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viernes, 4 de diciembre de 2009

LA NOTA DE HOY





ROBERT GURNEY - EL CUARTO OSCURO - POEMAS A LA PATAGONIA

Por JULIA CHAKTOURA



He recibido de regalo dos preciosos libros. Se trata de Poemas a la Patagonia y El Cuarto Oscuro de Robert Gurney, mi amigo británico-patagónico. Él escribe una magnífica poesía en castellano... ¿qué digo? ¿en castellano? no, verdaderamente escribe en argentino. Y esto es así porque proviene de una historia que me resultó entrañable y familiar. Una historia que nace en Gales en 1865, se traslada a Gaiman, Chubut, en la Patagonia a principios del siglo pasado y regresa a Inglaterra perfumado de nostalgias sureñas.

La historia comienza en 1865 con la llegada de los colonos galeses a la Patagonia argentina, precisamente a orillas del río Chubut (Camwy en galés). Años más tarde, abre sus ojos al mundo Enyr Jones, en Gaiman, en 1901.
Descendiente de aquellos primeros colonos, Enyr Jones se crió en una chacra del valle. Nacido en medio de cinco hermanos más, su madre decidió que este hijo, cuando cumpliera 18 años, iría a estudiar a Gales. No estaba dispuesta a que hiciera la milicia en la Argentina.
Y se cumplió el designio con puntualidad inglesa. También acudió a la cita el dolor del desarraigo que mordía las horas del pupilo desgajado de sus raíces.
Y cuando terminó los estudios se había convertido en desertor del ejército argentino, con lo cual no pudo regresar a su Gaiman amado. Su añoranza lo condujo a enseñar lengua castellana, pero con el inconfundible acento argentino. En entrañables charlas, sus alumnos —testigos privilegiados de aquel fervoroso patagónico—, abrevaron de la fuente poética rioplatense y se hundieron en la mirada nostálgica que reflejaba otras playas, otro valle.

Dice Robert Gurney de su profesor, Mr Enyr Jones: “Cuando yo era su alumno, él tuvo una gran importancia en mi vida, aunque yo no lo reconocí entonces. Sus clases eran un oasis de paz, amistad e inspiración, para un grupo pequeño en la biblioteca, sentado en círculo alrededor de una elegante mesa de madera, con los diccionarios a la mano. Él era un hombre melancólico. Había como una nube oscura distante por encima de Mr. Jones, lo cual me fascinaba. Me preguntaba cuál era su problema. Era mal visto en el ambiente de entonces, mostrar un lado débil o, digamos, un aspecto no positivo. Jones era una persona con la melancolía romántica. Su mente estaba en otra parte, su alma ausente, sus ojos en el horizonte, en un sueño; un personaje un poco misterioso… su cara humana, triste, un poco perdido, como diciendo ‘¿qué hago yo acá’? Por supuesto, sus pensamientos estaban puestos permanentemente en Gaiman.”

Y en su poema titulado “Jonás”, Robert Gurney concluye en sus últimas estrofas:

[...] “Jonah” era el apodo de Mr Jones nuestro profesor nacido en Gaiman, de la clase de español. Fue arrojado en una playa galesa. [...] No cabe duda que nos rescató de la cadena de ensamblado.


El resultado de esta historia es que hoy podemos gozar de la maravillosa poesía de mi amigo Bob Gurney que es un perfecto anglosajón, pero que piensa en argentino (¿o en gaimense?) y cuando deseamos que aclare esta rara condición, nos dice lo siguiente:


Tengo que explicarte algo,
querido lector.
Es cierto que cultivo
el español argentino.
Mi primer profesor de Español
en el liceo de Luton
era el Sr. Enyr Jones
de Gaiman, Chubut.
Hablaba inglés
con acento galés.
Su español tenía
el mismo acento cantarín.
Sin duda en esa época,
hace dos vidas,
los galeses de Gaiman
hablaban español
con un acento galés.

Cantaban al hablar,
hablaban cantando.
Nosotros los alumnos
desarrollábamos
voces cantarinas
al recitar los verbos
como un coro de los valles.
No sólo eso.
Mr. Jones poseía
los vocablos argentinos.
Dudaba mucho
cuando nos enseñaba una palabra.
“A ver lo que dicen

en el diccionario”,

pronunciaba,
a pesar de que hablaba con fluidez
el español.


Recuerdo sus luchas
con una novela mejicana,
Pensativa.


Era principalmente profesor de alemán.
Creo que lo invitaron después
a enseñar el español.

Por eso usaba
su español natural
de Gaiman,
sin reflexionar mucho
en lo que decía.

¡No sé cómo aprobamos!
Las autoridades querían
el español de Castilla
pero aprobamos todos.

