LA MESETA DE SOMUNCURÁ
Por Jorge Eduardo Lenard Vives
Escuché hablar por primera vez de la
meseta de Somuncurá en mi niñez. Su eufónico nombre evocaba la imagen de una
región inexplorada, aislada y solitaria, en la que aún se podía avistar alguna
tropilla de caballos salvajes. Es decir, un lugar misterioso, apto para la
aventura y el ensueño. Ya adolescente le dediqué algún cuento y unos versos, de
esos que es mejor olvidar:
Tan sólo la huella de una tropa de caballos salvajes
sobre la nieve que amontona el crudo invierno.
Perdida meseta, apenas un nombre
para nombrar un pedazo de desierto.
Buscando las citas sobre la meseta en la
Literatura en serio, leí “Viaje al río Chubut”, el diario de Georges Claraz, de
quien se decía que la había atravesado hacia 1865. Sin embargo, no hallé el
término “Somuncurá” en su obra. Supe de su marcha sobre el erial, gracias al
estudio preliminar de Rodolfo Casamiquela, que permite seguir el derrotero del
sabio suizo cuando encara “La subida”, pasa cerca de “La vieja” y arriba a
“Yamnago”. El propio Claraz da un indicio preciso, ya que advierte que la
“sierra” a la que asciende se denomina, en la armoniosa lengua guenenaken,
Tesche Huelusch (“piedra sonora”).
Repasé luego el libro de George Musters,
otro del que se comentaba que, en 1869, había recorrido la planada. Tampoco
nomina ”Somuncurá” al lugar; colegimos que ronda sus cercanías pues menciona
los parajes de Maquinchao, Treneta y Valcheta. Por último, conocedor de que el
Perito Moreno tomó tales rumbos a fines del siglo XIX, consulté las
“Reminiscencias” recopiladas por su hijo, sus “Apuntes preliminares” y el
“Viaje a la Patagonia Austral”. No encontré señal de que el erudito designase a
la meseta de tal manera. Pero se advierten de nuevo los sitios próximos que
jalonan su presencia: Maquinchao, Treneta...
Quien sí la llama Somuncurá es Rodolfo
Casamiquela, topónimo que traduce del mapuche como “piedra que suena”.
Posiblemente también usa ese nombre el maestro Tomás Harrington; si bien no me
consta, ya que accedí a una mínima parte de su bibliografía. Ambos investigaron
el tema a partir de la primera mitad del siglo XX; sus informantes fueron más
modernos.
En todos esos casos, la meseta fue objeto
de la escritura documental. Cuando la Literatura comienza a tomar vuelo en la
región, la poesía y la narrativa empiezan a interesarse por la recóndita zona.
Por ejemplo, ese gran poeta que fue Julio Sodero le dedicó unas estrofas en su
obra “Somuncurá”:
Aquí yace la libertad inconclusa.
La página que el tiempo inmola
con sus vestidos de mariposa.
...
Aquí en Somuncurá.
Yacen las primeras fundaciones del olvido
de la muerte.
Pero, sin dudas, quien le ha cantado en
toda su magnitud, es el reconocido escritor valchetense Jorge Castañeda,
indiscutible “bardo de Somuncurá”; que desde su ciudad al pie de la planicie,
la invoca en su prosa y en su lírica. Tal el caso de la crónica “El reino
mesetario”:
“Alturas de la meseta de Somuncurá. Horizonte sin mengua donde hasta la confianza
se arruta como el trote desconfiado del caballo. Los viejos hábitos de bajar
los cueros, de hablar poco, de escuchar la voz de uno mismo y de conversar con
el silencio en los corrales de pirca, en la hilacha de la chivada, en el filo
cortante del cuchillo, en la piel del colorado recién estaqueado. (...). Meseta
de Somuncurá. Alta, fuerte, dilatada, agreste, tutelar. Tan vieja como la edad
del continente. Tan nuestra como el aire que respiramos.”
¡Excelente descripción del escenario cuya
esencia el autor, con su habitual sensibilidad artística, supo captar! La
refleja de igual manera en su poema “La meseta de Somuncurá”:
Arriba todo es silencio
Azulando las lagunas.
Toda de coirón y charcao
Meseta de Somuncura.
Mentar la meseta de Somuncurá, sugiere la
atractiva posibilidad de que existan enigmas aún por develar en nuestro
prosaico mundo. Pese a que actualmente una aplicación de internet, que se
empeña en vulnerar todo arcano, permite verla en su amplia extensión; queda la
esperanza de que oculte todavía algún secreto que el indiscreto satélite no
pueda develar. Como sea, la tecnología –invención humana– no superará nunca la
imaginación, incorporada ab origene a
nuestra naturaleza. Y menos podrá aventajar a la inspiración y a la fantasía
del artista.
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3 comentarios:
Qué lindo artículo!!!! Nos traes ese recuerdo de estar en la patagonia mirando el mundo, escuchando el viento... Y seguro que Dios nos deja lugares que ningún google pueda invadir, lugares llenos de secretos por develar.
Brillante, como todas las notas de Jorge!
Muchas gracias Solange y Carlos por la lectura y los comentarios. Me alegra que les haya gustado la nota, tanto como a mí me gustó escribirla, recordando un lugar tan patagónico como es esa meseta.
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