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lunes, 30 de octubre de 2017

LIBROS DE AUTORES PATAGÓNICOS



COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE PUBLICADO
“LA MAREA” DE PABLO LOMBARD (*)




“La Marea” es una playa de San Antonio Oeste. Y “La Marea” es también el título del volumen de cuentos publicado recientemente por Pablo Lombard; cuyos relatos transcurren en esa localidad patagónica a orillas del mar. A partir de tres sucesos cotidianos – la pinchadura de la rueda de un auto, un velorio, una travesura infantil -, el autor desarrolla sendas tramas que apuntan al desamor, a la muerte, al miedo y la desesperación, como categorías universales.

En el primer relato, “Giros (La máquina de pensar en Gladys”), la acción está signada por las vueltas que desarrolla la indiscreta cubierta de un vehículo, que pone en evidencia ante todo el pueblo la ruptura sentimental del protagonista. En ese microcosmos no se necesita de redes sociales para difundir la noticia; basta ser visto al recorrer las calles de la ciudad o pasar por la plaza. A la desazón del novio abandonado, se agrega el agobio del calor de una tarde de verano; omnipresente a lo largo de la narración cuyo final llega como el alivio de un chapuzón en el mar.

“México 86”, el segundo cuento, divide su texto en partes encabezadas por colores (Celeste, Negro y Gris), que dominan la escena que se describe. Es una obra que detalla muy bien las sensaciones que puede sentir un niño enfrentado por primera vez con la muerte. Está formado por trozos de recuerdos, sobre todos visuales, narrados en una forma precisa; que permite ver con los ojos del protagonista las escenas que se suceden. El desenlace de la trama también llega, como en la anterior pieza, en tono de anticlímax.

Por su parte, la tercera historia, “Mudanza (La Marea)”, reseña los preparativos para una mudanza familiar, con todos los sentimientos que implica dejar un lugar donde se ha vivido. Pese a esa carga emocional es, en cierto modo, una actividad común, sin mayores complicaciones; que de repente se transforma en una tragedia. En este texto sobresale el empleo del diálogo, casi ausente en los anteriores cuentos, que revela una adecuada técnica; ya que se presentan naturales y espontáneos. Tiene un final semi abierto, aunque lo suficientemente cerrado para satisfacer al lector.

Los versos de Armando Tejeda Gómez que encabezan el volumen, tomados de su “Canción de las simples cosas”, da tal vez la clave para entender el numen creativo de Lombard: “Uno vuelve siempre / a los viejos sitios en que amó la vida, / Y entonces comprende /Como están de ausentes las cosas queridas”. Hay mucho de nostalgia en las palabras del autor; como un recuerdo permanente de otros días entrevistos a través de la tenue neblina del tiempo, que le otorgan una imagen plástica. Se refiere a un tiempo inicial (e iniciático) en el cual se descubre la muerte, el desamor y el miedo; pero también quizás, como contrapartida, el amor, el valor de la vida y el coraje.

La prolija edición, con una fotografía de Mariana Lombard ilustrando la tapa y una breve biografía del autor en la contratapa, autoriza la reproducción citando la fuente (buen recurso para lograr que los textos de un escritor, cuyos derechos intelectuales ya están de manera conveniente defendidos, puedan ser difundidos de modo libre; lo que resulta de especial importancia en la Patagonia). Abusando de dicha anuencia, se transcribe un párrafo completo de sus textos; breve muestra del estilo del autor:

“Apartado, en una habitación dentro de la sala, estaba el cajón custodiado por una enorme cruz colgada en el fondo y un montón de flores a los lados. Me quedé helado. No entré, miré desde afuera lo que sucedía sin entender demasiado. Había una sola persona acompañando la escena, apoyada en el borde del cajón lloraba mientras sostenía su mirada en el interior. Lo miraba a él, no había dudas. Él estaba ahí, pero a la vez no estaba. Era algo confuso y muy triste.”

Esperemos tener pronto más noticias de este escritor rionegrino, nacido en Luis Beltrán en 1982. Por lo pronto, quienes accedan a este libro van a poder disfrutar de una lectura amena; que ojalá sea sólo el preámbulo de nuevas obras de su autoría, las que serán, sin dudas, bienvenidas.


J.E.L.V.



(*) “La Marea”. Lombard, Pablo. La Cebolla de Vidrio Ediciones, Neuquén, 2017. Mail del autor: pablolombard@gmail.com. Blog del autor: www.nqnkuru.blogspot.com.


viernes, 7 de julio de 2017

COMENTARIO A UNA OBRA PUBLICADA RECIENTEMENTE




COMENTARIO ACERCA DE UN LIBRO RECIENTEMENTE PUBLICADO
“EL GALLO CANTA A MEDIANOCHE”, de CARLOS DANTE FERRARI (*)


Por Jorge Eduardo Lenard VIVES



La lectura de “El gallo canta a medianoche”, de Carlos Dante Ferrari, genera la sensación de haber hallado un libro que dejará huellas en la Literatura regional; y que muestra sobrados méritos para ser reconocido a nivel nacional. Como en sus anteriores títulos “El riflero de Ffos Halen” y “Ritual de Siesta”, el autor recurre a sucesos reales del pasado regional como excusa para crear una obra de inquietante ficción.

