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miércoles, 19 de abril de 2017

EL POEMA DE HOY




CIELOS AUSTRALES


Por Aurelio Salesky Ulibarri (*)





En cada amanecer, sobre el naciente,
desgarrones del alba,
cerrajes de arrebol.
El lucero es diamante sobre una túnica roja,
las aguas del Atlántico se ondulan
de ambición.

Levante, bermejizo, glorificando galas,
flamígeras muselinas, policromo cendal,
estampas vagarosas prendidas en oriente,
un lienzo eternizado
en cada despertar.

Mi cielo,
Inmensa bóveda de láminas azulinas
Mil fondos insinúan en su diafanidad.
Los cúmulos auroleados
que vagan blandamente,
se esfuman en los céfiros del firmamento austral.

¿Qué albura entre sus visos?
Por la tarde lo miro.
Miro las sutilezas del majestuoso tul,
cuando hienden las nubes su plenitud etérea,
y alegre las palomas
se bañan en su azul.

¡Divinas pinceladas!
¡Techumbre de mis lares,
confín de los anhelos que vagan sin cesar!
Se ensanchan los repliegues
en vísperas nocturnales,
un sueño se entreteje con luz crepuscular.

Y en las noches calladas,
cuando argéntea la luna,
parpadeos cautivos platinado fulgor.
Reverberan las ondas en las playas lejanas.
¡Se agiganta en las almas la presencia de Dios!



(*) Escritor chubutense. El poema es de su libro “Patagonia Poética” (Editorial Áncora, Buenos Aires, 1965)




miércoles, 12 de abril de 2017

EL POEMA DE HOY




            VIENTO PATAGÓNICO
    
                                 Por Carmen Escalada (*)




En qué silencio sin gente
me senté a mirar el río.
Soledad de calafates.
aguas claras, cielos limpios.
En la estepa aquilatada
despertó el viento dormido,
simulando ser un cuerno
en llamados pastoriles.
Un sueño de medioevo
cayó en la tierra dormida
castillos de arena blanca
iban rozando los cerros
Sobre el agreste paisaje
se iba herrumbrando la tarde.




(*) Escritora de Comodoro Rivadavia, radicada en Buenos Aires. El poema es de su libro “Transparencias del tiempo” (Ediciones Eleusis, Buenos Aires, 1991).


viernes, 7 de abril de 2017

EL POEMA DE HOY




COSA DE NIÑOS


Por Rubén Héctor Ferrari




Es clara mañana
y no cantan brisas
sobre el árbol quieto.
Ocupan el patio
de flores tempranas
los juegos del niño.
Cabalga en corceles
y navega mares
con bravos bajeles…
Divisa en el cielo
larga estela blanca
del avión que pasa
y absorto, lo sigue
su atenta mirada.
Casi por perderlo
en largas distancias,
levanta un momento
la pequeña mano
y lo atrapa, suave,
su fugaz intento.
El puño apretado
llega hasta el bolsillo
y guarda su presa
el pequeño niño.






sábado, 1 de abril de 2017

EL RELATO DE HOY




 LA GRAN MARÍA

Por Sergio Pellizza (*)



