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jueves, 2 de abril de 2009

REPORTAJE A COCA RODRÍGUEZ ( 2° PARTE)



Entrevista a:
Coca Rodríguez

Actriz
Trelew

- Segunda parte -

27 de Marzo – DÍA MUNDIAL DEL TEATRO

Por Olga Starzak





Hay en las palabras de Coca un agradecimiento que va más allá de las palabras. Una gratitud hacia esos hombres de la comunicación que entendían el arte como parte relevante de su pueblo.
En cada relato que nos hace, hay un todo entre el grupo al que ella pertenecía desde el teatro infantil, y “El Grillo” que representaba obras para adultos. Recuerda en él, además de los nombres de Myrtha García Moreno, Pocho Gutiérrez, Beltrán y Encarnación Mulhall, Horacio Guratti… a Olga Radice, Cora Garate, Beba Fredes, Alba Fredes, Emilse Pereyra, César Rago…

Y vos, Coca, ¿qué participación tenías allí, siendo tan jovencita cuando ese grupo nace y se consolida?

Traspunte, dice. Yo era transpunte en el teatro “El Grillo”. Porque yo tenía que estar donde se prendieran las luces, y hubiera alguien que se movía en un escenario. Ambos grupos colaboraban con el otro, no había competencias… ¡ni se nos ocurría competir! En las funciones de “La Rayuela” estaban ellos para ver que podíamos necesitar, y nosotros igual para con ellos.

¿Sos consciente de que ustedes, tanto los actores de “La Rayuela” como de “El Grillo”, marcaron en Trelew una época, cultural, social y artística que no volvió a repetirse?

No sé, no es tan así. La gente cambia, las condiciones cambian, los pueblos cambian. Creo que la dictadura militar fue como un trapo con nafta que causó como una cosa de agostamiento, de aridez, de tierra seca. De pronto por el miedo, la situación económica… un montón de cosas que se fueron complotando para que desapareciera ese Trelew que teníamos, para que el teatro desaparezca; y después –de a poquito- se fue rehabilitando la actividad, fue reflotando, desde “Metateatro”, desde “El árbol”, fuera del ámbito oficial van surgiendo alternativas muy importantes.
Yo soy integrante de “El árbol” que es una asociación cultural sin fines de lucro. Se sostuvo vendiendo empanadas. Después de unos cuantos años conseguimos del Instituto Nacional del Teatro un subsidio y recién ahora, después de 16 años, nos dieron un subsidio de Provincia. Empezamos de la nada: hay un video que lo demuestra: está Juan Arcuri, flaquito, con barba… abriendo la puerta de un galpón, un galpón que hoy es “El árbol” (cuando iniciamos teníamos que llevar un almohadón y una manta para no morirnos de frío). Hoy tiene a “Ampolla”, su propio elenco, taller para chicos, para adolescentes, para jóvenes, para adultos…


Cuando le pregunto sobre los recuerdos que le surgen de la década del sesenta, de sus compañeros, del teatro independiente, del público que convocaban, abre sus grandes ojos oscuros, y con tanta emoción como convicción, expresa:

Alegría. Éramos tan felices, éramos audaces. El público estaba siempre pendiente de una nueva puesta en escena. Se llenaban todas las funciones, era gente llena de ganas de ver, conocer, participar…

Y detiene su mente allí, en ese recuerdo que la llena, indiscutiblemente, de auténtica alegría.
Le recuerdo “La palangana de Poncio”, ese Café Concert que interpretó junto a Pocho Gutiérrez y que tuvo tanto éxito que aún hoy la gente lo anhela. Me interesa que nos cuente cómo surge, y lo hace así:

Myrtha García Moreno, que dirigía “El Grillo”, un día me dice: “vamos a hacer un café concert; vos y Pocho (Gutiérrez)”. Le dije que sí sin saber de qué se trataría (porque cuando se trataba de actuar yo decía siempre que sí). Trabajamos cuatro meses, cuatro meses de trabajo de mesa. Reunimos poemas, canciones, textos. Nos detuvimos en analizar por qué habíamos hecho esa elección, dónde estaba el hilo conductor; y resultó un espectáculo con un humor desopilante pero textos fuertes.
Tuvimos un éxito increíble y la dejé porque, embarazada de seis meses de mi primer hijo, ya no podía seguir. La gente nos mimaba con ese espectáculo; aplaudía de pie.

Coca actuó en más de 60 obras teatrales, y le pregunto en qué roles se sintió más cómoda, más identificada con su propio perfil…

No me llama un personaje porque se parezca a mí. Muy por el contrario, me atrae literariamente primero, qué le pasa a ese personaje, y cuanto más distante esté de mí más desafío representa.

Creés que el actor tiene que poder interpretar cualquier tipo de rol, o que cada uno nace o se hace para un determinado papel, sea este consecuente de la comedia, el drama, la tragedia o el humor?

Las dos cosas, creo. Como en todo lo artístico hay una vocación, algo te tiene que llamar a hacer eso, a sentir que eso es lo que te va a dar felicidad, pero después - si no tenés ese tesón, esas ganas de saber, de aprender, de estudiar- el talento natural queda ahí, tiene un techito. Eso es lo que tiene de maravilloso el teatro, no se termina nunca de aprender. El actor se hace sobre las tablas, se hace caminando el escenario.
El actor tiene que poder hacer todo, y a cada personaje tiene que amarlo aunque haga de un asesino serial. Eso, en la construcción del personaje, es fundamental, uno inconscientemente juzga al personaje, y ¡no se puede hacer eso! Así es imposible dar lo que ese papel exige.

Quiero saber qué hay de cierto en aquello de lo que tanto se habla: el pánico escénico. Y la invito a que nos cuente cuánto de realidad y cuánto de leyenda hay en eso.

