Resurrección de Bandidos: ¿quién fue
el verdadero Sundance Kid? (*)
Por DANIEL BUCK (**)
El verano pasado el gobernador de Wyoming, Matt Mead, recibió un presente inusual de un hombre de negocios de Arizona,
llamado Jerry Nickle: se trataba de un libro recién publicado que promueve la
idea de que William Henry Long, el bisabuelo del autor, no era otro que el
Sundance Kid del afamado dúo “Butch y Sundance”. Aún más sorprendente que el
libro fue su entrega. Nickle y su co-autor habían pedido prestado caballos en
Cheyenne y cabalgaron por la acera para salir al encuentro del gobernador.
Nickle no sólo sustenta la pretensión de
que su bisabuelo Long fue el famoso bandido de la “Pandilla salvaje”; también asevera
que él y Butch Cassidy no murieron en Bolivia, como muchos creen. Descarta
además que su bisabuelo se haya suicidado, según creyó su familia durante largo
tiempo, sino que fue asesinado por su compañero Matt Warner, también miembro de
la Wild Bunch, después de una
discusión acerca de un libro que Warner había planeado escribir, donde Long podría
haber sido expuesto públicamente como Sundance. El entusiasmo de Nickle no es empañado
por la ausencia de cualquier indicio que vincule a su bisabuelo a la Wild Bunch, o la falta de evidencias de
que éste alguna vez dijera ser el famoso forajido. Cuando las pruebas de ADN no
lograron establecer un vínculo entre Long y la familia real del Sundance Kid, Nickle
ensayó una nueva teoría: su bisabuelo había robado la identidad de Harry
Longabaugh, el hombre al que los historiadores del Oeste realmente consideran que fue el Sundance Kid.
Bienvenido al universo caleidoscópico de la historia del Salvaje Oeste,
donde los forajidos regresan de entre los muertos con regularidad vampírica. Long
no es una anomalía, en modo alguno, ya que las vivificaciones de bandidos son
relativamente comunes; por lo menos entre los más conocidos de la clase
criminal. Si bien en algunos casos la identidad de un malhechor muerto se atribuye
a otra persona ha fallecido -a menudo por su antecesor- en otros es asumida por
una persona viva, un impostor. Estos resurreccionistas constituyen una mezcla
variada de bromistas, de aficionados a la genealogía y de teóricos de la
conspiración que no puede aceptar que su héroe bandido haya muerto. Y suelen
encontrar una audiencia receptiva porque, bueno, ¿quién puede resistirse a una
buena historia de fogón campestre?
Butch Cassidy y el Sundance Kid eran parte de un conglomerado de
forajidos de las Montañas Rocosas que merodeaban a comienzos del siglo pasado,
llamados "The Wild Bunch" (La Pandilla Salvaje”) por la prensa.
Aunque Butch y Sundance cometieron pocos crímenes en común en los Estados
Unidos, están indeleblemente ligados como un dúo fuera de la ley en la
imaginación del público, ya que huyeron juntos a América del Sur (Sundance llevó
consigo a su compañera, Ethel Place), probablemente murieron juntos en Bolivia
en 1908 y, lo más destacable, fueron inmortalizados juntos en 1969 en la
película de George Roy Hill, “Butch Cassidy y el Sundance Kid”. La contribución
principal para su deificación la hicieron Paul Newman como Cassidy y Robert
Redford como Sundance.
La pretensión de ser Butch y/o Sundance (o
cualquiera de los muchos otros famosos bandidos del Lejano Oeste) tiene una
tradición larga e ilustre. William Henry Long, por ejemplo, no es el primer
hombre que se ha identificado como el Sundance Kid. En 1983, un director de
escuela secundaria de Connecticut, Edward M. Kirby, publicó “Auge
y caída del Sundance Kid”, donde argumentó que el criminal Hiram BeBee era
el ladero de Butch Cassidy. BeBee murió en una prisión de Utah en 1955 mientras
cumplía una sentencia de cadena perpetua por el homicidio en primer grado de un
alguacil de la ciudad, cometido en 1945. Al igual que con Long, no hubo
evidencia de que BeBee tuviera ninguna conexión con el Sundance Kid, salvo los dichos
de Kirby sobre supuestas declaraciones no especificadas de BeBee que, además,
nunca tomaron estado público.
Estas identidades insinuadas y encubiertas
son a menudo absurdas cuando se contrastan con la realidad. Aparte de la falta
de cualquier ligazón entre BeBee y Sundance, había una disparidad física
importante. BeBee era feo y bajo, poco más de metro y medio de estatura, según
el registro tomado en 1919 en San Quintín, donde el curso del tiempo lo fue
convirtiendo en un borracho. Sundance era guapo y alto, de más de seis pies.
