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sábado, 13 de julio de 2019

LA NOTA DE HOY



LOS PRIMEROS EUROPEOS EN LA PATAGONIA


Por Jorge Eduardo Lenard Vives



En la "Carta de 1502", Américo Vespucio detalla el viaje que efectuó ese año para reconocer el sur del continente que luego llevaría su nombre. Allí dice: “Viajamos tanto por esos mares que entramos en la zona tórrida, y pasamos la línea equinoccial por el lado del austro y del trópico de Capricornio, tanto que el polo del mediodía estaba arriba de mi horizonte 50 grados, y otro tanto con mi latitud de la línea equinoccial”. No menciona en el documento haber bajado en tales parajes; ni tampoco los describe. Sin embargo, Roberto Letellier y otros investigadores sostienen que los datos obtenidos por el navegante fueron volcados en los portulanos de Caverio y Kunstmann II; publicados hacia esa época. En dichos mapas figura el inexistente "Río Cananor", cuyo desemboque ubican en cercanías del actual Camarones. Es decir, que habría sido la expedición de Vespucio la pionera en avistar las costas de la Patagonia.

Pero el honor del primer desembarco en ella corresponde a Hernando de Magallanes. El cronista Antonio Pigafetta deja en su diario una minuciosa relación del territorio que reconocen; como así también del encuentro con los patagones. Este último episodio tiene ribetes literarios. Por un lado, significó la introducción en la Literatura universal del dios patagón Settebos; tomado por Shakespeare, Browning, Conan Doyle y varios autores más. Por otro, muestra la inserción de las letras del mundo en la región; con la asignación del nombre a los pobladores originales en recuerdo al libro de caballería "Primaleón", atribuido a Francisco Vázquez, de 1512. También cabe acotar que el asiento de Pigafetta del 1ro de abril de 1520 referido al arribo a la bahía de San Julián, se considera el texto inicial sobre la geografía y los antiguos habitantes de Santa Cruz. Por ello ese día se celebra el “Día de las Letras Santacruceñas".
Hasta aquí la Historia.
Entrando en un terreno en el cual no existen demasiadas pruebas, hay autores que hablan de la presencia de europeos en estas tierras previo a la aparición de los nautas españoles. Uno de ellos es el escritor Florencio de Basaldúa, sobre quién este blog ya publicó una nota (1). En su libro “Prehistoria e historia de la civilización indígena de América y su destrucción por los bárbaros del este” de 1925, expone la teoría de que América había sido poblada por una raza universal; cuyos últimos representantes eran los vascos en Europa. Apoya su tesis en el parecido de algunos términos del vascuence con la lengua tehuelche.
Una historia más reciente, que dio pié al libro en tono de reportaje “Los Buscadores del Santo Grial en la Argentina” de Hernán Brienza; y a la novela “El secreto de la Patagonia” de Jorge Fouga, habla de la presencia de los Templarios en la meseta de Somuncurá. Sobre este tema, Marc Peresi ha escrito el esclarecedor artículo “¿Templarios en Patagonia?” (2).
Cabe acotar que el advenimiento de europeos en la América Precolombina tiene asidero en los hallazgos hechos en Terranova, que apoyan la idea de la llegada de los vikingos a esas costas. Este hecho aislado tiene cierto tono anecdótico; pues la importancia del descubrimiento en 1492 es que a partir de ese momento se incorpora América al incipiente proceso de globalización, que conforma el mundo actual. La incursión escandinava fue numen para la Literatura. Por ejemplo, en “El príncipe Valiente en el Nuevo Mundo”, uno de los episodios de la historieta que Harold Foster inició en 1937 y editó en forma de libro en la Argentina la colección Robin Hood, el príncipe llegaba al continente americano e interactuaba con los naturales del lugar.
Pero hubo teorías insólitas que creían ver en los primitivos habitantes de América descendientes de griegos, españoles o incluso hebreos. Una de esas corrientes citaba a la Atlántida como origen de esos pueblos. Esto fue descartado por el etnólogo José Imbelloni, quien si bien en su libro "La esfinge indiana" de 1926 admite una corriente pobladora desde la Polinesia, niega en “El libro de las Atlántidas” la otra fabulosa posibilidad. Tal especulación alimenta la trama de la novela "La leyenda de Guagueren", de Fernando Nelson; que fantasea sobre la relación entre la mítica polis y la Patagonia. Es interesante señalar que Imbelloni dedicó una gran parte de sus escritos a la región, con títulos como “Un arma de Oceanía en el Neuquén”, “El toki mágico”, “Fuéguidos y láguidos” y “Los patagones”. Su “Nota sobre los supuestos descubrimientos del doctor J. G. Wolff, en Patagonia”, en tanto, nombra a un explorador que dijo haber encontrado una “ciudad” prehistórica con influencias micénicas en el Lago Cardiel.
No es de extrañar que hayan sido ideas como estas las que inspiraron a Dante Quinterno, en 1936, el origen egipcio de los antepasados del cacique Patoruzú. Tal hipótesis fue tomada en serio por Thor Heyerald, quién, luego de unir en 1947 la costa peruana con la Polinesia en su balsa “Kon Tiki” para demostrar la plausibilidad del poblamiento americano desde Oceanía; en 1970 navegó el Atlántico con la balsa “Ra II”, para apoyar la idea de un cruce desde el país de los Faraones.
Muchas veces estas conjeturas recurren a un creativo discurso. Pero si hay al respecto un relato imaginativo, es el que menciona William Meloch Hughes en su obra "A orillas del río Chubut". Al hablar de los tehuelches, dice: “No soy suficientemente crédulo como para creer en la existencia de indios galeses en el norte del continente americano, descendientes de Madoc Ap Owen Gwynedd y sus acompañantes que zarparon desde Gales en el año 1170 en trece naves de las cuales nunca se supo más nada. Aunque algunos suponen que llegaron a la América, estableciéndose allí. Sí así fuera, estaría propenso a creer que estos tehuelches tienen alguna relación con los mismos. Hay muchos nombres en su idioma que se parecen mucho al galés como Gaiman (Angostura), Llancueco (campamento al lado de un arroyo de agua), Llancueche (nombre de un lago de las montañas) y Coetir (zona arbolada). Pero hay que dejar estas suposiciones, ya que no se puede comprobarlas de ninguna manera”.
La leyenda de Madoc Ap Owen, a quien se señala como integrante de una verdadera dinastía galesa, cobró fuerza a mediados del siglo XVI. Como indica Hughes, algún colono del Norteamérica hizo comentarios sobre pueblos originarios que hablaban galés; conseja que llega a Inglaterra, donde tiene cierta difusión. Sin embargo, ni la figura de príncipe galés ni el relato sobre su viaje aparece en bibliografía alguna anterior a 1492; y la fábula no resulta en modo alguno verosímil.
La Historia documentada, y el estudio de la proto historia y de la prehistoria, hablan del poblamiento inicial de la Patagonia por los seres humanos que durante las glaciaciones migraron desde Asia a América por el estrecho de Bering y siguieron su osada marcha hacia el sur, hasta el fin del mundo; y del reencuentro con sus hermanos que habían quedado en el Viejo Continente, casi 14.000 años después. El resto es terreno de la suposición y de la creación literaria.


(1) Nota de Literasur del 03/11/11 (http://literasur.blogspot.com/2011/11/la-nota-de-hoy_3.html)
(2) Peresi, Marc. “¿Templarios en Patagonia?”. Blog “Evangélicos en Patagonia”. 19/09/2016 (https://patagoniayprotestante.blogspot.com/2016/08/templarios-en-patagonia.html).



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