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miércoles, 22 de julio de 2020

LA NOTA DE HOY




SOBRE EL DEPORTE Y LOS LIBROS

Por Jorge Eduardo Lenard VIVES




Hace un tiempo, la escritora Olga Starzak publicó en estas páginas un artículo llamado “El fútbol como objeto de la creación literaria” (*); que hablaba sobre la relación entre ese deporte y la Literatura. Luego de dar diversos ejemplos de cómo las letras reflejan tal actividad lúdica, la autora concluía que “la Literatura abarca todos y cada uno de los temas de la vida; y el fútbol forma parte de ellos”. Si se generaliza ese concepto, puede decirse que el deporte, en todas sus variantes, es parte de la vida. Por ello, no es llamativo que muchos autores lo hayan tomado como tema para sus obras de ficción. Se aclara “de ficción”, porque –salvo unas excepciones que va a ser necesario citar más adelante- quedan fuera de esta nota los numerosos, numerosísimos, ensayos y otras muestras del género didáctico que tratan sobre el tema. 

En muchas narraciones cortas y largas de ficción de diferentes países se apela a una trama deportiva, en sus distintas variedades: “Muerte contrarreloj” de Jorge Zepeda Patterson (ciclismo), “Mi cuñadito” de Rubén Rodríguez Lamas (básquet), “El precio de la victoria” de Sara Brown (tenis), “Tenías que ser tú” de Susan Elizabeth Phillips (fútbol americano)… La lista sería interminable; incluyendo las obras de varios premios Nobel: el capítulo que Thomas Mann dedica al esquí en “La montaña mágica”, el cuento “El río de los dos corazones” y los párrafos de “Islas en el Golfo” que Ernest Hemingway escribe sobre la pesca, la novela “El miedo del portero ante el penalty” de Peter Handke. Las sensaciones de diverso tipo que el ejercicio físico recreativo despierta en el ser humano fueron objeto de atención por parte de los escritores.

¿Y en la Literatura Patagónica?

Sin dudas una de las primeras menciones debe ser a Osvaldo Soriano, quien recordando su juventud en Cipolletti, volcó en el volumen “Cuentos de los años felices” algunos relatos futboleros ambientados en la zona. Uno de ellos es “El hijo de Butch Cassidy”, que narra el mundial “realizado” en Barda del Medio en 1942; singular copa del mundo con particulares reglas, disputada por una insólita nómina de equipos. Esta pasión de unir el juego de la pelota y las letras, originó hace un par de años en Puerto Madryn un concurso literario de narrativa organizado por la “Liga de Fútbol Valorado”. Si bien en su primera edición la temática era sólo sobre el balompié, en la segunda ya se amplió su alcance a todas las disciplinas deportivas.

Al tener un alcance universal, no es ajena la región a la atracción por el fútbol; pero hay otros deportes con particular incidencia en la Patagonia. Verbigracia, la natación y el submarinismo. El cuento “Séptima dimensión” de Margarita Borsella, hace referencia a una entusiasta de la apnea que, al zambullirse en el mar para disfrutar la visita a un buque hundido, sufre un incidente y una extraña vivencia. Si bien no se encuentran demasiados antecedentes del tema en la zona, es oportuno hacer aquí una excepción a la norma impuesta en esta nota –“hablar sólo sobre obras de ficción”– y mencionar el libro “Buceando recuerdos” del madrynense Pancho Sanabria; una interesante evocación de la historia del buceo nacional.

Otro de esos deportes de arraigo patagónico es el esquí. Una de las pocas novelas que lo toma como parte de la trama es “Magia blanca”, de Eduardo Gudiño Kieffer. Pero no ocurre en la Patagonia, sino un poco más al norte; en las pistas de Las Leñas, en Mendoza. No hay muchos otros ejemplos de ficciones sobre el tema; pero sí de ensayos. Por eso, volviendo a apelar a la premisa de citarlos cuando se cree necesario, se menciona como ejemplo el libro “Historia del esquí en Bariloche”, de Schatz Bachmann; que describe el desarrollo de la afición en esa zona. La otra cara de las montañas, el andinismo –mientras en el esquí se disfruta descendiendo, en la escalada el placer es ascender– ya fue tratado en este blog tiempo atrás (**), por lo que no se volverá a mencionar la vasta bibliografía que habla sobre ese deporte. Sólo se hace referencia a un par de piezas de ficción halladas sobre el particular: los cuentos “Tinieblas impenetrables” de Olga Starzak y “Juntos” de Martha Perotto.

