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miércoles, 6 de julio de 2016

EL POEMA DE HOY



EN LO MÁS OSCURO


Por Clara Vouillat (*)






                                   En lo más oscuro
escribo
                                   en lo más hondo
escribo
                                   en lo más sórdido de mí
escribo
para exorcizar las voces
la tierra desterrada
el cielo sin horizonte
el silencio perdido
los árboles talados
                                   el camino que ya no lleva
a la tranquila vista
de los ríos
al remanso claro del mar
a la apartada montaña
a la noche luminosa
                       En lo más oscuro permanezco.




(*) Escritora de General Roca.
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miércoles, 29 de junio de 2016

LOS POEMAS DE HOY




FLORES PATAGÓNICAS
(Fragmentos)

Por Raúl A. Entraigas (*)







Arrayán
(Myceurgenella Apiculata)

Sobre el rojizo canela
de su tronco, en la espesura,
se destaca la blancura
cual luz de una candela.

La flor de los arrayanes,
con su candidez de nieve,
es como un respiro breve
en medio de mil afanes.







Michay
(Berberis darwini)

Su faz amarilla mate
lo dijera del Oriente;
y no: el michay es pariente
del ñire y el calafate.

Es flor de criolla prestancia
y su nombre lo proclama
y por eso él embalsama
los montes con su fragancia.






Notro
(Embothrium coccineum)

Salpica sangre bullente
sobre los bosques andinos
y reflejos purpurinos
sobre el gran lago silente.

Cuatro pétalos de grana
dejados como al desgaire
encienden fuego en el aire
y dan luz a la mañana.






Linto o Amancay
(Alstroemeria aurantiaca)

¡Reina de nuestro Tehuel
y “la flor” por excelencia
tu color gualdo evidencia
que eres precioso joyel!

Como el oro es tu color,
como trigal que se agita,
como la cera bendita,
como canario cantor.

La Patagonia te aclama
como “su flor” preferida
y símbolo de su vida
los destellos de tu llama



(*) Escritor rionegrino. Tomado de su libro “Patagonia. Región de la aurora” (Editorial Don Bosco, Buenos Aires, 1959)



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sábado, 25 de junio de 2016

LA NOTA DE HOY



LA PAZ, LOS GALESES, EL COLT Y LAS CONSTRUCCIONES LINGÜÍSTICAS

Por Carlos Dante Ferrari


     Ayer a la mañana caminaba por la calle bajo un frío intenso. El paso fortuito de un patrullero y una aleatoria combinación de factores me indujeron a pensar en temas aparentemente tan inconexos como lo son la paz, la policía y el idioma galés. Quizás el disparador fue recordar que la palabra galesa para denominar a la policía es “heddlu”, en cuya etimología está de manera indudable el término paz (“hedd-”), de modo que, en una versión libre para nuestro idioma, bien podría nominarse al policía como “pacificador” o “custodio de la paz”.

     Los anárquicos hilos de la mente me recordaron entonces la importancia que tiene la paz en la cultura galesa, a punto tal que la ceremonia bárdica central en el Eisteddfod, cuando se entroniza al poeta, consiste en desenfundar a medias una espada sostenida por dos hombres, mientras uno de ellos pregunta con voz estentórea: “¿A oes Heddwch?” (“¿Hay paz?”), a lo que público clama a coro: “¡Heddwch!” El rito se repite tres veces y con la triple ratificación popular, la espada es envainada. No es casual que a partir de 1947, después de la Segunda Guerra Mundial, el Eisteddfod Nacional de Gales adoptara como lema: “Que las voces de los coros hagan enmudecer para siempre los cañones”.



     Los pobladores galeses del Chubut traían esa fuerte vocación por la paz, mas no pudieron librarse de la necesidad de contar con un órgano policial. Al principio esa función fue asignada en forma provisoria a algunos civiles. Poco después, en 1868, se creó un cuerpo de Guardias Nacionales Voluntarios integrado por 37 hombres, comandado por Edwin Roberts con el grado de Teniente (*). La tarea principal de esa milicia consistía en prevenir y eventualmente recuperar animales robados por los indios. Uno de aquellos soldados era Aaron Jenkins. Años más tarde, en 1879, mientras Jenkins desempeñaba el cargo interino de agente de policía, fue brutalmente asesinado a mansalva por un individuo al que trasladaba  en carácter de detenido.

