A MI SOMBRA
Por Lidia Romero
Cuando niña,
me encantaba
hacer rondas con mi sombra;
era a veces pequeñita bajo el sol del mediodía;
yo giraba,
me reía,
y las aspas de mis brazos remolinos inventaban,
preguntándole a los aires
quién a quién se perseguía.
Por entonces,
tú, mi sombra, eras solo una locuela
que bajaba, que subía, y a mis piernas se enredaba;
y una alondra,
que volaba,
atadita a los anteojos de mi mente
que hoy te nombra,
preguntando por tu magia
que no está ya, donde estaba.
Hoy, ¿lo sabes?
me consuelas
porque aún vas a mi costado;
ya no juego y te acompasas a mi ritmo no tan nuevo.
Pero aún vuelas,
si yo vuelo.
Has crecido, eres más vieja, pues mi sol no te renueva.
Me pregunto, ¿cuándo juntas
dormiremos bajo el suelo?
Abrazadas
para siempre,
tejeremos comentarios.
Con tu boca algodonosa me hablarás de “aquellas horas”.
Y en setiembre,
seré sombra
hecho ya mi aprendizaje en el terroso, tibio vientre…
¡Volveré y habrá otra niña
para bailarte mis rondas!
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