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martes, 15 de septiembre de 2009

EL CUENTO DE HOY


VOLVER A ESA PLAYA


Carlos Dante Ferrari


Recuerdo que me sorprendió su llamado. No nos veíamos desde aquella tarde infausta, hace varios años. Llegué a la costanera en pocos minutos. Caminé hasta el monumento, como ella me había indicado y miré hacia la playa casi vacía. Allí estaba, junto al agua, con el cuello de la campera subido tapándole la boca. Corría un viento helado. Me acerqué casi a la carrera. Me impresionó su rostro pálido, los ojos húmedos, brillantes.

"¿Vos querías una explicación?", me preguntó. "Está bien; ahora voy a contarte todo".

No sé si fue por la emoción o el miedo, pero en aquel mismo instante desperté. Ya había amanecido.

Ahora hace tres noches que estoy intentando volver a soñar la misma escena para saber la respuesta. No conozco otro modo posible de dialogar con una persona muerta.


Tampoco imaginé que, interponiéndose entre la duda y la verdad, el insomnio podía convertirse en el guardián más fiel de un secreto llevado a la tumba.






lunes, 14 de septiembre de 2009

LOS POEMAS DE HOY


Hoy: dos poemas de Olga E. Cuenca



Un nuevo día



Se desgarró la noche. Oscuridad empetrolada,

Negación agazapada, escurriéndose

En las huellas de la arenosa playa.

Con viseras de opalina el día ya se proclama…

En los charquitos hay fuego,

Por sobre la mar escapan

Chispas del oro líquido que el sol lejano regala.






Nostálgico



Entre pausas de nubes el sol avanza.

Se queman en los hogares las últimas brasas.

Se incendia el pino, y la nostalgia

Se mira en la memoria profunda

-que sin llamarla- algunos días

inunda el alma.

sábado, 12 de septiembre de 2009

ENCUENTRO EN MAGDALENA










CONTINUA EN MAGDALENA EL PROYECTO EDUCATIVO BASADO EN LA GESTA GALESA EN EL CHUBUT





El pasado martes 26 de agosto se realizó en el Teatro Español de la ciudad de Magdalena, en la Provincia de Buenos Aires, el segundo ciclo de conferencias del proyecto educativo“Nación e inmigración: Hacia el conocimiento de la colonia galesa del Chubut y su presencia hasta nuestros días”. Esta actividad, programada por la profesora Rosanna D´Ippolito, es desarrollado por la Escuela de Educación Media Nro. 1 de dicha localidad.




Participaron de la reunión la Sra Iris Lloyd (ganadora del 1º premio en el Eisteddfod Mimosa 2008 de Pto Madryn), el escritor Carlos Ferrari, la Sra Norma Hughes y la Sra Verónica Halliday, Secretaria de la Comisión del Eisteddfod del Chubut y tesorera de la Asociación San David de Trelew. Iris Lloyd, quien se encontraba acompañada por su marido, inició la conferencia con la lectura de su poema “Patagonia”, del libro “Patagonia Gringa”, continuando con una breve reseña de su abuelo Llwyd ap Iwan y del sentimiento que le produce ser descendiente galés.



Siguió luego la disertación de Carlos Ferrari, quien se abocó en principio a señalar las diferencias entre un “documento histórico” y una “novela histórica”; y luego se explayó sobre su novela “El Riflero de Ffos Halen”. Los alumnos hicieron preguntas espontáneas, más allá de las que habían preparado en el marco del proyecto, clara muestra del interés despertado por los expositores. Norma Hughes entonó un himno en galés y finalmente, Verónica Halliday acompañó con su relato una serie de imágenes que fueron presentadas en el acto de la Asociación San David este último 28 de julio.

El público estaba conformado por alumnos de 2º año de los turnos matutino y vespertino de la escuela, docentes de esos cursos, los jefes de los departamentos de materias afines, el personal directivo (directora, profesora Vilma Sanz; vicedirector, profesor Leandro Alvarez; y secretaria, profesora Alejandra Richero) y el de apoyo técnico pedagógico. También se encontraban presentes el director de Cultura, Sr Cesar Fulgione y el presidente del Concejo Deliberante, contador Horacio Lapeyre). Los alumnos y docentes se manifestaron muy complacidos con las diferentes presentaciones.
Al finalizar la actividad, los expositores recibieron diplomas y obsequios por parte de la escuela y de la municipalidad. Iris Lloyd y Carlos Ferrari fueron entrevistados por dos medios locales (la Revista Urbano y un programa radial); en tanto todo el acontecimiento fue grabado por el canal de cable de la ciudad (este medio ya transmitió en dos ocasiones la grabación). La Asociación “San David” y el Sr Ferrari recibieron, además, DVDs con las charlas anteriores y todas las fotos del primer ciclo de conferencias; como así también imágenes de la ciudad, sus alrededores y de la escuela. Para cerrar la actividad se realizó un almuerzo buffet en el hall del mismo teatro, que fue compartido por los expositores y parte del público.



