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lunes, 7 de octubre de 2013

EL POEMA DE HOY




ALABANZA


Por Alicia Cristina de Volpi




La vacuidad del silencio me lleva 
a la piedra afilada de tu nombre…
…Gaiman… enhebro tus raíces 
en el coloso Matthews, 
en el trigo vital florecido 
del regazo de una tierra virgen, 
perfumada con amoroso afán 
de corales bíblicos y rezos…

Soy de tu pionera estirpe: 
anido en mítica memoria 
el ancestro musical… 
oigo musitar al río sinuoso 
las rogativas de Camarucos, 
los bardos del Eistedvod… 
…indio y galés en las estepas
   habitando la soledad… 
             ...pifilca y armonio, arpa y cultrún… 
y un rechinar de carros y vagones 
enlaza al país inmigrante 
ahondado en mis entrañas…

¡Necesito el regocijo de tu abrigo pueblerino
cuando la esperanza se escurre 
en el vaivén de mi tiempo…! 



 1er. Premio Concurso 110° Aniversario Municipio de Gaiman, 1995 
(Desde el Chubut II, Ed.Vinciguerra, 1998)

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miércoles, 2 de octubre de 2013

LA NOTA DE HOY




PUEBLOS FANTASMAS


Por Jorge Eduardo Lenard Vives



Contemplar una tapera, como las mencionadas por Jorge Gabriel Robert en su relato “Taperas y su magia”, o una de las estaciones de ferrocarril abandonadas que nos recuerda Cristian Aliaga en su prosa poética “Las estaciones se repiten”, de la “Música desconocida para viajes”, causa una sensación de desasosiego, de melancolía sorda, apagada; que surge de imaginar las ilusiones malogradas tras esas paredes, de suponer lo que pudo ser y no fue. ¡Qué de sueños se habrán desvanecido en los límites de esos muros, qué de esperanzas truncas! Pero si una construcción aislada motiva tal sentimiento, cuál no causará un pueblo abandonado. Porque a la pérdida de la vida familiar o individual, se suma la pérdida de la vida social, de los anhelos compartidos, de las empresas comunes.

La sensación de nostalgia se potencia aún más en la extensión de la meseta, donde la súbita irrupción de un caserío derruido en medio de la nada, resalta el contraste entre la vasta naturaleza agreste y los rastros de la civilización. Además, está el viento; que susurra por las calles vacías, silba en las esquinas de las casas derrumbadas, arrastra los cardos rusos por las veredas y, a veces, arranca algún sonido inesperado y anómalo, como el golpear de una chapa o el chirrido de las aspas de un molino desvencijado.

Sin dudas, estos pueblos olvidados son numen para el literato. Ese maestro de las letras patagónicas que es Elías Chucair, dedica una de sus obras, “Quetrequile, el pueblo que fue...”, a recordar el poblado del sur rionegrino que, con veinte años de historia a cuestas, desapareció cuando la Línea Sur estableció su traza y llevó a sus habitantes a formar un incipiente caserío más cerca de los rieles. El tren no le trajo el progreso, sino el declive.

Por el contrario, el poblado del que habla Alejandro Aguado en Cañadón Lagarto. 1911- 1935. Un pueblo patagónico de leyenda, sacrificio y muerte, nació como estación del ferrocarril sobre la vía entre Comodoro Rivadavia y Sarmiento. Permaneció habitado hasta 1945; luego comenzó a declinar, para desaparecer definitivamente hacia la década del 50.
Cabo Blanco. Historia de un pueblo desaparecido”, de Carlos Roberto Santos, narra la historia de ese villorrio, que nació en 1902 a partir de una estafeta del Correo. Su crecimiento se potenció por la explotación de las salinas existentes en la zona. Al dejar de ser rentable, en los años 30, la población partió en busca de su sustento en otras latitudes. La estafeta permaneció hasta 1973, fecha en que fue cerrada; desde entonces quedó sólo la dotación del faro.

