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viernes, 12 de junio de 2020

LA NOTA DE HOY




“EL SINIESTRO DOCTOR MORTIS”

UN HOMENAJE A SU CREADOR, JUAN BAUTISTA MARINO CABELLO, a 13 años de su fallecimiento (*)


Por Jorge Eduardo Lenard VIVES

El género de terror atrae a un amplio público. Quien lo escribe tiene que ser un agudo psicólogo, pues debe hallar el adecuado y sutil mecanismo que, mediante sus palabras, genere en el espíritu del lector una sensación de pavor. Inspirados autores ensayaron esta variante, aportando un significativo corpus a la Literatura universal. Sus obras no pierden vigencia; y basta leer uno de estos libros para percibir el placentero escalofrío que otorga la buena narrativa.

Con el surgimiento y avance del cine, el terror se trasladó a la pantalla grande; que de igual manera produjo obras maestras en su clase. Sin embargo, las películas tienen una ventaja sobre el texto: el impacto visual. Claro que esto se presta para el abuso chabacano; porque puede recurrirse al golpe bajo de sorprender al espectador con una imagen truculenta, acompañada de una variación en el volumen o el tipo de música, para causar un repelús y el grito fácil.

También en el teatro se han ensayado las piezas “de miedo”. Sin embargo, sobre el escenario no se cuenta con todos los arbitrios cinematográficos; tal como los efectos especiales obtenidos con computadora. Por ello, resulta un desafío más difícil asustar al espectador; y se necesita de virtuosos actores, cuya representación sea convincente y suscite el espanto en la platea.

Sin embargo, hay una variedad de la dramaturgia que ni siquiera puede apelar a lo visual; y requiere que la acción y el escenario sean imaginados a través de las voces de los intérpretes, de la música y de los ruidos que genera el sonidista: el radioteatro. Éste fue el medio al que recurrió el escritor que es motivo de esta nota para sobresaltar a su audiencia; y en su búsqueda de los artilugios que le permitiesen provocar la piel de gallina y erizar los pelos de sus radioescuchas, creó uno de los personajes más famosos de la ficción de terror: el siniestro doctor Mortis.

Juan Bautista Marino Cabello nació en Punta Arenas, el 7 de septiembre de 1920. Vivió en el país vecino, primero en su ciudad natal; y luego en Puerto Natales y en Santiago de Chile. Hacia mediados de la década de los 70 se radicó en Comodoro Rivadavia; y más tarde se trasladó a Trelew, localidad en la que residió hasta su fallecimiento, el 12 de junio de 2007.

Juan Bautista Marino Cabello


Además de desarrollar diversas tareas laborales a lo largo de su vida, acompañando siempre a su trabajo como locutor y conductor radial –por ejemplo, en Trelew tuvo a su cargo varios programas de radio–, fue un artista multifacético e inspirado. Incursionó en dos disciplinas; la Música y la Literatura. En la primera, tuvo una actuación destacada como ejecutante, compositor y director de orquesta; una trayectoria que muestra muchos logros y cuya descripción requeriría por sí sola una nota exclusiva. Pero como este sitio trata sobre las letras, luego de dejar señalada la heterogeneidad de su talento, se abocará a comentar la faceta literaria.

En 1945, Marino Cabello se encontraba en Punta Arenas. Allí acostumbraba a escuchar un programa de la BBC de Londres, en el cual Boris Karloff narraba cuentos tradicionales de horror. El imaginativo creador pensó que si agregaba a ese formato más actores y recursos sonoros adecuados, podría producir una obra que infundiese el pánico a más de un oyente. Y no se equivocó. El radioteatro “El siniestro doctor Mortis”, que tomó el nombre del protagonista y cuyos guiones escribía su inventor, se transformó en un éxito radial que duró hasta 1982.

Fue tal la magnitud de ese suceso que, hacia 1965, la conocida editorial chilena Zig Zag llevó los argumentos de Marino Cabello a esa vertiente literaria sobre la que hay mucho para hablar, la historieta. A lo largo de varios años se publicó la revista “El siniestro doctor Mortis”, que incluía un episodio de la serie teatral en cada ejemplar; aunque agregaba otros capítulos escritos, ex profeso para la tira, por su autor. Alcanzó los 170 números.

Su espeluznante criatura dio lugar, incluso, a la obra de teatro “¡Qué noche de terror!”, de 1958; y a una serie televisiva difundida por un canal de Santiago de Chile, entre 1972 y 1973. Una muestra más de su ingenio creativo fue la edición del longplay “Cumbias que son la muerte”, por la banda “Dr Mortis y sus Zombies Cumbiancheros”; en cuya composición y ejecución intervino el propio artífice, su señora Eva Martinic, que también era guionista; y Luis Barragán, un músico amigo.

En su faz de escritor, además de hacer el libreto para la historieta basada en el tétrico doctor, Marino Cabello redactó los guiones de las revistas “Jungla”, cuya heroína era la sacerdotisa Mawa, “La legión Blanca” y “El jinete fantasma”. Estas tiras alcanzaron una gran popularidad. Asimismo, publicó en 1973, tres volúmenes de cuentos titulados “Las Memorias del Doctor Mortis”. Por otro lado, demostrando la diversidad de sus aptitudes, incursionó en el ensayo con su libro “Guía de la música popular de Chile (1800-1980)”.

Muy breve es el presente artículo para describir la rica vida de este artista, cuyas realizaciones superan en mucho a su célebre personaje de terror; y, por ende, quizás no llegue a constituir el cabal homenaje que quería ser. Pero tal vez sea un adecuado tributo hacia su persona, si logra despertar en el lector el recuerdo del temor que le provocaba, en sus tiempos mozos, el siniestro doctor Mortis; cuando en la radio sonaban las notas de “Una noche en el Monte Calvo” de Modest Mussorgsky y se escuchaba la frase “Que descansen en paz esta noche”, pronunciada con acento de ultratumba y seguida de una característica y macabra carcajada.