En esta novela pueden reconocerse tres ejes temático-estilísticos, sobre los cuales se apoya el interés que despierta el texto en el lector: una trama apasionante, relacionada con lo sobrenatural; una escritura amena y ágil; y una nostálgica reconstrucción del ayer valletano.

El argumento, pese a tratarse en el fondo de una manifestación del género policial, ingresa en el terreno del intimismo; y se entremezcla con la vertiente fantástica. Aparece la magia en su variante más obscura; y también en su faz de atenuado y ambiguo esoterismo. Pero también surge la explicación lógica y racional a todo lo que sucede; que trae una y otra vez a la realidad la imaginación del leedor exaltada por la narración. Esta intención se reafirma en las citas de Sigmund Freud y James George Frazer agregadas en las solapas de la edición; con alusiones al origen de la magia en la mentalidad primitiva, como arbitrio para enfrentar a la naturaleza hostil y a sus propios congéneres. Sin embargo, al final, como un guiño del escritor al estilo de la ambigua sonrisa del gato de Cheshire, queda flotando la sombra de la duda; que inclina la balanza un poco más hacia el lado de lo obscuro y lo latebroso.

El autor recurre, para ayudar a crear la sensación de incredulidad suspendida que reclama a quien lee, a la cita erudita de bibliografía y autores reales; como Harvey Spencer Lewis y su “Envenenamiento Mental”, el “Corpus Hermeticum” de Hermes Trismegisto o el “Tratado elemental de magia práctica” de Papus. Se introduce también en el terreno, más escabroso, de la cábala, la gematría y sus coincidencias numéricas; y en el mundo de las ceremonias iniciáticas y los ritos secretos, que colman la imaginación de los que buscan escapar a la desesperante y prosaica realidad de lo cotidiano. El campo no es ajeno a Ferrari, quien en su anterior creación “Visiones en la Torre”, explora el ámbito de la metempsicosis y el mesmerismo.

Con relación al segundo eje, la presencia de un estilo ameno y ágil, es una característica que se materializa, a su vez, en la descripción de lugares y situaciones en un lenguaje claro y conciso, sin aditamentos innecesarios, en un adecuado manejo del diálogo; y en el recurso a desarrollar la historia en capítulos cortos que, como los peldaños de una escalera, permiten avanzar en la lectura sin provocar tedio. La prosa del autor es nítida y va directo a su objetivo; aunque se adorna con recursos literarios variados y frases que presentan pensamientos originales y profundos, de esos que engalanan la producción de los buenos escritores. Por su parte, las conversaciones entre los personajes son naturales; emplean palabras cotidianas sin caer en la exagerada vulgaridad que acostumbran muchas veces a mostrarnos las letras actuales. En tanto a su estructura, el arbitrio de recurrir a los capítulos de pocas hojas, introduce los hechos de una forma gradual y sutil. Se comienza con una bucólica evocación de la infancia del protagonista, que parecería predecir una sencilla historia de inmigración y desarraigo; y se encuentra, en el momento menos pensado, en un escenario signado por el misterio y el crimen.

Respecto a la cuidadosa evocación del pasado del Valle del Chubut, orientada a la década de los años cuarenta del siglo XX, cuando suceden los hechos principales que se narran; se basa no sólo en el conocimiento de un descendiente de familias fundacionales del valle, donde se reúnen comentarios sueltos oídos de chico, charlas con amigos memoriosos y leyendas urbanas que el viejo poblador conoce; sino también en una búsqueda paciente en archivos periodísticos e históricos de diversas instituciones. Ello da lugar a la vívida remembranza de una época de la zona que dejó muchos recuerdos en sus habitantes.

El volumen puede ser leído como una obra de ficción; sin aditamentos. No se necesita conocer Trelew, ni Gaiman, ni el Valle del Chubut para disfrutar de sus páginas; porque Ferrari adhiere al ideal tolstoiano de pintar la aldea para pintar el mundo, y sus palabras superan lo local para tocar un tema universal: el camino que lleva de la obsesión a la muerte. Pero también es un homenaje a su lugar natal. El autor logra de esa manera un efecto que trae a la memoria las páginas del “Crimen y castigo” de Fedor Dostoievski. Profundamente ruso, Dostoievski no puede dejar de retratar los lugares familiares de San Petersburgo donde transcurren las acciones; el marco necesario a los hechos que ocurren.