A mí no me ha pasado pero lo he visto. Gente que se bloquea y directamente hay que bajar el telón, y volver a empezar. Yo utilizo aquello de las cuatro paredes de Stanislavsky. Este fue el primer pedagogo teatral que sistematizó toda una teoría sobre el actor y su mundo. Muchos lo han tomado al pie de la letra pero la realidad es que él se murió revisando su método.

Hablando de nuevas teorías, se refiere luego a Eugenio Barba. Nos dice:

Es el pedagogo de la actualidad, quien marca tendencias. A mi modo de ver, agrega, no existe un teatro absolutamente Stanislavskiano o Barbiano. Cada obra, cada personaje tiene su modo de acercamiento, de construirse, sirven cosas de allá, cosas de acá; depende muchísimo del director.

A propósito de los directores: una vida dedicada al teatro te ha llevado a tener un criterio claro respecto de directores y direcciones… ¿qué no le puede falta a una persona para dirigir una obra de teatro? ¿A quién admirás en lo regional, y en lo nacional en este sentido?

¡Pasión! Eso es lo que no les puede faltar...

Cuando le expreso que, a mi parecer, a los directores les gusta asumir una actitud a veces soberbia, a veces agresiva, apunta:

El director es alguien que tiene el mismo amor que los actores por el teatro. Si es déspota o autoritario, solo habla de sus propias inseguridades. Si un director tiene conocimiento y pasión por el teatro acepto que me dirija un actor que no ha tenido experiencia. La pasión es básica. La seguridad que te trasmite es fundamental.
En lo regional admiro a Luis Molina y Gustavo Rodríguez, porque sé lo que aman el teatro. Luis tiene toda su pasión y su corazón dedicado al teatro, y Gustavo es un ser más vulnerable, un artista. El es además buen escritor, fotógrafo, tiene el arte a flor de piel.
En lo nacional admiro a Pompeyo Aurivert. Tiene una mirada diferente, es un artista muy serio que investiga con muchas ganas y –puede gustar o no su teatro- pero es absolutamente respetable. No podemos hablar de teatro vanguardista porque esto implicaría una ruptura, y de hecho, todavía no la hay, pero sí de nuevos modos, de nuevas tendencias.

Ya has dado clases de teatro, has coordinado innumerables talleres, has enseñado u trasmitido toda tu capacidad y experiencia… ¿qué creés que, en este ámbito, te falta por hacer? Y es que hay algo que te falte, claro…

Ahora quiero actuar. Actuar y ¡seguir aprendiendo! Me gustaría hacer el teatro de actores, más intimista, de pocos, y de construir un personaje desde los cimientos y verlos crecer…
Y hacer Café Concert, ¡eso me divierte mucho!

Ese es el sentir de Coca. Alegría en el Hacer. Todo lo hizo así: hasta cuando pasó, de viaje por placer, por Chile, y terminó quedándose en Santiago cuatro meses tentada por una oferta de hacer en televisión, teatro para niños. O cuando, radicada en España, se dio el gusto, también, de hacer teatro para chicos.
Ella dice que el teatro es una pasión.
Y así lo trasmite.

Olga Starzak
Marzo de 2009

sábado, 28 de marzo de 2009

EL REPORTAJE DE HOY


Entrevista a:
Coca Rodríguez

Actriz
Trelew

27 de Marzo – DÍA MUNDIAL DEL TEATRO

Por Olga Starzak

Me reencuentro, después de mucho tiempo, con Coca Rodríguez, una mujer a la que quiero y admiro inmensamente. Enseguida me parece que nunca dejamos de vernos. Es que ella es de esas mujeres cálidas y sencillas que irradian una energía peculiar y cuya compañía es un disfrute.
Si bien estoy muy lejos de ser reportera, mucho más periodista siento que Coca me facilita esta tarea que estoy empecinada en hacer para compartir con los lectores de Literasur, la vida y obra de una teatrista, para usar las palabras con las que ella se define.
Le pido que nos devele su nombre tal como está escrito en el documento de identidad; y con esa espontaneidad que la caracteriza, me pregunta:

¿Vos decís el que me pusieron mis papás? Soy María Angélica Beatriz Rodríguez. Y como no puede dejar de jugar y divertirse, agrega: porque tengo tres nombres, como las princesas…

Entonces, frente a una actriz, la pregunta de rigor: ¿cuándo y cómo comenzó tu vocación artística?

¡Huy! No tengo conciencia de un momento en particular. Desde que era muy chiquita jugaba a ser actriz. Te cuento, por ejemplo… tenía muchas muñecas pero no las usaba para jugar con ellas a la mamá como otras nenas, o cambiarlas, darles de comer o bañarlas… ¡las usaba de público! Las sentaba bien acomodaditas y actuaba para ellas… Cuando ingresé a la escuela primaria, ya desde segundo grado yo era la que decía el versito del acto, cantaba la canción, actuaba para fin de año… hacía “el numerito”, como decían las maestras. Para mí era muy natural que yo estuviese parada y la gente estuviera ahí observándome, escuchándome. No me sentía importante, ni sentía miedo; no sentía vergüenza, nada. Me encantaba.
Y después pasé al escenario casi sin darme cuenta.

Los recuerdos afloran intactos a la mente de Coca, y disfruta al narrarlos, casi como queriendo revivir aquella época en la que transitó sus primeros pasos en el escenario.
Le pregunto: ¿Cuál fue tu primera representación teatral?


¿Como actriz? ¡Ah! En El Español, “No salgas esta noche” se llamaba la obra y la dirigía Enriqueta Algarra. Yo tendría entre 17 y 18 años, y representaba a una jovencita que salía del colegio de monjas y se enamoraba de un señor mayor.
Recuerdo que mi papá me llevaba al teatro y se quedaba conmigo, a veces hasta durmiendo en la butaca, hasta que terminaba y nos íbamos a casa.