(*) Los datos para la presente nota se tomaron de los siguientes sitios:
“Las cumbias del siniestro Dr Mortis” (31/10/19 en Radio Nacional Colombia). https://www.radionacional.co. Vista: 16/05/20
“Juan Marino: el siniestro doctor Mortis” (Radio Cancionero de la Patagonia). https://cancionerodelapatagonia.cl. Vista: 16/05/20

sábado, 23 de mayo de 2020

LA NOTA DE HOY





LITERATURA SOBRE LITERATURA

Por Jorge Eduardo Lenard VIVES



A veces la Literatura trata sobre Literatura. Como si de un sistema dinámico iterativo se tratase, en ocasiones los escritores toman los libros de otros como argumento de sus propios libros. Aclaración: no se habla aquí de los ensayos de teoría literaria, de las “historias de las literaturas”, de las biografías de escritores ni de ninguna de esas creaciones del género didáctico cuya finalidad es exponer los diversos aspectos del saber de las letras. Esta nota se refiere a las narraciones de ficción; en las cuales sus autores se inspiraron dentro del mismo universo literario al que pertenecen para desarrollar las tramas. O, al menos, parte de ellas.

Existen muchos ejemplos, a lo largo del tiempo, de este “mirarse a sí misma” de la Literatura. Sin esfuerzo viene a la memoria el inflexible canon de los libros de caballería y de poesía que en “Don Quijote de la Mancha”, el cura y el barbero hacen durante el escrutinio a la biblioteca del caballero de la triste figura; en pos de aliviarlo de su insania. Allí critican unas obras y alaban otras. Siglos más tarde, Elías Canetti vuelve a infundir al protagonista de su novela “Auto de fe” –el profesor Kien, “aggiornado” y acerbo Quijote–  una locura originada en su enfermiza pasión por los libros. También es oportuno recordar que la crítica embozada dentro de la trama al estilo de Cervantes, fue practicada por otros escritores: Joris Karl Huysmans, en la novela “A contrapelo”, dedica un capítulo entero en el cual el personaje principal pasa extensa revista a sus gustos y disgustos literarios, que son los del propio autor.

En algunas oportunidades la trama gira alrededor de un libro real o imaginario. “El nombre de la rosa”, esa creación plena de visajes literarios (con personajes como William de Baskerville o Jorge de Burgos) de Umberto Eco, basa su argumento sobre un ejemplar de la perdida segunda parte de la “Poética” de Aristóteles. Por su parte “El club Dumas”, de Arturo Pérez Reverte, además de tomar como foco la obra del francés, describe la búsqueda que se le encarga a Lucas Corso de todas las impresiones del imaginario “Las nueve puertas del reino de las sombras”, con fines aborrecibles. Esta mención a un “libro maldito” trae el recuerdo de la bibliografía con la que Howard Phillips Lovecraft otorga inquietante verosimilitud a sus pesadillas; comenzando por el abominable “Necronomicón” del árabe loco Abdul Alhazred, grimorio inventado por el autor de Providence, en cuya existencia real creyeron muchos fanáticos de los Mitos de Ctulhu.

También puede darse que el objeto de la trama sea un escritor, ficticio o real. Algunas de las obras que tratan sobre literatos reales son “El maestro de Petersburgo” de John Maxwell Coetzee, sobre Fiodor Dostoievsky; y “El último Dickens” y “La sombra de Poe” de Matthew Perl, acerca de los autores que les dan nombre. Por su lado, en “El Resplandor” de Stephen King, se presenta al ficticio y malhadado Jack Torrance. En otros casos, el relato abarca toda la “industria editorial”. Verbigracia, “Si una noche de invierno un viajero” de Italo Calvino, “Asesinato en la Feria del Libro” de Hubert Monteilhet y “Una novela” de James Michener.

Y, ¿qué hay de la Literatura regional? Al no ser ajena a la temática universal, se pueden encontrar entre sus libros ejemplos de Literatura sobre Literatura. Uno de los primeros títulos que surgen es “La novela de Borges” de Angelina Coicaud de Covalschi, que narra, combinando ficción y realidad, la vida del escritor. Es interesante recordar que en este texto figura una referencia al viaje que Borges hizo en compañía de su familia a Comodoro Rivadavia; donde se gestó el poema “Jardín”, incluido en el libro “Fervor de Buenos Aires”.

Si bien no abundan los ejemplos en la narrativa larga, sí los hay en la corta. Numerosas son las piezas breves en las que se referencian diversos aspectos del mundo de las letras. Uno de estos cuentos es “Velada Literaria”, de María Adelina Galíndez, parte de su volumen “Código de Silencio”; que describe con humor una situación típica del ambiente literario. También es habitual recordar a algunos autores caros a la Literatura regional; como en los relatos “Antoine… él ha vuelto” de Santiago Leydet, que recuerda a Antoine de Saint Exupery y su obra “El Principito”; y “Charla pendiente”, de Ana Elisa Medina, evocación del novelista santacruceño Héctor Rodolfo Peña (*). Una figura que despertó el interés de varios autores es Eluned Morgan. Dio origen a los relatos “Eluned Morgan” de Iris Lloyd, perteneciente a su libro “Patagonia gringa”; e “Historia de vida de Eluned Morgan”, de Stella Maris Dodd (**). Si bien estas dos últimas obras tienen algo del género didáctico, por tratarse de breves biografías de la escritora de la Colonia, muestran un tono más evocativo que sólo informativo. Lejos de agotarse aquí la lista, con facilidad se podrán hallar muchos títulos más para ampliar esta escueta nómina.

