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domingo, 28 de julio de 2019

EL CUENTO DE HOY



Narración





CUANDO ANDA DE VISITA LA ABUELA SABINA

Por Hugo Covaro (*)





En la noche helada el viento insomne se retorcía en remolinos que arañaban los techos de los ranchos. En ese viento huraño sabían venir misteriosos llamados, extrañas señales del profundo desierto que encontraban eco seguro en el silencio que el miedo ganaba en el corazón de esa gente sencilla. Por el hueco de la ventana entraba la oscuridad de la noche sin estrellas. Los vidrios dejaban caer breves lágrimas como si el frío le hiciera llorar los ojos y aquella tempestad le fuera cerrando el entendimiento. Ese viento parecía no saber nada. O sabía todo pero callaba. “La noche es un camino y el viento es un caminante” le escuchó decir a la abuela Sabina alguna noche como esta.

Tirado en el catre sin poder encontrar la punta al hilo del sueño, el paisano Curillán miraba el techo haciéndose almohada con los brazos cruzados. En alguna parte del instinto rondaba la certeza que esa noche tormentosa la abuela paisana vendría de visita. Pero tendría que conseguir el sueño. Ella viene con el sueño y sólo en sueños habla. Y hay que tener cuidado porque lo que dice no está escrito en ningún libro y si lo estuviera, pocos paisanos saben leer para entenderlo. Todo es dicho y repetido, palabra sobre palabra. Y hay que ser memorioso porque a las palabras se las lleva el viento… y por estos pagos el viento suele soplar fuerte.

Cuando cuenta sus “conversas” con la anciana, pocos le creen. Hasta su hermano Miguel, preocupado, le comentaba al bolichero que creía que el “Chemo” se estaba volviendo loco porque veía a la finada abuela Sabina y hasta que conversaba con ella.
- ¿No será que le está dando mucho al vino?... Que no aparezca aquí no quiere decir que no chupe… ¿cierto?
- ¡Nada que ver! Ni con la comida toma…
- Yo que vos lo haría ver con doña Celestina, la curandera de Mata Guanaco… no te cuesta nada… ella no cobra…
- No es cuestión de plata, don… el asunto es como lo convenzo para llevarlo…
- Algo vas a tener que hacer, Miguel… y pronto.

Como quien no quiere la cosa, se le apareció una tarde. Mateaban y hablaban de los asuntos del campo, del invierno que se anunciaba nevador, de cosas sin importancia, hasta que él mismo trajo el tema de la abuela.
- Anoche me vino a visitar la abuela Sabina –comentó sin darle mucha importancia.
- Sí… y que cuenta de nuevo la viajera –respondió Miguel con un dejo de ironía.
- Nada… habló poco esta vez… se la pasó fumando en su pipa de arcilla hasta que se le terminó el tabaco… me pidió a mí… pero enseguida se dio cuenta que no fumo…
- ¡Ah claro!... bueno, che, te dejo… tengo todavía que hacer unas diligencias en el pueblo… hasta más ver Chemito.

Montó y salió al trote. Un fuerte olor a humo de tabaco le impregnaba la ropa y le llenaba de dudas la conciencia al jinete.




(*) Escritor comodorense. Tomado de su libro “Fuego de leña menuda” (Editorial Universitaria de La Plata, La Plata, 2016).





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