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sábado, 1 de octubre de 2011
miércoles, 28 de septiembre de 2011
EL CUENTO DE HOY
El
recluido
Por
Olga Starzak
Golpeó
la puerta hasta que sus puños sangraron profusamente; luego –subido a la tapa
del inodoro- rompió los vidrios de la claraboya. Se diseminaron sobre su
cabeza, sobre su cuello. Una herida profunda se abrió en el cuero cabelludo y
cubrió de rojo su rostro desencajado. Gritó... gimió. Nadie acudió en su ayuda.
No
tenía fuerzas ya, ni siquiera para llorar.
Estaba,
ahora, recostado en el lecho de aquella habitación separada de su casa. Quién
sabe desde cuánto tiempo atrás. A veces, alguien le pasaba algo de comer; él no
podía ver de quién se trataba, pero lo sospechaba. También retiraba del cuarto
los restos de comida y, muy de vez en
cuando, alguna ropa demasiado sucia.
Estaba seguro de que era la malvada que lo
había parido o quizás, el degenerado que
vivía con ella.
No
tenía importancia.
No
lo dejaban salir de aquel lugar. Era alguien peligroso, no podían correr el
riesgo de exponerlo. Hasta se lo podrían llevar preso, o lo que sería
peor, internarlo en algún sitio para
locos, le dijeron siempre, desde muy joven.
La
mayor parte del día dormía. A veces soñaba con un cuervo revoloteando sobre la
gente y dañándola. Otras, con una araña gigante recorriendo en las noches el
cuerpo de su madre, asustándola.
También
existían días en que imaginaba la llegada de un hada. ¿Dónde habría escuchado
él hablar de las hadas? Esta lo rescataba devolviéndole su anhelada libertad y
con su suave voz lo convencía de que no estaba loco. Los locos eran los otros.
Pronto
dejaba de creerle.
Cuando
la razón primaba rogaba que alguien se apiadara de él y castigara a su
madre por el encierro al que lo sometía.
No
tenía muchos elementos en el cuarto. Unas cuantas revistas muy viejas, un par
de cajones de manzana: uno lo usaba de mesa de luz –aunque no tenía velador- y
el otro de mesa. La cama era la cama y también la silla. Poseía una escoba y un
tacho viejo para la basura. En el
retrete, aparte del inodoro, había una pileta y una ducha con agua caliente. No
le gustaba bañarse, aunque a veces lo
hacía, pero sí escribir con su dedo en el espejo empañado. Casi siempre
garabateaba las mismas palabras.
Su
compañía eran las cuatro paredes que lo atrapaban. Ellas eran sus amigas. Lo
comprendían y hasta hablaba con ellas. Les pedía consejos que escuchaba con
atención, le cantaban melodías emocionantes, lo calmaban del horror que
secuestraba su mente.
Tenía
guardados, tal como tesoros, unos cuantos clavos que -con paciencia- había retirado de sus muebles. Con ellos escribía en las
paredes... mensajes, palabras sueltas y
hasta alguna rima.
Era una forma de agradecerles tanta
tolerancia.
Luchaba
por volver a la vida. Sin embargo, la
única forma posible de pedir ayuda era
gritando, golpeando todo a su alrededor y pegándose hasta sucumbir.
Aún
en los momentos en que alentaba esperanzas,
estaba lejos de imaginar que las sospechas de un vecino originarían la
denuncia que, al fin, podría liberarlo.
Esperó,
ese día como siempre, escondido en el
baño siguiendo la orden de encerrarse allí al escuchar la cerradura. Así lo venía haciendo desde años atrás. Nunca
se había preguntado por el motivo de su obediencia. Sabía que su madre no
deseaba verlo. Pero ¿por qué se negaba a hablar con él? ¿Acaso le tenía miedo?
¿O eran las culpas que se lo impedían?
Recordó
palabras de su hada. “Ellos son los locos”. “Son ellos los locos”.
“Te
odio”, trazó una vez más en el espejo empañado.
Aguardó
la llegada de su opresora. Esta vez ella
pronunciaba su nombre, llamándolo...
¿Sería una trampa para deshacerse de él?
Se
mantuvo al acecho; debía ser cauto y a la vez muy rápido.
La
puerta se abrió lentamente.
El
palo de escoba se partió en la cabeza de aquella mujer. Sus manos grandes, con fuerza desmedida,
apretaron su cuello hasta quebrarlo.