Esa referencia trae a colación otra característica común de ambas creaciones: las dos son novelas policiales, que recorren el camino desde el crimen al castigo. Y en las dos se conoce el victimario; y la trama se centra en averiguar sus motivos. En un caso, previo al homicidio; en el otro, a posteriori. Lejos de los lugares comunes de la temática contemporánea regional, el texto de Ferrari incursiona en los temas realmente universales, sin perder de vista que el escenario de la narración es familiar y reconocible.

Para resumir, este libro es una Novela. Así, con mayúsculas, para remarcar que cumple con la problemática de la ficción literaria: una creación que entretiene y hace pensar. Pero que entretiene sin caer en lo frívolo y chabacano; y que hace pensar sin derivar en el ensayo de psicología, sociología o política, errores tan frecuentes en la escritura de hoy. Es una verdadera Novela. Y, como sabe el entendedor, eso es mucho decir. Dar la bienvenida al panorama literario regional de esta obra es un honor; leerla es una necesidad para entender los nuevos caminos que se abren a la Literatura Patagónica.


J.E.L.V.




(*) “El gallo canta a medianoche”. Ferrari, Carlos Dante. Literasur, CABA, 2017. Tapa de Ivana Ferrari. En la contratapa, el autor del libro agradece al diario “El Chubut” y al Espacio de Arte Mudich.


jueves, 22 de junio de 2017

COMENTARIO A UNA OBRA RECIENTEMENTE PUBLICADA

COMENTARIO SOBRE UN LIBRO RECIENTEMENTE PUBLICADO





“DESTELLOS PATAGÓNICOS”, DE SERGIO PELLIZZA (*)






Hay libros que se leen con gusto desde el mismo título. Tal es el caso de “Destellos Patagónicos”, de Sergio Pellizza; cuyo contenido hace honor al nombre que lo identifica. Porque cada uno de los relatos y cuentos del volumen presenta, como dice la definición de la Real Academia Española, “un resplandor vivo y efímero”. Vivos porque están narrados con una prosa clara y descriptiva; y efímeros por su brevedad. Pero no serán para nada pasajeros en la memoria de quien los lea; que largo tiempo los va a atesorar como ejemplos de una buena escritura, amena y reflexiva.

De cuidada manufactura, la obra muestra en su tapa la fotografía - prolongada en la contratapa– de un paisaje bien sureño: el macizo del Monte Fitz Roy, con la mole del cerro Chalten y las Agujas Poincenot, Guillaumet, Saint Exupery, Juarez, Val Biois y Mermoz. Reúne setenta y siete textos. La mayoría de ellos están ambientados en la Patagonia (como “El juicio”, “Orkeke, el cacique amigo”, “La voz no escuchada”), aunque algunos lo hacen en otras latitudes (“El ojo de la cerradura”, “Un día especial”, “El sendero”); y aún hay otros que no presentan un escenario geográfico definido (“El Globo”, “La física del amor”) o son mundos imaginarios (“La rebelión de los mapas”, “Los colores celosos”). Respecto a su temática, varios de ellos se basan en sucesos históricos (“El grumete”, “La gran María”), pero otros tienen argumentos de índole más general (“La hoja de papel en blanco”, “El arcoíris del horizonte”) ; y también los hay con tramas decididamente fantásticas (“El post mortem de don Tito”, “El acelerador de partículas”), incluyendo contenidos de la mitología aonikenk (“Brillantes nacimientos múltiples”, “El idioma de la luna”).

Cabe aclarar que en aquellas narraciones inspiradas en un hecho del pasado, siempre el escritor agrega un toque de ficción o de poesía que las apartan de la simple nota histórica. De todas maneras, es indudable que la Historia es uno de los ejes sobre los cuales Pellizza monta su obra. Otro de los trazos axiales es la ecología; de la cual se muestra férreo defensor. También la geografía de la Patagonia se presenta como uno de sus hilos rectores. Y hay una huella más que atraviesa sus escritos: lo fantástico. El autor gusta introducir el elemento fabuloso en sus creaciones, que le dan a sus palabras un tono imprevisto y variado.

Algunos párrafos entresacados de sus obras muestran su claro estilo. Por ejemplo, en “El oído y la voz del viento” dice: “La misteriosa Patagonia guarda entre sus misterios algunos que son especiales y particularmente bellos, sólo contados a aquellos que saben escuchar con la paciencia infinita de la gente del campo, que se abre a los sonidos, y a veces imágenes, de aconteceres de hace muchos años o no tantos. Como las comadres del vecindario difunden los comentarios; el viento es el portavoz de la meseta y el que traslada de un lugar a otro los recuerdos. Este viento puede soplar muy fuerte y erosionar los montes y los rostros, o suave brisa que roza con ternura y caricia. Puede quedarse quieto inmóvil. Es en este estado cuando toma el perfume de las flores y también escucha lo que dicen los que ya no están.”

