VELADA
LITERARIA
Por
María Adelina Galíndez Hughes
(*)
Se
sintió solo porque anhelaba compartir la mezcla de congoja y desesperanza que
lo invadió desde que había cerrado la imprenta, donde trabajó durante treinta
años.
Se
peinó con dedicación, se puso el mejor pullover que tenía, pantalones grises
gastados y con un trapo limpió varias veces sus viejos zapatos. Al salir de la
pensión caminó hacia la parada del colectivo. La dirección que llevaba en el
bolsillo le daba una esperanza.
Cuando llegó ante la puerta de la Casa
del Magistrado en Morón, entró con pasos decididos.
Ya había varias personas en el lugar.
Carlos saludó como si conociera a dos de las señoras que estaban en la puerta.
Se sentó en la segunda fila de sillas. Comenzó una charla con el señor que
estaba a su lado, quien le prestó el libro y leyó con interés algunas de las
poesías, tomando nota mentalmente de los nombres de las autoras.
Al finalizar el acto saludó a cada una de
las poetas, les pidió un libro para hacer un reseña del mismo, en la revista
literaria que según él, editaba.
Una de las señoras le presentó a otros
autores de la zona quienes lo invitaron para el viernes siguiente a una velada
literaria.
Lo
invitaron al brindis, Carlos comentó que se le hacía tarde, pero lo
convencieron a que se quedara un rato más. Sandwiches, vino y masas que saboreó
con deleite.
Cuando se despidió su sonrisa clareaba en
la noche, Tenía algo para leer, un sábado más que comió acompañado y una
convocación para el otro fin de semana en la zona. El resto lo tenía agendado:
martes en La Casa de la Cultura en Devoto, miércoles presentación de una
antología en la sede del Rotary Club de Ramos Mejía.
No es fácil comer todos los días cuando a
los cincuenta años, se es un desocupado.
(*)
Escritora nacida en Esquel. De su libro “Código de Silencio”, Abarcar
Ediciones, Buenos Aires, 2013.
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