. No parece desacertado, entonces, dedicar un poco de este tiempo de estío a conocer nuestros propios escritores.