Nostalgia en esa evocación al padre, al hombre que Coca admira, aquél que siendo aún niña la lleva al teatro en Buenos Aires, a ver una obra para niños; y queda cautivada con el mundo del espectáculo, de las luces, del vestuario… y ya sabe para siempre que allí estará su vida.
Es entonces cuando le pregunto qué es lo que más le gusta de este arte de actuar, y qué es lo que le pesa, si en todo caso hay algo que no le guste tanto. Sin dudar, casi sin dejarme terminar, expresa:

¡Todo! Desde la transpiración hasta la iluminación. Yo amo esto… el teatro es mágico. No hay nada que no me guste.

Recuerda entonces una obra, y me conmina a verla porque está a punto de volver a interpretarse: “Los irreverentes” con Natalia Rodríguez y Ariel Molina.

Allí yo vendía las entradas, y estaba feliz. Se respira en ese ambiente un aire particular, fascinante., Después cerraba la boletería y me iba a ver la obra, por enésima vez… ¡Es fantástico!…

He visto a Coca actuar, cantar, tocar la guitarra, recitar… Se me ocurre preguntarle, a propósito de tantas habilidades: ¿qué formación recibiste para fortalecer tu vocación actoral?

Tomé clases con Camilo Da Passano, Conrado Ramonet… Era gente que venía a asistirnos técnicamente dentro del programa de la Dirección de Cultura.. Ahora por razones económicos y políticas, que no vale la pena aquí recordar, se transforman en visitas de dos o tres días, cursos intensivos que, por ejemplo en el Salón Azul del Diario Chubut, en seis horas por día te entregan un cúmulo de información. En cambio, en nuestra época venían y se quedaban dos meses. Nos daban el curso y nos dirigían en una puesta en escena. Recuerdo que hicimos, en una oportunidad, “Nuestro fin de semana” con Conrado Ramonet. Yo era muy jovencita y delgada; me ponían relleno en el corpiño para hacerme más adulta. Compartía escenario con Beltrán Mulhall, Olga Radice, Pocho Gutierrez, Encarnación de Mulhall, Horacio Guratti…
También venía David Cureses que montó “El viajero en mitad de la noche” con actores de “El grillo”. Un maestro del teatro.

Y como no puede dejar de pensar en los demás, en los que como ella gustan de la actuación, me dice:

Yo les digo a mis alumnos que nosotros para empezar a formarnos desde lo teórico tuvimos que ir a Buenos Aires, a estudiar con maestros (porque convengamos que las carreras que forman actores hoy aquí dejan mucho que desear). Uno tiene que ir con los grandes maestros que son los que saben… En Buenos Aires tomé clases con Ricardo Bartís y Laura Yussem. Era un privilegio. Laura dirigió a Alfredo Alcón, en el San Martín, en la obra “El rey Lear”.
Tanto se nos respetaba que cuando venía gente que no satisfacía nuestras expectativas, con todo respeto se lo hacíamos saber a la Dirección de Cultura que era quien los traía, y ¡se prescindía de esos servicios!


Seduce la forma simple y coherente que Coca define las actitudes de aquella época, y me interesa conocer qué actividades teatrales ofrecía, entonces, Trelew.


No había actividades teatrales. Lo que había era una gran inquietud comunitaria por la cultura en general, yo te estoy hablando del Trelew de 12000, 15000 habitantes, me aclara. Y bueno... la gente venía de Buenos Aires y se sorprendía. Había mucha efervescencia, había coros, había universidad, teatro para niños (que éramos nosotras), teatro para adultos con “El grillo”. La comunidad participaba toda: la sastrería de la Policía hacía los trajes para los actores de “El grillo”. A Fito Joaquín no le importaba cuándo le íbamos pagar y nos proporcionaba todas las telas que necesitábamos para el vestuario. Y la comunidad toda estaba comprometida y participaba en esto.

Contanos de “La Rayuela”, ese grupo de teatro infantil que te tuvo como protagonista tanto tiempo.

“La Rayuela” fue un “aborto espontáneo de la naturaleza”; siempre digo que fue así. Nos juntamos cinco amigas: Marta Galván, Marta Binder, Diva Callejas, “Bicho” Barone y yo. Y empezamos a buscar qué hacer para los chicos. Coincidíamos en que no queríamos ese lenguaje tan ridículo de “tú” para nuestros niños. No había escritores nuestros; comenzaba a tener presencia María Elena Walsh, pero no había más… no como ahora que hay una serie de escritores maravillosos.
Y empezamos a escribir. Iniciamos con una narradora vestida de duende, con camisola blanca con rombos negros, calzas negras y un gorro largo… que aparecía y le contaba a los chiquitos un cuento. Llegamos a juntar 200 pibes en la Biblioteca que iban ¡sin un solo adulto que los cuidara! Cobrábamos caramelos o artículos no perecederos que luego distribuíamos en las escuelas, guarderías u hospital.
Apareció luego otro personaje, y otro… y así hicimos un cuento cada sábado durante seis años, con una canción compuesta por nosotras, que yo tocaba con la guitarra y se las enseñábamos a los chicos. Creábamos nosotras, escribíamos, hacíamos la ropa, los personajes y la montábamos los sábados.

Por lo que observo, la Biblioteca Agustín Álvarez era un espacio singular para ustedes, contanos por qué.

