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domingo, 29 de noviembre de 2009

LA NOTA DE HOY




JUAN GOYANARTE Y LA PATAGONIA
Por Fernando Jorge Goyanarte (*)


No trato en esta nota de hacer una reseña histórica de su viaje por la Patagonia, describiendo cronológicamente el itinerario que efectuó para conocerla en profundidad. Sí intentaré interpretar de qué manera la Patagonia se le encarnó en una manera tan especial que le permitió – y creo no equivocarme – crear la mejor y más relevante novela de las varias que escribió. Para poder apreciar con justeza todo este “enamoramiento” entre escritor y naturaleza me veo obligado a describir, aunque en forma somera, la vida del escritor, previa al conocimiento de ese sur argentino.
Juan Goyanarte fue aventurero, escritor, periodista, editor, empresario, hacendado y con todo ello forjó una imagen polifacética. Pero por un instante me gustaría detenerme en la primera palabra – aventurero. Como tal recorrió casi toda Europa, norte de África, Rusia, Estados Unidos y la mayoría de los países latinoamericanos; y por supuesto Argentina. Todo esto viene a cuento porque fue una persona que en ese ir y venir de cada viaje adquirió conocimientos de ciudades, de paisajes, de costumbres, de idiomas; de lo más diverso que uno se pueda imaginar. Y un día decide viajar a la Patagonia; y recurro al comentario que efectuó la Editorial Losada en la contratapa del libro “Campo de Hierros” diciendo: “… después de haber recorrido durante medio año, sólo con su “Winchester”, en un automóvil y a lomos de caballo, hasta sus más apartados rincones”.
Ubiquémonos en esos años, con medios de transporte, caminos, ropa y elementos para efectuar este recorrido, totalmente rudimentarios y escasos. Pero como buen vasco, todo inconveniente que se presentaba lo enfrentaba con una voluntad férrea. Así salvando cada circunstancia comenzó un “enamoramiento” mutuo entre escritor y naturaleza, entre escritor y personajes, entre escritor y costumbres… y, por qué no, entre escritor e inconvenientes. En la conjunción de todo esto nace la novela “Lago Argentino”; y en ella vuelca esa identificación plena entre él y ese ambiente atrapante y arrollador, que sólo la Patagonia puede brindar.
Qué mejor para describir la obra “Lago Argentino” que Ezequiel Martínez Estrada, quien dijo… “La novela transcurre como avanza una caravana dentro de una tormenta”… “En ocho leguas de campo, millares y millares de ovejas y un puñado de hombres realizan el experimento de probar hasta donde es compatible la vida – la vida sencillamente – con las fuerzas inmensamente superiores y adversas de las montañas, los torrentes, las nieves, los vientos y la soledad. Animales y seres humanos apresados, sitiados, tal como en los cuentos de náufragos y de exploradores, por las divinidades sin nombre ni forma que pueblan aquellas regiones maravillosas y terribles, que luchan primero por vencer, después por mantenerse y al fin por no ser aniquilados”. “La figura imponente en su reciedumbre moral y corporal de Martín Arteche da unidad y sentido humano a cuadros desoladores y escenas en que las palabras se enconan como espinas. En el centro, sólidamente puesto, trabaja por mantener la unión y la colaboración, por atar lo que está suelto, por eslabonar lo que está desenganchado... Lo tierno y lo bello se agosta y fenece en un clima inhumano, sin que los esfuerzos para preservarlo alcancen a contrarrestar las fuerzas ambientales... No solamente ha de tener un parque y una huerta, como tiene el establecimiento “Los Témpanos”, levantado a costa de grandes sacrificios, sino que tendrán una casa amplia y cómoda, un hogar, una compañera y, en el colmo de todos los afanes, un hijo.” “Es la historia de Martín Arteche que con sus manos ha hecho ese milagro…”
Deseo sumar a lo dicho anteriormente un artículo extraído de la revista de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires de abril del 2009, redactado por Magdalena Ruiz Guiñazú y titulado “La alegría de leer”. Allí esa periodista, escritora, conductora de radio y televisión, productora, ganadora de infinidad de Martín Fierros, galardonada como la periodista de Mayor Agallas en Nueva York, dice: “Tuve momentos de gran enamoramiento con “Lago Argentino”, de Juan Goyanarte, una novela hoy agotada que relata las aventuras y desventuras de los anarquistas españoles que se habían afincado en la Patagonia…”.
Tomo ambos comentarios como ejes de lo que diré luego. No tienen la finalidad de ensalzar la novela, dado que tuvo y tiene luz propia. Sí, quiero rescatar de ellos sus mensajes, porque allí es donde se encuentra al inmigrante mondragonés o guipuzcoano que queda atrapado por esa imponente belleza que supera todo lo visto, esa Patagonia que con sus ventisqueros, con su fauna, con su flora, con sus otros inmigrantes (con diferente nacionalidad, ideas, razas, y credos), con sus aborígenes, con su todo; se introduce en el interior del escritor y llegado el momento Juan Goyanarte siente la imperiosa necesidad de sacar todo lo acumulado y lo vuelca al papel con una precisión muy fina. No escatima calificativos para describir todo lo que observó y le entregó la Patagonia y sus personajes. Personajes que adapta a su novela y a quienes entrega una personalidad en particular, que sale en función de lo que vio y de sus propias vivencias experimentadas a lo largo de sus extensos y variados viajes.
Creo haberme podido introducir en el alma, en el espíritu de Juan, para poder cuantificar el asombro que le produjo todo aquello que le ofrecía cada rincón de esa Patagonia. Esa Patagonia que es cálida pero fría también, que es agreste en sectores pero exuberante en belleza en otros, que casi no tiene pasto pero en cuyos valles y laderas crece el pasto tierno y aprovechable para los animales; en fin, esa dualidad que hace que cada día que se transcurre en ella, uno se vaya embriagando y encariñando más.
Al cierre de esta nota deseo hacer una mención muy especial a las distintas corrientes inmigratorias que, cada una de ellas con sus características propias, supieron aquerenciarse a éstas tierras, poblándolas, trabajándolas, incorporándoles su cultura, queriéndolas como suyas e inculcándoles a las generaciones posteriores ese apego a esta Argentina que les abrió sus brazos.