No es extraño que un escritor busque dentro de la Literatura los temas que inspirarán su creación, porque es, ante todo, un lector. A su vez, quien lee esos textos, cuando el tema de la narración procede de la misma Literatura encuentra un doble placer; en la lectura del libro en sí mismo y en su referencia literaria. La Literatura sobre Literatura, que apasiona por igual al que la escribe como al que la lee, resulta ser como una “matrioshka” rusa o una caja china: una incluye dentro de sí a la otra. O, tomando una nueva comparación del mundo de la ciencia como la mencionada en el primer párrafo de esta nota, es similar a una imagen fractal; en la cual la Literatura se replica a sí misma, a menor escala, dentro de la obra que trata sobre ella.




(*) Incluidos en “Santa Cruz. Sus escritores de fin de siglo” (Río Gallegos, Cultura Santa Cruz Ediciones, sin fecha de edición)
(**) Incluido en “Bodas de Plata. Grupo Literario Encuentro. 1990-2015” (Trelew, Remitente Patagonia, 2015).


sábado, 18 de abril de 2020

LA NOTA DE HOY





PRÓLOGOS

Por Jorge Eduardo Lenard Vives



El prólogo y la nota son al género didáctico lo que el cuento a la narrativa de ficción. Por prólogo, prefacio o proemio, se conoce al ensayo corto cuyo tema es el libro que encabeza y, por consiguiente, su autor. Maestro de la brevedad, Borges también lo fue del prólogo, e introdujo con sus palabras las ediciones de más de cien obras de la Literatura universal. Dos volúmenes reúnen esta copiosa producción. En "Prólogos con un prólogo de prólogos", el autor juntó varios proemios escritos entre 1923 y 1974 y les anexó, a su vez, un prefacio. Allí dice:

Creo innecesario aclarar que "Prólogo de Prólogos" no es una locución hebrea superlativa, a la manera de "Cantar de Cantares"… "Noche de las Noches" o "Rey de Reyes". Trátase llanamente de una página que antecede a los dispersos prólogos elegidos…. Una suerte de prólogo, elevado a la segunda potencia…. Que yo sepa, nadie ha formulado hasta ahora una teoría del prólogo. La omisión no debe afligirnos, ya que todos sabemos de qué se trata. El prólogo, en la triste mayoría de los casos, linda con la oratoria de sobremesa o con los panegíricos fúnebres y abunda en hipérboles irresponsables, que la lectura incrédula acepta como convenciones del género..."

A su muerte, Borges se encontraba seleccionando una colección con criterio personal para una editorial. Los prólogos que escribió fueron reunidos en el volumen "Biblioteca Personal. Prólogos", con un prolegómeno de su mano que incluye la conocida reflexión sobre la lectura y la escritura:

Los profesores, que son quienes dispensan la fama, se interesan menos en la belleza que (...) en el prolijo análisis de libros que se han escrito para ese análisis, no para el goce del lector. La serie que prologo y que ya entreveo quiere dar ese goce (...) "Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir; yo me jacto de aquellos que me fue dado leer", dije alguna vez. No sé si soy un buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector.

Es justamente Borges quien introduce un libro de temática patagónica. Se trata de "El médico nuevo en la aldea", de Ernesto Serigos; un relato de las vivencias del autor como galeno en Bariloche, a principios del siglo XX. Así se inicia el introito: “El médico nuevo en la aldea” –tal el modesto y casi invisible título de este libro–, refiere con evidente sinceridad hechos verdaderos, que unen a su valor narrativo el de ser rasgos o atributos de un alma noble. Y lo finaliza: Me honra estampar mi nombre en esta página inicial, junto al de un argentino que en nuestro siglo XX se ha consagrado a mitigar o a sanar los males humanos y a la preciosa y denodada tarea de seguir explorando y descubriendo un confín de la patria.

Otra obra ambientada en el sur con prefacio de un escritor famoso, es "En el Mar Austral", de Fray Mocho (José Álvarez). La introduce Roberto Payró, con una epístola que dice siguiente:

Acabo de terminar un examen de su libro, necesario para formar juicio exacto acerca de él... Y no sé por qué me encuentro con la pluma en la mano, escribiéndole esta carta, yo que soy tan poco aficionado al género. Para tal resultado han debido mediar circunstancias especiales, y ser la obra sujestiva en grado sumo. Lo es por su misma objetividad, y médian esas circunstancias especiales, pues vuelvo de las regiones que Vd describe... Sus cuadros son completos, vivos, palpitantes de verdad, y están pintados con el arte instintivo é invisible en sus quilates del verdadero poeta y del escritor de raza. Todos sus lectores sentirán ante ellos la misma impresión que yo, y verán por intermedio suyo y tras los negros renglones del libro, aquella tierra extraña y aquellos hombres más extraños aún.

A su vez, el clásico texto de Payró, "La Australia Argentina", tiene prólogo de otro literato, aunque no fuera su faceta principal: Bartolomé Mitre. El célebre político y militar, introduce la crónica del periplo austral, también por medio de una carta, con las siguientes palabras:

He seguido día a día, con creciente interés, la lectura de las páginas que ha publicado Vd. en el folletín de La Nación, sobre, "La Australia Argentina"... Sus páginas sueltas, popularizadas por el diarismo, serán leídas y estudiadas con provecho por propios y extraños, cuando se presenten al público en la forma definitiva del libro, por cuanto satisfacen una necesidad vital. No basta ser dueño de un territorio rico, si el hombre no se identifica con él por la idea y lo fecunda por el trabajo, y sobre todo si el libro no le imprime el sello que constituye como un título de propiedad... Por esto su libro, como comentario de un mapa geográfico hasta hoy casi mudo, importará la toma de posesión, en nombre de la literatura, de un territorio casi ignorado, que forma parte integrante de la soberanía argentina...

Cabe recordar que Mitre tuvo contacto con la Patagonia en su niñez, pues vivió en Carmen de Patagones; donde su padre ejerció como tesorero del fuerte hasta 1827.

