A LA MUERTE DE UN JOVEN LABRADOR
Por Gonzalo Delfino (*)
Vino a buscarte, labrador, la Muerte,
y te encontró, como siempre, arando.
Celosa de tu brazo vino a llevarte,
la segadora de los humanos tallos.
Mensaje de remotas playas había
en el agua azul de tus ojos claros
y en la verde promesa de los días
confiaba tu corazón de pájaro.
Hundióse todo en sigiloso espejo,
morada fiel de lo que se ha soñado;
y una tarde de ya maduro estío
aquellos dulces ojos te lloraron.
Mas, libres ya de los terrenos lazos,
podrás seguir eternamente arando,
y segar de Dios los rubios trigos,
y campos de amapolas, en los ocasos.
(*) Escritor chubutense. Este poema es de su libro “Voces de la Tierra” (Ediciones Cruz del Sur, Buenos Aires, 1954).
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