BeBee se veía como Jimmy
Durante mientras Sundance, de hecho, se parecía más a Robert Redford, su
alter ego en la pantalla.
Sundance no ha sido el único miembro de Wild Bunch cuya identidad fue robada por
algún resucitador. En la década de 1920, años después de que Butch Cassidy
había expirado en Bolivia, el propietario de un taller mecánico en el Estado de
Washington llamado William T. Phillips, comenzó a visitar guaridas de malhechores
en Wyoming en busca de tesoros de bandidos, lanzando indirectas acerca de que
él, Phillips, era el auténtico pillo. Algunos de los viejos camaradas de
Cassidy lo tomaron en serio, otros se burlaron de la idea. Phillips escribió un
libro de memorias, "El Bandido invencible", con la esperanza de
venderlo a Hollywood. La crónica era una mezcolanza de realidad y fantasía,
escrita más como una novela y redactada casi en su totalidad en tercera
persona, como si Phillips apenas se permitiera hacer alusión a su supuesta
identidad como Cassidy.
Sin embargo, la farsa de Phillips seguiría sobre
el tapete. Él murió en 1937. Más de tres décadas después, Larry Pointer, un
miembro del personal de la Oficina de Administración de Tierras en Wyoming, se
encontró con el cuento, y después de una considerable investigación adicional,
convenció a la oficina de prensa de la Universidad de Oklahoma para publicar “En
busca de Butch Cassidy”, una especie de contrapunto o duelo de venta, la biografía
de Cassidy qua Phillips.
La historia era atractiva, porque Cassidy desapareció en 1908,
presuntamente asesinado en Bolivia, y Phillips apareció en escena en Estados
Unidos en 1908, como si de la nada. Pero la posibilidad de que Phillips fuera
Cassidy no podía prosperar. A finales de 1980, cuando Anne Meadows y yo
empezamos a investigar la historia de Cassidy y Sundance en América del Sur, descubrimos
que a pesar de que Phillips afirmó que se había escapado del tiroteo en Bolivia
y regresó a los Estados Unidos para casarse en Michigan en mayo 1908, en los
hechos el tiroteo había ocurrido en noviembre, después de su matrimonio.
El calendario es el mejor amigo del
investigador. Así también lo son los mapas: Phillips había localizado el rancho
argentino de los bandidos en la parte equivocada de la Patagonia, les atribuyó
asaltos a trenes que aún no se habían construido en la época en que estaban en
América del Sur, y los hizo acampar durante varios días en un pueblo en el
norte de Argentina, Gaciayo, que resultó no existir. Gaciayo es una entrada
cartográfica falsa, también conocida como un Mountweazel, diseñada para atrapar violadores de derechos de
autor, competidores que usurpan mapas. Phillips no había estado más cerca de
América del Sur que los atlas consultados con descuido.
Movió el puntero alrededor del problema de la
fecha del matrimonio postulando la idea de que había varios Cassidys, antes de tirar
finalmente la toalla, cuando resultó que Phillips era en realidad William T.
Wilcox, un delincuente de poca monta que había estado en la cárcel con Cassidy
en la década de 1890.
Los Resurreccionistas de Bandidos evitan la
Navaja de Occam.
Cuando nos enfrentamos a un hecho inconveniente, despliegan un deus ex machina -uno tras otro si es necesario- hasta que
todas las contradicciones están envueltas en una elaborada red de explicaciones
absurdas.
"Brushy Bill" Roberts apareció
con su propio conjunto de contradicciones en Nuevo México en 1950, afirmando
ser Billy the Kid. Fue patrocinado por un abogado y quería su absolución,
aunque no estaba claro el porqué, ya que sus crímenes tenían siete décadas de
antigüedad. El Billy real había sido abatido a tiros en 1881 por el sheriff Pat
Garrett.
Roberts tenía buena labia -antes había
afirmado ser Jesse James- y obtuvo unos cuantos partidarios, incluyendo a su
ciudad natal, Hico, Texas, que abrió una "Billy the Kid Museum y tienda de
regalos." Tuvo mucha prensa a lo largo de los años. Los reporteros gustan de
las historias de bandidos resucitados; son divertidas de escribir y los
lectores las paladean. En la jerga moderna, son “clickbait”.
Los historiadores serios de Billy the Kid
no dan ningún crédito al cuento de Roberts. La Biblia de la familia Roberts registra
a 1879 como su año de nacimiento, por lo que él tenía dos años cuando Billy fue
baleado. Él era un chico real, pero no “el chico Billy”.