Los exordios citados hasta ahora, provienen de autores de fuste. Pero tal vez uno de los más enjundiosos de estos estudios preliminares, sea anónimo: el que el ignoto editor del "Diario del Viaje al estrecho de Magallanes" de Pedro Sarmiento de Gamboa, colocó en su publicación en 1768. La introducción, firmada tan sólo por "El Editor", incluye un sesudo comentario sobre la obra principal, una explicación de la inclusión en el volumen de otros textos relacionados; y un objetivo estudio sobre el mito de los gigantes patagones. Pero también en el párrafo inicial señala el motivo que lo lleva a publicar la obra:

Entre los Manuscritos de la Real Biblioteca existe un Exemplar original de la Relación y Derrotero del Viage y Descubrimiento del Estrecho de Magallanes por la Mar del Sur a la del Norte, que hizo y escribió el Capitán Pedro Sarmiento de Gamboa... Ya se halla el Público noticioso del aprecio que esta Obra merece, por el Extracto o Compendio que de ella sacó la diligencia del célebre Cronista y famoso Poeta Aragonés Bartolomé Leonardo de Argensola, en su Historia de las Islas Malucas, tan felizmente escrita: y si por una parte Testimonio tan autorizado acreditaba sobradamente la identidad de este Escrito; por otra la suma Exactitud con que Argensola nos dio la substancia de él, parecía suficiente para formar idea justa de su contenido, una copia exactísima de aquel Original, me ha determinado a sacar a luz este oculto tesoro, ya sea por lo recomendable que es en sí, ya por la utilidad y lustre que de su publicación resulta a la Nación Española, ya sea por el realce de la gloria que se debe a nuestros Navegantes y Descubridores, ya por la que tan justamente corresponde al mismo Pedro Sarmiento de Gamboa; o ya, en fin, por todas estas causas juntas.


El prólogo es el homenaje que un escritor rinde a otro; un tributo en el cual no todas son rosas, ya que a veces el homenajeado recibe alguna espina debido a la honestidad intelectual del prologuista. Este trabajo adquiere un tono especial cuando es el mismo autor del libro quien invita a un colega para que lo presente. Si un literato se aviene a integrar a su obra un texto firmado por otra pluma, es porque quiere que forme parte inseparable de ella. Por eso, quien se disponga a leer un libro de tal tenor, hará bien en comenzar por la lectura del prólogo... venciendo la usual tentación de saltearlo.

domingo, 22 de marzo de 2020

OBRAS DE AUTORES PATAGÓNICOS





COMENTARIO DE UNA OBRA LITERARIA RECIENTEMENTE EDITADA 
(EN FORMATO AUDIOVISUAL)

"TESTIMONIOS NOVELADOS" DE OLGA  STARZAK  (*)




Los recursos que ofrece Internet son de suma utilidad para lectores y escritores. Para los primeros porque acceden  a una cantidad de libros que años atrás era inimaginable; y más allá del gusto o no de leer "directamente de la pantalla" sus páginas o tomarse el trabajo de imprimirlas y disfrutar de una lectura más  tradicional, no puede negarse el placer que constituye disponer de una biblioteca universal. En tanto para los segundos, porque cuentan con diversas alternativas a fin de presentar sus creaciones; ya sea editándolas en blogs, páginas web y plataformas similares, ofreciéndolas a la venta -o gratuitamente- en formato digital; o recurriendo a cualquier otra variante que la tecnología y su ingenio le permitan. Una de esas maneras novedosas es la que ha elegido la escritora trelewense Olga Statzak para difundir su última obra, "Testimonios novelados": el modo audiovisual que ofrece el sitio YouTube.

Ya con anterioridad el escritor Carlos Ferrari había difundido su novela "Visiones de la Torre" en forma de audio, al que se podía acceder desde una página web. El autor ponía, de manera periódica, un capítulo de la obra "al aire"; como en esas clásicas radionovelas por entregas que fueron populares hace algunos años atrás. En el caso de Olga Starzak también ha publicado su creación en episodios secuenciales -una introduccion y nueve capítulos-; atendiendo al tiempo de audición del lector-oyente. El hecho de ser una narración oral, implica la importancia de que el locutor tenga las condiciones adecuadas;  buena pronunciación, voz clara, correcta dicción, una entonación acorde... y en esto, la autora, que es quien lee su propio texto, sale airosa.

Pero como bien reza el título de esta página,  la intención no es hablar de las características técnicas del medio para propalar la obra -aspectos, la computación e informática, de los que este escriba poco sabe-, sino del texto en sí desde el punto de vista literario.  "Testimonios" es una recopilación de los relatos orales que Eduardo Starzak, el padre de la escritora, narró a su hija; y que ésta trasladó al papel para conservarlos, previo a volverlos a su forma verbal a fin de difundirlos por YouTube.

Nacido en Trelew en 1922 y recientemente fallecido, Eduardo Starzak fue un testigo privilegiado del desarrollo de la zona a lo largo del tiempo. Los múltiples oficios que realizó, entre otros, telefonista, maquinista de la usina eléctrica, empleado de correos, le permitieron conocer con profundidad tanto el ambiente urbano como el rural; por lo que sus narraciones guardan interés para los historiadores que quieran profundizar en algún aspecto específico del ayer de la zona. Pero también cada uno de los acontecimientos.que vivió, en una época en la que no se disponían de todos los adelantos de la actualidad, poseen un tono de aventura que su hija escritora supo rescatar; y a los que noveló y dio su habitual estilo atractivo y ágil, que ya conocemos por sus anteriores obras. Muchos de los sucesos muestran una faceta divertida,  otros no tanto; pero todos cautivan a quien los escucha. Para el valletano estos relatos tienen el valor agregado de despertar recuerdos personales, según la edad del auditorio, a medida que se mencionan lugares, hechos, personas.