Nota: en la tarea investigativa – literaria sobre mi tío, por lo mucho que me han aportado, no puedo dejar de agradecer a José Ramón Zabala (profesor de Lengua Española en el Instituto de Andoain, doctor en Filosofía y Letras y Secretario de Hamaika Bide), a José Ángel Ascunce Arrieta, al escritor Hugo Wast y su obra “Valle negro”, en la cual cita a Juan, a Graciela Cutuli, autora de la nota “El glaciar de sangre azul”, publicada por Página 12, del 2 de febrero de 2004, sección Turismo; al diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, a la Biblioteca “Bernardino Rivadavia”; a la Fundación “Ezequiel Martínez Estrada”, a la Unión Vasca de Bahía Blanca, y a todos aquellos que con pequeños aportes me permitieron conformar los distintos perfiles del autor de “Lago Argentino”. Y por supuesto, al escritor Jorge Eduardo Vives, quien en todo momento me ha dado una cabida extraordinaria y me ha permitido trabajar juntos desde el mismo momento en que lo conocí.

(*) Fernando Jorge Goyanarte, escritor de Bahía Blanca, autor de “S.O.S. Humanos”, es familiar directo de Juan Goyanarte, creador, entre otras numerosas obras, de la novela “Lago Argentino”.


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jueves, 26 de noviembre de 2009

LA NOTA DE HOY




- La comunicación -
Un papel importante en la historia


Por Kayra Wicz



Un egipcio, 3000 AC, extrae del valle del Nilo, thuf, una planta antigua de la familia de las ciperáceas. Corta el tallo, lo introduce en agua, le quita la corteza verde, hace finas tiras. Sobre una capa en sentido horizontal, agrega otra en sentido vertical, las une por presión, y las deja secar al sol. Y así, explicado de manera sintética, obtiene una hoja compacta que se aplana con un martillo, y se pule con un instrumento de marfil. Le lleva días lograr su arte La mejor calidad de este producto lo reserva para fines religiosos. Finalmente envuelve las hojas en forma de rollo. Esta antigua planta es el Cyperus papyrus, llamada “Byblos” por los griegos entre los siglos VI – V AC, debido al lugar de procedencia desde donde se lo comercializaba, y finalmente a partir del siglo IV AC papyrus o papyrum por los romanos.