Teníamos la gramática patagónica
y el léxico chubuteño.
Sentí recién
una especie de nostalgia
por mi español
chubuteño galés.
Como sabés
oigo a menudo
la voz anglo-galesa de Dylan Thomas
cuando escribo mis versos.
Dylan me ayuda mucho
cuando busco una frase.

Mi esposa es galesa.
Mis hijos están ahora
en La Cabeza del Dragón.
Nunca pierdes la lengua
que aprendes de niño.
Más tarde intentaron eliminarlo,
como borraron en el colegio
mi acento lutonense
que a veces retorna.

El gaimense
fue mi primer amor.

Total:
adquirí un español chubuteño.


El jardín de Mr. Jones / El jardín de Mr. Jones

In those days / En aquellos tiempos
just after the war / justo después de la guerra
many of our teachers / muchos de nuestros profesores

had secret gardens. / tenían jardines secretos.

We were often / No era normal
not allowed / que nos permitiesen
into them. / entrar.

But there was one, / Pero había uno,

Mr Enyr Jones, / el Sr. Enyr Jones,

from Gaiman, / de Gaiman,

in Patagonia, / en la Patagonia,

who had such a place / que tenía tal sitio

and who would let us in. / y que nos dejaba entrar.


He would take us / Nos paseaba

for walks around it, / por ahí,

absentmindedly, / distraídamente

showing us the lawn / señalando el césped

and flowers / y las flores

that had different names / que en España

from those in Spain. / tenían nombres diferentes.


Perhaps / Quizás

the other gardens / los otros jardines

did not really exist / no existían de verdad,

but his did. / pero el suyo sí.




Foto de Enyr Jones (de pie)



Elite


Éramos una elite
en la clase de Español.

Eramos pocos,


más Mr Jones,


de Gaiman.


El colegio no nos daba


una sala.

Las lecciones tenían lugar

en la biblioteca

alrededor de una mesa de roble.


De vez en cuando
la puerta se abría

y estudiantes de Inglés, Francés,


Alemán o Latín


hacían ruidos surrealistas.


Pero nada podía molestarnos


sentados en un círculo


soñando con los ríos de México


la costa euskera


y los espacios abiertos


de la Patagonia.


Era un oasis de calma.


Oí más tarde


que transfirieron la clase


a la sala de los monitores


y que los estudiantes de Biología

bajaban ratas

para quemar

en el fuego eléctrico

antes de las clases.

Éramos una elite


dentro de una elite,


perseguida,


y nos encantaba.



El sueño de los galeses



“¿The dream is over,

El sueño ha terminado,


para los galeses?”


le pregunté
al barman.

“¿Quién puede saberlo, amigo?”


me contestó.


“Los sueños,

como todo lo que existe


no se pierden:


se transforman.


Los sueños


son energía.


A veces


dan calor


a veces luz


a veces
matan.”


Su libro Poemas a la Patagonia, fue recientemente editado en soporte papel y también en la web (ver www.poéticas.com.ar “sección Inglaterra”), y en breve será editado en Madrid (España). Tiene un extraordinario prólogo del poeta argentino Andrés Bohoslavsky quien, desde Cipolletti (Río Negro), se ocupó también de la selección. Y ese prólogo, dividido en dos partes, dice así:


Robert Gurney, el hombre.

Para ser sincero, escribo estas líneas para un amigo.
Y suena fuerte al escribirlo. Casi tanto como al pronunciarlo. Entonces, prefiero, hablar primero de él. Y contarte algunas cosas. Fue Bob, entre unos pocos, quien me rescata de una etapa oscura en lo relativo a la poesía. Abandonado y descreído de los “salones”, las “capillas” y finalmente hasta del valor de lo literario, soy extraído de ese territorio tenebroso, por eso que diría Chejov, mejor que yo. Un alma generosa. Y escribir sobre Bob, es hacerlo sobre esas almas que no piden nada, no quieren nada, sobre una persona que no “mercadea” con la vida ni con la poesía. Y esto no es poco. Creo, al fin, que estamos frente a un soñador, un utopista. Alguien que usa las palabras como herramientas, para transformar el mundo: el visible y el otro el que podemos aprehender y el que no el que se palpa y el que soñamos. O deberíamos hacerlo. Bob, significa para mí, la mano extendida. Una “travesura” del Señor. Si es que Él existe. Entonces, creo que el poeta toma otra forma, otras formas. El punto donde las palabras ceden a las imágenes. Ahí es donde puedo ubicarlo: en las imágenes oníricas de Chagall en la inversión de lo real de Dalí entre los mineros de Van Gogh en la otra orilla del Río Negro. Claro, estas visiones destiladas en mi cabeza, tal vez se tornen confusas, estimado lector. Mejor hacé una cosa: leé sus poemas viajá con él luego cerrá los ojos.