El medio de edición elegido en esta oportunidad por la autora es interesante; y se ofrece como una posibilidad para que los escritores patagónicos difundan sus obras. La modalidad en cuestión ya ha revelado su capacidad de llegar a cualquier lugar del mundo; y sin dudas la "Audio Literatura" es una opción que se debe tener presente al momento de decidir una publicación. Más allá de esta certeza, el libro impreso sigue siendo el medio que, por diversos motivos, estará siempre vigente en la intención del escritor.  Y una obra como la que se comenta aquí, por su importancia para el conocimiento del pasado regional y la amenidad de su contenido, tiene como destino ineludible la impresión en soporte papel.



J.E.L.V.



(*) "Testimonios Novelados". Starzak, Olga. Edición audiovisual de la autora. Se puede acceder a través de YouTube o de Facebook con este link: https://www.facebook.com/eduardostarzak/

domingo, 8 de marzo de 2020

LA NOTA DE HOY





ESPAÑOL PATAGÓNICO / ESPAÑOL DE LA PATAGONIA

Por Jorge Eduardo Lenard Vives



Tal vez en esta nota el cronista se meta en camisa de once varas. Tal vez haría mejor en escribir sobre otro asunto menos complicado y dejar el tema a un especialista. A una experta, como la Dra. Ana Virkel. Pero sucede que fue precisamente ella, a través de su magnífico libro "El español de la Patagonia" (*), quien inspiró estas líneas. Por eso, pidiendo de antemano disculpas a la renombrada investigadora por el atrevimiento que se va a cometer, se introduce este borrador con una más que breve recensión de su obra.

"El español de la Patagonia" es una versión ampliada de la tesis de doctorado de la autora en la Universidad de Valladolid. Originalmente, el objeto de análisis se circunscribió a la provincia del Chubut,  pero luego la estudiosa consideró que el saber obtenido era aplicable a todo el contexto regional. En el idioma que se habla al sur del río Colorado, del cual la Dra Virkel se preguntó alguna vez si debía ser llamado "español de la Patagonia" o "español patagónico" (**), el estudio reconoce varios aspectos.

Uno de ellos es la existencia en las cinco provincias australes de una variante del español, claramente diferenciada de la bonaerense, con la cual se confundía antes. Otro, que las dos principales características que presenta esta variante sureña son la convergencia interdialectal y el contacto multilingüístico. La primera particularidad se relaciona con la existencia de dos fuentes en la norma patagónica: el español bonaerense y el español chileno. La segunda se refiere a los dos principales aportes interlingüísticos que recibió esta variedad, provenientes del mapuche y del galés.

Ahora bien, es conveniente aclarar que el trabajo de la Dra Virkel versa sobre el español de la región, tanto urbano como rural, en su forma hablada. Acá es entonces donde el cronista mete la cuchara y se pregunta si la peculiaridad se refleja también en el lenguaje escrito. Los literatos patagónicos, ¿escriben en español patagónico?

Arriesgarse a presentar tal hipótesis parece excesivo. Sin embargo existen algunas singularidades que, tomadas del habla coloquial, pueden ser integradas —y de hecho lo son a la expresión escrita. Esta circunstancia puede darse en el vocabulario empleado, con términos netamente regionales ("chata", "chuleta", "piche", "choique", "catango", "menuco", "neneo", "nevazón"), incluyendo topónimos (Gaiman, Trevelin, Maquinchao, Guer Ayke). También puede darse por el empleo de verbos en construcciones perifrásicas, como "andar pasando" ("¿Qué le anda pasando, mi amigo?") o "pasar a llevar" ("Lo pasó a llevar el tren"), y el uso de verbos derivados de sustantivos ("tormentear", "escarchillar"). Por supuesto, esta peculiaridad se dará en los diálogos intercalados en el texto de la narración, pero también podrían ser incluidos en la narración en sí misma.

Uno de los escritores patagónicos que más expone esta tendencia es Hugo Covaro. Al final de sus obras siempre incluye un ilustrativo léxico, necesario por cuanto en su prosa sobresalen los regionalismos. Pero también al desarrollar los diálogos el autor busca representar la singularidad de la conversación patagónica, signada entre otros puntos, por la redundancia y los silencios significativos. Véase este ejemplo tomado de su obra “Las ruinas de Pampa Negra”:

“Miraba por el vidrio sucio de la ventana al caballo, cuando una voz, como venida de otro tiempo, lo estaqueó de espanto:
—¿Qué anda haciendo, amigo, por estas soledades?
Cuando pudo girar la cabeza para saber quién le había hablado, un hombre, con un sombrero que le escondía la cara lo observaba desde un rincón en penumbra.
—Ando buscando a mi padre… Artemio Magallanes… ¿lo conoce?
¿El chileno?
—Ajá…
—¡Claro que lo conozco! Si hasta fuimos socios… tuvimos unos animalitos a media.”

Y más adelante, en el mismo libro:

“Cuando lo vio, el hombre esquilaba un piño de ovejas encerrado en un corral de palos desparejos, (…) Demasiado “endomingado” para esquilar ovejas –pensó el forastero antes de preguntar:
—Buenas… ¿me podría decir si voy bien rumbiao para Llapinilque?
—¿Llapinilque, dice? Primera vez que oigo nombrar ese sitio… —y antes que pudiera responder, el esquilador inquirió—. ¿De dónde viene usté, caballero?
—Vengo de lo de Artemio Magallanes… su mujer, me orientó para buscarlo…
—Debe estar confundido, mi amigo… la curandera, doña Margarita, debe hacer como quince años que murió… su marido, más de treinta…
Intentó estirar la conversación pero el diálogo se estancó en las breves respuestas del puestero.”

La presencia de una variante regional del castellano, que la Dra. Virkel pone de manifiesto, es una interesante perspectiva para ser considerada dentro de la problemática de la Literatura Patagónica. Aunque la particularidad se observe más en el lenguaje oral, cuando un autor sureño escriba un texto, la presencia de regionalismos, locuciones verbales y otras características propias de la zona, entre las que no debe olvidarse la modalidad de los diálogos, es una impronta que revelará la ubicación geográfica de su creación. 




(*) “El español de la Patagonia”. Virkel, Ana E. Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 2004.

