LEONOR MARÍA PIÑERO
Y
EL NACIMIENTO DE LA CRÍTICA EN LA LITERATURA PATAGÓNICA
Por
Jorge Eduardo Lenard Vives
“-… ¿Sobre qué
escribe usted? – preguntó la señorita Bordereau.
- Sobre los libros de otros. Soy un crítico, un historiador en pequeña
escala. – … - ¿Y qué otros, entonces?
- Ah, gente mejor que yo: los grandes escritores, principalmente; los
grandes filósofos y poetas del pasado; los que se han muerto y no pueden hablar
por sí mismos.”
(Los papeles de Aspern. Henry James)
Los libros, a veces, se difunden de boca en boca. Si el
lector recuerda cómo llegaron a sus manos los ejemplares que más ha disfrutado,
es probable que tenga presente a alguien que se lo recomendó, regaló o prestó…
aunque esto último no es algo popular entre los bibliófilos. Otras veces, la
divulgación se hace por medio de la propaganda; que golpea al lector desde un
afiche callejero o un aviso en los diarios. El libro se publicita como
cualquier otro producto. Así pueden verse librerías donde se exhiben los
ejemplares dispuestos en pilas, al estilo de las latas de conserva en un
supermercado; una curiosa muestra que prioriza la cantidad sobre la calidad.
Pero hay una tercera forma: la divulgación por medio de los comentaristas
y otros cultores de la “metaliteratura”; cuyos trabajos llegan al público como nuevos
textos o breves notas literarias. La figura del crítico aún no está bien afianzada
en la Literatura Patagónica, pese a que muchas personas han cumplido, y están
cumpliendo, ese papel. Entre ellas se destaca una escritora que además de crear
su propia obra, decidió propalar la de sus colegas; tanto los patagónicos como los
de otras latitudes que se inspiraron en la zona. Se trata de la fueguina Leonor
María Piñero.
Pocos datos tenemos sobre sus primeros años de vida. Si bien
no habría nacido en Tierra del Fuego, su familia estaba asentada desde mucho
tiempo atrás en la zona. A principios del siglo XX su padre, Esteban Piñero, administraba la estancia La
Criolla; al sur de Río Grande. A su muerte en 1930, quedó a
cargo del campo su esposa, Berta Patella, progenitora de la escritora. Con el
tiempo, Leonor se radicó en Río Grande; donde vivió la mayor parte de su vida.
Su hermana mayor, la pintora Venus Videla, frecuentaba los
ambientes artísticos. Así Leonor conoció desde chica a referentes de la cultura
y el periodismo, que le permitieron canalizar su vena literaria. Comenzó a
publicar en 1947 sus artículos en periódicos; y en 1951 editó el primer libro
de relatos, “Retorno al amor y otros
cuentos”. El segundo libro, de 1957, fue la “Estatua Viviente”; una
novela por la que Enrique Larreta la felicitó. Luego editó el poemario “Mis palabras”, hacia 1969.
En 1971, fundó en
Río Grande el quincenario “La Ciudad Nueva”. Fue,
también, la primera corresponsal en la zona de algunos medios de prensa
nacionales. Además de exteriorizar su vocación
periodística, continuó con su pasión literaria; y escribió otros libros como
“Pasitos en la nieve”, “Eluned Morgan, exponente de la mujer galesa”, “Cuentos
para mi niño”, “Doña Rosa, la colona”; “Monseñor Fagnano”, y los
volúmenes de poemas “Mis Desvelos” y “Tinta Sur”. Se recuerdan en especial sus
cuentos infantiles “Chepachen” y “El
Milagro de las Flores”.
Su bibliografía fue extensa y promisora. Sin embargo, la prolífica
autora tuvo tiempo para mirar el panorama de las letras a su alrededor y percatarse
de su riqueza. Se abocó entonces a la tarea de hacerlo conocer. Surge así una
larga nota publicada en el número de
agosto/septiembre de 1963 de la revista “Argentina Austral”, llamada “Ensayo de
historia literaria patagónica”. Allí esboza una clasificación de la
historia de la Literatura Patagónica en cuatro épocas: “de grupos autóctonos” (tradición oral); “de descubrimientos”,
hasta 1850 (crónicas de expediciones extranjeras); “de organización”, hasta
1910 (relatos de viajeros argentinos); y “de evolución”, con escritores nativos
y arraigados, hasta nuestros días.