Antes de la aparición de Roberts estuvo
John Miller, quien murió en Arizona en 1937, más de medio siglo antes de que su
resurrección se hiciera pública, alimentada el libro de Helen Airy de 1993, “Qué
pudo sucederle a Billy The Kid”. Según Airy, lo que sucedió, ni más ni menos,
fue que Miller era el idolatrado chico malo. La evidencia en apoyo de que
Miller era Billy incluye comentarios privados que había hecho en tal sentido y
el hecho de que tenía dientes de conejo, al igual que Billy. (Al igual que Bugs
Bunny, si uno lo piensa.)
En cualquier caso, el verdadero imán para
las resurrecciones de bandidos fue Jesse James. No importa que el bandolero
fuera asesinado en su propia casa en 1882, y que su esposa y su madre lo habían
enterrado. Media docena de hombres reivindicaron más tarde ser el bandido de Missouri
o fueron promovidos como tales por sus descendientes.
J. Frank Dalton es el más conocido de ese rebaño.
Su historia fue transmitida por una estación de radio de Oklahoma a finales de
1940, y al día siguiente, el Lawton Constitution
tituló "Jesse James está vivo en Lawton." En la primera aparición
pública de Dalton en la ciudad, unas 30.000 personas salieron a curiosear. Luego
hizo una breve carrera -falleció en 1951- realizando apariciones personales y
de trabajo en circuitos del carnaval, y terminó en las Meramec Caverns en
Missouri, compartiendo el escenario en una ocasión con el paródico “Brushy Bill”
Roberts como Billy the Kid.
Décadas después de que la controversia de
J. Frank Dalton se había desvanecido, Betty Dorsett Duque se lanzó a anunciar
que su bisabuelo, James Lafayette Courtney, era Jesse James, habiendo escapado
de la muerte en 1882 cuando otro hombre fue asesinado en su lugar, y que vivió
hasta 1943. Duke escribió, como parece ser obligatorio, un libro, “La verdad
sobre Jesse James, según lo contado por su bisnieta” (2007). A lo largo de 672
páginas - casi 200 páginas más que la biografía definitiva del forajido Jesse
James: “El último rebelde de la Guerra Civil” (2002), por TJ Stiles- ella acribilla
al lector con argumentos, entre ellos, que su bisabuelo escondió monedas de oro
alrededor de su propiedad, y cada vez que alguien se acercaba a su casa de
campo en la noche, apagaba las luces y se parapetaba tras la puerta
principal con una pistola cargada.
Algunas contradicciones desfavorables de Duke:
Jesse James era de estatura media, 5' 7" o algo así, y Courtney medía más
de seis pies. Más importante aún: la esposa de Jesse James estaba en la
habitación contigua cuando fue asesinado en 1882, y ella lo enterró. Duke ni
siquiera podía convencer a su propia familia. Los descendientes de Courtney,
con enojo, lanzaron un sitio web donde compiten para refutar sus afirmaciones.
No parece importar si un delincuente muere
de muerte en disputa y anónimo, como en el caso de Butch y Sundance, o a la
vista de su familia, como sucedió con Jesse James. Las dudas persisten, y tarde
o temprano, aparecen pretendientes. "Hasta cierto punto", escribió el
historiador inglés Eric Hobsbawm en “Bandits” (2000), la resurrección de los
bandidos:
"…expresa el deseo de que el campeón de la gente no puede ser
derrotado, el mismo tipo de deseo que producen los mitos perennes del buen rey -y
el buen bandido- que en realidad no ha muerto, y va a volver un día para
restaurar la justicia. La negativa a creer en la muerte del ladrón implica un
cierto criterio de su "nobleza"... Porque la derrota y muerte del
bandido es la derrota de su pueblo, y lo que es peor, de la esperanza. Los
hombres pueden y, en general, deben, vivir sin justicia, pero no pueden vivir
sin esperanza."
Tal vez Hobsbawm debería considerarlo. Es
igual de probable que los espectros de bandidos surjan de anecdotarios y divertimentos,
de las tradiciones folclóricas americanas que nos han dado a Bigfoot y el
Jackalope, y de la atracción de larga data de las teorías conspirativas y la
genealogía.
El profesor de la Universidad Estatal de
Carolina del Norte Richard W. Slatta examina la tradición narrativa en “El
Oeste mítico: una enciclopedia de leyendas, tradiciones y cultura popular”
(2001). "El mito es más poderoso, omnipresente y atractivo que la
historia", escribe Slatta. De acuerdo con ello, se centra "en la
plétora de legendarias, míticas imágenes, acontecimientos, personas y lugares
relacionados con el Viejo y el Nuevo Oeste.” Las travesuras son igualmente
populares en los Estados Unidos. Muchas leyendas urbanas comienzan como una
broma. Una vez lanzada, la broma ondula hacia la leyenda. El hijo de Ray
Wallace -el autor original del proponente de Bigfoot-, un trabajador de la
construcción el norte de California, declaró a la prensa después de que su
padre murió, en 2002, que todo había sido un truco elaborado, que implicaba,
entre otras cosas, las enormes patas de madera utilizadas para crear huellas
del gigante de los bosques. No obstante, la caza de Bigfoot prosigue sin desmayo.
