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domingo, 9 de octubre de 2011

EL POEMA DE HOY


Eros (Caravaggio)

   


     EROS, PAGANO
   
Por Giovanna Recchia (*)



         I

Sin el hábito
nocturno del susurro
la piel llama
a gritos
Ignora
la santidad
de aquel silencio.



          II

Condenado al festival
del beso
el labio
exhuma
ritos
formas circulares
Pronuncia la eternidad
No la elige.




(*) Giovanna Recchia nació en Trelew el 2 de julio de 1973. Cursa la Licenciatura en Letras en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Trabaja como docente, bibliotecaria y tallerista en el Instituto Camwy, en el que realizó sus estudios secundarios. Ha publicado el libro de poemas La infinita (Editorial Universitaria, UNPSJB, 2001). Eros, Pagano integra el volumen de su autoría titulado Pliegues (Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2009)



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miércoles, 5 de octubre de 2011

EL POEMA DE HOY






RÉQUIEM  PLANETA  PAÍS

 


Por Magdalena Pizzio (*)



Está sangrando
tierra de huérfanos
las pisadas ya se apagaron
entre llanto
estómagos vacíos, pies descalzos
miradas perdidas
no saben lo que miran...
Los ruidos de los tiros ya pasaron
queda el crujir de las hojas secas
entre la maleza estrujada
del aliento
en el frío retumbar
del latido.

Corazones que no saben
que están dentro
pierden el sonido
no escuchan el silencio...
Y cada mañana, desde el helado día
sueltan sus enjambres ponzoñosos
miríadas de insectos
el veneno los consume
pesadas manos golpean puertas
¡Que no abren!


El tiempo, el tiempo se termina
y nadie encuentra
el arma que precipite esta guerra
¡Están muertos!
Desde el comienzo,  aún no lo saben
perdieron...
Las miradas vacías no dicen nada
en este caos
la inercia del camino recorrido
los empuja
tanto por  crear  de lo creado
corruptible...
¡Ya está hecho!


Tierra ¿Dónde encontrarás
los seres que te revivan?
En la maraña de la peor
de las experiencias
dentro de este mundo
paradójico
estás...
Y solamente eres mundo
para algunos
poderosos.
Meditas la forma
de establecer  contacto
entre esos seres  que condenados
yacen a tus plantas.

¡Brota el llanto!
y en gritos  infernales
el infierno esta acá , entre nosotros
¡Siente!
Mundo, tierra, país, cuando vivas
como esperas
nosotros no estaremos para sentirlo
para verlo.

¡Pobre planeta!
Los muertos que te invocaron
 hoy todavía claman
por una nueva  puerta.
Hoy todavía claman los vivos
por la vida
y no pueden...
¡Oye! El grito aún se escucha
en los sordos pasos del mañana.
Mundo, planeta, país
¡Estallas!...
Los huesos blanquean
en el rescoldo de la historia
el mañana se está formando
con sus astillas.
 Sangra
y muere.





(*) Escritora de Neuquen, nacida en Capital Federal. Licenciada en Ciencias de la Comunicación y docente jubilada. Premiada en varios concursos literarios. Colabora en la revista Gira Gira de Plottier. Integra el grupo “Claroscuro” de Neuquen y el Centro “Ing. César Cipolletti”. Participó en las antologías: “Te cuento un Parque”(Parque Lanín, 2005), “Letras del Mundo” (Ed. Nuevo Ser, 20005), “Selección 2008- Extraña Pertenencia” (Ed. Dunken) y “Selección 2009- Cantares de la Incordura” (Ed. Dunken). Presenta su primer libro” Laberinto entre la muerte y la vida -poemas y cuentos” (de donde se tomó el presente poema) en la 6º Feria del Libro de Cipolletti (2009). Mail: mmpizzio@yahoo.com.ar. Su blog: www.paradojasmagdalena.blogspot.com

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sábado, 1 de octubre de 2011

LA NOTA DE HOY

                       