La dirigía Francisco Guerra, don Paco Guerra. El decía sí a cualquier expresión cultural que necesitara ese espacio, y nosotras, que no teníamos donde ensayar le pedimos el espacio de la Biblioteca. Él nos acompañaba a veces, y andaba ahí entre los libros, se quedaba mirándonos hasta que llegó un momento que nos confió las llaves. Estábamos allí los sábados hasta las dos de la mañana o más; hacíamos expresión corporal, ensayábamos. Era nuestro espacio.
En el año 1965 obtuvieron el Premio “El Elefante de Oro”, otorgado por la Ciudad de Necochea en el marco del Teatro para niños. Recordanos aquel acontecimiento que enorgulleció a “La Rayuela”, a toda la comunidad de Trelew y a la Provincia.
Cuando escuchamos hablar del Festival de Necochea coincidimos que participar sería, para nosotras, un espacio de aprendizaje maravilloso. Recordá que no veíamos otros grupos, que no teníamos referente. Y entonces, de la hora del cuento en la Biblioteca, pasamos al Teatro Español a hacer -con luces, vestuario y maquillaje- “El Rey Cachipum”, escrita por Myrtha García Moreno. Después “El capricho de caprichosa” que había escrito yo, y más tarde “Cuentos de Chiribichácola” que también hice yo y con la que ganamos el Premio Nacional de Teatro pata Niños, en Necochea.
Fuimos primero en el año 1964 y ganamos un premio a la actuación. Vinimos felices porque aprendimos un montón, Al año siguiente nos acompañó la Directora de Cultura, Encarnación de Mulhall, y llevamos precisamente “Cuentos de Chiribichácola”. Con él ganamos el “Elefante de oro”.

En el recuerdo emocionado de Coca hay lugar para el agradecimiento y agrega: siempre agradezco desde el fondo de mi corazón a la familia Feldman y al Diario Jornada que siempre nos daba un espacio gratis, para “La Rayuela”, para todos.

El Festival de Necochea era un acontecimiento muy serio, había rueda de prensa, reunía críticos que evaluaban cómo había sido concebida cada obra, cuál era el concepto que encerraba, etc. También se concretaban allí talleres, mesas redondas… intercambios. En esa oportunidad el diario salió tres horas más tarde porque Feldman quería enterarse cómo nos había ido. ¡Y nos sacó en la tapa!

(CONTINUARÁ)









lunes, 2 de marzo de 2009

EL REPORTAJE DE HOY





Verónica García
Artista plástica


Una entrevista de Olga Starzak



Puerto Madryn, escenario de deidades patagónicas, es el lugar donde Verónica García despliega su destreza artística. Es la ciudad testigo de su crecimiento profesional, y donde ahora mismo ella nos ofrece su testimonio:


-Verónica, contanos qué momento recordás como tu despertar artístico.

A los nueve años, cuando mis padres me llevaron a un atelier. Desde ese momento no paré de pintar.

-¿Cómo o cuándo decidiste que te dedicarías a pintar?

A partir de esa misma experiencia fui encontrando diferentes posibilidades… pero nunca dudé de que ese era mi camino.

-¿Qué influencia tuvo tu formación académica en el estilo o las técnicas que adoptaste?

Mi formación académica fue fundamental para consolidar mi imagen plástica.

-Hay en tu trabajo una constante que parece pronunciarse a favor de la libertad, de la vida… ¿sos consciente de eso? ¿Por qué creés que esto ocurre?

Cuando pinto no soy consciente de eso, sin embargo trato de poner mi energía y mi cuerpo en lo que hago…. Tal vez eso se lea en mi obra como un gesto de libertad.


-Un buen número de tus obras tiene como protagonista a la mujer… Qué lugar creés que la mujer ocupa en la sociedad, y especialmente en el arte?

Las mujeres son protagonistas en muchas de mis series porque creo que son la fuerza que mueve, que lucha y que SABE, pero a la vez es frágil y vulnerable. Ese contraste es el que me conmueve.


Pasarela – Técnica Mixta – 0,40 por 0,70 cm.

-Me parece, sólo por intuición, que a partir del nacimiento de tu hijo, tu arte dio lugar a nuevas formas, colores, y texturas… ¿me equivoco? ¿Pensás que la maternidad tuvo que ver con eso, o lo ubicarías como un proceso de crecimiento en dónde se abrieron nuevas puertas, una mirada diferente…?

Sí, así es. Es una combinación de ambas, mi búsqueda en lo artístico es permanente y mi hijo es el despertar de una nueva sensación que es imposible explicar con palabras, quizás en mi pintura sí se vea.

-Sabés que sos muy reconocida en la Patagonia, que ya nadie ignora que Verónica García es una artista de prestigio. El hecho de haber traspasado las fronteras de tu propia región y el país mismo, ¿qué le exige a la pintora que sos?

El ser reconocida como artista me exige más responsabilidad y más trabajo. Por otro lado encaro cada nueva propuesta con más fuerza y alegría interior.
(O.S.: Eso se ve en cada una de sus pinturas. En cada proyecto que inicia… En cada día con sus alumnos de taller, en su atelier lleno de vida e ilusiones).

-Contamos cómo llegaste a exponer en tan importante galería de Milán, y cómo fue tu experiencia allí.

La propuesta surge a partir de una visita de turistas italianos durante su estadía en el Hotel Península Valdés (Puerto Madryn) donde tengo una muestra permanente. Al ver mis obras adquirieron una de ellas y luego de un tiempo me contactaron para invitarme a exponer en la galería The New Ars Italica de Milán, donde realicé una muestra individual en el mes de noviembre pasado. Esta muestra me dio posibilidades de concretar otras exposiciones en Roma, en la cual se está exponiendo un vestido pintado por mí junto a otros artistas plásticos y diseñadoras de moda de la vanguardia italiana.

-¿Podés adelantarnos cuáles son tus proyectos más cercanos?

Son varios y muchos de ellos se irán conociendo a lo largo del año.
(O.S.: Con el temple que la caracteriza, Verónica no arriesga respuestas que anuncien antes de tiempo…)

-Para finalizar, ¿qué le dirías a un joven que hoy, concluida su formación secundaria, decide formarse en las artes visuales?

Que siga su vocación; y que hay que trabajar muy duro en la búsqueda, porque EL ARTE ES UNA CONTINUA BÚSQUEDA.

Y así nos despedimos; renovando nuestro afecto que desde ya hace tiempo, nos nace espontáneo.
Gracias, Vero.

