51 MILLAS SIN AGUA
Por Jorge Eduardo Lenard Vives
Cuando Roberto J. Payró visitó Puerto Madryn en 1898, durante
su excusión a la Patagonia plasmada luego en la obra “La Australia Argentina”,
se conmovió ante una gran chapa de bronce adosada a la pared de la subprefectura
que, como prohibición y amenaza a la vez, tenía grabado el siguiente aviso:
“DE AQUÍ HASTA LA
COLONIA CHUBUT HAY 51 MILLAS SIN AGUA
D'ICI JUSQU'À LA
COLONIE CHUBUT IL Y A 51 MILLES SANS EAU.
THE DISTANCE FROM HERE TO THE CHUBUT'S COLONY IS 51 MILES WITHOUT WATER.
VON HIER BIS ZUR KOLONIE CHUBUT SIND 51 MEILEN OHNE WASSER.
DA CUI ALLA COLONIA
CHUBUT VI SONO 51 MIGLIE SENZA ACQUA.
D'AQI HATE A COLONIA
CHUBUT HA 51 MILHAS SEIN AGUA”
A continuación el escritor agrega: “Y esta frase, que no invita
ni mucho menos a internarse en aquellas regiones, está repetida en todos esos
idiomas, para que nadie ignore la travesía que tendría que hacer en el mayor de
los desamparos”. Uno de los primeros en sufrir esta triste realidad fue David
Williams, quien, en pos del Valle prometido o quizás de los frondosos bosques
sobre los que había leído, se extravió y murió en la meseta. Falleció a pocos
kilómetros de la costa del río Chubut y a metros de la inmensidad del mar; cuyo
líquido contenido era incapaz de calmar su sed.
La paradoja de los dos desiertos, ocre por un lado y azul por el otro, sumado a la advertencia del cartel
en Puerto Madryn, llevó al autor de estas líneas a escribir, años atrás, un
cuento llamado “51 millas, sin agua”. Allí se imagina la marcha de un par de
aspirantes a colonos, cuyas ilusiones frustra la aridez del terreno. Las últimas
frases del relato dicen: “El hombre que había sido herrero avanzó con el agua hasta la cintura
como queriendo alcanzar el horizonte. Su mente estaba extraviada: lo único que
quería era sumergirse en esa enorme masa de agua y calmar la sed bestial que lo
torturaba. Trastabilló en la arcilla de la restinga y se hundió dentro de un
canal profundo que dividía el suelo rocoso. Tal vez luchando un poco podría
haberse salvado. Pero ya no tenía voluntad de vivir. La meseta, la inanición,
la falta de agua y la soledad le habían quitado el más mínimo indicio de
voluntad. Se dejó morir.”
Tal como sucedió con Payró, el letrero causó una desoladora
impresión a Teodoro Caillet Bois;
quien recuerda el momento en su libro "Los
Viajes de la Sarmiento 1899/1931". Refiere allí la navegación que realizó
a los mares australes en 1898; en cuyo transcurso,
según el autor, hizo una “Breve escala en
Madryn, durante la cual —dice mi libreta de apuntes— sopla constantemente
viento muy fuerte de tierra, arruchado a veces-, produciendo un raro zumbido en
el aire. Costas de aridez espantosa; matorrales achaparrados color rojizo, como
calcinados...: tal mi primera impresión, algo extraña y muy poco halagüeña,
de la Patagonia. Madryn se compone de cinco casas: la subprefectura, galponcito
desierto, con un inquietante letrero previniendo en seis idiomas a los
desertores en ciernes que de aquí a la colonia del Chubut hay 51 millas sin
agua…”
El “inquietante letrero”, el “aviso prohibitivo y amenazante”,
era un cabal símbolo de la Patagonia. Luego de cumplir su función admonitoria,
los azares del tiempo lo llevaron a ser expuesto en una sala del Museo Naval
Nacional de Tigre. Allí esa obra, producto de un previsor funcionario cuyo
nombre la Historia no recuerda pero que a lo mejor salvó muchas vidas, puede
ser visto por los visitantes en el entorno verde y exuberante del Delta del
Paraná; que torna exótica la severidad de la prevención escrita en castellano,
francés, inglés, alemán, italiano y portugués. Llama la atención que la frase no
esté traducida a la lengua más oída por entonces en aquellas latitudes; el
galés. Tal vez fue porque los que hablaban ese idioma, no necesitaban del consejo;
sabían muy bien de la aspereza del trayecto. La conocían no sólo por la tragedia
de David Williams, sino por la experiencia de su primera marcha para unir el
golfo y el valle, en 1865. Fernando Williams, en su valioso trabajo “Desde las
colinas de Jerusalén. Desierto y literatura en la colonia galesa de la Patagonia”, describe esa marcha:
“El contingente permaneció a orillas del Golfo Nuevo por
poco tiempo, ya que el destino final era el valle del río Chubut… las vicisitudes
del traslado mostraron a los colonos la rigurosidad… del territorio... Para los
que emprendieron el trayecto por tierra, el desconocimiento del monótono
terreno significó que… en vez de llegar
en dos días, estuvieron cerca de cuatro días perdidos en el campo. Esta
situación se vio agravada por la falta de agua, que puso a muchos al borde de
la muerte…”
“Al inicio de la travesía, Richard Jones anunciaba: teníamos que cruzar decenas de millas de
campo seco para alcanzar el valle donde pretendíamos establecernos. Más
adelante, en el medio de la travesía, señalaba: Considérese, por un momento cual era nuestra situación: en el medio del
desierto, sin un bocado ni un sorbo de nada, y por lo tanto la muerte acechando
en todas direcciones”.
El investigador también recuerda la versión del Himno galés
que Robert Meirion Williams compuso en 1867 al dejar la Patagonia. Esos versos,
que rememoran la fiereza del “anialwch” donde la Colonia semejaba un oasis
perdido, pueden servir de adecuado colofón a esta nota:
“Los hijos de Gomer pensaron seriamente
/ en establecer una colonia para los dignos galeses /
en tierra de la Patagonia… / A pesar de
arrojar las semillas y las plantas,/
para que crecieran benéficas en la
tierra, / no había en ésta casi nada,/
(salvo) la sequedad
devoradora, venenosa, y el viento /y se marchitaron, no brotaron como antes.”
Nota: el autor de
esta nota comprobó que el cartel de bronce está en el Museo Naval de Tigre. También
Patricio Donato confirma la presencia en su blog “Bahía sin fondo” (24/07/13). Respecto
al interesante trabajo de Fernando Williams, se tomó sólo lo referido a la marcha desde Madryn al Valle; pero su tesis desarrolla
una profunda idea referida a la relación entre los colonos y la Patagonia. Sobre
el cuento “51 millas, sin agua”, obtuvo una mención en un concurso de la
editorial neuquina Bekar. Como curiosidad, se sabe que fue coincidente la
estadía en Madryn de Payró, a bordo del “Villarino”, y de Caillet Bois, en la
Sarmiento. Finalmente, la palabra galesa “anialwch” quiere decir, por supuesto,
“desierto”.
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