Un párrafo aparte merece “Falsa calma. Un recorrido por los pueblos fantasma de la Patagonia”, de María Sonia Cristoff. No se trata aquí de estos lugares donde la población migró por algún motivo, dejando el sitio vacío; sino de localidades habitadas, en las que su población sufre el aislamiento propio de la región. Para la autora se convierten así en pueblos cuya aparente calma los transforma en “fantasmas”; aunque bullan bajo la superficie los remolinos de la vida.

Desde la poesía, Jorge Castañeda, nos trae una visión lírica de un pueblo que se diluyó en el pasado, con su poema “A Mina Gonzalito”.

Quisiera volver a verte
Si me llevara el camino
Paraje de mi provincia
Vieja Mina Gonzalito.
...................................


                          Hoy todo se hizo tapera                          
Es muy triste tu destino
Hay un silencio cansado
Bajo el manto del olvido. 
Ya no hay fiestas escolares
Ni el bullicio de los niños.
Solo ha quedado el paraje
Sobre la estepa dormido.

Pero más allá de la añoranza que genera el pensar en los tiempos idos, estas paredes abandonadas – sean taperas o pueblos fantasmas – provocan estremecimientos al sospecharlas habitadas por los espectros de sus ex moradores o de otras almas en pena que, vagando por la meseta, las toman por refugio; apariciones como la que en el cuento “El puesto del diablo”, de Mario Echeverría Baleta, sorprende al incauto que fue a dormir en un puesto deshabitado. Las casas encantadas y las ciudades malditas han sido siempre objeto de la Literatura universal. También la Literatura Patagónica, ya sea como ensayo, poesía o narración, alberga entre sus páginas las sombras taciturnas de los muros de lo que fue acogedora morada o pujante villa; y que el tiempo y los vaivenes de la historia transformaron en ruinas.




Nota: el poema completo de Jorge Castañeda puede ser visto en http://www.valchetanet.com.ar/2013/07/a-mina-gonzalito-por-jorge-castaneda.html

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sábado, 28 de septiembre de 2013

EL POEMA DE HOY




“EL LAGO LÁCAR TIENE SUS SECRETOS”


ANA MARÍA MANCEDA



Nació en el cuaternario, cuando los hielos reinaban.
Es un largo fiordo azul donde cerros y bosques
en el alba se acicalan.

Cuentan
que hay una ciudad hundida en el fondo de sus aguas,
en la oscuridad de su vientre posee valles, cañadones
y colinas solitarias.

El lago tiene secretos que toda la ciudad calla.

Antiguamente este lago formaba parte de un reino,
un reino cuya corona de mutisias y amancays
perfumaba todo el valle
y dicen que era Sayhueque el rey de este paraíso.
Era un país encantando de fábulas y leyendas:
“En la ciudad de los Césares” se escondían los tesoros
y el murmullo de estos pueblos  del “País de los manzanos”
se fue perdiendo en el tiempo entre maderas y llantos.

Lago complejo, rebelde, tus caprichos enloquecen
¿Por qué tienes que viajar presuroso hacia el Pacífico?
¿Quizás haya una laguna que amorosamente te espera?
¿O será que a tu manera nos vas marcando un rumbo?
El pueblo de San Martín de Los Andes tiene su rebeldía;
la gente con sus protestas, la nieve con sus silencios
las bandurrias llorosas regresando a sus nidos,
y las lengas y los ñires en los dorados otoños
alfombran como escudos tu maravilloso entorno.

Cuentan
que entre las algas se esconden lágrimas de tristeza
que fueron atesoradas por nostálgicos inmigrantes.
Son pétalos de desarraigo que tratan de formar anclas.
En su playa hay peinetones, pulseras, anillos
y amores desengañados
que escaparon de sus dueños a refugiarse en el barro.
Dicen que esposas tristes se sientan en sus orillas
y mirando brillar la luna en las noches del estío
añoran otros amores, amores que ya se han ido.

Los jóvenes locos…locos se aman en los veranos.
Cantan, toman cerveza, se recuestan en la arena
y los seres solitarios perdidos en sus delirios
buscan en noches oscuras una luz en las tinieblas.

