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jueves, 10 de marzo de 2016

EL CUENTO DE HOY



LA ALTERNATIVA

Por Fernando Nelson (*)



Federico Guiguet debió morir, inadvertidamente, el 12 de septiembre de 1956 en el Hospital de Clínicas, a consecuencia de una peritonitis.

Pero algún mecanismo del destino falló porque el hombre soportó la fiebre atroz y pudo, al cabo de varios días de pesadilla, recuperar su alicaída salud. Dado de alta, vagó por la ciudad antes de volver a su tierra. Quería saborear el simple pero impensado hecho de saberse aún con vida. Finalmente inició su largo viaje en tren, un viaje cansador que lo dejó en el corazón de la Patagonia. En la estación ventosa y olvidada estaba aún su carretón y su caballo. Federico Guiguet pagó al hombre que los había cuidado y enfiló con ansiedad hacia su campo.


En el camino pensó. Pensó sin olvidar ni un solo día de agonizante fiebre. Atrás quedaba la ciudad infame con su hospital de las noches de insomnio y de labios resecos.
Tres días viajó, y tres noches, y en la culminación del tercer día avistó los límites de su campo. Cuando pudo distinguir el techo de su estancia presintió que ya no se repetiría la abominable experiencia y ahora, sólo el recuerdo de su esposa muerta podía entristecerlo.
Apenas llegado mató de un tiro a su caballo, y silenciando el eco del estampido letal, el hombre percibió (saboreó) la total soledad y recién entonces entró en la casa.
Los días pasaron y transcurrieron los meses y en su voluntario aislamiento trabajó la tierra, caminó los senderos y leyó cada uno de los libros que pudo hallar. Alguna vez notó que releía, y también que muchas veces había sembrado y cosechado.
De a poco la meditación ocupó sus horas y reparó entonces en detalles que antes había ignorado: su barba y su pelo que no crecían desde la operación, ni sus uñas… Pensativo se dirigió al espejo y se observó detenidamente. En los varios años que calculaba transcurridos, su cuerpo y su rostro en nada habían cambiado.
En un principio, la expectativa por su inmutabilidad despertó su imaginación. Luego, la idea de verse excluido de los planes de Dios cruzó por su mente, y cuando nuevos pormenores convirtieron la suposición en certeza, el hombre comenzó a inquietarse.
Pensó, entonces, en la repetición futura de cada acto. Pensó en cada libro que debía irremediablemente volver a leer. Pensó en la continuidad cíclica de los días y las noches, de las siembras y las cosechas, las que se convertirían en una sucesión infinita de actos no compartidos. Pensó, ostensiblemente nervioso, en la prolongación eterna de esa soledad que ya no soportaba, y del recuerdo tristísimo de su amada, la difunta. Por último pensó, y tembló al hacerlo, en su caballo muerto; sin él, el escape de esa soledad era sencillamente inconcebible. No sin horror aceptó la amarga verdad y con ella la única, la ineludible alternativa.



(*) Escritor chubutense, actualmente radicado en Puán (Buenos Aires). Este cuento fue tomado de su libro “El Retorno” (Editorial El Regional, Rawson, 1984).



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domingo, 6 de marzo de 2016

EL POEMA DE HOY




ABUELO

Por Ada “Negrita” Ortiz Ochoa (*)



Me gustan por su inocente colorido,
los manteles y los platos en la mesa cotidiana.
Me gusta tu noble presencia, abuelo querido,
junto a la alegre algarabía de tus nietos.
Me inspiran respeto tus manos temblorosas,
la mancha de caldo que desluce mi mantel,
tu sonrisa de disculpa, tu mirada temerosa,
tu corazón anciano se vuelve de papel.

Cierro los ojos para evocarte en mi memoria
y esta realidad se hace lejanía,
te veo nuevamente, gallardo y decidido,
trabajo, amor y nido,
todo eso, era entonces poesía.
El sol a sol de tu jornada te alegraba,
el torrente caliente de tu sangre se imponía,
cuando el instante del abrazo se acercaba
y el amor junto a tu pecho sonreía.

Hoy la nostalgia pone silencios en el alma
y opaca tu mirada de sueños ya vividos.
¡Es tan sabia tu palabra cariñosa y calma,
cuando repites incansable
tus historias más queridas!
Quiero decirte gracias y no sé,
hacerlo…, ¡cómo!
Atino a ofrecerte reverente mi silencio,
ser partícula pequeñísima del humo…,
de un cigarrillo olvidado
que esfuma tu presencia.




(*) Escritora rionegrina. Este poema fue tomado de su libro “Espera que te cuento II. Sueño Patagónico” (Edición del autor, Sierra Grande, 2006).