Comenzó
a reírse, prisionero del descontrol. ¿Qué hacía su madre vestida de policía?
Tenían
razón las voces... Era ella la loca.
domingo, 25 de septiembre de 2011
EL CUENTO DE HOY
RUISEÑOR
Por Pascual Marrazzo (*)
El señor
Ruiz bailaba como un trompo con su traje de payaso. Su compañera de danza lo
hacía vestida de oveja y adornaba su pecho con una campanita que hacía sonar en
cada giro.
Don Ruiz tenía fama de picaflor y atraía
las miradas festivas y maliciosas de los invitados.
Todos querían saber cual sería su nueva
conquista ya que cuando éste echaba el ojo, entre bromas y chanzas,
difícilmente perdía la pieza.
Lo que las otras mascaritas no sabían era
que él estaba trabajando a ciegas, inspirado por el misterio ovejuno.
La
fiesta de disfraces era una comedia perfecta. El salón del palacio campestre se
engalanaba con los mismos invitados: Era el marco adecuado para que la
felicidad venza al cansancio y el amor se empareje con la alegría. El baile
continuó hasta el amanecer. La claridad del día dijo basta y la música se
acabó. Nadie perdía de vista a la pareja, todos estaban pendientes. El señor
Ruiz, más que un payaso parecía un lobo.
De pronto resonó un cascabeleo traído por un corderito.
La acompañante de don Ruiz salió
presurosa a su encuentro y los dos se perdieron en el campo.
(*) Escritor de Cipolletti,
nacido en Olivos. En 1969 se radicó en Cipolletti. Actual Presidente y Socio
Fundador del Centro de Escritores Ingeniero “César Cipolletti”. Participó en
más de diez Antologías y ganó varios Premios Nacionales e Internacionales.
Libros Editados: Palabras para mis hijos (Cipolletti, 1988), Los Cuentos de
Pascual (Nosotros El Sur, 1993), Amansando Ironías (La Casa del Escritor. 1994,
de donde se tomó este cuento), Prosa y Poesía del Centro de Escritores
(co-autor. La Casa del Escritor, 2003), Los Ojos de la Cerradura (Novela. De
Los Cuatro Vientos, 2005) y Rayes (Ediciones AQL, 2009, con prólogo de Jorge
Castañeda y Epílogo de Luis Alberto García). Correspondencia con el autor pascual@moviman.com.ar
jueves, 22 de septiembre de 2011
LA NOTA DE HOY
LA PATAGONIA ES UN CHANCHO QUE VUELA
Por Jorge Castañeda (*)
La Patagonia es un Macondo lato y estepario, un ámbito de
monstruos gigantes, de endriagos, de aves plumíferas y grandes que teniendo
alas no vuelan, de mangrullos amarronados de cuatro patas que gregarios ambulan
de monte en monte con su relincho arisco.
Es el último confín caído de la mano del mundo donde la
aventura y el asombro corren parejos. Donde el viento levanta las piedras y
deforma la copa de los árboles a su arbitrio. La Patagonia es un chancho que
vuela.
La Patagonia es una latitud de escoriales silentes bajo las
lunas blancas y redondas; una soledad crecida en la altura azul de las mesetas;
es el aroma acre del cloruro de sodios que enloquece los hollares de las
bestias que habitan los bajos de todos los bajos. Gualicho errante. Misterios
arcanos. La cruz del Sur donde nunca se arrutó el tesón de los pioneros.
La Patagonia es los carcomidos infolios que en noches
febriles entre el escorbuto y la ansiedad escribiera Pigafetta sobre gigantes
que bailaban; la ciudad mítica allende
los Andes que buscaban los frailes; las manzanas silvestres del imperio de
Sayhueque; la “piedra azul” pitonisa de los Curá; la bandera argentina que enarboló Casimiro;
la búsqueda de Popper; el faro del fin del mundo; los ventisqueros; las
rastrilladas donde las lanzas trazaron sobre la tierra el mapa de todas las
gestas.
La Patagonia es la tierra “sobre la que pesa la maldición de la esterilidad” (¡Oh, anatema de Darwin, acicate para los
intrépidos!).