Olga Starzak
10.1.09









jueves, 19 de junio de 2008

REPORTAJE A EDI DORIAN JONES (III)


EDI DORIAN JONES nos dejó el 12 de mayo pasado. Era un queridísimo amigo. Además de las recopilaciones fotográficas, de sus valiosas investigaciones, de las publicaciones y las exposiciones que testimonian su permanente inquietud por rescatar las imágenes del pasado, nos quedan los gratos recuerdos de largas conversaciones en las que siempre mostraba gran sensibilidad y una fina percepción artística.

El 16 de enero de 2008 fue nuestro último encuentro. Superando las fatigas de su dolencia, Edi aceptó mantener esta charla que, dada su extensión, transcribimos a lo largo de tres notas durante el curso de esta semana. Nada mejor que sus propias palabras para conocer detalles acerca de su tarea profesional, de los proyectos que quedaron truncos y sobre todo, de su notable entereza espiritual. Es nuestro pequeño homenaje a su memoria.

C.D.F.




ÚLTIMA PARTE

“Las colecciones, los proyectos”



P: Ahora que mencionás a Neumann hijo, una vez me contaste que la colección de Neumann desapareció...

EJ: Sí, ese material estaba en la casa de San Martín 330, en dos habitaciones cerradas con candado. Yo recuerdo haberlas visto. Miradas desde el frente de la casa, daban al fondo, a la izquierda. Una vez los muchachos del Touring (N. de R. : alude a los hermanos Fernández) –porque yo les había dicho que lo quería ver– me avisaron que el hijo de Neumann había llegado y estaba parando en el hotel. Él vive en Buenos Aires y tiene la estancia “El Principio” en Esquel. Entonces pedí hablar con él, nos comunicamos por teléfono, él me dijo que también tenía interés en hablar conmigo y arreglamos un encuentro en el Touring. Entonces me contó los motivos. Me dijo: “Mire, yo fui a ver el trabajo que hizo usted de Trelew en 1999, cuando lo exhibió en El Molino Viejo, y fui pensando que iba a encontrar fotografías de mi papá que habían desaparecido. Porque ese archivo fue totalmente robado, además de la biblioteca, juguetes de la infancia, cámaras fotográficas, la ampliadora alemana que la firma fabricante, pensando en hacer un museo, ya le había ofrecido comprársela; en fin, una mudanza. No fue un robo hormiga, se necesitaba un camión para llevarse todo eso.” Y me dijo: “vamos, si quiere yo le muestro el lugar, lo estoy refaccionando (ya se lo había devuelto la Universidad) para volver a alquilarlo. Le voy a mostrar las dos únicas cosas que no se pudieron robar...” Eran dos piletones muy grandes de cemento, uno para revelado y el otro para fijado.

P: Qué pena, porque una colección así, si no se exhibe en un ámbito como el nuestro, donde puede ser debidamente apreciada, pierde su mejor sentido, ¿no?

EJ: Sí, yo siempre digo que la fotografía es para mostrar, para ser vista. De otra manera no le sirve a nadie, nadie aprende nada. Y esa vez Neumann (h) me dijo: “Mi idea, a decir verdad, era darle todo ese material a usted, que trabaja en el tema, porque había muchos cartones con fotos pegadas y listas para entregar; fotos de bebés desnudos arriba del almohadón, retratos de familias y ese tipo de fotos sociales, con la idea de que en la inauguración de la muestra fueran entregadas a los familiares actuales...” Total después se podía seguir trabajando con los negativos y sacar nuevas copias.

P: Edi, actualmente tenés una colección envidiable. ¿Cómo está clasificada: por autores, por épocas...?

EJ: De dos formas. Tengo una parte de negativos en película de 35 mm, que hasta ahora parece ser el soporte que más se conserva; de esos rollos puedo sacar copias cuando quiero. En total hay unas 60.000 tomas; no todas son de fotografías antiguas. Esas las tengo clasificadas en forma correlativa, por colección. También las puedo digitalizar, porque en este momento se puede hacer cualquier cosa con las imágenes. Fijate que con la tecnología digital hoy podés borrar una persona de la escena del crimen; por eso hay cierto cuestionamiento sobre la veracidad de la fotografía digital, mientras que en el negativo, estás o no estás, no podés manipularlo. Y aparte de las películas, poco a poco he ido grabando en CD todas las colecciones, aunque la verdad es que están un poquito desordenadas.

P: ¿Cuántos fotógrafos has podido relevar hasta ahora?

EJ: Veintiocho. De algunos hay pocas fotos y de otros mayor cantidad. Mi idea era hacer un libro con la historia de la fotografía del Chubut y poner tres o cuatro tomas de cada fotógrafo, como para mostrar de qué forma trabajaba.

P: Y lo vas a hacer, Edi, por supuesto... ¿Cuál de todos los fotógrafos que has rescatado logró emocionarte más, como para decir “a este me hubiera gustado conocerlo”?

EJ: Bueno... me hubiera gustado conocer –no sé si será porque es el último que investigué ahora– a Theobald. Y hay otro, “galenso”, muy simpático: Edward John Jones, hijo de Robert Jones “Otro lao”, que también hacía fotografía, pero sólo por divertirse. Tengo solamente dos retratos de él, con unos bigotazos grandes. Era un tipo muy risueño, que ponía fondos que nunca alcanzaban; siempre aparecía el faltante por alguno de los costados, pero a él parecía no importarle. Se ve que lo hacía sobre todo por hobby, no por interés comercial. Al padre lo llamaban así porque era un botero de Gaiman que vivía del otro lado del río; cuando lo necesitaban le gritaban “¡otro lao!” y él cruzaba con el bote, en el punto donde después se hizo el puente del pueblo (risas).

P: ¿Cuántas publicaciones has hecho hasta ahora, Edi?