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sábado, 27 de febrero de 2016

LA NOTA DE HOY



LO NUMINOSO


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




   Cuando la escritora fueguina Leonor María Piñero divide la historia de la Literatura Patagónica en cuatro épocas, llama a la primera “de grupos autóctonos”. Incluye allí las narraciones que integran el acervo oral de los habitantes originarios de la región. Es paradójico que estas obras, provenientes de culturas ágrafas, lleguen al presente a través de los escritores de los otros períodos: “de descubrimientos” (cronistas extranjeros), “de organización” (cronistas nacionales) y “de evolución” (escritores patagónicos).

   La etapa “de descubrimientos” se inicia con el “Primer viaje en torno al globo” de Antonio Pigafetta; en el cual figura el primer rescate de las tradiciones de los patagones: el dios o demonio Settebos, fuente de inspiración para Shakespeare y Browning. En las crónicas de los distintos expedicionarios europeos que toman contacto con la población vernácula, se asientan datos que comienzan a mostrar el panorama de la mitología austral. Tales apuntes tienen el carácter de un aporte científico amateur; cuyo alcance parcial permite inferir que cierta cantidad de material no fue recuperado y se perdió en forma definitiva. 

   Esta transcripción ocasional llega al período “de descubrimientos” tardío, con figuras como la de George Musters y otros visitantes extranjeros, que se entrelaza con la fase “de organización”. Ya en plena época de los cronistas argentinos, Roberto Payró, Ramón Lista y muchos más siguen practicando el registro artesanal. Mención aparte merece Carlos Ameghino; quien en "Exploración geológica en la Patagonia" describe el mito del Elumgassen y lo relaciona con los fósiles de gliptodonte descubiertos por su hermano.

   Comienza por entonces un estadio de indagación metodológica, basada en los nacientes métodos de las ciencias sociales. Entre sus iniciadores se encuentra Roberto Lehmann-Nitsche, un investigador alemán que trabajaba en el Museo de la Plata. Su aporte para la conservación de las leyendas más antiguas es de gran importancia. Dio luz a numerosos trabajos; entre los que podemos mencionar “El viejo tatrapal de los araucanos”. Allí reúne varias versiones sobre el mito del brujo Tatrapal, quien tenía dos hijas. Se presentaron sendos hermanos para casarse con ellas; y el malvado anciano anunció que lo permitiría si pasaban tres difíciles pruebas. Los jóvenes las superaron merced a una ayuda mágica con la cual el hechicero no contaba; y se realizaron las bodas. Sin embargo, según Lehmnan-Nistche, una variante del cuento no tiene tal “final feliz de película anglosajona” (sic): el mago mata a las mujeres para no cederlas (de lo cual se deduce que no eran sus retoños sino sus prisioneras).

   En esa misma escuela científica, surge más tarde Rodolfo Casamiquela; un eslabón que une la era de cronistas nacionales con la de autores patagónicos. Incorpora en varios de sus trabajos ejemplos de la prosa y poesía de la zona; como en “Canciones totémicas araucanas y gununa kena”, donde figura esta canción ritual mapuche sobre el viento:

Es hermoso cuando viene el viento / de la tierra de cordillera.
Viento este, viento del norte, / viento del oeste, viento del sur.
¡A su paso va pegando el pasto! / Piedras amontonadas…
¡Arranca los arbustos! / Piedras desamontonadas…

   Con el tiempo aparecen nuevos estudiosos, tales como Berta Koessler-Ilg y Gregorio Álvarez, en Neuquén, Mario Echeverría Baleta en Santa Cruz; y Arnoldo Canclini en Tierra del Fuego; que continúan la paciente recopilación. Se inicia un momento en el cual, más allá del análisis etnológico, las creaciones se tratan como manifestaciones de arte. Asimismo, se advierte que los relatos van incorporando elementos alóctonos – entre ellos, la presencia del caballo –; e incluso surgen nuevas narraciones, que muestran el sincretismo propio del intercambio entre culturas.

   Ya en la actualidad, escritores como Nelvy Bustamante, Máximo Damián Morales, Silvia Schujer y Gustavo Roldán, toman estas leyendas tradicionales; y las emplean en los argumentos de sus cuentos infantiles. La antigua Literatura autóctona, de raíz religiosa, adquiere un marcado carácter artístico.

   Al introducir un volumen de cuentos de Montague Rhode James, Rafael Llopis dice: Los cuentos de miedo constituyen una expresión de lo numinoso cuando ya no se cree en su existencia objetiva. En tales circunstancias, lo numinoso… se expresa en un plano estético, donde implícitamente se reconoce su inexistencia objetiva, pero donde, a la vez se libera toda su carga emocional.... La historia de lo numinoso–como–ficción empieza en el mismo momento en que… muere lo numinoso-como–creencia.

