EDMUNDO DANIEL JÍOS
Por Margarita Borsella (*)
El
17 de febrero del año 1938, en un ranchito de adobe de Río Chico, un pintoresco
pueblo rionegrino atravesado por las vías de La Trochita, venía al mundo
Edmundo Daniel Jíos. Hijo de Lía —nativa— y de Aristocles —un griego a quien la
devastada Europa después de la primera guerra mundial no había logrado vencer
sus sueños y cruzó el océano para transformarse en pionero de la construcción de ese trencito patagónico—.
Siendo
Edmundo muy pequeño, la familia se trasladó a El Maitén para continuar
trabajando en el ferrocarril. Es allí donde cursa sus estudios primarios en la
Escuela N° 149 y despierta su interés por la lectura, alentado por el maestro
Donald Borsella. Ya en su adolescencia, el escritor Don Elías Chucair —de
sangre árabe pero que supo fraternizar con el indio y el criollo que poblaba la
zona de Jacobacci—, impulsó a su pasión por la escritura, la cual se
caracteriza por romper el mito de la monotonía de un interior silenciado al
cual resignifica a través de la voz de sus habitantes que se eternizan en los
escritos; lo que hace que las historias de su pueblo transformen a El Maitén en
un pueblo de historias.
Desde
los 14 años Edmundo supo del yugo del trabajo. Fue transportista de áridos en
un carro tirado por bueyes, peón de ladrillero en donde pisaba barro con
caballos, peón de carneador en un matadero, peón de albañil, hasta que en 1959
ingresó al ferrocarril como fogonista en La Trochita y a partir de 1970
comienza su profesión, que ejerce por 22 años, como conductor de las
locomotoras. Luego de ello abrió una Pizzería en el centro de El Maitén, que
por más de 20 años fue un lugar de encuentro de amigos que daban paso a las
diferentes manifestaciones culturales de la región.
El
Ministerio de Gobierno de la Provincia del Chubut lo convocó como Director de
Asuntos Poblacionales, en donde tuvo la responsabilidad de afianzar vínculos
con los pobladores originarios de las comunas rurales de Gan Gan, Gastre y Aldea
Epulef. En El Maitén durante seis años fue animador de las primeras Fiestas del
Tren a Vapor, y administrativo de la agencia PAMI, donde ejerció una importante
labor social teniendo en cuenta las necesidades de las comunidades aborígenes
de la región, estrechando lazos culturales entre ellos; la que ahondó su
incursión en la escritura.
Y
así es como Edmundo, heredero de esa sangre que surge de mixturar en un crisol
la sabiduría griega con la picardía criolla, se convierte en “un apasionado por
las historias de la gente común, de anécdotas cotidianas y recuerdos a que a
veces tocan el límite de lo inverosímil”, como diría su hija Mariela al
escribirle en la contratapa de “El Baúl de los Recuerdos”, su primer libro. Uno
de sus primeros trabajos literarios fue “Un amor de tiempo adentro” —historia testimonial
de una familia araucana—, presentado a un certamen literario organizado por
PAMI Nación, en donde obtuvo una mención especial.
Su
cuento “La Francisca”, ya publicado en esta página, obtuvo el Primer Premio
Comarcal y Segundo Premio en el Certamen “Gonzalo Delfino” de la localidad de
Gaiman. Posteriormente escribió la obra “Desalojo en la Vuelta del Río”, que
por sus connotaciones sociales tuvo un fuerte impacto en la comunidad
maitenense. Y en el 2012 aparece su libro “El Baúl de los Recuerdos”; que el
Honorable Concejo Deliberante de la Municipalidad de Epuyén, mediante
Declaración N° 24/2012, declara de Interés Cultural, Educativo y Social, en
tanto el Honorable Concejo Deliberante de la Municipalidad de El Maitén, por
Declaración N° 06/ 2013, declara de Interés Cultural, Social y Legislativo,
“... este trabajo literario nació con la
finalidad de rescatar en él lo acontecido en El Maitén y sus alrededores, para
que no se diluya en el tiempo el recuerdo de aquellos pioneros que con su
sacrificio hicieron posible este presente pleno de comodidades que ellos no
tuvieron. Un escritor con oficio, exhibiría en un trabajo como este la
organización y las correcciones que una buena obra literaria debe tener. Yo,
además de ser autodidacta sin formación académica, soy un rebelde de la
literatura. No logro escribir más de dos páginas seguidas siguiendo un orden
cronológico de lugares, hechos o acontecimientos. Me excuso de no poder llevar
un orden preciso, pero el contenido tan disímil de todo lo que expreso me lo
dificulta, ya a veces me lo imposibilita. Reseñas biográficas y pequeñas
historias de tiempos dispares conviven dentro de este baúl. Pero así es como
los vientos cordilleranos me acercaron los recuerdos, y así es como dejo que
los mismos vientos los lleven hasta ustedes, amigos lectores...”, decía este
hombre apasionado por la vida y por las historias de la gente común, en quienes
supo bucear en el fondo de sus almas para llenar este baúl de emociones de todo
un pueblo; este baúl que si bien fue su primer libro presentado, por esas cosas
de la vida también ha sido el último ya que hace sólo unos días se ha
encontrado con la muerte.
Si
bien una gran amistad lo unía a mi padre y a mi tío, recién después de 48 años
lo he vuelto a ver, teniendo dos largas charlas; una en El Maitén y otra en
Trelew. En una de ellas, presagiando tal vez que sus largas enfermedades le
jugarían una mala pasada, y diciéndome que al hacer un balance de su vida debía
reconocer que lo que tenía en su haber superaba ampliamente a lo que sus actitudes
le hicieran merecedor, me entregó un poema pidiéndome que lo diera a conocer...
Lo había escrito una tarde de julio de 1979 sobre una mesa de la pizzería El
Obelisco de Esquel, y me lo dio en el otoño del 2013...
Dios
Yo sentía que existías,
no sabía en qué forma ni en qué
espacios.
No intentaba encontrarte
porque hacerlo
era comprometer mi vida, mi
existencia,
mi libertad, (o libertinaje).
Y a pesar de los vicios y placeres
en que se revolcaba mi locura,
mi enfermedad de sexo, de inmundicia,
mi tortura en tu imagen se calmaba.
Te encontraba en mis hijos, en la
luna
reflejándose pura en un arroyo
y en la nieve que cubre las
montañas.
Te veía en el rostro de mi esposa
descansando feliz sobra la almohada
después de haberme dado el fruto de
la vida,
recibiendo de mí ¿solo la nada?...
Te encontraba... y negaba tu
existencia
de mi nada hacia afuera.
Porque cuando el dolor me
atormentaba,
¡con qué fervor a solas te
rezaba!...
Y no era hipocresía. Tú lo sabes;
aunque al siguiente instante te
olvidara.
Y descendí al infierno, a sus
entrañas.
Encontré a Lucifer, Satanás, ¿cómo
se llama?...
En fin, jugué lo poco de valor que
me quedaba.
Y no sé si gané, o fue una
aflojada,
que me hizo el diablo para
destrozarme
definitivamente el Alma.
No importa DIOS... yo te sigo
buscando,
con desesperación, como se aferra
a una madera el náufrago cuando
además del mar, no tiene nada.
Ayúdame Señor, Dios infinito,
por mi esposa, por mis hijos, por
mi mismo.
Hoy te grito desde el fondo de este
abismo
¡Ayúdame Señor... Te necesito!
Seguramente
ya estará con Él, junto a otros escritores patagónicos.
(*) Escritora de
Trelew.
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