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miércoles, 18 de octubre de 2017

LA NOTA DE HOY





CUANDO LA LECTURA ESCOLAR ERA UN ASUNTO SERIO


Por Carlos Dante Ferrari



     Un feliz hallazgo en la biblioteca de mi esposa me conecta con un pasado no tan remoto, aunque sí envidiable. Se trata de un libro de lectura destinado a alumnos de 5º y 6º grados de la escuela primaria.

     “¿Alguno de ustedes ha leído algún texto de Nicolás Avellaneda? ¿O del General San Martín? ¿O de La Rochefoucauld? ¿Algo de la pluma de Domingo F. Sarmiento? ¿De Amado Nervo? ¿De José Mármol? ¿Y de Daudet, Michelet o de Bossuet? ¿De Edmundo De Amicis? ¿O de Gómez Carrillo? ¿Algo de Tolstoi? ¿Algún fragmento de El Quijote? ¿Algún poema de Enrique Rodó, Rubén Darío, de Almafuerte o de Olegario Víctor Andrade?”

     “¿Alguien sabe decirme quién fue Benjamín Franklin? ¿Y Mariano Moreno? ¿Juan B. Alberdi? ¿Beethoven? ¿Pericles? ¿Napoleón? ¿Marco Aurelio?”

     A fines de la década del ´30, la mayoría de los chicos argentinos de entre 11 y 13 años habría podido responder a estas preguntas en forma afirmativa.

     Se trata del libro titulado “Cien lecturas” (Editorial PLI, Buenos Aires, 1935), preparado por I. Mario Flores —Director de Escuela Primaria de la Capital Federal—  y José Mazzanti —Inspector Técnico de Escuelas Primarias de la Capital Federal—. El libro era distribuido en forma gratuita por la División Suministros del Consejo Nacional de Educación y estaba destinado a iniciar a los escolares de nuestro país en el saludable hábito de la lectura.

     En sus 250 páginas podemos encontrar una cuidada selección de temas y de textos variados, que abordan breves biografías de personajes famosos, relatos y poemas de autores consagrados, fábulas, lecciones morales y reseñas destinadas a explicar nociones de cultura general (las aves, los romanos, la moneda, las montañas, la libertad de imprenta, las bellas artes, la abeja,  los árboles,  la maternidad, el ferrocarril, las libertades civiles ante la Constitución; entre muchas otras materias).



    El prólogo expresa un desiderátum del que hoy mismo podríamos hacer una bandera en alto. He aquí algunos párrafos. “Nuestro criterio es que  la lectura, en los grados superiores, además de la función particular que le atañe, debe ser  un auxiliar constante de las materias que son objeto de la enseñanza diaria (…) Dicha lectura (…) agregará nuevas ideas a las que el niño acaba de recibir; pero ideas encaradas bajo otros aspectos, ya sea por lo pintoresco, ya sea por la generalización que encierra. Es evidente que la enseñanza logrará así su máximo provecho (…)  Se notará que algunas lecturas son más bien sugestivas, en función de narraciones truncadas, a fin de que el niño se interese por conocer mayores detalles sobre un hombre o sobre un hecho, y nazca en él el afán de instruirse, es decir, de leer”.

     Al hojear las páginas de la obra hallamos gratas sorpresas. Van a continuación algunos ejemplos.

     Bajo el título “Honradez cívica”, podemos encontrar la carta que José de San Martín le dirigió al Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina el 30/10/1839, en  la que declinaba el ofrecimiento de ser nombrado como ministro plenipotenciario ante el gobierno de la República del Perú. Las razones expuestas por nuestro héroe nacional harían sonrojar hoy al más honesto de nuestros políticos.

     En “Las virtudes de mi madre”, Domingo Faustino Sarmiento desgrana tiernos recuerdos de su infancia sanjuanina y resalta las calidades maternas, texto que cierra con estas líneas: “Careciendo de pan para su boca; huérfana de escolar cultura, pudo humillar a la sabiduría. Lo que soy es por ella; y soy la menor de sus obras.”