   Este concepto es similar al citado por Lehmann Nietsche en su opúsculo “La pretendida existencia actual del Grypotherium”; cuando, en referencia a la leyenda sobre el lutre que le narró su informante, aclara: Díjome Nahuelpi que había oído narrar este cuento a su padre ya hace tiempo… Cuando yo le dije a Nahuelpi que denominaría fábula a su cuento, en el acto me observó que no era tal... No obstante tiene muchas semejanzas con el cuento conocido de “Enrique el Güelfo con su león”, y no estoy seguro si existe relación o no entre estos dos cuentos. Los mitos de los hermanos Grimm, por ejemplo, están en boga entre los araucanos con más o menos variantes: Lenz nos ofrece varios ejemplos; yo mismo he anotado para la República Argentina el cuento de los hermanos “Juancito y Margarita” (“Hansel und Gretel”) y “Los músicos de la ciudad de Bremen” (“Bremer Stadtmusikanten”)...

   No es necesario recurrir a las teorías de contactos interculturales para explicar esta similitud. James George Frazer, en “La Rama Dorada”, muestra como los mitos se repiten en las diversas sociedades a lo largo y ancho del mundo. Una explicación simple es que ante una situación parecida, más allá de superficiales diferencias en sus modos de vida y costumbres, el ser humano responde de igual manera; aspecto que tiende a apoyar la idea, una vez más, de que la humanidad se hermana en las mismas raíces comunes, muchos años atrás, en la noche de los tiempos.

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domingo, 21 de febrero de 2016

EL RELATO DE HOY



LAS ESTACIONES SE REPITEN

JARAMILLO


Por Cristian Aliaga (*)





     Pararon los trenes y se acabó todo alrededor. Así, las estaciones se repiten, interminables, abandonadas, desde hace años. Son de piedra, les han ido arrancando las tejas del techo y las vigas de madera dura.   
    Después empezaron a crecer los yuyos adentro, y al fin levantaron las vías en un negocio del gobierno. Uno viaja al costado de las vías desaparecidas, y ve la línea de estaciones solas junto al camino; abiertas al cielo, con los tamariscos que han plantado hace tanto tiempo, una secuencia perfecta que desde lejos es la promesa de lo que no está. Dicen que nuevos trenes irán desde Deseado a Las Heras y a Chile, o al Universo tal vez. Serán como estrellas en la noche, dicen, sea verdad o no; entonces abro una botella de caña quemada y me siento en el andén a verlos pasar a todos por la galaxia. Y si alguna vez subo al Rápido de la Noche no regreso más a la provincia, aunque, ¿a quién puede ocurrírsele que se detendrá acá, donde los cardos rusos celestes taparon hasta el tanque de agua?




(*) Escritor comodorense. Tomado de su libro “Música desconocida para viajeros” (Desde la Gente, Buenos Aires, 2009).


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sábado, 13 de febrero de 2016

EL POEMA DE HOY




LOS CAMINOS DEL VIENTO


Por Aurelio Salesky Ulibarri (*)




Se anuncia con las luces primeras
del crepúsculo
cuando el sol ya se oculta
detrás de las montañas…
Se enrojece el poniente
y son aquellos fulgores, hermosos,
sempiternos,
los preludios fugaces
que preceden los vientos.


Se transmutan las noches,
se hacen duros los sueños,
se agitan en los cuerpos
pronósticos atmosféricos…
Y cuando el sol ya anuncia
entre telas del alba
que es farol en las sendas
de la nueva jornada,
ya se oyen resoplando las desoladas ráfagas.


Son los empujes eólicos del soplo
que se engendra
en el anticiclónico rugiente del Pacífico.
Son los aires que riegan con sus nubes
fecundas
las laderas oeste de la Gran Cordillera,
y que llegan, ya secos,
a golpear en las crestas.
Son los vientos fragosos
que bramando en las cumbres,
en libertad salvaje descuélganse
hacia el este
para asolar ciclónico los valles y mesetas…


Y así llega a mi tierra
con el silbo y la puja
de furores malditos.
¡Si hasta a veces semejan
latigazos inmensos!
Y alentando bramidos,
castigando a las frondas,
pasa raudo, arrasante,
turbulento, salvaje.


¡Voz hiriente y diabólica
que persiste en retumbes,
cruel gemir de cañadas
que sacude a los montes,
furia indómita que aterra
cuando cruza los llanos
cuando va por los campos,
desatado, ululante!


Huracanes que rugen
zamarreando el follaje.
nubarrones de polvo que a su paso levantan
marcha intrépida que asuela
y allí mismo, en la pampa,
aullantes bocanadas
monstruosa soledad.


¿Qué demonios lo incita
En su rumbo incesante?
¿Por qué sigue y se anima
castigando a las almas,
polvoreando a los pueblos,
disfrazando a las lomas
de grisáceos fantasmas?


Nos fustiga en sus andanzas,
nos señalan sus marcas,
nos retemplan los nervios
en los fueros del viento…
Rebatidos caminos que el arbusto
y los árboles indican reverentes,
¡hogares que trepidan,
alfeizares polvorientos!



(*) Escritor chubutense. Este poema fue tomado de su libro “Patagonia Poética” (Editorial Ancora, Buenos Aires, 1965).


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