                               RECUPERANDO AL GÉNERO EPISTOLAR




                                        Por Jorge Eduardo Lenard Vives




El epistolar es uno de los géneros literarios con mayor tradición en la historia de la Literatura. Hay ejemplos de epistolarios famosos, como el que reúne la correspondencia que dirigió Madame de Sevigné a su hija, la Condesa de Grignan; o el que junta la enviada por Flaubert a su amante Louise Colet. Pedro Salinas, en su excelente libro “El defensor”, hace una encendida apología de las cartas: “¿Por qué se imaginan un mundo sin cartas? (...) ¿Un universo en el que todo se dijera a secas, en fórmulas abreviadas, de prisa y corriendo, sin arte ni gracia? (...) La única localidad en que yo sitúo semejante mundo es en los avernos....”
En la Literatura Patagónica existen recopilaciones de epístolas que aúnan valor testimonial y fragmentos de buena Literatura. Entre ellas se encuentran algunas de la Colonia Galesa, como “Patagonia 1865. Cartas de los colonos galeses”; traducción de Fernando Coronato de la selección de cartas que los colonos del Mimosa dirigieron a diversos corresponsales en su tierra natal, publicadas en 1866 por la Compañía Galesa de Colonización y Comercio. También las “Cartas a mi abuelo Dalar”, misivas dirigidas a Thomas “Dalar” Evans, poblador de la Colonia 16 de Octubre, reunidas y vertidas al castellano desde su original galés por Iola Evans.
En la primera compilación encontramos textos de este tenor: “... voy cada domingo a los cultos del Reverendo R. M. Williams y seguramente Dios me ayudará a dejar el viejo modo de vivir y llevar una vida mejor de aquí en adelante. Por favor, rece por mí que estoy en un país extraño y Dios la colmará de bendiciones” (Carta de David John en el Chubut, a su esposa en Gales, del 9 de noviembre de 1865).
La segunda muestra pasajes como el siguiente: “Hay cierta señal que la aurora llega a Europa. Hay arreglo entre Alemania y otros países que no irán a la guerra. Muy buena señal y mantendrá el mundo en paz y dará fin a la guerra. Con todo esto, Dalar, creo que la paz del mundo está en el tratado por excelente que sea sino en el señor Jesucristo y que todos ellos estén llenos del espíritu de salvación. Esa es la verdadera esperanza del mundo” (Carta del pastor Morgan Daniel desde Gales, el 20 de octubre de 1925).
Ambos compendios adunan cartas enviadas por distintos corresponsales. En cambio, en el libro “Allá en la Patagonia”, María Brunswig de Bamberg reúne las cartas de su madre, Ella Hoffmann de Brunswig, a su abuela, Emma “Mutti” Voss; enviadas entre 1923 y 1958 desde Lago Ghío (Santa Cruz) y Chacayal (Neuquen). Intercala en el texto fragmentos del relato autobiográfico de su progenitora llamado “Recuerdos de la Patagonia”. Elle describe así unas vacaciones pasadas en el lago Posadas: “Ya ves que nuestras vacaciones son hermosas en todo sentido. Por fin llegó el calor, muy fuerte, y los días sin viento. En este momento estoy sentada bajo una glorieta formada por las ramas tupidas de unos sauces llorones (...), las nenas chapalean en el agua: gozamos entregadas plenamente a la naturaleza”.
Algunos textos relacionados con la Patagonia reproducen cartas aisladas, de distintos autores, que podrían formar una antología. En ella sin dudas se incluiría la que envía Ulises Petit de Murat a su madre, citada por Juan Carlos Portas en su obra “Patagonia. Cinefilia del extremo austral del mundo”, donde el escritor describe el Puerto Pirámides de 1937: “... un lugar entre médanos, con cien habitantes, treinta y siete casas, un par de boliches, ¡pero una soledad maravillosa! (...) La costa se prolonga infinita, con duros acantilados y playas mansísimas, entre los golfos Nuevo y San José. Y si el mar rompe violento contra las escolleras exteriores, cae manso, como un perro faldero, para lamer las arenas de playas que tiene una legua de extensión”.
Las letras patagónicas ofrecen además cartas ficticias, como la “Carta del pueblo” de Rodolfo Peña o las que conforman la novela “Todo eso oyes”, de la barilochense Luisa Peluffo. Asimismo, cartas en tono de música, como en la canción “Te escribo desde el sur”, del recientemente fallecido Hugo Giménez Agüero. Y hay epistolarios expuestos al público; por ejemplo, el que prepara Rosa Spampinato, como Presidenta de la Asociación Amigos del Museo "Emma Nozzi" de Carmen de Patagones y en conjunto con esa Institución, con muestras del correo cursado por los pobladores locales a fines del siglo XIX y principios del XX.
En estos tiempos de mensajes de texto, correo electrónico y otros medios alternativos de comunicación, parecería que el género tiende a desaparecer. Pero, si bien es cierto que una muchas veces inexplicable premura lleva a reducir en forma insólita los textos, irrespetando las más elementales reglas de ortografía y sintaxis; también es verdad que un procedimiento como el “mail” permite emplear los recursos epistolares clásicos. Se presenta entonces una disyuntiva: o se redactan estas notas con las técnicas de facilidades más expeditivas y se envían textos como “Tas bien? X aki tbien. Salu2!”; o, por el contrario, tomándose el tiempo necesario, se hace de cada mail una pequeña obra de arte para que el destinatario disfrute su lectura.