Dos de los hermanos de Butch Cassidy lo
habrían personificado por puro deporte. Uno de sus doppelgängers, William T. Phillips, se tomó respiro de un
matrimonio infeliz en Spokane para visitar los lugares predilectos de los
forajidos en Wyoming y ocuparse entretanto de su novia. Ella confió después de
su muerte que el burlesque sobre Cassidy era una broma.
Las teorías de la conspiración a menudo
sustentan las historias de resurrección de bandidos. J. Frank Dalton afirmó que
él -el verdadero Jesse James- estaba escondido en un establo cerca de su casa, mientras
otra persona recibió un disparo en su lugar. “Brushy Bill” Roberts dijo que con
la connivencia de Pat Garrett, otro hombre fue asesinado en su reemplazo,
permitiendo que él -el verdadero Billy- escapara a México. Las explicaciones acerca
de que Butch y Sundance sobrevivieron al tiroteo en Bolivia oscilan desde haber
cambiado sus ropas con las de los soldados muertos hasta un rotundo rechazo a
creer que los bolivianos podían hacer lo que los americanos no habían logrado:
derribar a dos de los forajidos más conocidos del Viejo Oeste. De hecho, la
mayoría de los miembros de la Wild Bunch
fueron capturados o asesinados por agentes de la ley estadounidenses, y por su
parte, soldados bolivianos y perseguidores rurales capturaron a la mayoría de
los bandidos que operaban en su país a comienzos de 1900. El bandidaje es una
ocupación implacable que ofrece poco margen para el error.
El fenómeno de la muerte fingida abarca
muchas figuras históricas, no sólo a los forajidos. Los ejemplos incluyen
Martin Bormann, Adolf Hitler, TE Lawrence, Pancho Villa y Tupac Shakur.
"Uno vacila en creer la historia [de Bormann]", escribió Christopher
Isherwood, "aunque sólo sea porque se trata de una variante de la leyenda
básica de inmortalidad que suele acompañar como una posdata a la aparente
muerte de hombres grandes y notorios." En Bariloche, Argentina, un amigo una
vez me mostró un mapa del cementerio de la ciudad que indica con precisión
dónde fue enterrado Hitler. Me pidió que no lo dijera a nadie. No lo he hecho
hasta ahora.
El interés en la genealogía, impulsado por los sitios web populares como
Ancestry.com, también ha jugado un papel importante. James Lafayette Courtney y
William Henry Long fueron "descubiertos" en ambos casos por los
descendientes hurgando en sus áticos ancestrales. La falta de cualquier
evidencia que los vinculara con Jesse James o el Sundance Kid era un
inconveniente menor. Un miembro del personal en el Archivo Nacional que recibe
muchas consultas genealógicas, me dijo que la gente siempre quiere hallar alguna
persona famosa descansando en su árbol genealógico. No importa mucho quién sea,
Juana de Arco o Jack el Destripador, con tal de obtener el derecho a presumir.
Una excursión por el mundo de los
avivamientos de forajidos no estaría completa sin mencionar a Robin Hood, el
manantial de la mitología del bandido. La idea del buen bandido que roba a los
ricos y da a los pobres, que salva a la viuda granjera, y cuya muerte es
inaceptable proviene de Robin Hood, escribe Stephen Knight en su “Robin Hood: A
Mythic Biography” (2003). "La única película moderna que ha mostrado la
muerte del héroe", dice Knight, "Robin
y Marian” (1976), es la única que ha perdido dinero en la taquilla."
(Traducción: Carlos Dante Ferrari).
(*) This
piece was originally published in English in The Appendix, and can be read here:
(**) DANIEL BUCK es un escritor que vive en
Washington, DC. Fue voluntario del Cuerpo de Paz en el Perú y miembro del
personal del Cuerpo de Paz en Washington en la década de 1960, y trabajó en la
Cámara de Representantes de EE.UU. desde principios del decenio de 1970 a
mediados de la década de 1990.
Ha escrito para Américas, South American
Explorer, Peruvian Times, True West, y Wild West, en temas tales como Bruce
Chatwin en la Patagonia, la fotografía antigua en Bolivia, la controversia sobre
el descubrimiento de Machu Picchu, y con Anne Meadows, sobre Butch Cassidy y Sundance
Kid en América del Sur. Ambos participaron del IV
Simposio sobre Bandoleros Norteamericanos en la Patagonia realizado en
Cholila (Chubut) en 2007.
Sundance
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