En los crepúsculos del largo invierno
no solo llora la gente, el cielo se vuelve cómplice
de esta melancolía
y derrama sobre el lago lágrimas de algodones.
Si alguien desesperado quiere bucear en tus fondos
coméntale sin temores que viva con esperanza,
que regrese hacia su casa y se permita ternuras,
de un hijo, un compañero o de un amigo del alma.

Tantos secretos  posee que a veces sufre su peso
y el viento levanta el agua como olas de lamentos.

Cuando un rico por ahí te llega a tirar monedas
para mostrar su soberbia del poder que lo rodea
escóndelas, guárdalas y cuando suba la marea
entrégalas a los niños que pasean por tu vera.
Son niños muy olvidados por los seres codiciosos
que gobiernan sin fronteras.
¡Tan pobres son sus acciones que ignoran
que la codicia es tapada por la arena!

Cuando el Pocahullo te acerque relato de los vecinos
no seas indiferente; las buenas nuevas las guardas
las otras que a la mar lleguen
no sea que tanta pena las ilusiones nos lleven.

¡Lago Lácar, fiordo azul! El de la ciudad escondida
custodia con tu belleza entre las algas y peces
las envidias, los pecados, las miserias, las fatigas.
¡Frágiles humanos somos!
Cuando caminemos con cadencioso donaire
distraídos, sigilosos, sobre tus caracoles y arenas
murmúranos al oído tus secretos con la brisa.

¡Enójate, levanta olas! cuando hieran tus espejos
que el ruido se haga murmullo, la piedra se la lleve el viento
sólo permite la orquesta de risas y de gorjeos
de violines y guitarras, del sonido de los besos
que enamorados niños se bañan en tus recuerdos.

Cerca del fin del milenio, en noche de luna llena
recíbenos místicos, callados, a prometer religiosos
una vida de luciérnagas
enterrando los fracasos muy profundo en tus arenas.




San Martín de Los Andes, diciembre de 1999.
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martes, 24 de septiembre de 2013

EL RELATO DE HOY




PATAGONIA


Por Gladis Naranjo (*)


 
¡Qué frío ha hecho estos días…!

  Temprano a la mañana, cuando las chimeneas recién comienzan a entregar al aire aromas de madera, la escarcha se rompe bajo mis pies y los mirlos, otras veces tan vivaces, desafiantes en sus trinos, buscando casi con insolencia los granos de mijo a los que los tengo acostumbrados, están todavía quietos. Silenciosos. Apenas un rayo de sol que no alcanza a entibiar llega hasta las hojas de las plantas que se estremecen tratando de liberarse de la helada.

  No sé por qué de pronto recuerdo el frío que hace tanto dejé atrás, en la Patagonia.

  Hace algunos años viajé en tren hacia allá y recorrí de nuevo esas interminables estepas, donde el viento es el amo absoluto, adueñándose de las plantas y de la tierra en crueles torbellinos que junto con el polvo arrastran las esperanzas de siembras y cosechas.

  El tren, imperturbable, devoraba las distancias como queriendo masticar el horizonte sin lomas ni árboles, en que sólo los alambrados demostraban que el hombre también andaba por allí.

  A lo lejos apareció el pueblo. Tan chiquito. Tan chato. Pocas casas desparramadas, como esparcidas por el mismo viento. En esa tierra enorme, la inexplicable pero contundente presencia de la vida.

  El tren se detuvo y llegaron los niños, ofreciendo vaya a saber qué piedras, con sus manos morenas y sus plantas desnudas revoloteaban en el andén, sonriendo apenas, incrustándose en el paisaje reseco y helado.

  Desde un alero los jotes acechaban los corrales cercanos, donde un mínimo rebaño de ovejas y chivos se oía casi lastimero.

  Seguimos viaje. Como fantasmas esqueléticos los postes de luz se perdieron otra vez, y me persiguió el frío.

  Vuelvo a mirar mi pequeño mundo. El sol ya llega a la ventana. Ya se escuchan los trinos…Todo vuelve de a poco a realinearse y respiro de nuevo este lugar que tiene el mismo frío, que tiene el mismo viento…

  Y sin embargo vuelve la nostalgia.