Las carreras de autos siempre tuvieron arraigo en las localidades del sur; con algunas manifestaciones clásicas como las competencias de “Ford T” del Valle del Chubut, los “hot rod” en Comodoro Rivadavia o el rally “Vuelta de la manzana” de Río Negro. Parte de esas expresiones fueron las legendarias pruebas de turismo carretera que se desarrollaban en la ruta varios años atrás; y que el escritor Jorge Honik nos recuerda en unos párrafos de su cuento “Gondwana”. Allí remeda las transmisiones radiales por medio de la cuales se seguían las vicisitudes del certamen:

Los fluidos radiales volvieron a encontrarse y estallar. Una voz se irguió sobre la otra hasta ahogarla. Por sobre el lento monólogo, Gambino, erizado por la excitación, gritó frenéticamente: “¡El número cincuenta y nueve ya pasa por el palco oficial! (¡Brrrmmmm!) … ¡El cincueeentaynueeeve! ¡D´Onofre, identifíquenos a ese coche por favor!

Y más adelante:

… aquí viene Antonio Díaz con alguna información. Adelante, Antonio.
-Sí… eeeh... gracias, Juvenale… Emm… sí… quería decirles que… mm… tenemos la confirmación del pasaje del número cincuenta y nueve… uhhh… no tengo aquí la identificación y le agradecería a D´Onofre que nos la diera… (desde una frecuencia de onda que transformaba la voz humana en una ininteligible ronquera electrónica, llegó la voz de D´Onofre supuestamente proporcionando la requerida información) …gracias…. uhhh… D´Onofre… Repito entonces… el cincuenta y nueve acaba de pasar por… Laguna Blanca, hace aproximadamente cuatrooo… cuatro minutos.
- Gracias Díaz.
- De nada… mm… Juvenale.

Después de realizar este rápido e incompleto recorrido por el tema, se podría afirmar que no es raro que el deporte se refleje en la Literatura. Extraño sería que no lo hiciese, en especial en su faz “activa”. Pues el deporte tiene dos faces: una contemplativa, en la cual el simpatizante lo ve como espectador – que da pie a la aparición del “profesionalismo” -; y otra activa, donde es el mismo aficionado quien lo practica. Esta última faceta es muy acorde a la experiencia literaria; pues del hecho en sí surgen las emociones íntimas que generan una sensación de gozo inmanente a la condición humana. Una cosa es verlo; y otra sentir la euforia de driblear la pelota entre un par de rivales y embocarla con un tiro certero en un ángulo inalcanzable del arco, de escuchar el sonido de las tablas deslizarse sobre la nieve obedeciendo al antojo del esquiador al menor cambio de peso, de esquivar el tackle de un contrario y arrojarse con la guinda bajo el cuerpo justo en medio de la “hache”, de sumergirse en el reino silencioso del agua clara y ver el magnífico espectáculo de lo subacuático donde cada rasgo adquiere otra dimensión, de cruzar la meta después de correr varios kilómetros con el cuerpo casi exánime pero el alma llena por haber vencido las propias flaquezas, de experimentar el gozo de hacer cumbre luego de haber superado en la roca unos cuantos pasajes de distinto grado de dificultad…

¡Claro que esas son sensaciones para ser llevadas a la Literatura!




(*) “El fútbol como objeto de la creación literaria”. Olga Starzak. Literasur, 10/07/2010.
(**) “La Literatura de montaña”. Jorge Vives. Literasur, 21/07/2015.

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