Primero fue la lluvia, más tarde un relámpago que viboreó en el cielo rompiendo pedazos de oscuridad como cristal roto, que enseguida volvía a unirse en su negrura…
En el toldo del yaman de la tribu tehuelche, armado sobre el faldeo este del cañadón de los vientos, el viejo sabio trazaba sobre la alisada arena del piso, el destino de la criatura recién nacida. El palo de lenga se movía casi solo sobre la sensible superficie, dibujando muchas figuras que solo él interpretaba…
Criatura, vienes del agua, y el agua habla, tu palabra estará como el viento y será sembrada como semilla. Tu palabra será fuego y tendrá poder de incendio al propagarse. Tu palabra tendrá ojos y enseñará a mirar. Tu palabra hará que la naturaleza tenga lengua y hablará por ti haciendo que lo invisible se torne visible. Tu palabra será pincel de flores con colores para pintar nuevos horizontes a mucha gente…
El horizonte se tiñó de rojo  y después apareció el sol, siempre puntual y por el este. La niña, sin nombre aun, sorbía con entusiasmo el alimento del pecho de su madre. Así transcurrió el primer día.
Se sucedieron muchas lunas el yaman veía en sus signos crecer a la niña. La tribu cambiaba con frecuencia de lugar de acuerdo las estaciones siguiendo a los guanacos y avestruces  al norte en invierno y al sur en verano. La niña, que hacía poco se había convertido en mujer, sintió cuando el canto de las aves había emigrado, sintió como su corazón comenzaba a expandirse. Notó como los pájaros se llevaban por el aire parte del clima y también un pedazo de su propio tiempo…
Le bastó una sola mirada para reconocer que había llegado el amor en el porte y estampa de ese joven guerrero. Se destacaba casi por una cabeza el joven Manuel por sobre la estatura de los demás… 
El palo de lenga seguía dibujando signos en la arena. Se superponían los trazos, el yaman estaba confundido, estaba visualizando características de fuerza, carácter, inteligencia y voluntad que no había visto nunca antes y menos en una mujer.
Supo por algunos trazos entramados que tendría mucho poder. Seria cacique de su tribu, y sería llamada por un hombre blanco con poder, María la Grande. También que haría un viaje por mar y que sería invitada a compartir la comida en la mesa de los blancos. También supo que en ese viaje él estaría presente…
 Algunos retazos de historia y leyenda cuentan: Que el viaje en barco fue difícil y que María La Grande sintió la fuerza del mar en su cuerpo. La goleta al mando del segundo de Vernet en las islas, Matthew Brisbane, había partido tiempo antes del continente con proa al mar abierto. En las costas de la Isla Soledad, los colonos se reunieron a la espera de los invitados.
Estaban nerviosos, sabían que los tehuelches tenían costumbres diferentes: que no dormían en camas, vestían con cueros de guanaco o zorrino y que jamás comerían pescado: su dios Elal había condenado a los primeros tehuelches a convertirse en peces por haber violado un tabú sexual.
En la comitiva estaba María Sáez de Vernet, llegada a la isla para acompañar a su marido, a pesar de la hostilidad del clima. Apenas el bergantín se dibujó entre la bruma de la mar helada, María adivinó las siluetas de los hombres que viajaban de pie en la cubierta del barco. Recién al bajar pudo conocer a la reina tehuelche. María la Grande extendió un quillango de guanaco como ofrenda a la mujer de su anfitrión.
En la comitiva de María la Grande viajaba su hechicero.
Dicen que había sido un pedido de la cacique como condición ineludible para realizar el viaje. Ella se instaló en la casa de los Vernet junto a una mujer de pelo negro profundo que la asistía. Los demás, en su mayoría hombres, durmieron con la peonada de la colonia.
La primera noche María Vernet tocó el piano para la invitada. La voz de la cacique se hizo escuchar en un canto conmovedor. En esas veladas el gobernador la agasajaba para convencerla de promover la colonia de blancos en San Gregorio. Las telas finas del vestido azul que María le obsequió como respuesta al quillango estrecharon aún más el lazo.
Dicen que María La Grande se sentó a la mesa y compartió los modales de la época en la casa del gobernador. También que recorrió la isla y conoció los almacenes, el saladero y la herrería. Todo parecía encaminarse para que los blancos se afincaran en las tierras tehuelches. Pero la invasión inglesa a Malvinas en 1833 terminó con los proyectos de Vernet.
María la Grande siguió al mando del pueblo tehuelche. Su muerte marcó el principio del cacicazgo de Casimiro Biguá. El fuego de las piras se extendió desde el estrecho de Magallanes hasta el río Negro. Su figura quedó en la historia, pocas veces contada, como la mujer, la gran mujer, que llevó la sangre Tehuelche a las islas Malvinas.





(*) Escritor de Río Gallegos. Nacido en 1939 en San Luis, desde 1963 se encuentra radicado en la capital de Santa Cruz. Fue jefe de Operaciones de Aerolíneas Argentinas con base en Río Gallegos, en el cual trabajó más de 26 años años; período de su vida durante el cual tuvo valiosas experiencias. Desde 1995 se desempeña como bibliotecario y profesor de matemáticas aplicadas del Instituto Salesiano de Estudios Superiores; y en la actualidad además se encuentra trabajando en el desarrollo de una biblioteca digital, que en forma experimental tuvo muy buena acogida ( en un año más de 150 mil visitas). Desde hace 10 años mantiene un espacio semanal en el suplemento semanal del diario La Opinión Austral; donde publicó numerosos artículos de divulgación científica y relatos de temática patagónica. Actualmente integra la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Escritores, filial Santa Cruz. Ha publicado recientemente un libro de cuentos cortos, “Destellos Patagónicos”, de donde se tomó el relato que hoy se publica.



jueves, 23 de marzo de 2017

COMENTARIO A UNA NUEVA OBRA PUBLICADA




“SILENCIO” POR MARGARITA BORSELLA (*)



