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sábado, 16 de julio de 2011

EL RELATO DE HOY


La buena madera

(Catherine Davies fue la primera persona adulta que los galeses enterraron en la Patagonia.

Su tumba fue hallada en Punta Cuevas, Puerto Madryn, en 1995 y sus restos aún no fueron devueltos a la tierra.)



Soy la madera del ataúd que se descubrió por casualidad en 1995, en Punta Cuevas, muy cerca de las ruinas de las viviendas de los galeses. Pasé 130 años bajo tierra, por eso estoy tan arruinada.

Me acuerdo muy bien de ese día de agosto de 1865 ¡pobre mujer! ¡Venir de tan lejos para terminar así! Pero en realidad se ve que estaba enferma de antes y los dos meses de viaje, sin comida fresca y amamantando a un bebé, la enfermaron del todo.

El nenito, John, murió en alta mar. Cuando ella agonizaba, mandaron a buscar al marido, Robert, que había tenido que ir al valle del Chubut. No sé si alcanzó a volver a tiempo para verla con vida. Fue muy triste. Sus hijos, William de 8 años y Henry de 6, daban mucha pena.

(Después me enteré -yo no lo ví porque ya estaba enterrada- de que Robert murió 3 años más tarde de tuberculosis. Entonces sí que William y Henry quedaron solitos, pero los adoptó una familia muy buena -Davies también- Thomas y Eleanor.)

Me acuerdo bien, insisto, de aquel agosto.

A los pocos días oí ruidos de pala y otra vez los llantos, muy cerca.

Esta vez era una chica de 4 años. Y ahí quedamos... la nena, otros tres bebitos que estaban de unos días antes, y yo, cobijando a Catherine.

Nadie más vino a acompañarnos en Madryn. A los pocos años, nos tapó un médano... y quedamos sepultados todavía más profundo.

No quiero ser pedante, pero esto de ser ataúd es un accidente. No siempre mi vida fue tan triste. Tengo noble estirpe, soy Pinus strobus, “White pine” como dicen los ingleses, un buen ejemplar de pino norteamericano.

Llegué acá bastante antes del Mimosa, tanto que ya no me acuerdo exactamente cuándo. Yo formaba parte de un barco, lobero si mal no recuerdo, y como tantos otros andábamos por todas estas costas.

Pero mi barco tuvo la mala suerte de encallar, y aquí nos quedamos...

En 1865, otras tablas como yo fueron a parar a las casas que los galeses levantaron en la punta. Creo que en 1867 -yo ya estaba bajo tierra y no lo vi- los galeses volvieron a usar las tablas para cerrar y techar un poco los socavones en los que vivían ahí en la punta...

Dicen que todas ellas fueron quemadas en 1870. Parece que unos loberos de las Malvinas las usaron como leña para calentar sus calderos-derrite-grasa. Yo me salvé. Tuve una vida más aburrida, cierto, pero más tranquila. Y aquí estoy, ¡de nuevo bajo el sol!, quién sabe por cuánto tiempo...

Durante 130 años cobijé a Catherine, ella me contó muchas historias de Gales, del puente de Llandrillo, del anillo irlandés que le regaló Robert para el compromiso... (creo que todavía anda suelto el chiquito lustroso aquel).

Sí, Catherine alcanzó a contarme muchas cosas mientras todavía tenía voz. Luego se fue callando de a poco, era apenas un susurro, ... no me di cuenta exacta de lo que pasaba, pero estaba transformándose en tierra, en Patagonia...

En cambio, yo, Tabla de Pino, todavía sigo hablando, por si alguien quiere escuchar viejas historias...

Fernando Coronato








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