¿Nostalgia de qué? Si fueron muy pocos los años que allí viví… Quizá porque a un niño se le imprimen profundamente las cosas que vive, y allí conocí la soledad, lo indómito de esa tierra tan llena de historias que puede llegar a contagiar su altivez, por defensiva. Quizá el olor del viento…Quizá estos pájaros, tan frágiles…

  Entro en mi casa y la tibieza se lleva los recuerdos, casi deshilachados, que esta mañana, sin querer, me trajo el frío.



(*) Escritora nacida en Zapala.


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viernes, 20 de septiembre de 2013

LA NOTA DE HOY


LA GESTA GALESA LLEGA AL COMIC NACIONAL







   Hace casi seis años publicamos en Literasur dos notas referidas al género de la historieta como expresión artística y a su aporte a la cultura. En la primera de ellas, titulada  “El comic como expresión artística”, reseñábamos las tiras más recordadas del mundo y de la Argentina, así como a las grandes duplas de libretistas y dibujantes. En la segunda (“El comic y la ficción histórica”) y  a propósito de esto último, evocábamos a Horacio Marras y a Virgilio González, autores de “CHUBUT - La Historia en Historietas – 2 Relatos ilustrados de nuestro rico Pasado”, que plasmó en formato de historieta dos episodios trascendentes de la historia del Chubut: la incursión de Simón de Alcazaba y Sotomayor en 1535 para tomar posesión de la Gobernación de Nueva León en nombre de la Corona Española y la excursión de la Compañía de Rifleros del Chubut encabezada por el gobernador Luis Jorge Fontana, en 1885. Decíamos allí que, para nuestra fortuna, ambos trabajos fueron publicados en una edición limitada del año 1992.

   No imaginábamos por entonces que, con el correr del tiempo, la gesta galesa en el Chubut volvería a ser tema de inspiración para un comic, esta vez en tono de ficción con ribetes fantásticos. Nos referimos a la serie publicada bajo el título de “El Museo Imposible”, publicada por la agencia de noticias Télam en su revista digital “Historietas Argentinas”.

   Por idea del reconocido escritor argentino Juan Sasturain y con la magistral capacidad artística del músico, dibujante y guionista de historietas marplatense Juan Carlos Quattordio, de vasta trayectoria en el rubro (Fierro, editorial La Urraca, Sex Humor, La Urraca , Humor (sup Animo), Cazador Comix, además de tiras para U.S.A. , Barcelona y Mallorca), “El Museo Imposible” atesora las piezas más exóticas del imaginario cultural argentino, tales como la “luciérnaga curiosa” del tango gardeliano, la silla del Eternauta, el “duende del rock nacional” y otros especímenes inimaginables. Un buen día el director del museo, señor Laarne, se disgusta con  uno de sus empleados, Julián Castellón, y para escarmentarlo le encomienda una ardua misión: lo envía a la Patagonia a investigar los mitos de la colonización galesa y tratar de obtener algunas piezas para el museo.




   A partir del N° 92, la pág. 4 de “Historietas Argentinas” relata las peripecias de Julián en el Chubut. Allí,  mientras sufre las inclemencias del frío y se asusta con las ballenas, a la vez se irá conectando con anécdotas del asentamiento colonizador, como el encierro de Edwyn C. Roberts en el pozo, la crónica autobiográfica de Eluned Morgan. También se enterará de las aventuras de algunos personajes novelescos, como el riflero de Ffos Halen. ¿Conseguirá Julián algún trofeo para satisfacer las exigencias del señor Laarne?

   La respuesta a ese interrogante solo puede despejarse leyendo los episodios que vendrán. Las actualizaciones “Historietas Argentinas” tienen lugar los días sábados por la tarde. Allí los lectores podrán seguirse las secuencias de esta historia inspirada en la gesta galesa en territorio chubutense que, de este modo, acaba de ingresar felizmente en la escena del comic nacional.

E.G.


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