El Diccionario de la Real Academia Española, define el término “Antología” como una recopilación de trozos literarios escogidos. No aclara sobre el criterio de tal selección; pero un rápido análisis del género permite inferir que pueden reunirse allí cuentos, poemas o una combinación de ambos. También se advierte que pueden convivir en su contenido varios autores, adunados con un criterio de afinidad temática o convivencia espaciotemporal; o resguardar frutos de una misma pluma. En ese sentido, cualquier libro de cuentos o poemas podría ser considerado una forma de florilegio. La presencia de esta variante editorial en la Literatura Patagónica amerita, de por sí, una investigación.
Hay una vertiente de este tipo de trabajo que se podría llamar “antología personal”, en la que el propio autor junta sus textos con parámetros íntimos; que a veces pasan desapercibidos para el lector y otras veces son explicitados por quien los creó. En esta clase de antologías se puede incluir el libro que se comenta hoy: “Silencio”, de Margarita Borsella.
La escritora reúne aquí siete relatos y dieciocho poemas; que abarcan parte de su actual producción literaria. Entre la prosa se encuentran textos premiados, como “Séptima dimensión” y “Nudos”, otros llenos de significados subjetivos en los que los límites entre ficción y realidad se desdibujan, como “Tarde de domingo”, “El 2013 llegaba” y “Las cuatro y diez”; y un par de títulos, “Incondicional” y “Vestidos de sal”, que incursionan en el género del micro-relato. Un párrafo de este último, muestra el estilo de Margarita, que deja entrever más que describir:
“Por serpenteantes caminos de polvo caliente llegó a la playa, donde quiso montar y remontar gigantescos caballos blancos, que galopando desde el horizonte, estallaron furiosamente contra los médanos”.
Por el lado de la poesía, se percibe la presencia de dos grupos de obras. En uno de ellos se detectan elementos patagónicos que, lógicamente, son parte esencial de la autora y sólo actuando de manera inauténtica podría eludirlos. Entre esos poemas se hallan “Poema para el Lago Rivadavia”, “Atardecer en el arroyo”, “Mi lobo de Pardelas”, “El solito”, “Parábola rosada en el cielo” y “Entre las bardas”; del cual se extractan estos versos:
“Entre vendaval, greda y coirones
ve sacudir al desierto en translúcidas ondas.
Por bardas, altares y embalse,
tremola hacia el valle con sus nubes insulares”.
Otro conjunto, de tono más intimista, abarca “¿A quién?”, “Nos da que hablar”, “A ti te hablo...”, “Brisas”, “Delirio”, “Despierto”, “Imaginé”, “Miedo”, “¿Será imposible?”, “Tallarines de un jueves”, “¿Por qué” y el que da título al libro, “Silencio”:
“Silencio,
silencio ineludible
en el que se tejen penas
desovillando ausencias...”
La obra agrega imágenes a las palabras, una tendencia que la autora ensayó desde los inicios de su carrera creativa; y que otorga una dimensión más a sus escritos. La Literatura ilustrada, o la ilustración en la Literatura, es otro aspecto que resultaría interesante estudiar en lo que hace a las letras regionales. En este caso, las fotografías, en color en la portada y en blanco y negro en el interior, corresponden a tomas de la misma Margarita; quien ha obtenido varios premios en el Eisteddfod del Chubut por su arte. Algunas de las figuras tienen relación directa con el tema del texto al que acompañan; pero, en ciertos casos, el factor común queda entre los interrogantes que plantea la autora.
Margarita quiso dar a este volumen un agradecido tono familiar; que se inicia con las dedicatorias y se manifiesta, con fuerza, en el hecho de confiar a sus hijos la redacción del prólogo y del epílogo. Ambos cumplen su cometido; por lo que parece adecuado cerrar este comentario con las palabras de quienes más conocen a la escritora. Dice Cristian Bopp en el prólogo:
“Supongo que al igual que a mí, el que se acerque a este libro va a sentir curiosidad por el pensamiento de la autora.  Pero a diferencia mía, no va a sentir esa disociación entre alma y cuerpo que siento al leerla... Cada palabra de Silencio, en su lucha dialéctica, nos revela la esencia entre la fantasía y lo real. Y cómo de ella, emerge el alma de la autora”.
Y cierra Brian Bopp en el epílogo:
“Un silencio quieto en el aire se empieza mover lentamente como copo de nieve. Callado se desliza por las corrientes de aire, hasta que se posa en la punta de una pluma. Al correr de ella sobre el papel, se fueron cayendo las palabras; creando relatos que ilustran una mirada a la Patagonia... En cada escritor se siente una energía que hace transportarte, no sólo por los relatos y poemas, sino por las mismísimas imágenes que acompañan el devenir del fuego patagónico”.
Para verificar este acierto, compartido por el cronista que firma estas líneas, nada mejor que obtener un ejemplar de “Silencio” y dedicarle una atenta lectura.



J.E.L.V.