Robert Gurney, el poeta


La voz de Robert Gurney en Poemas a la Patagonia es un viaje.
Mejor dicho, varios viajes, varias voces. Gurney te llevará de viaje por la Patagonia, a un viaje por los ríos, valles, montañas, desiertos, bosques, parajes… una voz toma la forma de la naturaleza, utilizada para referirse al estado permanente de las cosas. Sin aditamentos. Pero Gurney no se limita a ser lo que es. El espíritu (otra voz) del poeta construye un desafío: el riesgo de escaparse de uno mismo. Y nos propone un enigma, nada sencillo: Si la naturaleza es lo real, lo contrario a espíritu, ¿de qué hablamos cuando decimos?: “La naturaleza del espíritu” y “el espíritu de la naturaleza”. ¿O son lo mismo? y dobla la apuesta cuando observa. Pero no observa sólo con los ojos. Eso está claro. Mirar, no da poesía a quien no la tiene. Gurney, idealista al fin, nos dice que la realidad es el mundo de las ideas, y no la realidad perceptible. Luego, algo hace que nos preguntemos ciertas cosas. ¿Cómo sé, de pronto, lo que sabía? ¿Contemplaba hace tiempo cosas eternas? Al poeta, los sentidos no le molestan al observar. Él no filosofa, ni lo quiere hacer. Gurney eligió la poesía. Y está bien que así sea. Lo que necesita el mundo no son filósofos, ni hombres de ciencia ni contadores. Ya hay suficientes. Su territorio es el poema. El poema que vive en el río, en las hormigas, en los indígenas, en los mitos, en su universo imaginario. Su poesía, al igual que la naturaleza, no se excede. No pone más plantas que las que están, ni más ríos que el que corre. Y creo, debo ser yo también mínimo. Los poetas como Gurney no se explican. Se leen.



COMENTARIO SOBRE LA OBRA POR LEO ZELADA



La Poesía de Robert Gurney se desliza en la mejor tradición anglosajona, con una precisión en la palabra y un manejo diestro del lenguaje colloquial. Empero se nota el desborde de la poética de la intensidad, propios de la mejor poesía latinoamericana. Tradición y modernidad atraviesan armónicamente este poemario. Cuarto oscuro es un libro logrado, que en estos tiempos de globalización cultural y de los límites de las fronteras nacionales, nos brinda un autor que siendo inglés, nos sorprende con un brillante sincretismo literario de la literatura inglesa y la tradición poética de América Latina.
Leo Zelada

The Poetry of Robert Gurney belongs to the best English tradition, with its verbal clarity and skilled handling of colloquial language. Nonetheless one notes the outpouring of a poetics of intensity, peculiar to the best Latin American poetry. Tradition and modernity intermingle to harmonious effect in this volume of poetry. The Dark Room is a successful book, where, in these times of globalisation of culture and waning national frontiers, we recognise an author who, though English, astonishes us with his striking syncretic fusion of English and Latin American poetic traditions.

Leo Zelada



DATOS DEL AUTOR: Robert Gurney cursó el bachillerato en el Luton College. Continúa en la Universidad de St Andrew donde estudia Literatura Castellana y se interesa particularmente por Huidobro, Larrea, Diego, Vallejo. Más tarde, prepara su tesis doctoral sobre Juan Larrea (The Poetry of Juan Larrea, Universidad de Londres, 1975), poeta al que entrevista en treinta y seis oportunidades en 1972, en Córdoba, Argentina. Busca crear una poesía minimalista y, a menudo, gráfica; busca las pequeñas verdades de la vida. Expresa: “Quiero encontrar un hueco, un sitio para mí y, creo, para mis amigos.” Publica Poemas de la Patagonia, (Inglaterra, 2004); La Poesía de Juan Larrea (Ensayo, Bilbao, 1985); tradujo El río y otros poemas, de Andrés Bohoslavsky (Ed. Verulamium Press, St. albans, 2004) y otros libros del mismo autor. Ha publicado diversos artículos sobre poesía de vanguardia; tiene un capítulo sobre Buñuel y Larrea en A Companion to Spanish Surrealism, Tamesis, Londres, 2004 y en Buñuel Siglo XXI, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004. Prepara un libro sobre Juan Larrea basado en las entrevistas; tiene una novela “anglo-argentina” (inédita). Ha dictado cursos en la Universidad de Middlesex sobre poesía latinoamericana del siglo veinte y sobre la generación del 27. Es Honorary Lecturer, en la Universidad de Gales, Swansea.



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