Nota: Literasur quiere agradecer a la profesora Rosanna D´Ippolito la amable atención que tuvo al suministrar a nuestro pedido la información que permitió redactar este artículo.

J.E.L.V.







martes, 8 de septiembre de 2009

EL POEMA DE HOY


barro de país que me entra

de Sergio Pravaz*


todo de un envión nos larga

masajea conecta llena los ojos

el hambre la página vacía/

enrosca cables circula

busca para dar y te larga

el paisaje te atropella

rasca las fibras más ocultas

te pega con ganas

sabe cuando encarar

te tira para que seas ecuménico/

completo

intacto hasta que duela

te llena hasta que del borde te salta

esa sonrisa/

vértigo que raya

los nombres nuevos

un ahora que ignoro y está siendo/

es un alma este paisaje

un gesto con huellas

un logaritmo para soñar

clavar raíz y que sea

aunque tiren con martillos

| esta lejanía me pertenece

barro de país que me entra

destartala

me define cuando dudo es mío

ojos finitos buscando

cambia sus máscaras sus vinos

su aventura

traza su intemperie sus palabras

te abre en canal para que asomes

multiplica para ver nuevo

obliga al hueso rompe brilla/

nunca fue una lejanía este útero

dobla su sombra para ser otro

hunde su ciencia desteje filoso/

para cambiarte lo hace

para cambiarnos lo hace




*Sergio Pravaz vive en Playa Unión; a su decir, “el barrio más hermoso de Rawson”. Este poema inédito pertenece a su último libro (de próxima edición) titulado "Una caja con cien libros".

domingo, 6 de septiembre de 2009

EL RELATO DE HOY





EL VIAJE

Olga Starzak

Con uno de los autos de mi padre, un Dodge modelo 1928 de 6 asientos, portaequipaje y capota plegable, una víspera de Reyes Magos iniciamos juntos un viaje al interior de la Provincia; uno más de los tantos traslados laborales en que me complacía en acompañarlo. Como si fuera hoy recuerdo el momento exacto en que -cumpliendo con su pedido- abrí el portón del garaje donde guardaba el vehículo y quedé impresionado por su belleza singular, por la carrocería lustrosa y las gomas que aún eran muy negras debido al poquísimo uso que hasta entonces se les había dado. Era de color amarillo intenso, tenía los asientos reclinables con un cómodo pasillo al medio y las ventanas lucían cortinas que se desmontaban según las necesidades.

Quedé embelesado como quizás quedan hoy mis nietos ante el último modelo de un BMW o una Ferrari.

Las cercanías del arroyo “El Mirasol” era nuestro destino; el objetivo no era otro que acercar a un maestro designado para trabajar en la escuelita de ese paraje. El viaje sería aprovechado para llevar frutas, verduras, quesos y otros alimentos perecederos: una forma más de sumar dinero a los ingresos mensuales.

Ese día el cielo se empecinaba en mostrarnos la tormenta que estaba a punto de acontecer. Muy temprano iniciamos la marcha. Pronto un manto de agua nos tapó la vista. Se trataba de esos temporales pasajeros de pleno verano que irrumpían desvelando a los campesinos, y desaparecían en sólo minutos.

En un determinado momento el avance se tornó infructuoso y mi padre detuvo el vehículo al costado del camino. Esperamos ansiosos el cese del aguacero y, cuando continuamos, un charco de dimensiones considerables interrumpió la decisión de afrontarlo.

Nos bajamos. Mi padre caminó unos metros y volvió con una rama larga. Me subió sobre sus hombros a modo de “a caballito”y lentamente fue adentrándose en esa laguna natural y temporaria, midiendo a cada paso su profundidad para determinar, de esta manera, la posibilidad de traspasarla con el novísimo auto.

Así fue como retornamos hacia el Dodge y emprendió la marcha, pero un par de metros después de alcanzar tierra firme, alguna razón mecánica nos dejó a pie.