       En “Afianzar la justicia” (págs. 178/9) se leen conceptos como estos: “(…) para afianzar la justicia en los pueblos no basta que existan leyes sabias y magistrados prudentes; es necesario, sobre todo, que los ciudadanos tengan la costumbre de acatar aquellas, más que por el temor a sus sanciones, por el convencimiento de su virtud y por el respeto que inspira la prudencia de quienes las dictan y la rectitud de quienes las aplican (…) La obediencia a las leyes se obtiene por la educación, que aconseja el respeto a los bienes y a los derechos ajenos. Por eso, solamente en los pueblos cultos puede ser la justicia una conquista social efectiva (…) La historia nos enseña que en las naciones poco civilizadas, donde no existe el respeto a las leyes, reina el desorden y el malestar, porque nadie se siente seguro ni en su vida ni en sus bienes.”



       Los poemas, los relatos, las lecciones morales son imperdibles. Cualquier adulto de hoy los leería con toda fruición. Y cuando un alumno se topaba con alguna palabra desconocida, el maestro le proponía que la buscara en el diccionario; un método infalible para aprender su significado y memorizarlo para siempre.

      Al fin llegamos a la lectura número 100, que cierra la obra. Lleva por título “Se necesita un muchacho” y dice así:

     “Se necesita un muchacho valiente y bondadoso; que no tenga miedo de decir la verdad, que no mienta por nada ni por nadie; que quiera y respete a sus padres, a sus hermanos, a sus amigos; que sea capaz de decir no y mantenerlo y decir y cumplirlo; que esté resuelto a no fumar jamás y a no tener vicio alguno; que prefiera estar en su casa ocupado en tareas útiles a andar vagando por las calles; que pueda llevar la frente alta, por ser incapaz de cometer actos indignos; que concurra asiduamente a la escuela; que se sienta orgulloso de ser argentino y que, por serlo, cumpla honradamente con todos sus deberes en la vida; que sepa labrar su independencia económica por el trabajo honrado, para poder gozar de la libertad política y moral, ya que los hombre pobres y necesitados tienen que depender de los demás y verse sometidos a la voluntad ajena; que sepa respetar las leyes y que sea justo.

     La Patria necesita siempre a ese muchacho y lo necesita con urgencia”.

     Les dejamos a ustedes meditar las reflexiones que puedan haber despertado estos textos escolares de antaño y las comparaciones con nuestra realidad actual.

     Nosotros ya lo hemos hecho; con no poca tristeza.




sábado, 14 de octubre de 2017

EL POEMA DE HOY




SORTILEGIO

Por Pablo Lautaro (*)





Solo.
Postrado ya de tiempo
en la misma tierra que lo cobija.
Informal, misterioso, 
con sudor de mañanas de niebla
y tardes de invierno.
Corroído
pero no corrompido
de historias y fatigas
de faenas eternas…
nacido del mismo árbol
que le da sombra.
Una lágrima se desprende
junto a una hoja
que besa su cara superior
exigiendo perdón
caricia del tiempo
que parece no marchar.
Se ha detenido el aguacero
otra mano lo levanta,
sale de nuevo al ruedo
dos bueyes esperan
en otro tiempo plagado de misterios.





(*) Escritor de Neuquén. El poema es de su libro “Huellas” (Edición del autor, Neuquén, 2009).


sábado, 7 de octubre de 2017

LA NOTA DE HOY





EL TERROR QUE VINO DE GALES


Por Jorge Eduardo Lenard Vives






   El escritor Fernando Nelson principia su cuento “El pasajero indeseable”, incluido en el volumen “Cuentos de la Patagonia” (*), con una cita del rico e imaginativo folklore galés: “Es una criatura con el cabello desgreñado, largos dientes negros, brazos que cuelgan muy flacos a los costados; se dice que su alarido puede, literalmente, helar la sangre en las venas de quienes los oigan”. Y es ese alarido, “Oh!, Oh!, fy ngwr, fy ngwr!”, el que en la obra de Nelson pronuncia un extraño ser, instalado en lo alto del palo mayor del velero en el cual unos colonos navegan hacia el Valle del Chubut; allá por mil ochocientos setenta.


   La referencia alude a la leyenda del Cyoeraeth; y fue tomada del volumen de William Howells llamado “Cambrian Superstitions, Comprising Ghosts, Omens, Witchcraft, Traditions &c”; una recopilación del acervo mítico de Gales publicada en 1831. Howells reúne estas tradiciones impulsado por el premio ofrecido por el editor de un periódico; pero también movido por su deseo de rescatar las ancestrales creencias que ya habían sido recuperadas en otros sitios de Gran Bretaña.