EJ: Como obra propia yo sólo tengo “Capillas Galesas”. Colaboré en fotografía para “Trelew, Cultura e Identidad”, con Graciela Gutiérrez y Ana Virkel, y después fue fantástico trabajar para el libro de Fundación Antorchas con un equipo interdisciplinario con el que aprendí muchísimo, y se trabajó muy bien, fue muy interesante. Y tengo uno de Trelew que el Municipio prometió editar, que no es más que la colección de fotos “Trelew, imágenes de su pasado”. Son fotografías de Trelew hasta la década del ´40, de distintos autores, que muestran la ciudad en sus distintas épocas. Empieza con la creación del tren y termina con cuatro colectivos estacionados delante de la estación del ferrocarril.

P: Qué buena síntesis de lo que fue la evolución de la ciudad... O sea que hay dos proyectos en mira. El más ambicioso es el relevamiento de todos los fotógrafos ¿no?

EJ: Sí, si bien parte de eso ya está hecho, porque en el libro de Trelew, en el epílogo, yo menciono a los fotógrafos y hago una breve reseña de cada uno. Hay allí catorce fotógrafos que fueron incluidos en ese libro, o sea que la mitad ya está hecha. Faltaría la otra mitad, donde están, por ejemplo, los viajeros de los que hablábamos antes.

P: ¿Hay algo más que quieras decir?

EJ: sí, que la fotografía es muy linda, es lo que yo más amo hacer; que lo importante es hacer. Con mi enfermedad ahora me cuesta mucho no hacerlo en este momento. Parece una ironía el hecho de que cada vez te surgen más ideas o cosas para hacer, cuando sabés que no las podés completar.

P: Sin embargo, también es un estímulo para luchar, para tratar de llevarlas a cabo. Te hago una pregunta más. En algún sentido se puede decir que las fotografías “hablan”. ¿Vos aprendiste a escucharlas?

EJ: ¡Sí! Es cierto. Las fotografías hablan. Siempre he tenido una teoría: “lo que miramos, lo que nos mira”.

P: A ver si te entiendo. Es como si la fotografía dijera “aquí estoy”, ¿es así?

EJ: Sí, sí. Nosotros miramos una fotografía, pero a la vez ella también nos está mirando, y ahí hay un intercambio que empieza con esa relación. (Edi queda pensativo durante unos instantes y luego agrega): Claro que sí: las fotografías hablan. ¡Y pueden decirnos tantas cosas...!

***

miércoles, 18 de junio de 2008

REPORTAJE A EDI DORIAN JONES (II)

EDI DORIAN JONES nos dejó el 12 de mayo pasado. Era un queridísimo amigo. Además de las recopilaciones fotográficas, de sus valiosas investigaciones, de las publicaciones y las exposiciones que testimonian su permanente inquietud por rescatar las imágenes del pasado, nos quedan los gratos recuerdos de largas conversaciones en las que siempre mostraba gran sensibilidad y una fina percepción artística.

El 16 de enero de 2008 fue nuestro último encuentro. Superando las fatigas de su dolencia, Edi aceptó mantener esta charla que, dada su extensión, transcribiremos a lo largo de tres notas durante el curso de esta semana. Nada mejor que sus propias palabras para conocer detalles acerca de su tarea profesional, de los proyectos que quedaron truncos y sobre todo, de su notable entereza espiritual. Es nuestro pequeño homenaje a su memoria.

C.D.F.

SEGUNDA PARTE

“Cómo nace el interés por la fotografía antigua”

P: Hasta que en un momento, Edi, empiezan a aparecer en tu vida los fotógrafos que fueron cronistas de otras épocas y dejaron colecciones hermosas. ¿Podrías nombrar algunos?

EJ: Sí, sí, cómo no. Hubo algunos fotógrafos viajeros, como González, Schultz, Schifter, que solamente estuvieron de paso. Algunos incluso como un negocio, como el caso de Schifter, que estuvo aproximadamente dos años en Rawson, con un negocio de fotografía; también integró la policía fronteriza y de pronto, desapareció de aquí...

P: ¿Y dejó copias de sus trabajos?

EJ: Sí, quedan las fotografías que él había vendido, y después aparece un álbum de él de Punta Arenas, creo, o algo así, publicado en Alemania unos años después. Foresti también fue un fotógrafo turista italiano, que según se decía, tenía el hábito de irse de los hoteles sin pagar (risas). Realmente fue todo un personaje que dejó mucho material para el valle y para la colectividad galesa. Esto en cuanto a fotógrafos que no eran de origen galés ni de radicación permanente en la zona. Luego, entre los del valle, el primero es John Murray Thomas, que empieza con la fotografía en 1874, más o menos, cuando vuelve de Buenos Aires. Pasan unos años, se dedica a la venta de lanas y cueros y le va económicamente muy bien, sobre todo durante los primeros diez años. Él es el primero que pone un estudio fotográfico, comienza a hacer retratos y publica en un aviso periodístico: “Se tomarán fotografías a personas los días lunes únicamente; cuesta x la docena de fotos...”

P: ¿De qué periódico hablamos?

EJ: De “Y Drafod”, hacia 1892, según creo recordar. En el libro publicado por “Antorchas” está el dato. Después aparecen algunos fotógrafos que uno ha ido descubriendo de a poquito, como Robert Ernest Theobald, ¿no? Este hombre aparece en forma muy tenue pero cobrando cada vez más fuerza. Empiezan a aparecer fotografías de muy buena calidad, de muy buen encuadre, en una amplia gama de trabajos. Sus intereses pasaban por las mujeres, porque él siempre las ponía en los primeros planos de las tomas, y le gustaba retratar niñas y adolescentes. También registraba las actividades sociales: los Eisteddfod, la colocación de la piedra basal del edificio San David –es una foto de él muy conocida, aunque no es la única, porque como fue un evento muy importante habían muchos fotógrafos–, hay una tomada en un Eisteddfod, donde hay un arpa...