El papiro ya se usaba en Creta y en ciudades fenicias en el segundo milenio AC. En Grecia hacia el VII AC el papiro hizo su aparición. Los griegos denominaban charta a la hoja de papiro no escrita, y volumen o liber al rollo del mismo. Los romanos utilizaron el papiro como soporte de la escritura, ya que era más cómodo y más fácil de manejar que la corteza de árbol, los rollos de plomo y la tela que utilizaban desde hacía tiempo.

Los mayas entre los años 500 y 1000 AC comenzaron a “fabricar papel”, lo llamaban huum . Los Aztecas también lo hacían y lo designaban con el nombre de amatl (árbol de amate). También al igual que los egipcios con el papiro, por el tipo de fibra lo utilizaban para hacer vestimenta, zapatos, tiras, cordones. Las plantas eran de la familias de las moráceas ( ficus padifolia, ficus involuta, ficus petiolaris y ficus catinifolia).


El uso del papiro como material de escritura fue un negocio floreciente en Egipto. La producción y distribución del papiro era controlada por el estado, fue exportada a lo largo de todo el antiguo mundo del Mediterráneo. El papiro sin embargo, fue el precursor del pergamino ya que debido a la competencia de dos reyes por poseer la mejor biblioteca de la época. Ptolomeo Epífanes, que vivió desde el 205 al 182 AC, decretó un embargo sobre las exportaciones del papiro producido en Egipto, lo que obligó al rey de Pérgamo (Attalo I) a buscar una fórmula alterna de materiales para la escritura. Fue así como se desarrolló la industria del pergamino, el cual era fabricado con pieles de ganado, antílopes, cabras, ovejas, especialmente recién nacidos. La conquista de Egipto por los árabes en el año 641, redujo el ritmo de exportaciones. Primero, el alto costo del transporte, segundo, la sequía del Nilo y los trabajos de irrigación comenzados por los árabes, que transformaron los pantanos en terrenos agrícolas. Pero también fueron los mismos árabes que lo introdujeron al sur de Italia, dónde hoy todavía crece.

Cerca del año 105 de la era Cristiana, T’sai Lun, un consejero privado en la corte China del Emperador Ho Ti, concibió la idea de preparar una mezcla de retazos de seda, corteza, cáñamo y espinas de pescado en agua hirviendo, la que luego maceró hasta conformar una pulpa. Esta era introducida en un tamiz vertical, y luego horizontal, permitiendo el drenaje del agua y dejando una capa húmeda de pulpa formada por fibras entrelazadas. Las fibras se dejaban secar al sol, se presionaban con piedras y así se obtenía la hoja de papel. Luego se perfeccionó con operaciones de encolado y satinado.

Mayo del 2008, Museo de Arte Popular, México. “Amate y Papiro… un diálogo histórico”. Con esta exposición se celebraron los 50 años del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre México y Egipto. Aquí las dos culturas mostraron al mundo su historia. Haciendo un homenaje al medio de comunicación más importante de la antigüedad clásica. Tratados que han cambiado el mundo, su religión, su filosofía, su política, su poesía, las bases de toda la cultura occidental, sus dioses, sus mitos, las históricas batallas narradas, casi maravillosas, están aquí para nosotros , gracias a él. Lo llevamos en los bolsillos, lo acumulamos, lo transportamos en toneladas. Es duradero, y biodegradable, reutilizable, y reciclable. Nos da seguridad, guarda las palabras mas bellas y las mas duras. Lleva impreso datos, perfumes, recuerdos, imágenes. Es el beso que viaja. Lo sellamos, escribimos, certificamos, firmamos, es moneda y envoltorio Abrumador cuando queda en blanco, fuente de inspiración. La guerra y la paz están presentes en su historia, y la historia se hizo presente en él. Es único, es el papel.


