COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE
APARECIDO
“FUEGO DE LEÑA MENUDA” DE HUGO COVARO
(*)
Los relatos
de “Fuego de leña menuda”, la última creación del escritor comodorense Hugo
Covaro, son, precisamente, como esos trozos de leñita que se arriman al fogón para
mantenerlo encendido mientras se calienta una pava tiznada de hollín que
preludia el mate; o por tenerlo prendido, nomás, entibiando e iluminando en una
noche obscura y fría, una conversación de amigos o aparceros. O, tal vez,
conservar su lumbre tan sólo para contemplarlo; y adivinar entre sus llamas las
escenas de recuerdos del pasado o proyectos del futuro, entretanto las astillas
y las ramas pequeñas que lo alimentan recorren su camino irreversible hasta transformarse
en cenizas y confundirse con el polvo de la meseta.
En
veintitrés narraciones, casi todas ambientadas en la Patagonia profunda de la
estepa, el autor persigue las huellas de jinetes que se quedan a pie en medio
de la nevada, escucha las conversaciones sobre bueyes perdidos entre solitarios
que matan el tedio en un boliche, atisba las visiones oníricas que invocan aparecidos
e intuye la presencia de sombras transitando los pedregales, las sendas y los
rieles abandonados. Algunos de esos cuentos, de tono más ligero, incluyendo los
dos que no están ambientados en la región, hablan de chicos que quieren volar,
de tragicómicos vividores, de pícaros gorrones, de contadores y cuenteros.
No se
detendrá este comentario en cada una de las historias, para que el placer del
lector al descubrirlos por sus propios ojos sea mayor. Tan sólo, a modo de
ejemplo, expondrá la amenidad y calidad literaria del estilo de Covaro
presentando algunos párrafos entresacados de los diversos escritos del volumen.
Como este, que pertenece a “Alero de los pilquines”: “El camino –por donde pasa
el apuro de la gente– no está lejos. Cañadón arriba se intuye una región oculta
a la mirada del viajero delimitado por extrañas formaciones de rocas
sedimentarias, areniscas de impensados colores. Entre dos lagos, el escarpado
sendero viborea hacia la cima del promontorio despertando el letargo del
guijarral dormido”.
O este otro,
tomado de “Iájau Kaptúen”: “En las casas, sencillas personas de ingenua
presencia, ven trepar un humo lacio de lana cardada de la cocina, que
desaparecerá apenas las altas serranías levanten al firmamento del atardecer un
dorado pelaje de puma. En el patio, domesticado solar, una vieja herradura de
caballo anunciará la buenaventura para los recién llegados, con los siete
agujeros de la buena suerte, sujeta por siete clavos de luz a la esperanza de
los crédulos.”
Y aún un
tercero, proveniente de “La zorra de Escalante”: “Ayer, sin ir más lejos,
apenas se arremangaron las sombras para dejar parir al día un sol enorme y
amarillo, una zorra con dos ferroviarios pasó silenciosa por el andén aun
dormido. Iban ocupados en el vigoroso subibaja que los transportaba. Dos
obscuras siluetas que parecían cantar y reír de cara a la brisa fresca del
amanecer, hasta que al llegar a la primera curva que hacen las vías, la sombra
bruna de la barranca se las tragó enteras.”
Un prólogo
del autor explicando el sentido y el “por qué” de este conjunto de sucedidos, y
trayendo la imagen patética de la horda humana de los tiempos primitivos
refugiándose del terror y la gelidez nocturna en torno de una fogata, nos
introduce en la obra; la que culmina, como es habitual, en un vocabulario para facilitar
la comprensión del texto. El léxico siempre agrega unos términos que
contribuyen a conocer más la región. En el caso del glosario que corresponde a
este libro, hay una definición cuyo significado podrá tal vez sorprender a un
lector futuro; para bien o para mal: “Colhue Huapi: lago actualmente seco, que
servía de desaguadero al Lago Muster.”
El tomo fue
publicado por la Editorial Universitaria de La Plata. La excelente fotografía
de la tapa, que refleja en forma precisa el sentido del rótulo del ejemplar, es
de Miguel Escobar Ruiz; en tanto la correctora fue Marisa Fernández.
Al recorrer
su vasta creación, se puede concluir que Covaro presenta en los títulos de sus
libros una visión alquímica de la Patagonia. La zona se vislumbra a través del
prisma de los cuatro elementos esenciales de la crisopeya: el Aire, en
“Memorias del viento” y “Nada ocurre antes que el viento”; el Agua, con “Pequeñas
historias marineras”; la Tierra, en “Episodios de las Arenas” y “Luna de los
salares”; y el Fuego, con “Los dueños del Fuego” y ahora este nuevo volumen que
refiere a la ígnea substancia. Esta visión multidimensional, que permite inferir
la diversidad cultural y geográfica del territorio, transforma al autor en un profundo
intérprete de la región y en un referente ineludible al hablar de la Literatura
Patagónica.
Es de desear
que su pluma continúe rebuscando en los rincones de la memoria y la imaginación;
y pronto dé a luz nuevos libros que sigan engrosando el corpus literario sureño
con sus letras plásticas y sentidas. Mientras tanto, los lectores tendrán el placer
de arrimarse al rescoldo, y al calor y la luz del fuego que crepita y aromatiza
el ambiente con el acogedor olor de la leña quemada, podrán sumergirse en estos
relatos; escritos para ser disfrutados por quienes gustan de las buenas letras.
J.E.L.V.
(*)
“Fuego de Leña Menuda”. Hugo Covaro. La Plata. Editorial Universitaria de La
Plata, 2016.
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