P: ¿Se sabe qué fue de la vida de Theobald más tarde?

EJ: Es el fotógrafo del que menos datos biográficos he podido averiguar. No sé a qué edad murió; sé que vino más o menos en el 1900, con un hermano gemelo, que incluso tiene las iniciales parecidas. Las del fotógrafo eran “R.E.” y las del hermano, digamos, “D.E”, pero Robert socialmente era más activo. Creo que fue concejal en Trelew y después pobló en la colonia 16 de Octubre, incluso hay un laguito cerca de Valle Frío que se llama “Theobald”. También se dedicó a hacer postales. De pronto, cuando viajé a Gales, vi que había una gran cantidad de postales de Theobald. Y recientemente, para cerrar el último trabajo que hice, me encontré con que aparecían más de sesenta motivos diferentes. Theobald vivió bien de la fotografía...

P: Después vienen personajes como Bowman...

EJ: Sí. Bowman me está planteando algunos misterios. Un chico que está haciendo su tesis sobre él me prestó uno de los diarios de Bowman, del tiempo en que él ya estaba en Telsen, y puede verse que se la pasaba regando papas y alfalfa, y no me coincide la vida, y lo que él era, con la actividad que él hacía en Telsen. Vivía en un ranchito miserable, en condiciones paupérrimas...

P: Ya había pasado por el valle...

EJ: Sí, fue después de su paso por el valle. Creo que a él se le produce un gran cambio cuando fallece su esposa; primero se va solo al interior de la provincia, y después, cuando muere la abuela de los chicos que cuidaba de ellos, él manda a buscar a sus hijos. Los chicos eran buenísimos porque ayudaban y trabajaban mucho la chacra, de acuerdo a lo que cuenta en este diario, ¿no? Después fue juez de paz o algo así, y creo que entonces su condición mejoró, pero el momento que registra ese diario es muy deprimente... Bowman enseñó a muchos; era una persona muy amistosa, así que, por ejemplo, le enseñó fotografía a su amigo Eigryn Evans, hijo del pastor Caerenig Evans.

P: Después vienen otros fotógrafos más conocidos, ¿no?

EJ: Sí, después tenemos fotógrafos como Pedro Fernández de Cabrero, que ya estaba aquí. Había llegado en el 1900; es uno de los registros más largos que hay. Hay sobre él dos versiones: una dice que llegó como vicecónsul. Otra, en cambio, dice fue ayudante de Carlos Foresti, y que lo acompañó en un viaje a la cordillera, el que hizo con el gobernador Lezana, cuando visitaron a Butch y Sundance, y que en ese viaje él termina de aprender el oficio. Después él hace un viaje en una volanta chiquita –con su caballo que se llamaba “Secretario” – hacia el sur, hasta Santa Cruz, llega hasta Río Gallegos y hace una enorme distancia recorriendo el sur y fotografiando.

P: ¿Has podido acceder a parte de su material?

EJ: Sí, hay algo publicado en “La Prensa” –no recuerdo en qué año– y después hay muchísimo material de Trelew. Como esta era una comunidad chica, imagino (tal vez esté equivocado) que los fotógrafos se conocían y se interrelacionaban mucho. Y en 1931 o 1932 aparece el polaco Neumann, primero como ayudante de Fernández de Cabrero, hasta que Cabrero se da cuenta de que Neumann es un gran fotógrafo, que ha estudiado y que en el estudio –esto lo supongo yo– lo supera a él; y entonces le alquila el local ubicado en Rivadavia y 25 de Mayo, en diagonal a la plaza. Pero Neumann pronto hace dinero y construye su propia casa, en San Martín 330. Una casa grande, de altos, que demuestra lo bien que le fue con la actividad...

P: Y en esa época empezó a tener competencia, porque había llegado Stillitani, ¿no?

EJ: Sí, pero Stillitani era un poquito más “chapucero” que él. Neumann era un fotógrafo de estilo, de estudio; él retocaba negativos, todo eso. Stillitani, en cambio, sacaba la foto y si salía bien la vendía. También hizo dinero, pero no tanto, porque él era un bon vivant y además soltero, y lo gastaba. Además tenía ciertos problemas con un sastre llamado Erklavec; su sastrería estaba ubicada en la esquina de España y Fontana, cerca del estudio ubicado sobre la misma Avenida (donde ahora está la casa Lloyd). Parece que uno hacía magia negra y el otro magia blanca y se molestaban entre ellos; no sé qué conflicto habría. Pero para Stillitani el conflicto estaba bien fundamentado. Así lo demuestra el expediente, ¿no? (N. de R.: Edi se está refiriendo al expediente judicial labrado a raíz del homicidio que pasa a relatar a continuación). Porque Stillitani mató al sastre a tiros en el correo viejo que estaba sobre Pellegrini, a mitad de cuadra. Yo al principio no entendía cómo pudo suceder allí un día domingo, pero resulta que al costado del correo había un pasillo largo que llevaba hasta el fondo, donde estaba la guardia para los telegramas, y se ve que lo encontró ahí de espaldas y lo baleó. Después fue a su casa, se lavó, se cambió la ropa manchada y entonces, ya tranquilo, fue y se entregó a la policía. Él consideraba que había cumplido con una misión, porque decía que Erclavec iba a matar a toda la gente de Trelew.

P: En el Touring hay muchas fotografías sociales de esa época tomadas por Stillitani, por eso pensé que podía estar compitiendo con Neumann...

EJ: Sí, había competencia entre ellos, porque yo he hablado con el hijo de Neumann y me contó que Stillitani y su padre eran los dos fotógrafos que había en ese momento en Trelew. Aunque supongo que tratarían de llevarse lo mejor posible...