Por su parte, en “El observador” describe: “El ojo del observador en lo alto de la meseta, ve muchas cosas que no cambian. El sol poniente sobre la precordillera lejana. El paso de un año que inventamos en nuestra mente y en los calendarios no es nada comparado con las rocas que hace miles de años miran el pasar del agua allá debajo. ¿Cómo puedo decir que en esta especial perspectiva de tiempo distancia, en esta Patagonia de horizontes infinitos, que este hoy de 16 abril de 1850 no es el mismo de hace 10 años, de 100 años, de 1.000 años? Es igual…”

En el prólogo, Silvio Coppola afirma: “Un libro instructivo, interesante y muy fácil de leer. Sus temas son originales, curiosos y siempre con desenlaces inesperados. Quizás este libro sea el principio de otros, ya que el autor está en plena producción e indudablemente se le requerirán nuevas publicaciones”. Y en la introducción, se aclara: “Sumergirse en la presentación de este libro de cuentos inspirados en temas patagónicos, es como ver al autor que observa, mira y escribe sus sentires disparados por el paisaje y sus habitantes. Allí pasan cosas que asombran y a su vez, provocan en la imaginación de quién lee, imágenes únicas e irrepetibles que se convierten luego, en propiedad exclusiva del lector”.

Al intentar resumir la impresión que este texto causa en el lector, surge, asociado con el término “destello”, definido también como una “ráfaga de luz que se enciende y amengua o apaga casi instantáneamente”, la idea de la visión de una estrella fugaz contra el fondo del cielo obscuro de una noche patagónica. Porque la obra de Sergio Pellizza es así: recorrer sus páginas es como observar una de esas lluvias de meteoros cuando la Tierra atraviesa las Acuáridas o las Perseidas; y contra el firmamento austral que cubre la meseta pueden verse miríadas de luces, que se contemplan con un gozo estético que recuerda al que se experimenta leyendo los cuentos de este libro.


J.E.L.V.




(*) “Destellos Patagónicos”. Pellizza, Sergio”. Editorial Dunken, CABA, 2017.


martes, 23 de mayo de 2017

COMENTARIO A UNA NUEVA OBRA




COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE PUBLICADO
“CON LOS OJOS DEL PUMA – AVEC LES YEUX DU PUME”
POR HUGO COVARO (*)


Salvo para aquellos que dominan a la perfección un idioma distinto al natal – los hay quienes entienden varios – la traducción de una obra literaria adquiere un valor supremo. Los políglotas tienen la suerte de recorrer las páginas de un libro en su idioma original como si lo estuviesen leyendo en el propio; y disfrutan de esa lectura de primera mano. Pero a los demás mortales se nos hace imprescindible la intercesión del traductor.

La traducción es un arte en sí mismo, que permite poner a disposición de los lectores de otras naciones la obra vernácula y posibilita que el autor sea conocido allende las fronteras. Aunque ello también implica que el ejemplar deba ser distribuido – y “distribución” es una palabra compleja para la producción patagónica – en esas lejanías. Sin embargo, en los últimos años, con el arribo a la región de turistas de todas partes del mundo, está la chance de que los libros sean adquiridos por esos paseantes en sus tours. Todo buen lector que haya recorrido países de lengua extraña, conoce la alegría de encontrar algo escrito – bien escrito – en su propia lengua. Y más cuando trata sobre el sitio que visita, lo que permite llevar no sólo material de lectura sino un recuerdo del lugar.

Hugo Covaro ya incursionó dos veces en la traducción de su obra: primero al inglés, con un volumen que reúne varios de sus textos titulado “Patagonia. Pequeñas Historias – Patagonia. Little histories”; y luego al francés con “El chamán y la lluvia – Le chamán et la pluie”. Vuelve ahora junto con Jean Claude Parat, traductor de la novela anterior, a llevar una obra suya al público galo: “Con los ojos del puma – Avec les yeux du puma”. Es así que el idioma de Racine, que es el de Jean Parat, es ahora también el de Hugo Covaro; merced a la maestría de quien lo transliteró.

Además del valor agregado que implica la versión francesa del texto, la nueva edición de “Con los ojos del puma”, permite un reencuentro con esa obra fundamental de Covaro; publicada por primera vez en el 2000. Al recorrer sus páginas se encuentra toda la poesía de este verdadero cantor de la Patagonia, cuya prosa sabe recoger la esencia de la región.

Las vidas de los personajes de Covaro se entrelazan en el tejido macizo y multicolor de una matra; cuyo telar tiene como urdimbre la historia de María Rumay y Emiliano Villaverde. Ellos – y también el águila mora y el puma - son los protagonistas de la narración; el resto de los personajes son sombras alrededor de la anciana. Como Nicolás Millaqueo, su marido, o los padres de Ramón Martínez, su nieto. O el mismo Ramón quien, aunque un poco más presente en el relato, es un actor secundario que sólo funge de testigo privilegiado de los momentos finales de la historia. Pero Ramón es un personaje interesante; su pasado es confuso y extraño. Tal vez por eso Covaro lo hizo luego protagonista de otra novela, “Los dueños del fuego”.

