AMARILLO VIEJO
Por Marta Perotto (*)
El chaparrón se descargó con violencia y él no atinó más que a
refugiarse en el hall del Centro de Exposiciones. Después, el tiempo pareció
detenerse, entró en uno de esos estados indefinidos en los que cinco minutos parecen
durar cinco años y se arrastran sin que las agujas del reloj denoten movimiento
alguno. Sabía que la actividad era el único remedio para esa obsesión. En
cuanto la mente se olvidaba de registrarlo, el tiempo comenzaba a pasar y
retornaba la normalidad.
Pero, ¿qué hacer en ese lugar? En la sala no había un solo visitante.
Una empleada ordenaba papeles en su escritorio lejano; por los vidrios se
deslizaban los hilos de la lluvia después de un golpeteo apresurado. Las nubes
luchaban por desprenderse del peso líquido para retornar a su vagabundeo sobre
los hombres y sus obras.
Prestó atención a los paneles diseminados por la sala. ¡Qué oportuno!
Era una exposición de fotos antiguas de la pequeña ciudad de montaña.
La fotografía era uno
de sus entretenimientos, le dedicaba buena parte de sus días. Sólo que los
aparatos y lentes modernos le permitían un acercamiento muy distinto de ése a
la realidad detenida.
Todas las cartulinas
que observaba mostraban a la gente en pose. Gente que, de seguro, ya no existía.
Sonrisas preparadas para la máquina;
gestos grandilocuentes, concientes de quedar fijados para la posteridad; para
él, más precisamente, que en ese momento las contemplaba.
Había correspondencia entre el color de las fotos y lo desvaído y
evanescente del día lluvioso. Quizás presentaban un tono de amarillo viejo que
la novedad de la lluvia no tenía. Se dedicó a recorrer la muestra y le interesó
lo que veía.
Una de las fotos le llamó especialmente la atención. Mostraba una casa
que él no podía ubicar entre las viviendas antiguas que se mantenían como una
reliquia del pasado. En el frente, la imagen de una familia había quedado
estática. La miró de cerca y se fijó en una joven de largos cabellos rubios y
una sorprendente vestimenta actual; no sonreía.
Después, levantó la vista hacia los ventanales. El chaparrón había
derivado en una fina llovizna y un rostro lo contemplaba desde el vidrio
mojado. Era el mismo de la fotografía.
Corrió a la calle ante el estupor de la empleada y vio la silueta que
desaparecía en la esquina. Cuando llegó le pareció que la joven lo estaba
esperando a mitad de la cuadra. Continuó la persecución. La vio perderse en un
jardín de cerco vivo. Se asomó y notó que un golpe cerraba la puerta de una
casa igual a la de la fotografía. Claro, por eso no recordaba el edificio; no
se distinguía fácilmente, el cerco lo tapaba. Cruzó el espacio verde que tenía
grandes pinos y una araucaria y golpeó la puerta.
Le abrió un hombre alto
que con un gesto amable lo invitó a entrar. Sorprendido, reconoció los rostros
de la gente sentada a una larga mesa. Eran los de la cartulina vista un rato
antes. Había allí un silencio extraño para una reunión familiar. Lo que más le
llamó la atención era el color. Un tono desvaído y amarillento de fotografía
antigua. Detrás del jefe de familia estaba la joven. El rosado de su piel y los
colores de la ropa eran
brillantes. Al entrar él, la joven se despidió con un gesto del grupo y se
marchó por donde había entrado.
***
La empleada del Centro de Exposiciones se acerca a una joven de largos
cabellos rubios que mira la muestra. Le parece vagamente familiar. Se siente en
la obligación de alcanzarle un pañuelo de papel al notar las lágrimas que
brotan de sus ojos.
-No se haga problema. No es la única que llora al recordar el pasado.
¿Sabe? Esa fotografía que usted mira también le llamó la atención a un muchacho
que entró esta mañana para refugiarse de la lluvia. Esa casa fue demolida hace
unos veinte años y no se exponía su foto desde hace unos cinco.
La joven se seca las lágrimas.
La empleada agrega:
"Fíjese en los detalles... pero... ¡por eso debía mirarla tan
detenidamente el joven! Hay un hombre que se le parece mucho. ¿Se fijó? Tiene
un color más nítido -y señala con el dedo-. Acá, acá..."
Se da vuelta para
confirmar su aseveración, pero la joven ya no está ni en la foto ni en la sala.
(*) Escritora rionegrina.
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