EL EROTISMO EN LA LITERATURA
Por Olga
Starzak
En principio me urge preguntarme si voy a referirme a la Literatura
Erótica o al Erotismo en la Literatura. Con cierta reticencia observo con qué
vacuidad se suman géneros o subgéneros literarios a los formalmente
establecidos. Hay quienes creen que para ello basta con que un determinado tema
conlleve suficientes seguidores. ¿Estaría bien hablar, entonces, del género erótico? ¿O es este tópico agible de incorporar dentro del género narrativo? Tal
vez esta sea una cuestión de debate o intercambio a suscitarse en este u otros
espacios. Ahora me insta referirme a los
textos eróticos y su ascendencia en la sociedad lectora.
Sabido es que desde años remotos, de una y muchas formas, narradores
anónimos y bien conocidos, se han expresado sobre esta temática. No es casual:
el erotismo y el sexo son asociados indisolubles, como lo es el sexo del
placer, el placer del goce, el goce del disfrute, y permítanme decirlo, el
disfrute de lo prohibido y por consecuencia del
tabú.
Antes de continuar con esta reflexión quiero dejar resuelta la
disimilitud entre erotismo y pornografía. El primero de los términos proviene
de la palabra ἔρως en la lengua griega antigua y está vinculado a la
atracción sexual, el placer y la fertilidad; el segundo responde a toda
expresión gráfica que incite a las relaciones sexuales y deriva del vocablo pórnē que significa “prostituta”. Estos escritos
son explícitos y encierran, en la mayoría de los casos, lo obsceno y la
lascivia; pueden incluir sumisión y esclavitud sexual.
Aunque los límites entre una y otra son muchas veces discutibles, volvamos
a lo que entiendo como literatura erótica
Los libros que narran acciones eróticas se caracterizan por un lenguaje
estético, sugerente y atractivo que, aunque carezcan de giros netamente
literarios, poseen una trama envolvente que invita a la imaginación e incita a
la fantasía sexual. Aún así, o tal vez por eso, no siempre estuvieron (o están)
a la vista en los anaqueles de las bibliotecas, y hasta hayan permanecido en la clandestinidad
o rescatados del fuego. Sin embargo son parte de la Literatura Universal y
prueba de ellos es que autores del talento de James Joyce (en Cartas de amor
a Nora Barnacle) desnuda un perfil lujurioso del que sus propios
descendientes se avergonzaron. O Mark Twain que en el año 1901, en forma
anónima, publicó libros considerados pecaminosos. También se le adjudican obras
de esta índole a Oscar Wilde: Teleny, con una trama gay, fue objeto de
censura durante muchísimos años.
Vladimir Nabokov saltó a la fama con su obra Lolita, Henry
Miller se animó con Trópico de Cáncer, John Updike escribió Corre,
conejo, Mario Vargas Llosa, Travesuras de la niña mala, Marguerite
Duras, El amante...
Fue la francesa Anais Nin la pionera de esta temática literaria,
abordando aspectos como el incesto, el lesbianismo y el voyeurismo. Sus trabajos
fueron recopilados en Delta del Venus.
No olvidemos Memorias de una princesa rusa, de autor anónimo, Historias
de O. de Pauline Réage y El
amante de Lady Chatterley de D.H. Laurence.
Últimamente, y con millonarias ventas, apareció inundando las librerías
la trilogía de E.L. James: Cincuentas sombras, también Pídeme lo que
quieras de Megan Marwell y No te escondo nada de Sylvia Day.
La lista arriba mencionada es sólo una muestra de que el erotismo es materia
fundamental en la literatura y que desnudar los cuerpos a través de las
palabras ha sido y es un desafío de
cientos de escritores que buscan plasmar en las hojas el producto de desvelos propios
o ajenos, pasiones y fantasías, deseos o placeres.
Si bien es cierto que hoy este tipo de Literatura está al alcance de
todos y ocupa espacios privilegiados en las vidrieras de las librerías, aún hay
quienes esconden, niegan o se avergüenzan al decir que las leen; o lo que es
incomprensible juzgan severamente a quienes lo hacen. La pregunta entonces es…
¿es socialmente correcto gustar de textos eróticos?, ¿dónde está el límite, si
lo hay? En lo personal creo que es el propio lector el que debe decidir qué
leer, haciendo uso de su libertad, tal como elige qué película ver o qué programa de televisión sintonizar. Lo
que me atrevo a sugerir es que no debemos olvidar de ejercer nuestra
responsabilidad de adultos; como lo hacemos (o deberíamos hacer) al optar qué
libros poner al alcance de niños y jóvenes, o preocupándonos por conocer el
riquísimo material bibliográfico que se produce para las distintas edades,
necesidades e intereses educativos o recreativos. Es la formación la mejor
manera de preparar a los chicos para
abordar más tarde temáticas eróticas u otras, si deciden adoptarlas.
2 comentarios:
Estimada Olga Starzak, este artículo que con mucha altura toca y desmenuza en el blog es otra de las tantas notas que he leído y me han gustado mucho.
Me gusta la forma de encarar este tema espinoso para la mayoría de los lectores pero Ud, con la sinceridad y respeto poco común hace que todo lo expuesto nos llege como información valiente y acertada con respecto a la Literatura Erótica. Un abrazo. V. Asís
Muchas Gracias, Victoria! Este tema, como otros, merece ser abordado desde una postura basada en la responsabilidad que nos compete como adultos, no creés? Mis cariños!
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