QUIETUD
Por Aurelio Salesky Ulibarri (*)
Todo estaba
quieto, sin trajín los llanos...
Las grises
montañas,
que al
andar del día,
después de
las lluvias,
mojados los
montes,
tornáronse
oscuras,
apenas se
veían entre las tinieblas
que sumido
en sueños
desprendió
el crepúsculo.
Todo estaba
quieto...
La voz del
chingolo,
que entre
la segura morada espinosa
de los
matorrales
acunaba en
silbos
los
primeros sueños de las avecillas,
quedóse en
silencio, mostróse dormida...
En el sur
lejano, a velar sus sueños,
pronto
aparecieron algunas estrellas.
Todo estaba
quieto...
Por la
senda opaca donde caminaba,
serpenteando
arbusto, oliendo el tomillo,
tropezando
a veces con las pedrezuelas,
me abrazó
de pronto la quietud aquella.
Y miré
hacia el cielo,
Me sentí
más bueno,
Y sentí que
amaba,
Que amaba a
la vida
¡que amaba
a mi tierra!
(*) Escritor
chubutense.
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