El argumento va y viene en el tiempo, con múltiples raccontos que retornan una y otra vez al presente; donde la machi inicia a su aprendiz en los arcanos de su sapiencia. Así como la trama se mueve en el tiempo, también lo hace en el espacio; aunque en un microcosmos, en una región no muy extensa entre la cordillera y la meseta, cuyos puntos extremos son la Estancia La Porfía al este, y el Puesto de Márquez y el Sitio Sagrado al oeste. En esa precordillera de matices ambiguos, Covaro inicia la historia con un par de párrafos que marcan el calibre de la escritura que seguirá después:

“Inmóvil, la mujer miraba el vuelo del águila. Como una flecha de sombras surcaba las distancias azules, tan alto que a veces sólo era una muesca pequeña en el lienzo infinito del cielo. En sus ojos se repetía esa silueta bruna, como un dardo lanzado desde un sitio de ese inmenso territorio, para herir en pleno rostro al asombrado mediodía. Siguió mirando hasta que el ave, remontando invisibles pendientes, desapareció tras los blancos penachos de la cordillera. Lentamente volvió hasta la casa y la oscura boca de la puerta se tragó entera su encorvada figura.”

Y en la versión francesa:

“Immobile, la femme observait le vol de l´aigle, semblable à une flèche sombre zébrant l´azur lointain, si haute que parfois elle n´etait plus qu´une fine entaille sur la toile infinie du ciel. Dans ses yeux se reflétait cette ligne brune, comme un dard lancé depuis un quelconque endroit de cel immense territoire, pour blesser en plein visage le milieu de journée stupéfié. Elle continua à l´observer jusqu´à ce que l´oiseau, remontant d´invisibles pentes, disparaisse derriére les panachés blancs de la cordillère. Lentement elle revint vers la maison où la bouche obscure de la porte avala toute entière sa silhouette courbèe.”

La iniciación de Villaverde, guiado por Reumay para aprender los secretos del chamanismo que lo transformarán en un “uámenk” blanco, llena la obra; desde su predicha aparición hasta el momento en que, borrando los rastros de la existencia de su “entrañable maestra”, toma el lugar de la “uámeckshon” que ha partido a reunirse con sus antepasados. El narrador describe así esa transformación, en las escenas finales:

“Ciego de luz, poseído por esa visión incomprensible, se veía arrastrado hacia esa puerta que esperaba al final del túnel, para develarle en un pestañeo, el origen de aquellos sortilegios. Y fue un destello, un breve refucilo alumbrando la escena donde la vieja casa de la chamana, reflejaba su precaria marinería en las aguas dulces del arroyo. Un pequeño humo izando su blanca bandera en la tarde quieta. Luego el fuego.”

Y en francés:

“Avegle de tant de Lumière, possédé par cette visión incompréhensible, il se voyat trainé vers cette porte qu´il espérait au bout du tunnel, por lui dévoiler en un clin d´oeil, l´origine de ces sortiléges. Et ce fut une étincelle, une brève fulgurance éclaraint la scène où le vielle maison de la chamana reflétait sa précarité marine dans les eaux douces de la rivière. Une petite fumée hissa sa bannière dans la tranquille après-midi. Puis le feu.”

Con un excelente dibujo de tapa de Orly Mayorga y una cita introductoria de Italo Calvino, el volumen, de edición bifronte invertida, agrega una ilustración: el mapa de la comarca donde transcurre la acción, para guía del lector. Y al final de la obra – de las dos obras – el vocabulario que tanto auxilia a quien recién incursiona en la geografía y la historia patagónica.

Quien lea por primera vez este libro, ya sea en francés o en castellano, va a encontrar una creación que lo deleitará y lo hará reflexionar; un texto ameno que mantendrá su atención y lo llevará a conocer la Patagonia a través de símbolos que son arquetípicos. Quien lo relea, se reencontrará con uno de los escritores más significativos que tiene la Literatura regional; cuyo nombre es referencia obligada al hablar de las letras australes.


J.E.L.V.






(*) “Con los ojos del puma – Avec les yeux du pume”, de Hugo Covaro. Editorial Universitaria de La Plata, La Plata, 2016. Edición Bilingüe.

jueves, 23 de marzo de 2017

COMENTARIO A UNA NUEVA OBRA PUBLICADA




“SILENCIO” POR MARGARITA BORSELLA (*)