   Por Howells nos enteramos que el espantajo mencionado por Nelson es mujer, ya que gime “¡mi marido!, ¡mi marido!”. Si se hubiera tratado de un hombre, su grito hubiera sido “fy ngwrayg! fy ngwrayg!” (¡mi mujer! ¡mi mujer!). En su enjundioso tratado, Howells describe muchas otras costumbres misteriosas, como la del “All hollow E´en”, además de diversas supersticiones y consejas. También trata sobre la presencia de las hadas; recordando que la “Fata Morgana” era Morgan le Fay, hermana del Rey Arturo. Todas estas imaginativas manifestaciones hablan del ubérrimo legado cultural de la “tierra de poetas y cantores”.

   Los agrestes paisajes cambrianos y sus resonancias célticas, dieron lugar a muchas piezas de horror de la mano de literatos como Arthur Machen; uno de los mejores autores del género fantástico de todos los tiempos, cuya calidad literaria fuera alabada por Jorge Luis Borges.

   La obra maestra de este escritor es el cuento largo -o novela corta- “El Pueblo Blanco”, de 1899. Howard Phillips Lovecraft lo incluyó entre las diez mejores producciones de la Literatura de terror universal; y el editor y estudioso de ciencia ficción Everett Franklyn Bleiler lo llamó "probablemente el mejor relato sobrenatural del siglo, tal vez de la literatura". Esta opinión es compartida por muchos lectores, como permite ver una rápida recorrida por distintas páginas de internet de aficionados al género. “¿Conoce el verdadero terror?”, dice un personaje a otro al inicio de la historia. Y para que lo conozca le entrega “El cuaderno verde”; un escrito que muestra la potencialidad artística de la narración fantástica, con plásticas descripciones que recuerdan – por varios motivos – las inquietantes páginas de las “Instrucciones para un descenso al infierno” de Doris Lessing y de “El tercer policía” de Flann O´Brian. Algunas lecturas entienden que el espanto surge de las experiencias de la niña al ser introducida al mundo de la magia por su institutriz. Pero el verdadero terror, el que menciona el personaje al principio del relato, es distinto; y su esencia se revela, en forma magistral, en el último párrafo de la obra.

   Machen repite la técnica de una ficción dentro de otra, en la novela “Los tres impostores”; que a su vez incluye “La novela del sello negro”. Esta última creación transcurre en Gales; donde las leyendas pre-romanas se mezclan con los cultos primordiales de pueblos pretéritos. Años más tarde, en esos escenarios el escritor Colin Wilson ambientó “El regreso de los Lloigor”; un texto perteneciente al “Ciclo de Ctulhu”.

   Pero hubo un investigador que estudió la mitología britana en forma científica: Sir James George Frazer. En su inigualable ensayo “La Rama Dorada”, rescata numerosas tradiciones cámbricas que contienen muchas de las ideas que dieron lugar a las fantasías ambientada en esos parajes. Habla, por ejemplo, de la costumbre de encender los “Fuegos de Beltane” en las cumbres de las colinas; honrando una deidad cuyo nombre provendría del sanguinario dios Baal del Oriente Medio. Dice Frazer: “También en Gales se acostumbraba encender fuegos de Beltane a principios de mayo… Ponían tortas de harina de avena y de harina morena cortadas en cuartos en un saco pequeño para harina y todos los presentes tenían que sacar un trozo... A todas las personas a quienes tocaba un trozo de la torta morena, se las obligaba a saltar tres veces sobre las llamas o a pasar corriendo por entre los dos fuegos, lo que significaba asegurar una cosecha abundante…”

   El antropólogo inglés reconoce en tales ritos ígneos una pervivencia de los sacrificios humanos celtas: “Es importante…” dice, “que se conozca por pruebas irrecusables que los celtas efectuaron sistemáticamente los sacrificios humanos por el fuego...” La forma en que eran realizadas estas inmolaciones se expone muy bien en el filme británico de 1973 “El hombre de mimbre”, dirigida por Robin Hardy. En el 2006 se hizo en EEUU una nueva versión, llamada también “El hombre de mimbre”; cuya corrección política hizo perder mucho del encanto del original. Daba, sin embargo, una de las claves del tema que quiere tratar esta nota. En esa película, la sacerdotisa pagana Summerisle dice: “Mis antepasados celtas trajeron sus tradiciones a América”. Con el mismo concepto, el autor de estas líneas escribió un cuento titulado “De la supervivencia del culto al dios Baal”; publicado en este blog hace un tiempo con poco éxito. Por el contrario, fue exitoso el intento de Nelson; quien acierta al traer esos mitos a la Patagonia a través de los inmigrantes galeses.