(**) “¿Español de la Patagonia o español patagónico?”. Virkel, Ana E. Actas del IV Congreso Internacional de El español en América, I. Santiago de Chile, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1995.

sábado, 8 de febrero de 2020

LA NOTA DE HOY





LA CUEVA DE SARASOLA Y OTRAS CUEVAS PATAGONICAS

Por Jorge Eduardo Lenard Vives (*)



Así como el ser humano sintió la atracción por escalar las alturas para “conquistar lo inútil”, al decir del renombrado montañista Lionel Terray, también se vio impelido a hundirse en las profundidades del globo en busca de los arcanos que el mundo subterráneo ocultaba. Claro que en su inicio tal pasión tuvo una finalidad práctica: nuestros antepasados trogloditas buscaron las cavernas para obtener refugio y abrigo. Con el tiempo, los mitos ubicaron a los dioses en las luminosas cimas y destinaron las simas sombrías para los demonios y otros entes lúgubres.

Como es natural, la Literatura tomó el tema y lo llevó a los libros. Algunos de ellos en tono moralista, como “La Divina Comedia” del Dante; y otros con un criterio de divertimento, como el “Viaje al Centro de la Tierra”, de Julio Verne. ¿Qué tienen en común lecturas tan disímiles, un portento de la poesía universal y una novela de aventuras? Pues que en ambas obras los protagonistas descienden al interior del planeta por una catacumba y encuentran escandalosos enigmas (metafísicos unos, científicos los otros), que causan inquietud y temor.

Pero los espeleólogos no participan de esos terrores y se internan con osadía en los sótanos del orbe, practicando una actividad llena de peligros que exige valor a quien la intente. Su afán se extiende a lo largo y ancho de la Tierra, porque estas formaciones se encuentran en todas las latitudes; y, por supuesto, también en la Argentina al sur del río Colorado. Muchas oquedades naturales guarda este suelo. El Neuquén presenta más de doscientas grutas, varias de ellas con indicios de ocupación prehistórica. Se destaca el sistema cavernario de Cuchillo Curá, con una fauna propia adaptada a la vida en la oscuridad; pero hay unas cuantas cuevas más, como la Caleufu, la Huenul y La Laguna.

En la provincia de Río Negro se puede mencionar la cueva de los Leones; próxima a Bariloche. “Cavando a tientas” en el suelo de sus umbrías salas, el perito Francisco Moreno descubrió los restos humanos de los primitivos pobladores. En el extremo atlántico de la provincia, no pueden dejar de mencionarse los huecos socavados por el mar en los blancos acantilados; que incluso nombran a una de las playas más conocidas de la región: “Las Grutas”.

Santa Cruz muestra varios de estos accidentes geográficos, entre los que se destaca la cueva de las Manos, en el cañadón del río Pinturas. El sitio no es una hendidura profunda sino un extenso alero; que muestra improntas de manos intercaladas con figuras antropomorfas cazando guanacos y choiques. Más al sur, cerca de El Calafate, se encuentra la cueva del Walichu; y, en el centro de la meseta, la cueva de los Felinos. Ambos son yacimientos de arte rupestre. En el último, los dibujos parecen representar al jaguar, otrora habitante de la Patagonia. Por su lado, en la costa marítima pueden mencionarse las “Siete Cuevas” próximas a Puerto Deseado; que incluyen la “del Indio”, la de “los Leones” y otras.

La insular Tierra del Fuego ofrece numerosas cavernas; muchas de ellas sitas en su bravía costa oceánica. Fueron usual cobijo de exploradores y náufragos; como aquella que lleva el nombre de “Allen Gardiner”, donde se guareció y murió de hambre el legendario misionero.

El Chubut también muestra una dimensión soterrada. De sus diversas manifestaciones se recuerda en particular la cueva de Sarasola. Quienes han vivido en Sarmiento, conocen el desafío implícito en un paseo a sus honduras; que reclamaba un gran esfuerzo físico y una dosis de voluntad para concluir con éxito la expedición. Además de su faz aventurera, este socavón tiene una leyenda que es recuperada por Gastón Martelli (1) y Austin Whittall (2) en sus amenos y documentados “blogs”. Según un relato recogido en la zona, los pobladores habían visto un “enorme gigante de cuatro metros de alto y grueso como un buey”; que suponían moraba en la caverna.

En relación a las grutas ubicadas en la costa chubutense, es interesante referirse a las famosas “cuevas” utilizadas por los colonos galeses al desembarcar en Puerto Madryn el 28 de julio de 1865. En realidad no son tales, sino excavaciones artificiales en la roca calcárea de la orilla; que brindan tres “paredes” para una casa cuyo techo y frente se cerraba con material de circunstancia. Pero sí lo son las cavidades cercanas que bautizan al punto geográfico donde están los refugios galeses (“Punta Cuevas”). (Esa referencia trae a la memoria un episodio similar: las cavas labradas por los pobladores maragatos, como viviendas, sobre las bardas del río en Carmen de Patagones hacia 1779).

A esta incompleta enumeración de las anfractuosidades patagónicas, tal vez habría que agregarle esas desvaídas copias de la naturaleza que, por diversos motivos, crean los mortales. Como los túneles de ferrocarril o las galerías de las minas. Mas estas obras, aun cuando muestran el ingenio y el esfuerzo humano, son pálidas imitaciones de la labor de las fuerzas tectónicas que modelaron el subsuelo terrestre.

¿Y qué hay de la Literatura Patagónica en torno a las cuevas? Al reunir el material para esta nota se halló muy poco. Sólo los datos de los descubrimientos geológicos del perito Moreno volcados en sus diarios de viaje; o la descripción del investigador Gregorio Álvarez en “El tronco de oro”, sobre los brujos neuquinos que “Se reúnen en cuevas subterráneas llamadas salamancas, a las que concurren generalmente metamorfoseados en aves, tales como el chonchón y el guaraivo y también montados en alguna rama de latué o de algún otro árbol de los llamados malignos o diabólicos”.