El Diccionario de la Real Academia Española, define el término “Antología” como una recopilación de trozos literarios escogidos. No aclara sobre el criterio de tal selección; pero un rápido análisis del género permite inferir que pueden reunirse allí cuentos, poemas o una combinación de ambos. También se advierte que pueden convivir en su contenido varios autores, adunados con un criterio de afinidad temática o convivencia espaciotemporal; o resguardar frutos de una misma pluma. En ese sentido, cualquier libro de cuentos o poemas podría ser considerado una forma de florilegio. La presencia de esta variante editorial en la Literatura Patagónica amerita, de por sí, una investigación.
Hay una vertiente de este tipo de trabajo que se podría llamar “antología personal”, en la que el propio autor junta sus textos con parámetros íntimos; que a veces pasan desapercibidos para el lector y otras veces son explicitados por quien los creó. En esta clase de antologías se puede incluir el libro que se comenta hoy: “Silencio”, de Margarita Borsella.
La escritora reúne aquí siete relatos y dieciocho poemas; que abarcan parte de su actual producción literaria. Entre la prosa se encuentran textos premiados, como “Séptima dimensión” y “Nudos”, otros llenos de significados subjetivos en los que los límites entre ficción y realidad se desdibujan, como “Tarde de domingo”, “El 2013 llegaba” y “Las cuatro y diez”; y un par de títulos, “Incondicional” y “Vestidos de sal”, que incursionan en el género del micro-relato. Un párrafo de este último, muestra el estilo de Margarita, que deja entrever más que describir:
“Por serpenteantes caminos de polvo caliente llegó a la playa, donde quiso montar y remontar gigantescos caballos blancos, que galopando desde el horizonte, estallaron furiosamente contra los médanos”.
Por el lado de la poesía, se percibe la presencia de dos grupos de obras. En uno de ellos se detectan elementos patagónicos que, lógicamente, son parte esencial de la autora y sólo actuando de manera inauténtica podría eludirlos. Entre esos poemas se hallan “Poema para el Lago Rivadavia”, “Atardecer en el arroyo”, “Mi lobo de Pardelas”, “El solito”, “Parábola rosada en el cielo” y “Entre las bardas”; del cual se extractan estos versos:
“Entre vendaval, greda y coirones
ve sacudir al desierto en translúcidas ondas.
Por bardas, altares y embalse,
tremola hacia el valle con sus nubes insulares”.
Otro conjunto, de tono más intimista, abarca “¿A quién?”, “Nos da que hablar”, “A ti te hablo...”, “Brisas”, “Delirio”, “Despierto”, “Imaginé”, “Miedo”, “¿Será imposible?”, “Tallarines de un jueves”, “¿Por qué” y el que da título al libro, “Silencio”:
“Silencio,
silencio ineludible
en el que se tejen penas
desovillando ausencias...”
La obra agrega imágenes a las palabras, una tendencia que la autora ensayó desde los inicios de su carrera creativa; y que otorga una dimensión más a sus escritos. La Literatura ilustrada, o la ilustración en la Literatura, es otro aspecto que resultaría interesante estudiar en lo que hace a las letras regionales. En este caso, las fotografías, en color en la portada y en blanco y negro en el interior, corresponden a tomas de la misma Margarita; quien ha obtenido varios premios en el Eisteddfod del Chubut por su arte. Algunas de las figuras tienen relación directa con el tema del texto al que acompañan; pero, en ciertos casos, el factor común queda entre los interrogantes que plantea la autora.
Margarita quiso dar a este volumen un agradecido tono familiar; que se inicia con las dedicatorias y se manifiesta, con fuerza, en el hecho de confiar a sus hijos la redacción del prólogo y del epílogo. Ambos cumplen su cometido; por lo que parece adecuado cerrar este comentario con las palabras de quienes más conocen a la escritora. Dice Cristian Bopp en el prólogo:
“Supongo que al igual que a mí, el que se acerque a este libro va a sentir curiosidad por el pensamiento de la autora.  Pero a diferencia mía, no va a sentir esa disociación entre alma y cuerpo que siento al leerla... Cada palabra de Silencio, en su lucha dialéctica, nos revela la esencia entre la fantasía y lo real. Y cómo de ella, emerge el alma de la autora”.
Y cierra Brian Bopp en el epílogo:
“Un silencio quieto en el aire se empieza mover lentamente como copo de nieve. Callado se desliza por las corrientes de aire, hasta que se posa en la punta de una pluma. Al correr de ella sobre el papel, se fueron cayendo las palabras; creando relatos que ilustran una mirada a la Patagonia... En cada escritor se siente una energía que hace transportarte, no sólo por los relatos y poemas, sino por las mismísimas imágenes que acompañan el devenir del fuego patagónico”.
Para verificar este acierto, compartido por el cronista que firma estas líneas, nada mejor que obtener un ejemplar de “Silencio” y dedicarle una atenta lectura.