   El trasvase de las antiguas creencias del país del Dragón Rojo a las costas del Chubut, resulta subyugante y plausible. Es inspirador imaginar que, siguiendo la estela de las naves que cruzaban el Atlántico, en sus mástiles y cofas, en sus bodegas y pañoles, vinieron a la Patagonia los espectros ominosos, los espíritus druídicos, los entes feéricos del viejo Cymru; y se aposentaron en las márgenes del río sinuoso. Si fuera así, si en los parajes del Camwy morasen los seres sobrenaturales de Gales, no sería ocioso para los habitantes de esta comarca tener presente la sana advertencia que William Shakespeare pone en boca de Falstaff en “Las alegres comadres de Windsor”:

                “Heaven defend me from that Welsh fairy”







(*) “Cuentos de la Patagonia”. Nelson, Fernando. (Ediciones Fernando Nelson, Puán, 2015). Mail del autor: literaturaspuan@gmail.com

domingo, 1 de octubre de 2017

EL POEMA DE HOY



EL POEMA DEL RIO NEGRO

                                                           Por Raúl A. Entraigas (*)




Sacudió nuestro río fecundo
su atávico sueño;
los canales que abrían su gleba
como un escalpelo
removieron el sueño de siglos
de mi Río Negro…

¡Oh, aquel día que abrió sus compuertas 
la Barda del Medio
y se entraron, revueltas, cerriles,
como presas quizás de que frémito,
las aguas nevadas
que venían viajando de lejos!

¡Oh aquel día feliz que esa linfa
traspasó, derrochando su légamo,
esos Cinco Saltos
que son cinco versos,
los cinco poemas
del gran Río Negro!

Y surgió, cual por arte de encanto,
como brota un milagro, un portento
la granja opulenta,
los árboles tiesos,
manzanas sangrantes,
racimos ubérrimos,
Ceres y Pomona,
el trigo… el viñedo…

El agua fecunda
se volcó sobre el duro terreno
y se alzó, a su conjuro, la chacra,
cornucopia de tiempos modernos.
Y se irguió la alameda imponente 
como un gran ejército;
veteranos formados, los álamos,
firmes en sus puestos,
montan guardia de honor al camino
por do pasa triunfal el progreso.

Y allá entre canales
como sendas que van al misterio,
como rieles que van al futuro
los mil y un viñedos,
túrgidos de frutos,
cansados del peso
de henchidos racimos 
que destilan dulzura hasta el suelo.

Y hubo risa en la chacra apacible,
y hubo paz en la faz del labriego,
y miraron sus ojos tranquilos
los retoños del lar solariego.
Y cantaron en coro “i friulani”
Y afincaron su casa los vénetos;
sintiéronse alegres
se supieron dueños 
y creció junto al río una raza
con el fresco vigor del renuevo.

Y esa paz, esa risa, ese canto,
esa fruta, ese mosto, “eso nuevo”
es el gran poema
de mi Río Negro.





(*) Escritor de Río Negro. El poema es de su libro “Patagonia. Región de la aurora” (Editorial Don Bosco, Buenos Aires, 1959).


jueves, 21 de septiembre de 2017

EL POEMA DE HOY




INCÓGNITA


Por Julio Sodero (*)




En mi cavernario destino de tus túneles
donde un filón de espacios merodea mi estrategia
             La razón se quiebra o se doblega
             en la arista profunda del abismo.
Y es ese oscuro cincel que dividido
en la inquieta vertiente de tu rostro
             talla a los racimos y al naranjo
             marchita un crisantemo en el espejo.
Y en este ensayo piadosos de mirarte
donde sucumben falsos redentores
             puedo derramar la miel sobre la arena
             puedo regar con mi savia tus raíces.
Se me ocurre un olvido de desiertos
en la mágica ventana de la noche.
             para mirar las plumas de tu vuelo
             donde se inquietan los dioses de alambique.

Y es el agua que genera la avalancha
en tu caluroso cauce de inocencias.

             Es la piedra
                    Que es arena 
                              Fue montaña.

             Como el árbol
                    Que es raíz
                              Fue semilla.




(*) Escritor de Sierra Grande (1950 – 2005). El poema es de su libro “Un hombre canta” (El Camarote Ediciones, Viedma, 2006).