En la ficción, apenas unos párrafos de “La Liebre”, novela de César Aira con reminiscencias del “Beau Geste” de P. C. Wren; que no se desarrolla exactamente en la Patagonia sino en su “puerta”, el sur de Buenos Aires. Allí el protagonista ingresa por una gruta a un reino bajo tierra, dominio del cacique Pillán y los suyos. Otro ejemplo es el intricado dédalo de cavernas artificiales que en “La leyenda de Guaguerén” de Fernando Nelson, los atlantes construyeron bajo el valle del Chubut.

Pero más allá de su escasa presencia en las letras sureñas, la fascinación que despiertan las cuevas en la imaginación humana amerita hacerlas objeto de estas páginas. Acaso a través de la presente crónica, breve y sin pretensiones, el tema llame la atención de algún escritor vernáculo.



(1) http://geografiamiticaargentina.blogspot.com/2010/03/provincia-de-chubut-la-cueva-del.html
(2) http://patagoniamonstruos.blogspot.com/2010/09/cueva-de-sarasola-guarida-de-monstruos.html


sábado, 11 de enero de 2020

LA NOTA DE HOY



EN BUSCA DE LAS RAÍCES


Por Jorge Eduardo Lenard Vives





Hay una inquietud que asalta a la mayoría de las personas en un momento de la vida: conocer sus orígenes. Este interés, unido a la necesidad de dejar registro escrito de lo que se descubre al investigar la historia propia, genera una variante literaria que podría llamarse "de la búsqueda de las raíces". Aunque en cierto modo sería factible encuadrarlo dentro de la denominada “Literatura del yo”, esta vertiente de las letras no es similar a la autobiografía.

Si bien en esta última clase de obras se comienza muchas veces con un enunciado de los antecedentes familiares, no es la esencia fundamental del trabajo. En la autobiografía, el punto de partida es el individuo que se analiza a sí mismo a partir de su realidad. Sus reflexiones se centran en lo que ha hecho durante la vida a partir de la toma de conciencia de su ser. Se pregunta, en cierto sentido, "¿a dónde voy?". En cambio, en la variante "de la búsqueda de las raíces", el individuo se reconoce como el final de una historia. Su pregunta es "¿de dónde vengo?"; y trata de dilucidar lo acontecido para que él existiese. Con su nacimiento termina el trabajo que decidió escribir.

Tampoco es igual a la biografía o al ensayo histórico; porque en estos casos el observador es externo. Más allá de su seriedad académica y de su compromiso con la verdad, el biógrafo o el historiador no se siente involucrado de manera íntima con lo que narra. Pero quien escribe respecto a la historia específica que tuvo como fruto su presencia en ese exacto lugar, en ese preciso momento, sabe que todo lo que diga tiene una implicancia personal. Como sucede en la física cuántica, acá también el observador influye sobre el fenómeno observado; porque no pude descartarse un dejo de subjetividad emotiva. Por ello, al igual que en la autobiografía, en este otro tipo de trabajos también se debe producir ese pacto entre el autor y el lector del que habla Philippe Lejeune.

De todas maneras, algunos ensayos que tratan el tema de la presencia de familias de distinto origen arraigadas en la Patagonia, sirven a los exploradores de su propio pasado para obtener valiosa información; e incluso, en algunos casos, satisfacen por completo la necesidad de conocimiento que la cuestión causó al curioso, porque entiende que los datos obtenidos por esos terceros colman sus ansias de identidad. Estos libros que tanto contribuyen a ayudar en su búsqueda a quienes se interesan por sus orígenes son, por ejemplo, los dos tomos de la magnífica obra de Albina Jones de Zampini, “Reunión de familias del sur”; que desarrolla el árbol genealógico de más de 120 familias del Valle del Chubut, descendientes de los colonos galeses y de otros pobladores. Sin dudas es una substanciosa reseña cuya consulta es imprescindible para aquellos habitantes de esa comarca que quieran rastrear sus orígenes.

Otra obra de esas características es “Familias de Santa Cruz”, del riogalleguense Pablo Gustavo Beecher; que reúne una serie de bocetos familiares de los pioneros de Santa Cruz. A nivel local, en diversas ciudades sureñas, algunos escritores han sabido buscar esta información para conformar la historia de la Patria Chica; y a la vez brindar datos sobre las familias pioneras. Por ejemplo, en Las Heras, los autores Claudia Pródromos y Fabio Riquelme recopilaron datos para su obra “Retazos de la Memoria, Historia de familias lasherenses”; en tanto en Chos Malal, histórica primera capital del Neuquén, el historiador Héctor Alegría coordinó los dos primeros tomos de los cuatro previstos para la obra “Familias de Chos Malal”. Por su parte, en Comodoro Rivadavia, María Laura Morón y Liliana Peralta escribieron “A mi tierra…”; un libro en homenaje a los pioneros de Comodoro Rivadavia entre 1898 y 1915, cuyas biografías finalizan con la genealogía familiar hasta la actualidad.

Pero, más allá de estas obras de investigación histórica más amplia, el subgénero surgido a partir de la tarea de pesquisa realizada por parte de los propios interesados, muestra numerosos ejemplos en las letras regionales. Uno de ellos es el libro “Relatos de un inmigrante italiano“, de Claudio Paolini; quien habla de su padre Orlando. En tanto, "Trebowen" de Diego Dante Gatica, desarrolla la historia de la familia Bowen de la que desciende el autor. Lo mismo sucede con “Sapag: del Líbano a Neuquén. Genealogía de una pasión”, de Luis Sapag. Por su parte, “Mi sangre yagán”, de Víctor Vargas Filgueira, se refiere en forma casi específica a uno de sus ancestros, el bisabuelo del autor. “Los Naranjos”, de la escritora de origen neuquino Gladis Naranjo, si bien se aproxima a la autobiografía, dedica una extensa parte del texto a retratar la presencia familiar en los orígenes de Zapala.