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martes, 24 de noviembre de 2009

DOS NUEVAS OBRAS INCORPORADAS A LA BIBLIOTECA PATAGÓNICA

DOS OBRAS RECIENTES DE JULIA RITA CHAKTOURA*




GAIMAN
Conversaciones con el Valle
Julia Chaktoura
Ed. Jornada - Patagonia Contemporánea - Trelew, 2009




Esta obra contiene un rico anecdotario del valle del Chubut recolectado a través de los relatos de gente memoriosa, merced a la paciente y silenciosa tarea de la autora.
Según sus propias palabras, este libro "no pretende ser una erudita investigación antropológica, ni un trabajo de recopilación histórica. Es, sencillamente, una conversación serena y entrañable con personas del valle que tienen muchas anécdotas para contar y que, además, desearon hacerlo."
"Los entrevistados" -refiere Julia- "pertenecen a diversas colectividades. Algunos de ellos son nacidos y criados en la zona; pueden dar testimonio de la etapa fundacional de la provincia y recitar con orgullo su linaje colono. Otros, han llegado con la corriente inmigratoria de las primera décadas del siglo XX, y sus vivencias transmiten el cambio de la antigua aldea devenida en ciudad. Cada uno tiene un universo particular, pero al mismo tiempo se inserta en el de sus vecinos, formando una intrincada red de lazos parentales y amistosos que se fueron tejiendo a través del tiempo. Por eso" -afirma la autora- "este libro está dedicado a todos los habitantes de Gaiman. Es de ellos. Les pertenece".





LA OCTAVA PLAGA
Julia Chaktoura
Ediciones del Cedro - Trelew, 2009





"La octava plaga" es una novela de apasionante actualidad que transporta de la mano de un bioquímico argentino -interesado casual en una serie de informes confidenciales sobre el SIDA- hasta las entrañas mismas de la destrucción del hombre sobre la tierra.
El hallazgo que significa situar el desarrollo de la historia en la Patagonia y deslizar que esa es la "Tierra Prometida", muestra que la humanidad no necesita de ningún apocalipsis para evidenciar las miserias que la acosan.
Julia Chaktoura ha llegado hasta lo más recóndito del dolor con una aventura tumultuosa, desbordada por la carrera desigual entre la realidad y la fantasía de un modo febril y violento.
Patentiza la angustia y su visión crítica de la condición humana, nos permite reconocernos y nos invita a percibir el éxtasis que significa adivinar los trazos de "otro amanecer".



*Julia Chaktoura nació en Buenos Aires el 22 de mayo de 1948. Reside en Chubut (Patagonia) desde 1982. Narradora y poeta. Editora. Otras obras de la autora: "SIDA, desafío del futuro" (novela), Bs. As., Ed. Vinciguerra, 1991; premiada con la Faja de Honor de la Asociación de Escritores de la República Argentina; "El olor de los sentimientos" (novela), Bs. As., Ed. Vinciguerra, 1994, ambas obras incorporadas a la enseñanza en diversas escuelas secundarias; "Disparates, rimas y adivinanzas", Bs. As., Alfaguara, 1998 y Santillana, Venezuela, 2005 (poesía infantil), obra seleccionada por el diario "Clarín" entre los seis mejores libros argentinos para primeros lectores; "El baúl de los juguetes" y "El baúl de los oficios" de la colección "Los libros del baúl", Bs. As., Santillana, 2004 (ambos de poesía infantil). Coautora de "Pilchita", Chubut, Ed. del Cedro, 2005, literatura infantil para escuelas rurales patagónicas.




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domingo, 22 de noviembre de 2009

EL POEMA DE HOY

Poema ganador de la Medalla de Plata -Asoc. San David
Eisteddfod del Chubut 2009





CHUBUT



"quiero la eternidad como

una paloma en mis manos"

Vicente Huidobro




Yo soy la fiel amante de tu hechizo,
la peregrina voz de tus paisajes.
La que intenta viajar sin equipaje
por tus cielos de paz. Sólo preciso

los potros indomables de tu viento,
beberme las caricias de tus lunas
y exaltada de soles, una a una,
asirme a las palomas de tu lento

despertar de clarines. Será entonces
cuando mi cuerpo ahondado en tus entrañas
se abrace a tus raíces redimidas...

Y estaremos así, como en el bronce,
con la eterna delicia de una hazaña,
cantándole al soneto y a la Vida.