Caminamos durante horas entre matorrales y arbustos achaparrados, siguiendo el límite impuesto por alambrados. Una humedad caliente se había apropiado de la atmósfera. Ese olor persiste aún en mi memoria cada vez que los veranos de mi ciudad son arremetidos por la furia de las aguas estivales que, a decir verdad, cada vez se suscitan con menos frecuencia.

Al atardecer y antes de que la noche transmutara, ayudé a mi padre a juntar troncos que permitieran hacer una fogata lo suficientemente importante como para ser divisados por quien pasara. Pero nadie lo hizo. Sólo los Reyes Magos que -para mi eterna sorpresa- dejaron dentro de uno de mis gastados zapatos un billete de 5 pesos, dinero con el que después compraría el primero de mis libros: uno de cuentos que, editado por Vigil, se titulaba “La fábula de Esopo”, y hoy cerrando los ojos y esforzándome en recordarlo, puedo hasta ver su letra, sentir la textura de la hoja amarillenta, y deleitarme con el fantástico contenido de sus páginas.

Dormimos en el campo, en el medio de esa meseta cubierta de tierra pastosa y pocos verdes, opacados por el intenso sol de la estación. Mi padre, para quien era difícil expresar abiertamente manifestaciones de cariño, cuando me creyó entregado al sueño, tiró sobre mi cuerpo su campera forrada en piel de cordero, único abrigo que llevaba. La acomodó con esmero tapándome desde los hombros hasta los pies. Y muy cerca de mí se dispuso a descansar esperando por un día reparador.

Al amanecer, tal como un designio, el viento acercó hasta nosotros un recorte de diario, un periódico de pocos días atrás. No hacía mucho tiempo que yo había aprendido a leer y en los titulares, en letra grande, redonda y negra, descifré: “A cada santo le llega su San Martín”. No entendí demasiado pero a lo largo de mi vida, cada vez que escucho ese dicho no puedo dejar de revivir aquel episodio convertido en aventura que dejó en mí una enseñanza invalorable.

Y un sentimiento de amor inconfundible.

No fue difícil, con la luz del día, encontrar el auto que nos habíamos vistos obligados a abandonar en esa ruta poco transitada. Aunque debo confesar que -confundidos por la prolongada caminata- discutimos sobre la dirección que debíamos seguir para desandar lo andado y no perdernos en el intento de arribar hasta el vehículo. Transitamos por la senda y llegamos hasta la estancia de un poblador trelewense que le dio a mi padre una suma de dinero para que entregara, a su regreso, a unos familiares.

Descansamos sólo un rato y llegamos a otra propiedad donde solidariamente nos alojaron durante más de una semana. Allí esperamos el auxilio para el vehículo y a alguien que nos alcanzara hasta nuestro hogar. Desde la ventana del comedor observábamos cada tanto, con un prismático, el auto a la vera del camino.

Antes que nosotros llegó a su casa el estanciero que le encomendara a mi padre la entrega del sobre con dinero. Al comprobar nuestra ausencia mi “viejo” fue denunciado por robo. Mi madre, para entonces preocupada y desolada por la desaparición de sus seres queridos, concurrió a la policía en busca de ayuda. Pero, en la comisaría, alentados por un hombre del poder económico que evidentemente quería favorecer al propietario, no sólo quisieron convencerla de que su marido no volvería, sino de que se había fugado con el dinero, robándole al niño.

Ya les conté que la sangre polaca no acepta injusticias y que el temperamento no acusa diplomacias. Ella, sin prejuicios y con la anuencia que le daba la confianza en su marido, insultó deliberadamente al agente de policía y con un fuerte puñetazo en su escritorio le hizo conocer que allí no terminaban sus propósitos.

Buscó colaboración en la persona del gobernador con quien mi padre había trabajado de Jardinero al llegar a Chubut. En menos de una hora una patrulla fue organizada para nuestra búsqueda. Pero, para entonces, un vecino nos había asistido y llevado hasta Dolavon, desde donde nos comunicamos telefónicamente con nuestra familia.

Yo mismo entregué el sobre con el dinero al hombre para quien estaba destinado. Me atendió con poca delicadeza y mucha soberbia. Mis manos temblorosas se escondieron en los bolsillos del corto pantalón. Sabía que no necesitaría sacarlas para recibir la acostumbrada propina.

Pero eso no tenía demasiada importancia.


“El viaje” es producto de uno de los tantos relatos que mi padre, Eduardo Starzak, me contara a lo largo de su vida. Siempre con profunda emoción y reconocimiento hacia los suyos.

Olga Starzak