Cuando el dolor parece hacernos sucumbir, la angustia aprieta el pecho demasiado fuerte, y la soledad pretende doblegarnos… es a través de la palabra escrita donde el hombre puede encontrar un refugio para su alma. Y perpetuar sus sentimientos, como hace en esta oportunidad Raúl Comes inmortalizando su amor a María.
O.S.
La última tarde
Llegué esa tarde,
ella estaba ahí, dormida
tendida en su lecho.
El sol de esa tarde de otoño
opuesto a nuestra ventana
se reflejaba en el edificio de enfrente
y nos devolvía una tonalidad rojiza
que inundaba la habitación.
Su mano inerte sobre la mía
presagiaba la muerte inevitable.
Seguramente esa sería nuestra última tarde
juntos.
Acariciaba su rostro, una y otra vez
mientras me preguntaba
por qué mi amor, por qué…
Si aún teníamos toda una vida por delante
muchos sueños incumplidos
tanto amor para brindarnos.
Incontenibles lágrimas
anegaron mis ojos.
La oscuridad de la noche me encontró
llorando sólo a su lado.
Con las primeras luces de la mañana
cansado de luchar
su corazón dejó de palpitar.
En silenciosa despedida
su vida se apagó
y la mía se partió en infinitos pedazos.
Ya nada será igual…
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