Griselda Jones Redondo

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sábado, 21 de noviembre de 2009

EL CUENTO DE HOY





CASIMIRO SZLAPELIS
(Colonia Sarmiento- Chubut- 1903-1983)

por Mónica SOAVE*



...hoy me quedan algunos minerales y algo más que una milenaria astilla petrificada del cargamento que me mandó Don Casimiro con las identificaciones manuscritas de lo que es cada piedra. En el grabador escucho su voz firme contando su historia increíble...
Francisco N. Juárez


Nace el 1º de octubre de 1895 en el pueblo de Kupiskis, a orillas del río Levuo, en Lituania. Su padre Justino, ha tenido cuatro hijos con su primera mujer pero, después, se ha enamorado de nuevo y se ha casado con Sofía Yankaukas, por eso ya no le extraña ver ahora la cara de esta criatura recién nacida, tan arrugada, tan azulosa, tan parecida a todas las otras.
El padre de Justino se llama Isidoro y vive sin su familia y muy lejos de su Lituania natal, en Gualeguaychú, Argentina. En 1897 Isidoro se cansa del litoral, del río y de los mosquitos y decide partir hacia la zona de Colonia Sarmiento. Descubrirá que hay allí también un río, pero más angosto, con cisnes de cuello negro y sin mosquitos. Hay también viento. Hay dos lagos que, de a ratos, se embravecen. Hay caminos polvorientos, un bosque petrificado y una soledad más árida y más temible que la de Gualeguaychú, por eso se vuelve y le escribe una carta desgarradora a su hijo Justino pidiéndole que se encuentre con él en este final de mundo.
Justino y toda su familia llegan a la Argentina. El pequeño Casimiro inaugura su segundo año de vida cerca del río caluroso y marrón, mientras su padre y su abuelo trabajan la chacra y su madre ha comenzado a dictar clases en la escuela de artes y oficios y va teniendo más hijos.
En el verano de 1903 una manga de langostas les devora los campos y todos deciden radicarse definitivamente en Sarmiento, aun con la soledad.
Las aguas del Lago Musters están grises, heladas y con olas. Más lejos se ven los sauces bordeando el río Senguer. Casimiro y algunos de sus hermanos comienzan a ir a la escuela allí pero, luego, él sigue estudiando pupilo en Comodoro Rivadavia. Todos saben que, en el colegio de los salesianos los huérfanos abandonados, los indígenas y los pobres de solemnidad, se admiten gratuitamente.
Después, con los años, Casimiro será esquilador, peón, carrero, mecánico. También será el primer automovilista del lugar conduciendo un Buick de cuatro cilindros con palanca afuera. Para 1918 sigue soltero, compra su primer coche propio y se independiza.
En el pueblo también vive Amalia Ramig, una joven rusa llegada con su familia de una colonia alemana en el Volga, protestante luterana.
Estimada Amalia - le escribirá ardido de vergüenza y desesperación - no sé si usted habrá reparado alguna vez en una presencia temblequeante, casi desapercibida, que la ve pasar todas las tardes por la esquina del almacén. Esa presencia, mi querida, no es otra que la mía, tan temblequeante como esta mano - también mía - que en este justo instante se atreve a escribirle y a rogarle que me permita, alguna de estas tardes, mirarla a usted a los ojos para decirle, en presencia no desapercibida sino concreta, cuánto la amo.
Casimiro se preguntará por muchos años qué fuerza había sido la que le permitió deslizar esa carta debajo de la puerta cancel de la casa de Amalia pero lo cierto es que ella accede a esperarlo y a escuchar su encendida declaración de amor de sus propios labios, un día particularmente ventoso a fines de octubre de 1918.
Pero los padres de Amalia se oponen a semejante compromiso por asuntos religiosos y, sobre todo, porque la chica es todavía menor de edad. Casimiro delira con el rapto de la niña: se imagina llevándosela lejos, despeinando sus trenzas, persiguiéndola a las escondidas entre los álamos, incluso viajando a Lituania juntos en algún barco carguero; pero al fin resuelve con cordura esperar a que ella se haga mayor. El día de su cumpleaños la va a buscar con su sombrero de paja echado para atrás y su chaqueta de domingo. Amalia sale de su casa sólo con un atado con sus ropas, una carterita de cuero negro y la negativa de sus padres, que la miran partir detrás de la ventana entrecerrada. Se casarán, pero bastantes años después porque en Sarmiento no hay iglesia.