(Continuará)





lunes, 16 de junio de 2008

REPORTAJE A EDI DORIAN JONES



EDI DORIAN JONES nos dejó el 12 de mayo pasado. Era un queridísimo amigo. Además de las recopilaciones fotográficas, de sus valiosas investigaciones, de las publicaciones y las exposiciones que testimonian su permanente inquietud por rescatar las imágenes del pasado, nos quedan los gratos recuerdos de largas conversaciones en las que siempre mostraba gran sensibilidad y una fina percepción artística.

El 16 de enero de 2008 fue nuestro último encuentro. Superando las fatigas de su dolencia, Edi aceptó mantener esta charla que, dada su extensión, transcribiremos a lo largo de tres notas durante el curso de esta semana. Nada mejor que sus propias palabras para conocer detalles acerca de su tarea profesional, de los proyectos que quedaron truncos y sobre todo, de su notable entereza espiritual. Es nuestro pequeño homenaje a su memoria.

C.D.F.

PRIMERA PARTE

“Primeros contactos con la fotografía”

P: Edi, ¿dónde y en qué año naciste?

EJ: Nací en Trelew, en abril de 1952.

P: Y tus vínculos con el valle siempre fueron muy estrechos...

EJ: Sí. Cuando nació mi hermana Mirna nosotros estábamos en la Estación del ACA en Garayalde, y entonces yo fui a Gaiman para poder concurrir a la escuela. Ahí se amplió mi espectro geográfico y empezaron a ser más fuertes mis vínculos; con Gaiman, primero, antes que con Trelew.

P: Además, en tu casa se hablaba el idioma galés, ¿no?

EJ: Sí, sí. Y yo lo aprendí también, por supuesto, desde chico. Y cuando te hablaban en galés tenías que responder en el mismo idioma. Esa era una regla en la casa.

P: ¿Y cuál fue el primer contacto que tuviste con la fotografía?

EJ: En la familia Jones Glan Camwy había una gran colección de fotografías antiguas. A mí me gustaba mucho mirarlas y Mam también sacaba fotos con la camarita de cajón. Me parece que ahí empezó mi gran afinidad con la fotografía. Años después trabajé de fotógrafo en el diario “El Chubut”, pero aún trabajando allí, hasta mucho tiempo después no supe que mi abuelo por parte materna también había sido fotógrafo.

P: Y en un momento determinado, decidís pasar de la contemplación a la acción. ¿Cuándo te sucedió eso?

EJ: Eso fue un poco obligado, porque cuando terminé el colegio secundario mi papá me dijo: “bueno, yo no tengo dinero para costearte una carrera universitaria, y como acá no se mantiene vagos, tenés que ir a buscar un trabajo...” Entonces, como en esos días un diario había sacado un aviso pidiendo fotógrafo, yo, con más coraje que conocimientos, me arriesgué a que me tomaran una prueba.

P: ¿Tenías tu propia cámara?

EJ: No, no tenía nada. Lo único que tenía era mucho conocimiento teórico por haber tenido en disponibilidad una gran biblioteca entre la de los Rowlands y la de los Jones. Entre esos libros se hallaba un manual “Ilford” de fotografía editado en 1911, que había sido de mi abuelo, y con esa obra yo empecé a aprender.

P: Y así empezaste a trabajar como fotógrafo en “El Chubut...”

Ej: Sí, cuando tenía 19 años, en 1971. Eso no duró mucho tiempo, mas o menos un año. Un día fui a Agua y Energía a ver al ingeniero Vives y le dije: “yo quisiera trabajar aquí con usted”. Y ahí empecé mi aprendizaje de Hidrología con él. Fue toda una enseñanza la que recibí de Vives: no repetí un mismo trabajo de Hidrología en cinco años.

P: ¿Y en qué consistía ese trabajo?

EJ: En hacer relevamientos del río, de los canales, análisis de lluvias, de caudales, pronósticos para el Dique Ameghino...

P: ¿Se trabajaba con cartografía?

EJ: Sí, con cartografía y también se usaba algo de fotografía...

P: ¿Fotografía aérea?

EJ: También, sí, aunque no era ni de cerca la que conocemos hoy día a través de Google u otros medios, pero servía para buscar el recorrido de los ríos, las cuencas...

P: ¿Y en qué momento empezás a pensar en la fotografía como medio de rescate histórico?

EJ: Muchas veces yo digo que uno hace cosas sin saber muy bien por qué; y a veces hasta pienso que es la profesión la que lo elige a uno y no al revés. Los caminos de la vida son misteriosos, y muy largos, muy tortuosos. Cuando empecé a fotografiar incluso me costaba mostrar mis fotos de autor; no las mostraba. Y si bien empecé a fotografiar en 1971, no comencé a trabajar con fotografía antigua hasta 1984.

P: Entre el ’71 y el ’84, ¿cómo fue ese proceso hacia la fotografía histórica?

EJ: En un concurso que organizó el Museo “Pueblo de Luis” me pidieron que actuara de jurado y que a la vez sacara reproducciones de todas las fotografías que se habían presentado, para guardarlas como documentos. Y en ese momento, a través de la cámara, yo empecé a mirar las fotografías antiguas más de cerca, y de modo aislado y a darme cuenta de lo que había ahí. Entonces percibí cuánta información había en esas imágenes que mucha gente miraba rápidamente. Y yo encontraba mucho más ahí: veía mucho más...

P: Se aprende a mirar en detalle, ¿no?

EJ: Sí, exactamente. Uno empieza a mirar vestidos, a reconocer rostros de personas... No te digo que soy tan diestro en esto como Tegai (Roberts). Ella mira una fotografía y tiene la habilidad de decirte: “Ah, me parece que esto pertenece a la familia de Fulano de Tal”, y efectivamente es así, ¿no? Yo no llego a eso, pero con el tiempo he aprendido mucho. Además, ella es mayor que yo y tuvo ocasión de conocer a mucha gente que ya no está.

(Continuará)


jueves, 27 de septiembre de 2007