Es el tiempo petrificado; las flechas de obsidiana; las
correrías de los bandidos; los ritos caídos de las viejas razas; la Arcadia
perdida de los galeses; los rifleros del Coronel Fontana; la remonta de Nicolás
Descalzi; los sueños proféticos de Don Bosco;
el santuario cautivante de Ceferino. La Patagonia es un desafío que
merece aceptarse.
Es un cielo estrellado que parece tocarse con las manos; es
un silencio que dice mucho; es un paisaje que se incorpora al alma como el
calafate a los labios. Es la gesta del Comandante Luís Piedra Buena por
patriota y por nauta; es la “Proa del Mundo” al decir del Ingeniero Domingo
Pronsato (hijo ilustre de Bahía Blanca);
la Patagonia es la “región de la aurora” como la bautizara la pluma del
Padre Entraigas. Es un esfuerzo
compartido; una esperanza que nunca cesa como la distancia de sus caminos; es
un sentimiento tan indeleble como las manos en la cueva del río Pinturas. Un
tótem, un linaje que cubre y abriga como las matras de las tejedoras mapuches.
Es un desafío permanente. Una incógnita que nunca cierra.
La Patagonia es el sol ardido sobre los fortines y la
soldadesca; el espejo de los lagos; la altitud desmesurada de las araucarias;
los volcanes irascibles; el mar inmenso y azul sobre la costa escarpada; los
fondeaderos de mala muerte; el relevamiento minucioso de Basilio Villarino y
Bermúdez; las notas detalladas del
Perito Moreno; la Reina y el arcabuz del
Padre Mascardi. La Patagonia es una flor
en la espesura.
La Patagonia es el párrafo final de la novela “Sobre héroes
y tumbas” de Ernesto Sábato; la soñada
por Ezequiel Ramos Mexía y el geólogo norteamericano Bailey Willis; “la que piensa” como escribió Juan Benigar;
la que poblada de plantas enanas esconde en los petroglifos un pasado
legendario; la del volcán Domuyo que guarda en sus entrañas un tronco de oro
dormitando entre los hielos eternos; La Patagonia se hace collón en las noches
de luna llena y petrifica la debilidad de los timoratos.
La Patagonia
es la circunstancia de los hombres cabales; el menocó que marea como un mar; las bardas; los ríos como arterias
impetuosas; las salinas blancas de promesas salobres. La Patagonia es una marca
en caliente, una prolongación de las soledades del alma.
Por la Patagonia, el Norte está en el Sur. Y en ella se cuecen
habas y legumbres, risas y llantos, llamadas desde el fondo de los tiempos.
La Patagonia
es los fósiles de los grandes saurios; el bosque tropical que les daba sombra y
alimento, las grandes palmeras con dátiles hechos piedras, las araucarias en
rodajas petrificadas, los redondos y ponderables huevos de los saurios que la
habitaban, los dientes de sable del
temerario tigre, el caparazón amedrentante del milodón. Lámpara encendida en
las edades geológicas.
La Patagonia es un mandato de imperiosas urgencias, para
nosotros y para nuestros hijos.
Mi querida tierra, mi lugar en el mundo.
(*)
Poeta, escritor y
periodista nacido en la ciudad de Bahía Blanca y radicado en Valcheta. Publicó,
entre otros, los siguientes libros: “La ciudad y otros poemas”, “Poemas
breves”, “30 poemas”, “Poemas sureños”, “Sentir patagónico”, “Los atabales del
tiempo”, “Valcheta, un pueblo con historia”, “Suma Patagónica”, "Arturo y
los soldados", "Como Perón en el cuadro" y "Poemas
cristianos". Tiene inéditos: “El lirio de los valles”, “Crónicas &
Crónicas”, que incluye la prosa que aquí se reproduce, y“Donde llora el
ornitorrinco”. Figura en varias antologías, tanto nacionales como extranjeras;
y recibió numerosos premios por su obra literaria. Es conferencista sobre temas
patagónicos. Integra más de veinte asociaciones literarias y culturales,
nacionales y del extranjero, incluyendo la SADE, la Unión de Poetas y
Escritores Argentinos, la Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos
con sede Milán, Italia; y la Asociación Latinoamericana de Poetas, Escritores y
Artistas con sede en Cuzco, Perú.
Su obra
literaria, que presenta un inconfundible tono patagónico pero a la vez una
visión universalista, ha sido declarada de “Interés cultural” por la Honorable.