Casimiro trabaja como contratista pero también construye caminos y escuelas y, en 1922, compra una radio. Es muy difícil sintonizar una emisora desde esas latitudes pero, cuando consigue encontrar "Radio Cultura" que llega de Buenos Aires, pone el artefacto a todo volumen y la gente del pueblo se arremolina a las puertas de su casa siempre abierta, para poder escuchar y compartir.
Con Amalia tienen seis hijos: Elena, Tula, Antena, Rosa, Alba y Febo. Todos conformarán más tarde un conjunto coral que cantará en todo acontecimiento importante de la zona. Es que Casimiro mismo es un personaje importante de la zona.
En 1929 se le ocurre explotar una mina de hierro y cobre que ha descubierto en el Lago Fontana. La llaman "El solcito" y, en su inauguración, toca la banda municipal de Sarmiento.
Casimiro también buscará uranio en las mesetas patagónicas, será operador de cine, dirigirá las obras de otras escuelas en Río Mayo, Aldea Beleiro, Apeleg; pero lo que él realmente quiere es volar. Volar como las águilas y los cóndores. Acortar distancias, difuminar fronteras, desvanecerse en el aire.
En 1933 da sus primeros pasos en un planeador. Vuela por los cielos del sur como ha hecho todo siempre: sin permiso y sin licencia.
En 1951 recién consigue su brevet y entonces se compra un avión de segunda mano y funda un aeroclub. Tendrá tres aviones Casimiro en su vida. Al tercero lo llama Chimango. Es un pequeño Luscombe de 1947 y él usa la ruta 3 como guía para seguir el rumbo.
Con ese avión traslada enfermos, acarrea materiales y hombres para seguir abriendo caminos en la Patagonia, lleva a algunos chicos, también sin permiso, a volar sobre las casas y les arroja a otros, para que se repartan, bolsas de caramelos que estallan como bombas sobre los patios de las escuelas.
Todo sigue igual - le escribirá a Amalia alguna tarde melancólica de marzo - todo sigue como era entonces, como cuando fui a buscarte con mi sombrero de paja y te vi esperarme con tus zapatitos de taco a la puerta de la casa de ladrillo de tus padres. Siempre estaremos juntos y, alguna vez, volaremos entre los pasillos de la eternidad y cruzaremos todos los obstáculos.
Tiempo después, y también con ese último avión, Casimiro tirará flores todos los domingos sobre el cementerio, tratando de hacer puntería para que las margaritas y los malvones y las rosas silvestres, caigan sobre la tumba de Amalia que ya hace algunos años no está con él. Entonces, nada es igual. Las visitas al cementerio se volverán casi cotidianas en el otoño y en el invierno de 1982, aun con frío y nieve. Solo, tantas veces sin la compañía de sus hijos o de sus innumerables nietos, continuará con la obsesiva limpieza del sepulcro matrimonial, del respaldo de yeso que lo espera como alargando los brazos en esa tierra firme tan diferente a los cielos patagónicos y abiertos.
Casimiro se apaga la tarde del 10 de mayo de 1983, después de almorzar en el aeroclub mientras se adormece escuchando por la radio una melodía de Brahms con el diario en la mano.


N. de la A. Esta historia está basada en hechos reales, entretejidos dentro de la trama de la ficción. La chacra "El labrador" que Casimiro construyó puede hoy todavía visitarse a aproximadamente 10 kilómetros de Sarmiento.


*Mónica Soave, nacida en Buenos Aires, es socióloga y vivió durante varios años en Puerto Madryn (Chubut). Escribió, entre otras obras, dos volúmenes de cuentos, uno titulado "Por Amanda y los demás" (Ed. Torres Agüero) y recientemente "El botón de nácar" (Ed. Simurg), un libro de investigación histórica sobre los primeros colonizadores galeses en el Chubut de la que -según sus propias palabras- se desprenden "ficciones" basadas en esa realidad.


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