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miércoles, 28 de septiembre de 2011

EL CUENTO DE HOY



El recluido

Por Olga Starzak



Golpeó la puerta hasta que sus puños sangraron profusamente; luego –subido a la tapa del inodoro- rompió los vidrios de la claraboya. Se diseminaron sobre su cabeza, sobre su cuello. Una herida profunda se abrió en el cuero cabelludo y cubrió de rojo su rostro desencajado. Gritó... gimió. Nadie acudió en su ayuda.
No tenía fuerzas ya, ni siquiera para llorar.

Estaba, ahora, recostado en el lecho de aquella habitación separada de su casa. Quién sabe desde cuánto tiempo atrás. A veces, alguien le pasaba algo de comer; él no podía ver de quién se trataba, pero lo sospechaba. También retiraba del cuarto los restos de comida y,  muy de vez en cuando, alguna ropa demasiado sucia.
 Estaba seguro de que era la malvada que lo había parido o quizás,  el degenerado que vivía con ella.
No tenía importancia.

No lo dejaban salir de aquel lugar. Era alguien peligroso, no podían correr el riesgo de exponerlo. Hasta se lo podrían llevar preso, o lo que sería peor,  internarlo en algún sitio para locos, le dijeron siempre, desde muy joven.

La mayor parte del día dormía. A veces soñaba con un cuervo revoloteando sobre la gente y dañándola. Otras, con una araña gigante recorriendo en las noches el cuerpo de su madre, asustándola.
También existían días en que imaginaba la llegada de un hada. ¿Dónde habría escuchado él hablar de las hadas? Esta lo rescataba devolviéndole su anhelada libertad y con su suave voz lo convencía de que no estaba loco. Los locos eran los otros.
Pronto dejaba de creerle.

Cuando la razón primaba rogaba que alguien se apiadara de él y castigara a su madre  por el encierro al que lo sometía.

No tenía muchos elementos en el cuarto. Unas cuantas revistas muy viejas, un par de cajones de manzana: uno lo usaba de mesa de luz –aunque no tenía velador- y el otro de mesa. La cama era la cama y también la silla. Poseía una escoba y un tacho viejo para la basura.  En el retrete, aparte del inodoro, había una pileta y una ducha con agua caliente. No le gustaba  bañarse, aunque a veces lo hacía, pero sí escribir con su dedo en el espejo empañado. Casi siempre garabateaba las mismas palabras.
Su compañía eran las cuatro paredes que lo atrapaban. Ellas eran sus amigas. Lo comprendían y hasta hablaba con ellas. Les pedía consejos que escuchaba con atención, le cantaban melodías emocionantes, lo calmaban del horror que secuestraba su mente.
Tenía guardados, tal como tesoros, unos cuantos clavos que  -con paciencia- había retirado de  sus muebles. Con ellos escribía en las paredes...  mensajes, palabras sueltas y hasta  alguna  rima.
 Era una forma de agradecerles tanta tolerancia.