J.E.L.V.






martes, 3 de enero de 2017

OBRAS DE AUTORES PATAGÓNICOS





“LOS NARANJOS” DE GLADIS NARANJO (*)




Si bien Gladis Naranjo, la autora de “Los Naranjos”, advierte que este libro fue publicado para ser repartido sólo entre parientes y amigos; ha logrado una obra de gran calidad literaria que la hacen apta para su difusión fuera del círculo íntimo, a fin de acercarla a ese grupo de lectores a quienes interesa recuperar la Historia a través de pequeñas historias de vida. La preferencia de estas personas dio origen a una variante, dentro del subgénero biográfico del género didáctico, que ha mostrado una importante presencia internacional en los últimos años: la autobiografía.
Esta vertiente busca exteriorizar el fenómeno de la introspección como manifestación artística; y se incluye en el ámbito de la “escritura del yo”. Su subjetividad obliga al requisito del “pacto autobiográfico”, una suerte de contrato entre autor y lector, por el que aquel se compromete a narrar la verdad sobre su vida; y éste, a creer el relato resultante. Dicha premisa aparta a quienes anteponen la creación imaginativa; ya que debe primar la honradez biográfica. En la Patagonia también se ha incursionado en el género; y a los nombres de Margarita Borsella, Dora Lendzian, Victoriano Salazar y otros, se puede agregar ahora el de Gladis.
En el caso de “Los Naranjos”, a través de la saga familiar se asiste a una recorrida por la historia de los primeros años de Zapala; y a una visión - más personalizada - de la década de los cincuenta en esa ciudad y en San Martín de los Andes. Luego se contemplan los sesenta transcurriendo en los escenarios de la bonaerense Tandil; hasta el momento en que, como dice la autora, “crecimos… Y de a uno nos fuimos yendo”.
Estas memorias, además de agregar valiosos detalles cotidianos a quienes quieren conocer el pasado de esos lugares; entregan un emotivo recuerdo que puede ser compartido por los que son contemporáneos de los tiempos que describe la narradora. Los juegos infantiles, recuerdo que en forma ineludible une generaciones, las costumbres carnavalescas y festivas, las experiencias educativas, las modas; son un incentivo para que el lector recupere sus propias remembranzas. Tal vez uno de los motivos del éxito de este tipo de Literatura sea el grado de identificación que el lector siente al pasar sus páginas; y la motivación a indagar en su propio pasado para conocerse a sí mismo.
Pero este libro tiene otra vertiente, que no va en zaga de lo que se describió hasta aquí. La familia de Gladis tuvo una estrecha relación con las disciplinas artísticas; tanto su madre, la poeta Pura Serradilla, como su hermano Pehuén, bardo y músico; y ella misma, que incursionó en la poesía y la narrativa. Esta situación permite a la autora intercalar un conjunto de poemas que se conjugan con la prosa de la narración, casi sin solución de continuidad, para deleite del lector. Citando algunas de estos intermezzos poéticos, a modo de ejemplo, se puede mencionar “Noches de Aluminé”, de Pura Serradilla:

De los cerros milenarios / y de intrínsecas entrañas / van llegando
Y se extienden cual sudarios / sus nostálgicas hazañas / dormitando.

O “Para poder llegar” de Pehuén Naranjo:

Ando con ganas de soltarte / los pájaros del sueño / que me vine a buscar,
Y también de pedirte / que me prestes tus ojos / para verme llegar.

Y también “Tus manos”, de la propia Gladis:

Tomada de tu mano era una maravilla / caminar hojarascas crujientes y doradas
(En Zapala el otoño es cascada amarilla / en las primeras horas de las tardes soleadas)

Con respecto a la presentación formal del libro, se destaca la tapa, con un collage de fotografías familiares que van desde imágenes en una tonalidad sepia a la foto en colores; y la contratapa, una imagen en blanco y negro de la cual, de manera acertada, la escritora dice que en ella “se respira nostalgia volvedora de infancia...”. El ejemplar está ilustrado con numerosas fotos; e incorpora, como valor agregado, un apéndice con breves biografías de muchos personajes citados en la obra; y otro de toponimia autóctona de los lugares que menciona el libro.
Quien tenga la fortuna de poder ingresar en las páginas de este libro, va a tener la oportunidad de recuperar parte de su “tiempo perdido”, al decir de Marcel Proust; reconocerá trozos de su propia vida en las páginas del texto; y comprenderá, una vez más, que el ser humano es esencialmente igual en todos los lugares y en todos los momentos; y que las diferencias son circunstanciales. Y también podrá ver como la magia del Arte, esta vez ejercida por la mano de Gladis, transmuta recuerdos, pensamientos y sentimientos en palabras y frases y párrafos que permiten regalar al espíritu con un texto ameno, emotivo y motivador.





(*) “Los Naranjos”, de Gladis Naranjo (Edición del autor, Tres Arroyos, 2016).

jueves, 3 de noviembre de 2016

OBRAS DE AUTORES PATAGÓNICOS




COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE APARECIDO
“FUEGO DE LEÑA MENUDA” DE HUGO COVARO (*)



Los relatos de “Fuego de leña menuda”, la última creación del escritor comodorense Hugo Covaro, son, precisamente, como esos trozos de leñita que se arriman al fogón para mantenerlo encendido mientras se calienta una pava tiznada de hollín que preludia el mate; o por tenerlo prendido, nomás, entibiando e iluminando en una noche obscura y fría, una conversación de amigos o aparceros. O, tal vez, conservar su lumbre tan sólo para contemplarlo; y adivinar entre sus llamas las escenas de recuerdos del pasado o proyectos del futuro, entretanto las astillas y las ramas pequeñas que lo alimentan recorren su camino irreversible hasta transformarse en cenizas y confundirse con el polvo de la meseta.