La búsqueda de sus raíces mueve al ser humano a realizar actividades que requieren esfuerzo físico e intelectual. Estas tareas van desde el paciente dibujo de árboles genealógicos hasta el viaje a los lugares en los cuales se originó su linaje para verlos in situ; pasando por la ejecución de una serie de técnicas de obtención de datos propias de las disciplinas sociales, tales como la lectura de documentos, la realización de entrevistas y la visualización de imágenes. La pulsión es tan fuerte, que despierta, aun en individuos alejados del ámbito del estudio y la ciencia, una perentoria necesidad de conocer y emplear los métodos de esas áreas para reunir la información que requiere. Al igual que los investigadores profesionales, estos diletantes de la Historia persiguen la obtención de un saber que representa uno de los más necesarios conocimientos al que aspira un ser humano, base de filosofías y religiones: saber quién es.



Dedico este artículo a Archie Lenard Griffiths; quien a partir de las notas de nacimientos y defunciones registradas en la Biblia familiar desde mediados del siglo XIX, elaboró un frondoso árbol genealógico cuyas ramas abarcaron varios países y tres continentes.



martes, 24 de diciembre de 2019

LA NOTA DE HOY



COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE APARECIDO
LA SEGUNDA EDICION DE “PLEGARIAS DEL HUMO” (*) DE JORGE CURINAO (**)






Si la edición de un nuevo libro patagónico es un hecho auspicioso, cuánto más lo será la reedición de una obra regional; porque ello implica que existen lectores interesados en acceder a un texto cuya primera tirada se agotó. Es lo que sucede con "'Plegarias del humo", del escritor riogalleguense Jorge Curinao; cuya versión original es del año 2009.

El poemario, el segundo de los cinco que lleva escrito Curinao, fue puesto de nuevo en la calle por la Editorial Remitente Patagonia; en una cuidadosa edición cuyas fotografías de tapa y contratapa son del mismo poeta. El volumen está prologado por Sebastián Tresguerres, quien manifiesta, entre otros puntos: "Las hojas vacías son almas, seres que nunca se han ido. El poeta escribiendo en el alma de los seres que aún viven para siempre: la poesía es religión y los poemas son plegarias". Al dorso del volumen se transcribe un comentario de Mirta Care, de la revista Qu. Allí dice: "No hay palabras decorativas. Jorge Curinao se muestra al desnudo, con sus angustias, sus tragedias, con las sombras que lo habitan".

Tal vez sean esas dos de las claves de la obra de Curinao. Para el autor, la poesía semeja ser una religión con la que se liga, se une, a la vida. Esa parecería ser una dimensión íntima, una justificación hacia el interior de su ser. Pero su creación tiene también una intención hacia lo externo, hacia sus lectores. En esta relación es donde ensaya una confesión, a la que se entrega sin tapujos. Y ambas facetas se conjugan en la aceptación del poeta de su condición humana; tal como lo manifiesta desde el inicio de sus hojas al afirmar, como el personaje de Publio Terencio Africano, “Nada me es ajeno”. Quizás su poesía es la búsqueda del significado de esa condición; tema que aparece en sus palabras como una marcada preocupación.

El autor dividió su trabajo, que dedica "A Lore" e introduce con una frase de Claudio Álvarez, en tres partes. Al leer cualquier volumen, este tipo de detalles son importantes; porque forman parte de la manera en que el literato quiere que su obra llegue al lector. Es más que un simple criterio ordenancista; detrás de toda acción hay un motivo y es tarea de quien se acerca a sus páginas el descifrarlo para disfrutarlas mejor.

La primera parte incluye doce "poemas en prosa", como suele definirlos el bardo, de los cuales pueden presentarse a modo de ejemplo los versos de "Abandono"; que reflejan con precisión la sensación de angustia que deja la noche, cuando los fantasmas que la pueblan se diluyen a medida que se acerca la madrugada:

Un perro
cruza el puente
a las tres de la mañana.

El último gesto de la noche pide huesos.

La segunda división está integrada por ocho obras. Puede entresacarse de su contenido, como una muestra de lo escrito, los versos de “Sobre una canción olvidada”; que sintetiza en forma concisa la vaciedad de quien se siente solo:

Ya no recibo cartas.
Nadie pronuncia mi nombre.
A esto llaman soledad.

La última parte contiene el poema “Del silencio”, dividido en ocho “estrofas”, o “párrafos poéticos”, encabezados simplemente con los números del 1 al 8. Es el último de tales textos el que aquí se reproduce:

Mi vida, mi única vida, sabe que no pedí nacer pero acá estoy, en el lugar preciso: no poder salir porque no hay afuera. Y adentro es sólo el viento. Y el viento es herida que viene del mar.

Estas líneas quizá sinteticen todo lo que el poeta quiso decir en este libro: no se elige vivir, pero es un hecho indiscutible e irrenunciable el tener que sobrellevar la vida. Para colmo, tampoco se puede abandonar; porque no hay un afuera donde ir. Por lo tanto, se está condenado a afrontar la existencia, que según Curinao es sólo viento. Shakespeare define la vida como “una historia contada por un necio, llena de ruido y furia”. El viento tiene mucho de ruido y furia.

Para finalizar: es un gusto dar la bienvenida a esta segunda edición de "Plegarias del humo" al corpus de la Literatura Patagónica, corpus que si bien se engrosa cotidianamente con las nuevas obras surgidas de sus plumas, adquiere peso y relevancia cuando muestra que su vigencia admite las reediciones. Y corpus al cual la sentida y profunda poesía de Jorge Curinao se integra ya en forma inseparable.


J.E.L.V.



(*) “Plegarias del Humo”. Curinao, Jorge. Trelew, Editorial Remitente Patagonia, 2019.
(**) Mail del autor: jorgecurinao06@yahoo.com.ar