Luchaba por volver a la vida. Sin embargo,  la única forma posible de pedir ayuda era  gritando, golpeando todo a su alrededor y pegándose hasta sucumbir.

Aún en los momentos en que alentaba esperanzas,  estaba lejos de imaginar que las sospechas de un vecino originarían la denuncia que, al fin, podría liberarlo.


Esperó, ese día como siempre, escondido en el  baño siguiendo la orden de encerrarse allí al escuchar la cerradura.  Así lo venía haciendo desde años atrás. Nunca se había preguntado por el motivo de su obediencia. Sabía que su madre no deseaba verlo. Pero ¿por qué se negaba a hablar con él? ¿Acaso le tenía miedo? ¿O eran las culpas que se lo impedían?

Recordó palabras de su hada. “Ellos son los locos”. “Son ellos los locos”.

“Te odio”, trazó una vez más en el espejo empañado.

Aguardó la llegada de su opresora.  Esta vez ella pronunciaba su nombre, llamándolo...  ¿Sería una trampa para deshacerse de él?
Se mantuvo al acecho; debía ser cauto y a la vez muy rápido.
La puerta se abrió lentamente.
El palo de escoba se partió en la cabeza de aquella mujer.  Sus manos grandes, con fuerza desmedida, apretaron su cuello  hasta quebrarlo.
Comenzó a reírse, prisionero del descontrol. ¿Qué hacía su madre vestida de policía?
Tenían razón las voces... Era ella la loca.






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domingo, 25 de septiembre de 2011

EL CUENTO DE HOY







RUISEÑOR


Por Pascual Marrazzo (*)





      El señor Ruiz bailaba como un trompo con su traje de payaso. Su compañera de danza lo hacía vestida de oveja y adornaba su pecho con una campanita que hacía sonar en cada giro.
      Don Ruiz tenía fama de picaflor y atraía las miradas festivas y maliciosas de los invitados.
      Todos querían saber cual sería su nueva conquista ya que cuando éste echaba el ojo, entre bromas y chanzas, difícilmente perdía la pieza.
      Lo que las otras mascaritas no sabían era que él estaba trabajando a ciegas, inspirado por el misterio ovejuno.
      La fiesta de disfraces era una comedia perfecta. El salón del palacio campestre se engalanaba con los mismos invitados: Era el marco adecuado para que la felicidad venza al cansancio y el amor se empareje con la alegría. El baile continuó hasta el amanecer. La claridad del día dijo basta y la música se acabó. Nadie perdía de vista a la pareja, todos estaban pendientes. El señor Ruiz, más que un payaso parecía un lobo.
      De pronto  resonó un cascabeleo traído por un corderito.
      La acompañante de don Ruiz salió presurosa a su encuentro y los dos se perdieron en el campo.





(*) Escritor de Cipolletti, nacido en Olivos. En 1969 se radicó en Cipolletti. Actual Presidente y Socio Fundador del Centro de Escritores Ingeniero “César Cipolletti”. Participó en más de diez Antologías y ganó varios Premios Nacionales e Internacionales. Libros Editados: Palabras para mis hijos (Cipolletti, 1988), Los Cuentos de Pascual (Nosotros El Sur, 1993), Amansando Ironías (La Casa del Escritor. 1994, de donde se tomó este cuento), Prosa y Poesía del Centro de Escritores (co-autor. La Casa del Escritor, 2003), Los Ojos de la Cerradura (Novela. De Los Cuatro Vientos, 2005) y Rayes (Ediciones AQL, 2009, con prólogo de Jorge Castañeda y Epílogo de Luis Alberto García). Correspondencia con el autor pascual@moviman.com.ar

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