    En 1876 se radicó en la zona el primer comisario nacional, Antonio Oneto. Se trataba de un destacamento más que nada simbólico, pues como el propio Oneto le comentaba en una carta a Luis Piedra Buena: “(…) observo que también esta comisaría es completamente sin armas; tiene un solo revólver que es de mi propiedad” (**)



    No deja de ser una paradoja que, para asegurar la paz, hay un punto extremo en el que se torna necesario acudir a un mecanismo potencialmente represor o disuasivo, con la potestad legal de portar armas. Aunque no tenemos datos sobre aquel revólver de Oneto, cabe preguntarse: ¿Sería acaso un Colt 44? Es improbable, pero el interrogante viene a propósito de otro retruécano lingüístico vinculado a la paz y a las armas. En 1873 la fábrica norteamericana Colt comenzó a producir la primera generación de revólveres de acción simple, que pronto adquirieron una enorme popularidad. Se hizo una producción calibre 44 con destino al ejército, la caballería y la artillería. Para el mercado civil se fabricó en los calibres 44–40 y 32–20. ¿Y saben ustedes cómo fue bautizado ese modelo? Nada menos que con el nombre de “Peacemaker”, es decir, “Pacificador” o “Hacedor de la Paz”…



     Algunos revólveres Colt SAA “Peacemaker” llegaron a nuestro país y al valle del Chubut. En mi infancia tuve ocasión de sostener uno de ellos en mis manos: pertenecía a Thomas Daniel Evans, que lo había portado durante su desempeño como agente de la policía de Territorios Nacionales. El querido “Tommy Daniel”, amigo de la familia, era una suerte de abuelo postizo para mí; un hombre de carácter afable, sumamente religioso y con grandes dotes musicales, que solía tocar el armonio en la capilla de Gaiman. Tengo la certeza de que él jamás necesitó servirse del arma para “hacer la paz”. Es que la mejor garantía de paz no está en las armas, sino la elevación espiritual de un pueblo. Y de eso, los colonos galeses –a no dudarlo– sabían mucho.

   Para finalizar, así como esta nota se inició entrecruzando palabras y significados, no está de más mencionar que en islandés –esa lengua tan querida por Borges– “hedd” (derivativo del antiguo hofuð) es una de las variantes del término “cabeza”. Más allá de la grafía coincidente, la diferencia no solo radica en los significados disímiles, sino también en que la verdadera paz –como todos sabemos– no reside en la cabeza, sino en el corazón.

    ¿Llegará el día en que la Humanidad pueda gozar de una paz sin necesidad de armas ni de policías, sostenida por la sola fuerza de la convicción?

     “¿A oes Heddwch?”

     Que las espadas del mundo permanezcan envainadas para siempre.



(*) Conf. Williams, D. – “El valle prometido”, p. 39/40 – Ed. Del Cedro, Gaiman, 2008.

(**) Conf. Zampini, V.  “Chubut – Breve Historia de una provincia argentina”, p. 47 – Ed. El Regional, Gaiman, 1975.
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jueves, 23 de junio de 2016

EL POEMA DE HOY




MIRADAS

Por Pablo Lautaro (*)



Desde el ventanal
oteo el camino
que me regala este amanecer,
llorando sobre la oportunidad
que en vísperas de adolescencia
escapó llevándose tu rostro.
No pudo el olvido
apartar tu imagen de mi delirio
y se vistió de hada.
¡Soledad…!
Soltaré amarras
cruzando brumas
hacia diminutos rayos
que se posan sobre el vidrio
en mi refugio de verano…
Vestigio de dulces luchas.




(*) Escritor neuquino. Mail de contacto: pablolautaroescritor@yahoo.com.ar





viernes, 17 de junio de 2016

EL POEMA DE HOY




LA LUZ

Por Luisa Peluffo (*)

                         I

Allá abajo
ceñidas por líquida transparencia
mansas piedras inmóviles

ajenas
a la mirada exacta y minuciosa
de la luz

a su provocación silenciosa.

Ser el fulgor
por un instante
el destello intolerable

del agua quieta y el aire sosegado.


                       II

Y el silencio era la luz
y la límpida memoria del agua
testimonio de esa luz

Sólo entonces los árboles instauraron
una posible conversación.

Ese pacto del follaje.

Vago temblor
entre la tierra
y lo invisible.



(*) Escritora nacida en CABA, vive en Bariloche desde 1972. Ha publicado, entre otros libros, “Materia Viva” (Poemas. Editorial Schapire, 1976), “Conspiraciones” (Cuentos. Primer premio en el concurso Vitoria Ocampo, 1980. 1ra edición, Fundación Banco de la provincia de Buenos Aires, 1982. 2da edición, Fondo Editorial Rionegrino, 1989) 1988-89. Editorial Emecé, 1989), “Materia de revelaciones” (Poemas. Ediciones Botella al Mar, 1983) y “Todo eso oyes” (Novela. Premio Literario Emecé. Este poema fue tomado de la parte “Orillas” de su libro “La otra orilla” (Ediciones Último Reino, Bs As, 1990); obra que obtuvo el 1er Premio Zona IV del Concurso Premios Regionales de Literatura XXX Aniversario del Fondo de las Artes, 1988.


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