En veintitrés narraciones, casi todas ambientadas en la Patagonia profunda de la estepa, el autor persigue las huellas de jinetes que se quedan a pie en medio de la nevada, escucha las conversaciones sobre bueyes perdidos entre solitarios que matan el tedio en un boliche, atisba las visiones oníricas que invocan aparecidos e intuye la presencia de sombras transitando los pedregales, las sendas y los rieles abandonados. Algunos de esos cuentos, de tono más ligero, incluyendo los dos que no están ambientados en la región, hablan de chicos que quieren volar, de tragicómicos vividores, de pícaros gorrones, de contadores y cuenteros.

No se detendrá este comentario en cada una de las historias, para que el placer del lector al descubrirlos por sus propios ojos sea mayor. Tan sólo, a modo de ejemplo, expondrá la amenidad y calidad literaria del estilo de Covaro presentando algunos párrafos entresacados de los diversos escritos del volumen. Como este, que pertenece a “Alero de los pilquines”: “El camino –por donde pasa el apuro de la gente– no está lejos. Cañadón arriba se intuye una región oculta a la mirada del viajero delimitado por extrañas formaciones de rocas sedimentarias, areniscas de impensados colores. Entre dos lagos, el escarpado sendero viborea hacia la cima del promontorio despertando el letargo del guijarral dormido”.

O este otro, tomado de “Iájau Kaptúen”: “En las casas, sencillas personas de ingenua presencia, ven trepar un humo lacio de lana cardada de la cocina, que desaparecerá apenas las altas serranías levanten al firmamento del atardecer un dorado pelaje de puma. En el patio, domesticado solar, una vieja herradura de caballo anunciará la buenaventura para los recién llegados, con los siete agujeros de la buena suerte, sujeta por siete clavos de luz a la esperanza de los crédulos.”

Y aún un tercero, proveniente de “La zorra de Escalante”: “Ayer, sin ir más lejos, apenas se arremangaron las sombras para dejar parir al día un sol enorme y amarillo, una zorra con dos ferroviarios pasó silenciosa por el andén aun dormido. Iban ocupados en el vigoroso subibaja que los transportaba. Dos obscuras siluetas que parecían cantar y reír de cara a la brisa fresca del amanecer, hasta que al llegar a la primera curva que hacen las vías, la sombra bruna de la barranca se las tragó enteras.”

Un prólogo del autor explicando el sentido y el “por qué” de este conjunto de sucedidos, y trayendo la imagen patética de la horda humana de los tiempos primitivos refugiándose del terror y la gelidez nocturna en torno de una fogata, nos introduce en la obra; la que culmina, como es habitual, en un vocabulario para facilitar la comprensión del texto. El léxico siempre agrega unos términos que contribuyen a conocer más la región. En el caso del glosario que corresponde a este libro, hay una definición cuyo significado podrá tal vez sorprender a un lector futuro; para bien o para mal: “Colhue Huapi: lago actualmente seco, que servía de desaguadero al Lago Muster.”

El tomo fue publicado por la Editorial Universitaria de La Plata. La excelente fotografía de la tapa, que refleja en forma precisa el sentido del rótulo del ejemplar, es de Miguel Escobar Ruiz; en tanto la correctora fue Marisa Fernández.

Al recorrer su vasta creación, se puede concluir que Covaro presenta en los títulos de sus libros una visión alquímica de la Patagonia. La zona se vislumbra a través del prisma de los cuatro elementos esenciales de la crisopeya: el Aire, en “Memorias del viento” y “Nada ocurre antes que el viento”; el Agua, con “Pequeñas historias marineras”; la Tierra, en “Episodios de las Arenas” y “Luna de los salares”; y el Fuego, con “Los dueños del Fuego” y ahora este nuevo volumen que refiere a la ígnea substancia. Esta visión multidimensional, que permite inferir la diversidad cultural y geográfica del territorio, transforma al autor en un profundo intérprete de la región y en un referente ineludible al hablar de la Literatura Patagónica.

Es de desear que su pluma continúe rebuscando en los rincones de la memoria y la imaginación; y pronto dé a luz nuevos libros que sigan engrosando el corpus literario sureño con sus letras plásticas y sentidas. Mientras tanto, los lectores tendrán el placer de arrimarse al rescoldo, y al calor y la luz del fuego que crepita y aromatiza el ambiente con el acogedor olor de la leña quemada, podrán sumergirse en estos relatos; escritos para ser disfrutados por quienes gustan de las buenas letras.

J.E.L.V.



(*) “Fuego de Leña Menuda”. Hugo Covaro. La Plata. Editorial Universitaria de La Plata, 2016.