Piñero también se pregunta allí si existen los “escritores patagónicos”. Y concluye que sí: los
literatos nacidos y residentes en la región lo son. Sus temas, en general, son
los que les brinda el paisaje comarcal; pero también tocan asuntos universales
desde la óptica del ambiente particular en el que viven. Otro aporte es su
intención de dilucidar la identidad de los primeros escritores nativos. Cita dos: Zacarías Herrero, un poeta
maragato; y Lucas Bridges, nacido en Ushuaia y autor de “El último confín de la
tierra”. Finaliza su estudio con un concepto aún válido: que “ellos (los escritores
de la Patagonia) merecen que se los vaya ubicando dentro de cualquier antología
argentina”.
En el tratado “Pasión y suma de la expresión
argentina”, Juan Pinto reconoce su importante papel como filóloga de las letras
sureñas; y menciona el extenso trabajo que, con el título “Ensayo de antología
literaria patagónica”, le publicó el diario Jornada de Trelew los días 16, 17 y
18 de septiembre de 1963.
Cuando en el año 2001 el fruto de cincuenta años de tarea
artística es reconocida por la legislatura de Tierra del Fuego, pronuncia unas sentidas
palabras autobiográficas; las que finaliza diciendo: “Yo seguiré trabajando, dije,
hasta el día que me muera; porque la literatura la llevo en la sangre como mi
propia vida. Una a veces se pregunta ¿por qué escribo?, ¿por qué escribo tanto?
Y será porque van surgiendo temas y una desea seguir; y sigo y sigo Y así será
hasta el día que en que me vaya al otro mundo.”
El 25 de junio de 2010, a los 86
años, “se fue al otro mundo” esta artista que brilló con luz propia; pero que
también tuvo tiempo para iluminar la realización de otros literatos; a quienes rescató de las sombras del pasado
donde permanecían ocultos pese a la calidad de su pluma. Sin embargo, quedan
aún muchos en el olvido. La tarea en la que Leonor María Piñero fue pionera está
aún inconclusa; y amerita ser continuada.
Nota:
El autor quiere agradecer a Hernán, de Bs. As., detallado biógrafo de la escritora
cuyo apellido desconoce, y a Mingo Gutiérrez, autor del blog “Mensajero del
Río”; de cuyos textos tomó varios
datos para este artículo. Visto en: http://mensajerodelrio.blogspot.com.ar
2 comentarios:
¡Muy buena nota! Una importante valoración tanto para los críticos literarios, como para los escritores. Leer la obra de un escritor y luego realizar el comentario es una forma coloquial de compartir sentimientos, conocimientos y así se completa el círculo desde el escritor al lector. Luego está el que realiza la talentosa tarea de unir a ambos. Un meritorio trabajo de Jorge Eduardo Lenard Vives. Lector e investigador de la literatura Patagónica, conocedor de importante bibliografía, de la cual él rescata la nota emotiva, el conocimiento que derrota al tiempo y a la distancia, dejándonos el pensamiento ávido, casi infantil de "¡Cuánto nos falta por saber! Gracias a Leonor María Piñero, a Jorge Vives y a Literasur. Abrazos de Negrita (la de Sierra Grande)
Muchas gracias, Negrita, por tu aporte; y por estar siempre acompañando a Literasur. Como señalaste, leer la obra de un escritor y comentarla, es la forma más directa para completar el círculo que une lector y autor. Ese comentario es a veces el simple "boca a boca"; y otras veces una estudiada crítica que puede ir desde una breve nota a un enjundioso libro. La figura del critico, profesional o amateur, cobra una gran importancia, no siempre reconocida, para acercar los libros y sus autores a los lectores.
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