Legislatura de la Provincia de Río Negro; la que también lo designó “Ciudadano
Ilustre”, por su extensa trayectoria literaria que le significó reconocimientos
internacionales y por su contribución invalorable a la cultura nacional.
Recientemente fue premiado por la “Latin Heritage Foundation”, en el concurso
que organiza esa importante casa editorial de EEUU, por su poema
“Valchetango”.Fue nombrado integrante del Directorio de "Personalidades
del Arte Universal", con sede en Washington, que promociona y difunde la
obra de artistas de todo el mundo; y “Embajador Universal de la Paz” por el
Círculo de Embajadores Universales de la Paz con sede en Ginebra, organismo
vinculado a las Naciones Unidas.
Su blog es: http://jorgecastaneda.fullblog.com.ar
lunes, 19 de septiembre de 2011
EL POEMA DE HOY
NEUQUEN
Por Pura Gladys Serradilla (*)
Tuve que andar y andar
lejos
para añorar tus caminos
mirando bajo otros cielos
el despertar de mis hijos.
Quemar mi piel de otros soles
de aquellos soles, distintos,
para sentirme más tuya
y amar tu suelo adoptivo
Tuve que echar a otros
vientos
todos mis sueños dormidos
para sentir la nostalgia
de tu esplendor cisandino
y ahogar en llanto el recuerdo
tibio de albor y rocío.
Hube de hacer otras huellas
buscando en todas tu hechizo,
y en el frescor de las sombras
de aromos, sauces y tilos,
rememorar la del ñire,
la del coihué o la del pino,
para saber de la gloria
de haberlas todas vivido.
Y la de estarme en tus lagos
ebrios de paz y espejismos.
Mirando
morir la tarde
me
vuelvo a encontrar contigo.
Torrente
de luz y enigma
cayendo
sobre mi signo…
Grite el acervo distante
estremeciendo los nidos
¿Por qué tu vida es más vida?
¿Por qué te siento tan mío?
Si traje todas las obras
que por mujer me dio el sino,
Neuquén ¿ Por qué tanta angustia
y este dolor redivivo?
¿Qué me quedó en esos valles
mezcla de paz y de riscos?
¿ Qué me dejé entre tus bosques
de recogido mutismo?
¿ Qué me robaron los años
para saciarme de hastío?
Mirando
morir la tarde
me
vuelvo a encontrar contigo.
Coloso
de entraña fértil
mineralmente
abatido…
Desde el pehuén hasta
el monte
del amancay amarillo.
Desde el Lanín hasta el llano
de soledad aterido,
donde aventuran los jotes
sus carniceros instintos
mientras atisban la muerte
para llevársela en vilo.
Desde el audaz ventisquero
ciego de nieve y de frío
hasta el azul de las aguas
frescas de hilar tamariscos.
Desde ese ayer en que
anduve
hurgando tus escondrijos.
Hundiendo en todas tus horas
las ansias de mi destino
me llega, Neuquén, tu ausencia
hecha impotencia en un grito.
¿Qué juventud la que lloro
si tengo la de mis hijos?
¿Qué remembranzas me abaten
si con los tres edifico?
Mirando
morir la tarde
me
vuelvo a encontrar contigo.
…Mirando
morir la tarde
se
me va el alma en suspiros.
(*)
Nació el 18 de Julio de 1925, en Bahía Blanca. En 1940 se traslada con su
familia a Zapala, donde comienza a escribir colaboraciones para el Semanario
Los Andes y distintos diarios de Neuquén y Rio Negro. En 1958, casada y con
tres hijos, se traslada a Tandil, donde además de proseguir su obra literaria,
se desempeña como Regente del Conservatorio Provincial de Música y como docente
(de guitarra) en el mismo Instituto y en la Escuela Municipal de Artes
Visuales. Colaboradora permanente de diarios y revistas literarias en Tandil y
Neuquén. Fue seleccionada por el Fondo Editorial Bonaerense en las colecciones:
Panorama Poético Bonaerense 2, Panorama Poético Argentino 2, Antología Hispano
Americana 1, La Mujer En La Poesía Hispano Americana y El Soneto Hispanoamericano.
Integra el Diccionario de Poetas Argentinos (recopilado por Oscar Abel
Ligaluppi) Cuenta con numerosas distinciones provinciales y nacionales. Desde
1990 reside en Tres Arroyos, Buenos Aires.
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