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viernes, 13 de junio de 2014

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 “MI CUÑADITO” DE RUBÉN RODRÍGUEZ LAMAS (*)





El criterio que sigue la publicación de libros por parte de las editoriales “importantes”, es un tanto misterioso. No está claro si esas firmas publican a los autores reconocidos por el público, o si un autor se hacen notorio porque alguna impresora, por oculta razón, decidió publicarlo. Es difícil el camino para los autores que no tienen la posibilidad de acercarse por algún atajo a tales empresas. Pero, afortunadamente, hay otras editoriales que se ponen a disposición de los escritores que no tuvieron esa suerte, para facilitarles el acceso al milagro del libro impreso. De tal modo, pequeñas o grandes obras de arte logran llegar a las manos de un lector.

Y así me llegó “Mi cuñadito”, de Rubén Rodríguez Lamas. Para mi grata sorpresa de incondicional aficionado a la Literatura, su lectura amena desde las primeras páginas me llevó a deslizarme a lo largo del texto hasta el final, cuyo cierre no hizo más que confirmar la calidad del resto del libro. Su autor es porteño, es abogado y es escritor; pese a que él prefiere denominarse “un contador de historias”. Escribe poesía y ficción. Es también periodista; se dedica especialmente al periodismo deportivo. Ese es otro de sus campos de interés: el deporte y, en especial, el básquetball; del que entiende mucho.

¿Qué es “Mi cuñadito”? Una novela. Aunque el autor nos advierte que sus personajes y los hechos que narra tienen una base cierta, abandona la crónica e ingresa al terreno de la ficción; género que maneja con habilidad. Por su tema la podemos reconocer como una saga familiar; de esas que a veces ocupan varios tomos; pero que Rodríguez Lamas logró sintetizar en uno solo, sin perder los detalles que hacen creíble el ambiente en el que la trama se desenvuelve.

Temporalmente, la saga ocupa un período de la historia de nuestro país que va desde principios del siglo XX hasta la actualidad; aunque hace hincapié en el lapso que media entre el final de los años cuarenta y el inicio de los cincuenta. Esta circunstancia será un acicate más para algunos lectores, que encontrarán una cálida reminiscencia de una época que adquiere, con el paso del tiempo, una pátina nostálgica. Desde el punto de vista geográfico, si bien algunos episodios se ubican en diversos puntos del orbe, la acción transcurre mayormente en la ciudad de Buenos Aires; y, en particular, en el porteñísimo barrio de Palermo.

El personaje que sirve de columna vertebral de la obra es Romeo; hombre “de mundo”, de fuerte personalidad. Las experiencias vitales de sus años mozos lo llevaron a construir a su alrededor un universo de cierta estabilidad material; pero que en lo emocional transcurre con la zozobra habitual de las relaciones interpersonales. Romeo es quien más se destaca en el texto, pero no es el protagonista; porque a la urdimbre se van sumando otros actores, que generan una compleja red de relaciones; fuente de continuas sorpresas. Como en toda familia numerosa, cada uno de sus integrantes tiene su propia historia; y finalmente no se reconoce sobre quien gira la vida familiar. Por eso en esta narración, la verdadera protagonista es la condición humana.

La historia despierta interés porque en cada capítulo se presenta un hecho inesperado que mueve a continuar la lectura; pero además el autor le dio una forma literaria que atrapa al correr de las páginas. Uno de los primeros hallazgos es el de la polifonía con que se presentan los hechos. La narración se inicia con un monólogo muy bien logrado, donde una señora en su tercera edad rememora los momentos estelares de la vida familiar. Más que un monólogo es la mitad de un diálogo; pero como las digresiones del personaje profundizan en sus pensamientos íntimos, adquiere una dimensión distinta. En otro momento aparece la narración en tercera persona de un observador omnisapiente, cuyas reseñas permiten “atar cabos” e ir descubriendo los secretos familiares. Y también surge un narrador en primera persona, el nieto de Romeo, que nos conduce hasta un punto panorámico desde donde entendemos el conjunto de la historia.

El clímax de la novela se desarrolla durante un histórico partido de basketball entre Palermo y Villa del Parque; narrado en forma tan realista que transforma al lector en un espectador más, sentado sobre el tablón de madera de la tribuna. Puede escuchar el aliento de los hinchas a sus equipos, el picar de la pelota sobre el suelo de cemento, el golpe seco contra el tablero. Y vibra de emoción cada vez que el balón pasa por el aro, para fortuna de uno u otro “team”. Pero, a caballo del juego, se desata la turbulencia de las pasiones; cuyos partícipes permanecen, durante el partido, ocultos para los demás e incluso para ellos mismos; y sólo es al finalizar la contienda deportiva que comienza a avizorarse la marcha de los acontecimientos, con rumbo de colisión.

En síntesis: “Mi cuñadito” es una novela que además de asegurar un momento de agradable lectura, nos hace reflexionar sobre la condición humana. Nos habla de migrantes y desarraigo; de dudas y certezas; de amor y desamor; de fidelidad y engaño; de vida y de muerte. Y lo hace de una manera plástica, que consigue despertar en quien lo lee, las exactas sensaciones que el autor quiere evocar. Porque esa es, precisamente, la destreza principal de un literato: generar en el lector, mediante la alquimia de sus palabras, los sentimientos que lo movieron a crear su obra.


J. E. L. V.


(*) “Mi cuñadito”. Rodríguez Lamas, Rubén. Editorial Umbrales, Buenos Aires, 2013. Esta obra fue presentada en la Feria del Libro de Gaiman del presente año.


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